Una Experiencia de Índole Superior
NECESITAMOS de continuo una nueva revelación de Cristo, una experiencia
diaria que se armonice con sus enseñanzas. Altos y santos resultados están a
nuestro alcance. El propósito de Dios es que progresemos siempre en
conocimiento y virtud. Su ley es eco de su propia voz, que dirige a todos la
invitación: "Sube más arriba. Sé santo, cada vez más santo." Cada día
podemos adelantar en la perfección del carácter cristiano.
Los que trabajan en el servicio del Maestro necesitan una experiencia mucho más
elevada, más profunda y más amplia que la que muchos han deseado tener. Muchos
que son ya miembros de la gran familia de Dios poco saben de lo que significa
contemplar su gloria, y ser transformados de gloria en gloria. Muchos tienen
una percepción crepuscular de la excelencia de Cristo, y sus corazones se
estremecen de gozo. Anhelan sentir más hondamente y en mayor grado el amor del
Salvador. Cultiven ellos todo deseo del alma por conocer a Dios. El Espíritu
Santo obra en quienes se someten a su influencia, amolda y forma a quienes
quieran ser así formados. Dedicaos a la cultura de pensamientos espirituales y
a la santa comunión. Sólo habéis visto los primeros rayos de la aurora de su
gloria. Conforme sigáis conociendo a Dios, veréis que "la senda de los
justos es como la luz de la aurora, que va en aumento hasta que el día es
perfecto." "(Proverbios 4:18.)
"Estas cosas os he hablado "-dijo Cristo,-"para que mi gozo
" esté en vosotros, y vuestro gozo sea cumplido." "(S. Juan
15:11.)
Cristo tenía siempre presente el resultado de su misión. Su vida terrenal, tan
recargada de penas y sacrificios, era alegrada por el pensamiento de que su
trabajo no sería inútil. Dando su vida por la vida de los hombres, iba a
restaurar en la humanidad la imagen de Dios. Iba a levantarnos del polvo, a
reformar nuestro carácter conforme al suyo, y embellecerlo con su gloria.
Cristo vio "del trabajo de su alma" y fue "saciado."
Vislumbró lo dilatado de la eternidad, y vio de antemano la felicidad de
aquellos que por medio de su humillación recibirían perdón y vida eterna. Fue
herido por sus transgresiones y quebrantado por sus iniquidades. El castigo que
les daría paz fue sobre él, y con sus heridas fueron sanados. El oyó el júbilo
de los rescatados, que entonaban el canto de Moisés y del Cordero. Aunque había
de recibir primero el bautismo de sangre, aunque los pecados del mundo iban a
pesar sobre su alma inocente y la sombra de indecible dolor se cernía sobre él,
por el gozo que le fue propuesto, escogió sufrir la cruz y menospreció la
vergüenza.
Es para todos los creyentes
De este gozo han de participar todos sus discípulos. Por grande y gloriosa que
sea en lo porvenir, toda nuestra recompensa no está reservada para el día de
nuestra liberación final. En esta misma vida hemos de entrar por fe en el gozo
del Salvador. Cual Moisés, hemos de sostenernos como si viéramos al Invisible.
La iglesia es ahora militante. Actualmente arrostramos un mundo en tinieblas,
casi enteramente entregado a la idolatría. Pero se acerca el día cuando habrá
terminado la batalla y la victoria habrá sido ganada. La voluntad de Dios ha de
cumplirse en la tierra como en el cielo. Las naciones de los salvados no
conocerán otra ley que la del cielo. Todos constituirán una familia dichosa,
unida, vestida con las prendas de alabanza y de acción de gracias: con el manto
de la justicia de Cristo. Toda la naturaleza, en su incomparable belleza,
ofrecerá a Dios tributo de alabanza y adoración. El mundo quedará bañado en luz
celestial. La luz de la luna será como la del sol, y la luz del sol siete veces
más intensa que ahora. Los años transcurrirán alegremente. Y sobre todo las
estrellas de la mañana cantarán juntas, y los hijos de Dios clamarán de gozo,
mientras que Dios y Cristo declararán a una voz que "ya no habrá más
pecado, ya no habrá más muerte."
