18. LA SEGURIDAD EN EL HOGAR
El amor humano
debe fundarse en el amor divino.
Sólo en Cristo puede formarse una unión matrimonial feliz. El amor humano debe
fundar sus más estrechos lazos en el amor divino. Sólo donde reina Cristo puede
haber cariño profundo, fiel y abnegado. -MC 276 (1905). (Nota: Véase la Sección
V, La fuerza vitalizadora.*)
Alcanzar el ideal de Dios.
Hombres y mujeres pueden alcanzar el ideal que Dios les señala si aceptan la
ayuda de Cristo. Lo que la humana sabiduría no puede lograr, la gracia de Dios
lo hará en quienes se entregan a él con amor y confianza. Su providencia puede
unir los corazones con lazos de origen celestial. El amor no será tan sólo un
intercambio de palabras dulces y aduladoras. El telar del cielo teje con
urdimbre y trama más finas, pero más firmes, que las de los telares de esta
tierra. Su producto no es una tela endeble, sino un tejido capaz de resistir
cualquiera prueba, por dura que sea. El corazón quedará unido al corazón con
los áureos lazos de un amor perdurable. -MC 280 (1905).
Pesar cada sentimiento al considerar el casamiento.
Los que piensan en casarse deben pesar cada sentimiento y cada manifestación
del carácter de la persona con quien se proponen unir su suerte. Cada paso dado
hacia el matrimonio debe ser acompañado de modestia, sencillez y sinceridad,
así como del serio propósito de agradar y honrar a Dios.
El matrimonio afecta la vida ulterior en este mundo y en el venidero. El
cristiano sincero no hará planes que Dios no pueda aprobar. -MC 277 (1905).
La unión verdadera es la obra de años.
Por mucho cuidado y prudencia con que se haya contraído el matrimonio, pocas
son las parejas que hayan llegado a la perfecta unidad al realizarse la
ceremonia del casamiento. La unión verdadera de ambos cónyuges es obra de los
años subsiguientes. -MC 278 (1905).
Desaparece la imagen romántica.
Cuando la pareja recién casada afronta la vida con sus cargas de perplejidades
y cuidados, desaparece el aspecto romántico con que la imaginación suele tan a
menudo revestir el matrimonio. Marido y mujer aprenden entonces a conocerse
como no podían hacerlo antes de unirse. Este es el período más crítico de su
experiencia. La felicidad y utilidad de toda su vida ulterior dependen de que
asuman en ese momento una actitud correcta. Muchas veces cada uno descubre en
el otro flaquezas y defectos que no sospechaban; pero los corazones unidos por
el amor notarán también cualidades desconocidas hasta entonces. Procuren todos
descubrir las virtudes más bien que los defectos. Muchas veces, nuestra propia
actitud y la atmósfera que nos rodea determinan lo que se nos revelará en otra
persona. Son muchos los que consideran la manifestación del amor como una
debilidad, y permanecen en tal retraimiento que repelen a los demás. Este
espíritu paraliza las corrientes de simpatía. Al ser reprimidos, los impulsos
de sociabilidad y generosidad se marchitan y el corazón se vuelve desolado y
frío. Debemos guardarnos de este error. El amor no puede durar mucho si no se
le da expresión. No permitáis que el corazón de quienes os acompañen se agoste
por falta de bondad y simpatía de parte vuestra. -MC 278 (1905).
El amor estimula hacia fines más nobles.
Ame cada uno de ellos al otro antes de exigir que el otro le ame. Cultive lo
más noble que haya en sí y esté pronto a reconocer las buenas cualidades del
otro. El saberse apreciado es un admirable estímulo y motivo de satisfacción.
La simpatía y el respeto alientan el esfuerzo por alcanzar la excelencia, y el
amor aumenta al estimular la persecución de fines cada vez más nobles. -MC 279
(1905).
La individualidad no se debe fusionar.
Ni el marido ni la mujer deben fundir su individualidad en la del cónyuge. Cada
cual tiene su relación personal con Dios. A él tiene que preguntarle cada uno:
"¿Qué es bueno? ¿Qué es malo? ¿Cómo cumpliré mejor el propósito de la
vida?" Fluya el caudal del cariño de cada uno hacia Aquel que dio su vida
por ellos. Considérese a Cristo el primero, el último y el mejor en todo. En la
medida en que vuestro amor a Cristo se profundice y fortalezca, se purificará y
fortalecerá vuestro amor mutuo. -MC 279 (1905).
