30. EGOÍSMO Y EGOCENTRISMO
Por naturaleza
somos egocéntricos.
Por naturaleza somos egoístas y tercos. Pero si aprendemos las lecciones que
Cristo desea darnos, nos haremos partícipes de su naturaleza, y de entonces en
adelante viviremos su vida. El ejemplo admirable de Cristo, la incomparable
ternura con que compartía los sentimientos de los demás, llorando con los que
lloraban, regocijándose con los que se regocijaban, deben ejercer honda
influencia en el carácter de que le siguen con sinceridad. Con palabras y actos
bondadosos tratarán de allanar el camino para los pies cansados. - MC 115
(1905).
El egoísmo reduce el intelecto.
El interés egoísta siempre debe mantenerse subordinado; porque si se le deja
lugar para actuar, llega a ser un poder dominante que reduce el intelecto,
endurece el corazón, y debilita el poder moral. Luego viene la desilusión. El
hombre se ha divorciado de Dios y se ha entregado a prácticas indignas. No
puede ser feliz, porque no puede respetarse a sí mismo. Se ha rebajado en su
propia estima. Es un fracaso intelectual.- Ms 21, 1899.
El egoísmo es la causa de la culpabilidad humana.
El egoísmo es la falta de humildad como la de Cristo, y su existencia es la
ruina de la felicidad humana, la causa de la culpabilidad humana, y conduce a
los que la abrigan al naufragio de la fe. - Carta 28, 1888.
Confunde los sentidos.
Hoy, así como en los días de Cristo, Satanás domina la mente de muchos. ¡Ojalá
que su obra terrible pudiera ser discernida y resistida! El egoísmo ha
pervertido los principios, ha confundido los sentidos y nublado el juicio.
Parece tan extraño que a pesar de toda la luz que irradia de la bendita Palabra
de Dios se sostengan ideas tan extrañas y haya tal abandono del espíritu y los
procedimientos de la verdad.
El deseo de obtener sueldos elevados, que lleva a la determinación de privar a
otros de los derechos que Dios les concedió, tiene su origen en la mente de
Satanás; y al obedecer la voluntad de él y al seguir sus métodos, los hombres
se colocan bajo su bandera. Poco puede confiarse en aquellos que han sido
atrapados en esta trampa, a menos que se conviertan cabalmente y sean
renovados, porque han sido leudados por principios erróneos cuyo efecto
deletéreo no pudieron percibir.- TM 392, 393 (1896).
Hable menos del yo (consejo a una persona dominante y dictatorial).
Permita que su corazón sea enternecido y suavizado bajo la influencia divina
del Espíritu de Dios. Usted no debería hablar tanto acerca de sí mismo, porque
esto no fortalecerá a nadie. Usted no debería hacer de sí mismo el centro e
imaginar que debe cuidarse constantemente y conducir a otros a preocuparse por
usted. Quite su mente de sí mismo y póngala en un cauce más saludable. Hable de
Jesús, y abandone el yo; permita que el yo se sumerja en Cristo, y que el
lenguaje de su corazón sea: "Ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí"
(Gál. 2: 20). Jesús será para usted un auxilio presente en todo tiempo de
necesidad. El no lo dejará pelear solo las batallas contra los poderes de las
tinieblas. Oh, no; ha provisto ayuda mediante uno que es poderoso para salvar
hasta lo sumo. - 2T 320, 321 (1869).
Cuidado con la autocompasión.
Deje de compadecerse a sí mismo, y recuerde al Redentor del mundo. Considere el
sacrificio infinito que El hizo en favor del hombre, y piense en su chasco
cuando, después de tal sacrificio en beneficio del hombre, éste elija unirse
con los que odian a Cristo y la justicia, y llegue a ser uno con ellos en la
complacencia del apetito pervertido, y traiga la ruina eterna sobre su alma. -
5T 508 (1889).
Vivir para sí deshonra a Dios.
Están sobre nosotros los peligros de los últimos días. Los que viven para
agradarse y complacerse a sí mismos, están deshonrando al Señor. El no puede
trabajar por medio de ellos, pues lo representarían mal delante de los que
ignoran la verdad. . . Quizá vea Dios que estáis fomentando el orgullo. Quizá
juzgue necesario quitaros bendiciones que, en vez de aprovechar, las habéis
usado para la complacencia del orgullo egoísta. - 1MS 101 (1904).
La complacencia del yo indica una necesidad espiritual.
Algunos no están dispuestos a hacer obra abnegada. Manifiestan verdadera
impaciencia cuando se les insta a llevar alguna responsabilidad. "¿Qué
necesidad hay -dicen- de un aumento de conocimiento y experiencia?"