Un motivo de aliento
Estas visiones de la gloria futura, descritas por la mano de Dios, deberían ser
de gran valor para sus hijos.
Deteneos en el umbral de la eternidad y oíd la misericordiosa bienvenida dada a
los que en esta vida cooperaron con Cristo y consideraron como un privilegio y
un honor sufrir por su causa. Con los ángeles, echan sus coronas a los pies del
Redentor, exclamando: "El Cordero que fue inmolado es digno de tomar el
poder y riquezas y sabiduría, y fortaleza y honra y gloria y alabanza. . . . Al
que está sentado en el trono, y al Cordero, sea la bendición, y la honra, y la
gloria, y el poder, para siempre jamás." "(Apocalipsis 5:12, 13.)
Allí los redimidos saludan a quienes los encaminaron hacia el Salvador. Se unen
en alabanzas a Aquel que murió para que los humanos gozaran una vida tan
duradera como la de Dios. Acabó el conflicto. Concluyeron las tribulaciones y
las luchas; los cantos de victoria llenan todo el cielo, al rodear los
rescatados el trono de Dios. Todos entonan el alegre coro: "Digno, digno
es el Cordero que fue inmolado," y que nos rescató para Dios.
"Miré, y he aquí una gran compañía, la cual ninguno podía contar, de todas
gentes y linajes y pueblos y lenguas, que "estaban delante del trono y en
la presencia del Cordero, vestidos de ropas blancas, y palmas en sus manos; y
clamaban en alta voz, diciendo: Salvación a nuestro Dios que está sentado sobre
el trono, y al Cordero." "(Apocalipsis 7:9, 10.)
"Estos son los que han venido de grande tribulación, y han lavado sus
ropas, y las han blanqueado en la sangre del Cordero. Por esto están delante
del trono de Dios, y le sirven día y noche en su templo: y el que está sentado
en el trono tenderá su pabellón sobre ellos. No tendrán más hambre, ni sed, y
el sol no caerá más sobre ellos, ni otro ningún calor. Porque el Cordero que
está en medio del trono los pastoreará, y los guiará a fuentes vivas de aguas:
y Dios limpiará toda lágrima de los ojos de ellos." "(Vers. 14-17.)
"Y la muerte no será más; y no habrá más llanto, ni clamor, ni dolor: porque
las primeras cosas son pasadas."(Apocalipsis 21:4.)
En el monte con Dios
Necesitamos tener siempre presente esta visión de las cosas invisibles. Así
comprenderemos el verdadero valor de las cosas eternas y de las transitorias, y
esto nos dará más poder para influir en los demás a fin de que vivan una vida
más elevada.
"Sube a mí al monte," nos dice Dios. Antes de que pudiera Moisés ser
instrumento de Dios para libertar a Israel, se le señalaron cuarenta años de
comunión con Dios en las soledades de las montañas. Antes de llevar el mensaje
de Dios a Faraón, habló con el ángel en la zarza ardiente. Antes de recibir la
ley de Dios como representante de su pueblo, fue llamado al monte, y contempló
su gloria. Antes de ejecutar la justicia sobre los idólatras, fue escondido en
la cueva de la roca, y le dijo el Señor: "Proclamaré el nombre de Jehová
delante de ti.""Misericordioso, y piadoso; tardo para la ira, y
grande en benignidad y verdad; . . . y que de ningún modo justificará al malvado."
"(Exodo 33:19; 34:6, 7.) Antes de deponer, con la vida, su responsabilidad
respecto de Israel, Dios le llamó a la cumbre del Pisga y desplegó ante él la
gloria de la tierra prometida.
Antes de emprender su misión, los discípulos fueron llamados al monte, con Jesús.
Antes del poder y la gloria de Pentecostés, vino la noche de comunión con el
Salvador, la reunión en un monte de Galilea, la escena de despedida en el monte
de los Olivos, con la promesa de los ángeles, y los días de oración y de
comunión en el aposento alto.