Tenemos nuestra propia individualidad, y la individualidad de la esposa no debe
perderse en la de su esposo. Dios es nuestro Creador. Somos suyos por creación,
y somos suyos por redención. Queremos ver cuánto podemos retribuir a Dios,
porque El nos da el poder moral, El nos da la eficiencia, El nos da el
intelecto; y El quiere que aprovechemos al máximo estos preciosos dones para la
gloria de su nombre. -Ms 12, 1895.
Entera sumisión sólo a Jesús.
Dios requiere que la esposa recuerde siempre el temor y la gloria de Dios. La
sumisión completa que debe hacer es al Señor Jesucristo, quien la compró como
hija suya con el precio infinito de su vida. . . Su individualidad no puede
desaparecer en la de su marido, porque ha sido comprada por Cristo. -HAd 101
(1891).
No debe albergarse el pensamiento que la unión es un error.
Aunque se susciten dificultades, congojas y desalientos, no abriguen jamás ni
el marido ni la mujer el pensamiento de que su unión es un error o una
decepción. Resuélvase cada uno de ellos a ser para el otro cuanto le sea posible.
Sigan teniendo el uno para con el otro los miramientos que se tenían al
principio. Aliéntense el uno al otro en las luchas de la vida. Procure cada uno
favorecer la felicidad del otro. Haya entre ellos amor mutuo y sopórtense uno a
otro. Entonces el casamiento, en vez de ser la terminación del amor, será más
bien su verdadero comienzo. El calor de la verdadera amistad, el amor que une
un corazón al otro, es sabor anticipado de los goces del cielo. -MC 278, 279
(1905).
Una relación controlada por la razón.
Los que consideran la relación matrimonial como una de las ordenanzas sagradas
de Dios, protegida por su santo precepto, estarán controlados por los dictados
de la razón. Considerarán cuidadosamente los resultados de cada privilegio que
otorga la relación matrimonial. Los tales sentirán que sus hijos son joyas
preciosas que Dios encargó a su cuidado, para quitar de su naturaleza la
superficie áspera por medio de la disciplina, a fin de que aparezca su brillo.
Se sentirán bajo la más solemne obligación de formar sus caracteres de tal
manera que puedan hacer el bien en su vida, bendecir a otros con su luz, y que
el mundo sea mejor porque ellos vivieron en él, y que finalmente estén en
condiciones para la vida superior, el mundo mejor, para brillar en la presencia
de Dios y del Cordero para siempre. -HL (2da. parte) 48, 1865.
Una familia bien organizada.
La empresa familiar debiera estar bien organizada. El padre y la madre deberían
considerar juntos sus responsabilidades, juntos deberían trabajar para el más
elevado bienestar de sus hijos. No debe haber desacuerdos entre ellos. Nunca
debieran criticarse mutuamente sus planes o cuestionar el juicio del otro en
presencia de sus hijos. Si la esposa no tiene experiencia, debería tratar de
descubrir dónde su trabajo hace más difícil la tarea de su esposo mientras él
trabaja por la salvación de sus hijos. Y el esposo debería sostener las manos
de su esposa, dándole consejos sabios y estímulo amante. - RH , 8 de julio de
1902.
Los padres deben gobernarse a sí mismos.
Los padres que gobiernan con éxito sus familias deben primero gobernarse a sí
mismos. Si desean tener sólo palabras agradables en su familia, deben hacer que
sus hijos sólo escuchen palabras agradables de sus labios. Al plantar una
semilla se producirá una cosecha similar. Los padres tienen una obra solemne y
sagrada que realizar en la educación de sus hijos por precepto y ejemplo. Están
bajo la obligación de presentar ante Dios a sus hijos en condiciones de
recibir, a una edad muy temprana, un conocimiento inteligente de lo que
significa seguir a Jesucristo. Si los que pretenden ser cristianos bíblicos
tienen hijos que no temen ni aman a Dios, en la mayoría de los casos es porque
el ejemplo de los padres no ha sido el correcto. Se sembraron semillas falsas y
espurias, y se ha producido una cosecha de espinas y abrojos. -Ms 59, 1900.