Esto lo explica todo. Se sienten ricos y enriquecidos, sin necesidad de ninguna
cosa, mientras que el Cielo los declara pobres, miserables, cuitados y,
desnudos. El Testigo fiel les dice: "Yo te amonesta que de mí compres oro
afinado en fuego, para que seas hecho rico, y seas vestido de vestiduras
blancas, para que no se descubra la vergüenza de tu desnudez; y unge tus ojos
con colirio para que veas" (Apocalipsis 3: 18). Vuestra misma complacencia
propia demuestra que lo necesitáis todo. Estáis espiritualmente enfermos, y
necesitáis a Jesús como vuestro médico. - 2JT 98 (1882).
Peligros de la adulación propia.
Es difícil comprendernos a nosotros mismos, tener un conocimiento correcto de
nuestro propio carácter. La Palabra de Dios es clara, pero a menudo se comete
un error al aplicarla a uno mismo. Existe la posibilidad de engañarse a sí
mismo y pensar que las advertencias y reproches no se dirigen a uno
"Engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso; ¿quién lo
entenderá?" (Jer. 17: 9). La adulación propia puede ingresar en las
emociones y el celo cristianos. El amor propio y la confianza propia pueden
darnos la seguridad de que estamos en lo correcto cuando estamos lejos de
satisfacer los requisitos de la Palabra de Dios. - 5T -332 (1885).
La influencia ruinosa de la exaltación propia sobre la mente.
Tan profunda es la impresión que la exaltación propia produce en el corazón
humano, tan grande el deseo de poder humano que en muchos, la mente, el corazón
y el alma son absorbidos por la idea de gobernar y mandar. Nada puede destruir
esta ruinosa influencia sobre la mente humana sino el buscar al Señor para
obtener el colirio celestial. Sólo el poder de la gracia divina puede lograr
que el hombre comprenda su verdadera situación y realizar en su favor la obra
esencial que debe ser hecha en el corazón. - Carta 412, 1907.
Evitar los extremos de la confianza propia (consejos a un ejecutivo).
Si usted se forma una opinión demasiado elevada de si mismo, pensará que sus
labores son de consecuencias mayores de lo que realmente son, y aducirá una
independencia individual que roza con la arrogancia. Si se va al otro extremo y
se forma una opinión demasiado baja de sí mismo, se sentirá inferior y dejará
una impresión de inferioridad que limitará grandemente la influencia que podría
ejercer para el bien. Usted debería evitar ambos extremos. Los sentimientos no
deberían controlarlo; las circunstancias no deberían afectarlo. Usted puede
hacer una evaluación correcta de sí mismo, la que demostrará ser una
salvaguardia para evitar caer en ambos extremos. Usted puede ser imponente sin
tener una vana confianza propia; usted puede ser condescendiente y ceder sin
sacrificar el respeto propio o la independencia personal, y su vida puede ser
de gran influencia sobre todos los que están tanto en los niveles altos como
también en los humildes de la vida. - 3T 506 (1875).
El egocentrismo favorece la enfermedad (un mensaje personal).
Sus esfuerzos deberían ser fervientes y completos y perseverantes para que
usted tenga éxito. Usted debe aprender, como seguidor de Cristo, a controlar
cada expresión de irritación o apasionamiento. Su mente está demasiado centrada
en usted mismo. Usted habla demasiado de sí mismo, de las dolencias de su
cuerpo.
Por medio de sus propios malos hábitos su propia actuación diariamente le
acarrea la enfermedad. El apóstol ruega al sus hermanos que consagren sus
cuerpos a Dios. " "Así que , hermanos, os ruego por las misericordias
de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a
Dios, que es vuestro culto racional. No os conforméis a este siglo, sino
transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que
comprobéis cuál sea la voluntad de Dios, agradable y perfecta" (Rom. 12:1,
2).- Carta 27, 1872.
El egocentrismo afecta la percepción (otro mensaje personal).
Hermano, usted puede ayudarnos de muchas maneras. Pero el Señor me ha encargado
decirle que usted no debe estar concentrado en sí mismo. Tenga cuidado con la
forma en que escucha, comprende y asimila la Palabra de Dios. El Señor lo
bendecirá si usted trata correctamente con sus hermanos. Aquellos a quienes él
envió a proclamar el mensaje del tercer ángel, han estado trabajando al unísono
con los seres celestiales. El Señor no ha puesto sobre usted la tarea de
proclamar un mensaje que producirá discordia en las filas de los creyentes.