Jesús, cuando se preparaba para una gran prueba o para algún trabajo
importante, se retiraba a la soledad de los montes, y pasaba la noche orando a
su Padre. Una noche de oración precedió a la ordenación de los apóstoles, al
Sermón del Monte, a la transfiguración, y a la, agonía del pretorio y de la
cruz, así como la gloria de la resurrección.
El privilegio de la oración
Nosotros también debemos destinar momentos especiales para meditar, orar y
recibir refrigerio espiritual. No reconocemos debidamente el valor del poder y
la eficacia de la oración. La oración y la fe harán lo que ningún poder en la
tierra podrá hacer. Raramente nos encontramos dos veces en la misma situación.
Hemos de pasar continuamente por nuevos escenarios y nuevas pruebas, en que la
experiencia pasada no puede ser una guía suficiente. Debemos tener la luz
continua que procede de Dios.
Cristo manda continuamente mensajes a los que escuchan su voz. En la noche de
la agonía de Getsemaní, los discípulos que dormían no oyeron la voz de Jesús.
Tenían una percepción confusa de la presencia de los ángeles, pero no
participaron de la fuerza y la gloria de la escena. A causa de su somnolencia y
estupor, no recibieron las evidencias que hubieran fortalecido sus almas para
los terribles acontecimientos que se avecinaban. Así también hoy día los
hombres que más necesitan la instrucción divina no la reciben, porque no se
ponen en comunión con el Cielo.
Las tentaciones a que estamos expuestos cada día hacen de la oración una
necesidad. Todo camino está sembrado de peligros. Los que procuran rescatar a
otros del vicio y de la ruina están especialmente expuestos a la tentación. En
continuo contacto con el mal, necesitan apoyarse fuertemente en Dios, si no
quieren corromperse. Cortos y terminantes son los pasos que conducen a los
hombres desde las alturas de la santidad al abismo de la degradación. En un
solo momento pueden tomarse resoluciones que determinen para siempre el destino
personal. Al no obtener la victoria una vez, el alma queda desamparada. Un
hábito vicioso que dejemos de reprimir se convertirá en cadenas de acero que
sujetarán a todo el ser.
Muchos se ven abandonados en la tentación porque no han tenido la vista siempre
fija en el Señor. Al permitir que nuestra comunión con Dios se interrumpa,
perdemos nuestra defensa. Ni aun todos vuestros buenos propósitos e intenciones
os capacitarán para resistir al mal. Tenéis que ser hombres y mujeres de
oración. Vuestras peticiones no deben ser lánguidas, ocasionales, ni
caprichosas, sino ardientes, perseverantes y constantes. No siempre es
necesario arrodillarse para orar. Cultivad la costumbre de conversar con el
Salvador cuando estéis solos, cuando andéis o estéis ocupados en vuestro
trabajo cotidiano. Elévese el corazón de continuo en silenciosa petición de
ayuda, de luz, de fuerza, de conocimiento. Sea cada respiración una oración.
Seremos guardados del mal
Como obreros de Dios, debemos llegar a los hombres doquiera estén, rodeados de
tinieblas, sumidos en el vicio y manchados por la corrupción. Pero mientras
afirmemos nuestro pensamiento en Aquel que es nuestro sol y nuestro escudo, el
mal que nos rodea no manchará nuestras vestiduras. Mientras trabajemos para
salvar las almas prontas a perecer, no seremos avergonzados si ponemos nuestra
confianza en Dios. Cristo en el corazón, Cristo en la vida: tal es nuestra
seguridad. La atmósfera de su presencia llenará el alma de aborrecimiento a
todo lo malo. Nuestro espíritu puede identificarse de tal modo con el suyo, que
en pensamiento y propósito seremos uno con él.