Sonrisas y palabras suaves para la familia.
Es no sólo nuestro privilegio, sino nuestro deber, cultivar la mansedumbre,
para que la paz de Cristo esté en el corazón, y como pacificadores y seguidores
de Cristo sembrar una preciosa semilla, que producirá una cosecha para la vida
eterna. Los profesos seguidores de Cristo pueden poseer muchas cualidades
buenas y útiles; pero su carácter queda muy deformado por un temperamento falto
de bondad, displicente y juzgador. El esposo o la esposa que abriga sospecha y
desconfianza, crea disensión y dificultades en el hogar. Ninguno de ellos
debiera reservar sus palabras amables y sonrisas únicamente para los extraños,
y manifestar irritabilidad en el hogar, destruyendo así la paz y la alegría. -
NEV 181 (1894).
Debe evitarse el lenguaje vulgar.
Padres y madres, esposos y esposas, les ruego que no se dejen dominar por
pensamientos bajos y lenguaje vulgar. Las palabras rudas, las bromas bajas, la
falta de cortesía en la vida de hogar, dejarán una impresión sobre ustedes, y
si se repiten con frecuencia suficiente, llegarán a ser una segunda naturaleza.
El hogar es un lugar demasiado sagrado como para contaminarlo con vulgaridad,
sensualidad y recriminaciones. Hay un Testigo que declara: "Conozco tus
obras". Permitan que el amor, la verdad, la bondad y la paciencia sean las
plantas que se cultiven en el jardín del corazón. -Carta 18b, 1891.
Nunca manifieste rudeza o falta de bondad.
¿Nunca manifiesta usted rudeza, falta de bondad y falta de cortesía en el
hogar? Si manifiesta dureza en su hogar, no importa cuán elevada pueda ser su
profesión, usted está quebrantando los mandamientos de Dios. - RH , 29 de marzo
de 1892.
Los amigos no deben inmiscuirse en la vida familiar (consejo a un joven).
El círculo del hogar debería ser considerado como un lugar sagrado, un símbolo
del cielo, un espejo para reflejarnos. Podemos tener amigos y conocidos, pero
no deben inmiscuirse en la vida del hogar. Debería existir un fuerte sentido de
pertenencia, que produzca una sensación de tranquilidad, reposo y confianza.
Pero su asociación con otras mujeres y niñas ha sido una fuente de tentación
para ellas, conduciéndolas a tomarse libertades y sobrepasar el límite que la
relación matrimonial impone sobre cada hombre y mujer. Usted no lo percibió,
pero su amor por las diversiones y el espíritu que usted estimuló no
impresionaron a otros con lo sagrado de la relación matrimonial.
La vida familiar práctica es la gran prueba del carácter. Por su tierna
consideración en el hogar, por el ejercicio de la paciencia, la bondad y el
amor, un hombre determina su carácter. -Carta 17, 1895.
Las esposas anhelan palabras de amor.
Muchas mujeres anhelan de sus esposos, quienes las han elegido para ser las
compañeras de su vida, palabras de amor y bondad y las atenciones y cortesías
usuales que les corresponden. Cuántas dificultades y qué marea de males e
infelicidad se podrían haber evitado si los hombres, y también las mujeres,
hubieran continuado cultivando la consideración, la atención, las bondadosas
palabras de aprecio, y las pequeñas cortesías de la vida que mantuvieron vivo
el amor y que sintieron que eran necesarias cuando estaban conquistando a las
compañeras elegidas.
Si el esposo y la esposa sólo continuaran cultivando estas atenciones que
nutren el amor, serían felices en su compañía mutua y tendrían una influencia
santificadora sobre sus familias. Tendrían entre sí un pequeño mundo de
felicidad y no desearían salir de ese mundo para buscar nuevas atracciones y
nuevos objetos de su amor. Muchas esposas han enfermado y muerto prematuramente
por falta de palabras de estímulo, de simpatía y de amor manifestadas en
atenciones y palabras bondadosas. -Carta 27, 1872.
El esposo puede cerrar la puerta a la enfermedad.
El esposo debe manifestar gran interés en su familia. Debe ser especialmente
cuidadoso de los sentimientos de una esposa débil. Puede evitarle muchas
enfermedades. Las palabras bondadosas, alegres y alentadoras resultarán mucho
más eficaces que las medicinas más poderosas. Infundirán ánimo al corazón de la
abatida y desanimada esposa, y la alegría infundida a la familia por los actos
y las palabras de bondad, recompensarán diez veces el esfuerzo hecho.