Repito que él no está guiando a nadie con su Espíritu Santo para que forje una
teoría que desbaratará la fe en los mensajes solemnes que él ha dado a su
pueblo para que los proclame al mundo. - Ms 32, 1896; 2MS 131, 132.
Debe enseñarse la gracia del olvido propio a cada niño.
Una de las características que se deberían fomentar y cultivar en todo niño es
ese olvido de sí mismo que imparte a la vida una gracia espontánea. De todas
las excelencias del carácter, ésta es una de las más hermosas, y para toda
verdadera vocación es uno de los requisitos más esenciales.- Ed 237 (1903)
La base de la verdadera grandeza es el olvido propio.
No era suficiente que los discípulos de Jesús fuesen instruidos en cuanto a la
naturaleza de su reino. Lo que necesitaban era un cambio de corazón que los
pusiese en armonía con sus principios. Llamando a un niñito a sí, Jesús lo puso
en medio de ellos; y luego rodeándole tiernamente con sus brazos dijo: "De
cierto os digo, que si no os volviereis, y fuereis como niños, no entraréis en
el reino de los cielos". La sencillez, el olvido de sí mismo y el amor
confiado del niñito son los atributos que el Cielo aprecia. Son las
características de la verdadera grandeza.- DTG 404 (1898).
El principio de la oración en las religiones falsas es la expiación propia.
Los paganos pensaban que sus oraciones tenían en sí méritos para expiar el
pecado. Por lo tanto, cuanto más larga fuera la oración, mayor mérito tenía. Si
por sus propios esfuerzos podían hacerse santos, tendrían entonces algo en que
regocijarse y de lo cual hacer alarde. Esta idea de la oración resulta de la
creencia en la expiación por el propio mérito en que se basa toda religión
falsa. Los fariseos habían adoptado este concepto pagano de la oración, que
existe todavía hasta entre los que profesan ser cristianos. La repetición de
expresiones prescritas y formales mientras el corazón no siente la necesidad de
Dios, es comparable con las "vanas repeticiones" de los gentiles. -
DMJ 74 (1896).
No hubo demanda de sus derechos en la vida de Jesús.
En su vida no había de entretejerse ninguna aserción de sí mismo [demanda de
sus derechos]. El Hijo de Dios no conocería los homenajes que el mundo tributa
a los cargos, a las riquezas y al talento. El Mesías no iba a emplear recurso
alguno de los que usan los hombres para obtener obediencia u homenaje. Su solo
renunciamiento de sí mismo se predecía en estas palabras: "No clamará, ni
alzará, ni hará oír su voz en las plazas. No quebrará la caña cascada, ni
apagará el pábilo que humeare". - PR 511 (1917).
El remedio divino para el egoísmo y la exaltación propia.
Hay en el hombre una disposición a estimarse más que a su hermano, a trabajar
para sí, a buscar el puesto más alto; y con frecuencia esto produce malas
sospechas y amargura de espíritu. El rito que precede a la cena del Señor, está
destinado a aclarar estos malentendidos, a sacar al hombre de su egoísmo, a
bajarle de sus zancos de exaltación propia y darle la humildad de corazón que
le inducirá a servir a su hermano.
El santo Vigilante del cielo está presente en estos momentos para hacer de
ellos momentos de escrutinio del alma, de convicción del pecado y de
bienaventurada seguridad de que los pecados están perdonados. Cristo, en la
plenitud de su gracia, está allí para cambiar la corriente de los pensamientos
que han estado dirigidos por cauces egoístas. El Espíritu Santo despierta las
sensibilidades de aquellos que siguen el ejemplo de su Señor.
Al ser recordada así la humillación del Salvador por nosotros, los pensamientos
se vinculan con los pensamientos; se evoca una cadena de recuerdos de la gran
bondad de Dios y del favor y ternura de los amigos terrenales. Se recuerdan las
bendiciones olvidadas, las mercedes de las cuales se abusó, las bondades
despreciadas. Quedan puestas de manifiesto las raíces de amargura que habían
ahogado la preciosa planta del amor. Los defectos del carácter, el descuido de
los deberes, la ingratitud hacia Dios, la frialdad hacia nuestros hermanos, son
tenidos en cuenta. Se ve el pecado como Dios lo ve. Nuestros pensamientos no
son pensamientos de complacencia propia, sino de severa censura propia y
humillación. La mente queda vivificada para quebrantar toda barrera que causó
enajenamiento. Se ponen a un lado las palabras y los pensamientos malos. Se
confiesan y perdonan los pecados. La subyugadora gracia de Cristo, entra en el
alma, y el amor de Cristo acerca los corazones unos a otros en bienaventurada
unidad.- DTG 605, 606 (1898).
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