Por la fe y la oración Jacob, siendo de suyo débil y pecador, llegó a ser
príncipe con Dios. Así podréis llegar a ser hombres y mujeres de fines elevados
y santos, de vida noble, hombres y mujeres que por ninguna consideración se
apartarán de la verdad, del bien y de la justicia. A todos nos acosan
preocupaciones apremiantes, cargas y obligaciones; pero cuanto más difícil la
situación y más pesadas las cargas, tanto más necesitamos a Jesús.
Error grave es descuidar el culto público de Dios. Los privilegios del servicio
divino no son cosa de poca monta. Muchas veces los que asisten a los enfermos
no pueden aprovechar estos privilegios, pero deben cuidar de no ausentarse de
la casa de Dios sin necesidad.
Al atender a los enfermos, más que en cualquier ocupación secular, el éxito
depende del espíritu de consagración y de sacrificio con que se hace la obra.
Los que asumen responsabilidades necesitan colocarse donde puedan recibir honda
impresión del Espíritu de Dios. Debéis tener tanto más vivos deseos que otros
de la ayuda del Espíritu Santo y del conocimiento de Dios por cuanto vuestro
puesto de confianza es de más responsabilidad que el de ellos.
Nada es más necesario en nuestro trabajo que los resultados prácticos de la comunión
con Dios. Debemos mostrar con nuestra vida diaria que tenemos paz y descanso en
el Salvador. Su paz en el corazón se reflejará en el rostro. Dará a la voz un
poder persuasivo. La comunión con Dios ennoblecerá el carácter y la vida. Los
hombres verán que hemos estado con Jesús como lo notaron en los primeros
discípulos. Esto comunicará al obrero un poder que ninguna otra cosa puede dar.
No debe permitir que cosa alguna le prive de este poder.
Hemos de vivir una vida doble: una vida de pensamiento y de acción, de
silenciosa oración y fervoroso trabajo. La fuerza recibida por medio de la
comunión con Dios, unida con el esfuerzo diligente por educar la mente para que
llegue a ser reflexiva y cuidadosa, nos prepara para desempeñar las
obligaciones cotidianas y conserva al espíritu en paz en cualesquiera
circunstancias por penosas que resulten.
El divino Consejero
Cuando están afligidos, muchos piensan que deben dirigirse a algún amigo
terrenal, para contarle sus perplejidades y pedirle ayuda. En circunstancias
difíciles, la incredulidad llena sus corazones y el camino les parece obscuro.
Sin embargo, está siempre a su lado el poderoso Consejero de todos los siglos,
invitándoles a depositar en él su confianza. Jesús, el gran Ayudador les dice:
"Venid a mí, que yo os haré descansar." ¿Nos apartaremos de él para
seguir en pos de falibles seres humanos que dependen de Dios tanto como
nosotros mismos?
Tal vez echáis de ver las deficiencias de vuestro carácter y la escasez dé
vuestra capacidad frente a la magnitud de la obra. Pero aunque tuvierais la
mayor inteligencia dada al hombre, no bastaría para vuestro trabajo. "Sin
mí nada podéis hacer" "(S. Juan 15:5), dice nuestro Señor y Salvador.
El resultado de todo lo que hacemos está en manos de Dios. Suceda lo que
suceda, aferraos a él, con firme y perseverante confianza.
En vuestros negocios, en las amistades que cultivéis durante vuestros ratos de
ocio, y en los vínculos que duren toda la vida, iniciad todas vuestras
relaciones tras seria y humilde oración. Así probaréis que honráis a Dios, y
Dios os honrará. Orad cuando os sintáis desfallecer. Cuando estéis
desalentados, permaneced mudos ante los hombres; no echéis sombra sobre la
senda de los demás; mas decídselo todo a Jesús. Alzad vuestras manos en demanda
de auxilio. En vuestra flaqueza, asíos de la fuerza infinita. Pedid humildad,
sabiduría, valor, y aumento de fe, para que veáis la luz de Dios y os
regocijéis en su amor.