El esposo debiera recordar que gran parte de la carga de educar a sus hijos
recae sobre la madre, y que ella ejerce 163 una gran influencia para modelar
sus mentes. Esto debe inducirle a manifestar los sentimientos más tiernos, y
aliviar con solicitud sus cargas. Debe alentarla a apoyarse en su afecto, y a
dirigir sus pensamientos hacia el cielo, donde hay fuerza, paz y descanso final
para los cansados.
No debe volver a la casa con la frente ceñuda, sino que su presencia debiera
brindar alegría a la familia y estimular a la esposa a mirar hacia arriba y
creer en Dios. Unidos, pueden aferrarse a las promesas de Dios y atraer su rica
bendición sobre la familia. La falta de bondad, el espíritu de queja y la ira,
apartan a Jesús de la morada. Vi que los ángeles de Dios huirán de una casa
donde se pronuncian palabras desagradables y se manifiesta inquietud y
disensión. -1JT 105, 106 (1862).
El esposo, cabeza de la familia.
El esposo y padre es cabeza de la familia. Es justo que la esposa busque en él
amor, simpatía y ayuda para la educación de los hijos, pues son de él tanto
como de ella, y él tiene tanto interés como ella en el bienestar de ellos. Los
hijos buscan sostén y dirección en el padre, quien necesita tener un concepto
correcto de la vida y de las influencias y compañías que han de rodear a su
familia. Ante todo, debería ser dirigido por el amor y temor de Dios y por la
enseñanza de la Palabra divina, para poder encaminar los pasos de sus hijos por
la buena senda. -MC 303 (1905).
La esposa, ayuda idónea para el esposo.
Dios mismo dio a Adán una compañera. Le proveyó de una "ayuda idónea para
él", alguien que realmente le correspondía, una persona digna y apropiada
para ser su compañera y que podría ser una sola cosa con él en amor y simpatía.
Eva fue creada de una costilla tomada del costado de Adán; este hecho significa
que ella no debía dominarle como cabeza, ni tampoco debía ser humillada y
hollada bajo sus plantas como un ser inferior, sino que más bien debía estar a
su lado como su igual, para ser amada y protegida por él. Siendo parte del
hombre, hueso de sus huesos y carne de su carne, era ella su segundo yo; y
quedaba en evidencia la unión íntima y afectuosa que debía existir en esta
relación. -PP 26, 27 (1890).
Cómo crear la paz en el círculo del hogar.
Cuando el esposo tiene la nobleza de carácter, la pureza de corazón y la
elevación mental que debe poseer todo verdadero cristiano, ello será puesto de
manifiesto en las relaciones matrimoniales. . . Procurará mantener a su esposa
con salud y buen ánimo. Se esforzará por pronunciar palabras de consuelo, y por
crear en el círculo del hogar una atmósfera de paz. -HAd, 205 (1891).
Los maridos deben estudiar el modelo y procurar saber lo que significa el
símbolo presentado en la epístola a los efesios, la relación que sostiene
Cristo con su iglesia. En su familia, el esposo ha de ser como el Salvador. ¿Se
destacará él en la noble virilidad que Dios le dio, y procurará siempre elevar
a su esposa y a sus hijos? ¿Alentará en derredor suyo una atmósfera pura y
dulce? Mientras asevera sus derechos a ejercer la autoridad, ¿no cultivará tan
asiduamente el amor de Jesús, para hacer de él un principio permanente que rija
su hogar? -HAd 102 (1891).
El esposo no ha de espaciarse en su puesto.
No evidencia virilidad el esposo espaciándose constantemente en su puesto como
cabeza de la familia. No aumenta el respeto hacia él cuando se le oye citar la
Escritura para apoyar sus derechos a ejercer autoridad. No le hará más viril el
requerir de su esposa, la madre de sus hijos, que actúe de acuerdo con los
planes de él como si fuesen infalibles.