Consagración y confianza
Cuando nos mostramos humildes y contritos, nos encontramos en situación en que
Dios puede y quiere manifestarse a nosotros. Le agrada que evoquemos las
bendiciones y los favores ya recibidos como motivos para que nos conceda aun
mayores bendiciones. Colmará las esperanzas de quienes en él confían por completo.
El Señor Jesús sabe muy bien lo que necesitan sus hijos y cuánto poder divino
asimilaremos para bendición de la humanidad, y nos concede todo lo que estemos
dispuestos a emplear para beneficiar a los demás y ennoblecer nuestra propia
alma.
Debemos tener menos confianza en lo que por nosotros mismos podemos hacer, y
más en lo que el Señor puede hacer para nosotros y por medio nuestro. La obra
en que estáis empeñados no es vuestra; es de Dios. Someted vuestra voluntad y
vuestro camino a Dios. No hagáis una sola reserva, ni transijáis con vosotros
mismos. Aprended a conocer lo que es ser libre en Cristo.
El oír sermones sábado tras sábado, el leer la Biblia de tapa a tapa, o el
explicarla versículo por versículo, no nos beneficiará a nosotros ni a los que
nos oigan, a no ser que llevemos las verdades de la Biblia al terreno de
nuestra experiencia personal. La inteligencia, la voluntad y los afectos deben
someterse al gobierno de la Palabra de Dios. Entonces, mediante la obra del
Espíritu Santo, los preceptos de la Palabra vendrán a ser los de la vida.
Cuando pidáis a Dios que os ayude, honrad a vuestro Salvador creyendo que
recibís su bendición. Todo poder y toda sabiduría están a nuestra disposición.
No tenemos más que pedir.
Andad siempre en la luz de Dios. Meditad día y noche en su carácter. Entonces
veréis su belleza y os alegraréis en su bondad. Vuestro corazón brillará con un
destello de su amor. Seréis levantados como si os llevaran brazos eternos. Con
el poder y la luz que Dios os comunica, podéis comprender, abarcar y realizar
más que lo que jamás os pareció posible.
"Estad en mí"
Cristo nos ordena: "Estad en mí, y yo en vosotros. Como el pámpano no
puede llevar fruto de sí mismo, si no estuviera en la vid; así ni vosotros si
no estuvierais en mí. . . . El que está en mí, y yo en él, éste lleva mucho
fruto; porque sin mí nada podéis hacer. . . . Si estuvierais en mí, y mis
palabras estuvieron en vosotros, pedid todo lo que quisierais, y os será hecho.
En esto es glorificado mi Padre, en que llevéis mucho fruto, y seáis así mis
discípulos."
"Como el Padre me amó, también yo os he amado: estad en mi amor...."
"No me elegisteis vosotros a mí, mas yo os elegí a vosotros; y os he
puesto para que vayáis y llevéis fruto, y vuestro fruto permanezca: para que
todo lo que pidiereis del Padre en mi nombre, él os lo dé."(S. Juan 15:
4-16.)"
"He aquí yo estoy a la puerta y llamo: si alguno oyere mi voz y abriere la
puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo." "(Apocalipsis
3:20.)
"Al que venciere, daré a comer del maná escondido, y le daré una
piedrecita blanca, y en la piedrecita un nombre nuevo escrito, el cual ninguno
conoce sino aquel que la recibe." "(Apocalipsis 2: 17.)
"Al que hubiere vencido, ...le daré la estrella de la mañana," "
"y escribiré sobre él el nombre de mi Dios, y el nombre de la ciudad de mi
Dios, y mi nombre nuevo." "(Vers. 26-28; 3:12.)
"Una cosa hago"
Aquel cuya confianza está en Dios podrá decir como dijo Pablo: "Todo lo
puedo en Cristo que me fortalece." "(Filipenses 4:13.) Cualesquiera
que sean los errores y fracasos de lo pasado, podemos, con la ayuda de Dios,
sobreponernos a ellos. Con el apóstol podemos decir:
"Una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome
a lo que está delante, prosigo al blanco, al premio de la soberana vocación de
Dios en Cristo Jesús." "(Filipenses 3: 13, 14.)
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