El Señor ha constituido al esposo como cabeza de la esposa para que la proteja;
él es el vínculo de la familia, el que une sus miembros, así como Cristo es
cabeza de la iglesia y Salvador del cuerpo místico. Todo esposo que asevera
amar a Dios debe estudiar cuidadosamente lo que Dios requiere de él en el
puesto que ocupa. La autoridad de Cristo se ejerce con sabiduría, con toda
bondad y amabilidad; así también ejerza su poder el esposo e imite la gran
Cabeza de la iglesia. -HAd 191, 192 (1891).
La esposa ayudará alegremente al esposo a mantener su dignidad.
También se me ha mostrado que muchas veces la esposa comete un grave error.
Ella no realiza esfuerzos decididos para dominar su propio genio y hacer feliz
el hogar. Manifiesta a menudo inquietud y profiere quejas innecesarias. El
esposo llega de su trabajo cansado y perplejo, y encuentra un rostro ceñudo en
vez de palabras alegres y alentadoras. El es humano, y sus afectos se apartan
de su esposa. Pierde el amor al hogar, su senda se obscurece y se desvanece su
valor. Pierde el respeto propio y la dignidad que Dios le exige que mantenga.
El esposo es la cabeza de la familia, como Cristo es la cabeza de la iglesia, y
cualquier actitud asumida por la esposa que pueda disminuir su influencia y
degradar su posición digna y responsable, desagrada a Dios. Es deber de la
esposa renunciar a sus deseos y voluntad, en favor de su esposo. Ambos deben saber
renunciar a sus gustos, pero la Palabra de Dios da la preferencia al criterio
del esposo. Y la esposa no perderá dignidad al ceder así a aquel a quien ella
eligió por consejero y protector. El esposo debe mantener su posición en la
familia, con toda mansedumbre, y sin embargo con decisión. -1JT 106 (1862).
El hombre, un ser social.
Entre todas las criaturas que Dios había creado en la tierra, no había ninguna
igual al hombre. "Y dijo Jehová Dios: No es bueno que el hombre esté solo,
haréle ayuda idónea para él" (Génesis 2: 18). El hombre no fue creado para
que viviese en la soledad; había de tener una naturaleza sociable. Sin
compañía, las bellas escenas y las encantadoras ocupaciones del Edén no
hubiesen podido proporcionarle perfecta felicidad. Aun la comunión con los
ángeles no hubiese podido satisfacer su deseo de simpatía y compañía. No
existía nadie de la misma naturaleza y forma a quien amar y de quien ser amado.
-PP 26 (1890).
La armonía en el hogar sólo es posible por el Espíritu de Dios.
Debemos tener el Espíritu de Dios, o no podremos tener armonía en el hogar. Si
la esposa tiene el espíritu de Cristo, será cuidadosa en lo que respecta a sus
palabras; dominará su genio, será sumisa y sin embargo no se considerará
esclava, sino compañera de su esposo. Si éste es siervo de Dios, no se
enseñoreará de ella; no será arbitrario ni exigente. No podemos estimar en
demasía los afectos del hogar; porque si el Espíritu del Señor mora allí, el
hogar es un símbolo del cielo.. .- HAd 102, 103 (1891).
El círculo interior es supremo.
Hemos de usar todas nuestras facultades para Cristo. Esta es la deuda que cada
uno le debe a Dios. Al establecer una relación con Cristo, el hombre renovado
sólo regresa a su relación original con Dios. El es un representante de Cristo,
y siempre ha de orar y velar en oración. Sus deberes lo rodean, cercanos y
remotos. Su primer deber es para con sus hijos y sus familiares más cercanos.
Nada puede excusarlo de descuidar el círculo interior en favor del círculo
exterior mayor.
En el día del ajuste final de cuentas, los padres y las madres tendrán que
responder con respecto a sus hijos. Se preguntará a los padres qué hicieron y
dijeron para asegurar la salvación de las almas sobre las que ellos mismos
asumieron la responsabilidad de traerlos al mundo. ¿Descuidaron a sus corderos,
dejándolos al cuidado de extraños? Padres y madres, ¿están ustedes permitiendo
que sus hijos crezcan en la impureza y el pecado? Un gran bien hecho a otros no
cancelará la deuda que tienen con Dios de cuidar a sus hijos. El bienestar
espiritual de su familia está primero. Llévenlos consigo a la cruz del
Calvario, trabajando por ellos como quienes tienen que dar cuentas. -Ms 56,
1899.
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