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CAPÍTULO 41: EL CUERPO AFECTA LA MENTE - Mente, carácter y personalidad T2


41 EL RÉGIMEN ALIMENTARIO Y LA MENTE

El cerebro es el órgano y el instrumento de la mente, y controla todo el cuerpo. Para que las demás partes del organismo estén sanas, el cerebro tiene que estar sano. Y para que el cerebro esté sano, la sangre debe ser pura. Si la sangre se mantiene pura mediante hábitos correctos relativos a la comida y la bebida, el cerebro recibirá adecuada nutrición.­ SpT Serie B, N° 15, p. 18, 13 de abril de 1900; (CH 586, 587).

El organismo humano es una maquinaria maravillosa, pero se puede abusar de ella. . . La transformación del alimento en sangre buena es un extraordinario proceso, y todo ser humano debería estar informado respecto de este asunto. . .

Cada órgano del cuerpo conserva parte de los nutrientes para mantener sus diferentes partes en acción. Al cerebro se le debe proporcionar su parte, a los huesos su porción. El gran Maestro constructor está obrando en cada momento, para suplir lo necesario a cada músculo y tejido, desde el cerebro hasta la punta de los dedos de las manos y los pies, a fin de dar vida y fortaleza.­ Carta 17, 1895.

Dios ha concedido gran luz a este pueblo, aunque no estamos fuera del alcance de la tentación. . . Un inválido ­aparentemente muy concienzudo, pero fanático y lleno de suficiencia propia­ confiesa libremente su desprecio por las leyes de la vida y la salud que, como pueblo, la misericordia divina nos ha inducido a aceptar. Sus alimentos deben ser preparados de una manera que satisfaga sus anhelos mórbidos. Más bien que sentarse a una mesa donde se provea alimento sano, recorre los restaurantes donde pueda satisfacer su apetito sin restricción. Locuaz defensor de la temperancia, desprecia sus principios fundamentales. Quiere alivio, pero se niega a obtenerlo al precio de la abnegación.

Este hombre está adorando ante el altar del apetito pervertido. Es un idólatra. Las facultades que, santificadas y ennoblecidas, podrían ser empleadas para honrar a Dios, son debilitadas y hechas de poca utilidad. Un genio irritable, una mente confusa y nervios desquiciados, se cuentan entre los resultados de ese desprecio por las leyes naturales. Este hombre no es digno de confianza ni eficiente.­ 2JT 55, 56 (1882).

En relación con la declaración de Pedro de que debemos añadir "al dominio propio paciencia", me referí (en un discurso) a la bendición de la reforma en favor de la salud, y a las ventajas que se logran mediante el uso de la apropiada combinación de alimentos sencillos y nutritivos. Me referí a la íntima relación que existe entre el comer y el beber, y la condición de la mente y el carácter. No nos podemos dar el lujo de desarrollar un mal carácter como consecuencia de malos hábitos de vida.­ RH. 12 de julio de 1906 .

La complacencia del apetito es la causa más importante de la debilidad física y mental y el cimiento de la flaqueza que se nota por doquiera.­ 1JT 417 (1875).

No deberíamos proporcionar para el sábado una mayor cantidad o variedad de alimentos que para los demás días. En lugar de ello, las comidas deberían ser más sencillas, y se debería comer menos, para que la mente esté clara y vigorosa a fin de comprender las cosas espirituales. El exceso de comida nubla la mente. Se pueden oír las más preciosas palabras sin apreciarlas, porque la mente está confundida por un régimen alimentario inadecuado. Al comer en exceso durante el sábado, muchos han hecho más de lo que piensan para deshonrar a Dios.­ 6T 357 (1900).

Por medio del apetito, Satanás gobierna la mente y el ser entero. Millares que podrían haber vivido, han ido a la tumba como náufragos físicos, mentales y morales, porque sacrificaron todas sus facultades en la complacencia del apetito.- CRA 198 (1890).

Los órganos digestivos tienen una parte importante que realizar en nuestra felicidad en la vida. Dios nos ha dado inteligencia, para que aprendamos lo que debemos usar como alimentos. ¿No estudiaremos, como hombres y mujeres sensatos, si las cosas que comemos combinarán, o si producirán dificultad? Las personas que tienen acidez estomacal tienen a menudo un temperamento agrio. Parece que todas las cosas están en contra de ellas, y están inclinadas a ser malhumoradas e irritables. Si queremos tener paz entre nosotros, debemos dar mayor consideración al pensamiento de tener un estómago sano.­ CRA 133 (1908).

Obedezcan los principios de la reforma en favor de la salud y eduquen a otros para que hagan lo mismo. La salud de la mente depende en gran medida de la salud del cuerpo, y la salud del cuerpo depende de la forma como se trata la maquinaria viviente. Coman sólo el alimento que propenda a conservar el estómago en la mejor condición de salud.

Necesitan aprender más cabalmente la filosofía relativa al cuidado apropiado de Uds. mismos con respecto al asunto de la alimentación. Organicen su trabajo de manera que puedan disponer de horas fijas para comer. Deben ejercer cuidado especial en relación con este asunto. Recuerden que para vivir la verdad tal como es en Jesús, se requiere mucha disciplina propia.­ Carta 297, 1904.

Con frecuencia, la mente no se cansa ni se quebranta como consecuencia del trabajo diligente y del estudio empeñoso, sino como resultado de ingerir alimentos inapropiados a horas inadecuadas, y del descuido y la falta de atención a las leyes de la salud. . . La irregularidad en las horas de comer y dormir drena el vigor del cerebro. El apóstol Pablo declara que quien quiera lograr el éxito en alcanzar una elevada norma de piedad, debe ser temperante en todas las cosas. La comida, la bebida y la vestimenta, todas ellas tienen una relación directa con nuestro progreso espiritual.­ Yl, 31 de mayo de 1894.

Ha de evitarse el exceso de comida, aunque sea de la más saludable. El cuerpo no puede usar más de lo que se requiere para la reparación de sus diversos órganos, y el exceso entorpece al organismo. Más de un estudiante cree haber arruinado su salud por el exceso de estudio, cuando la verdadera causa es el exceso de alimento. Mientras se presta la debida atención a las leyes de la salud, el trabajo mental ofrece poco peligro, pero en muchos casos del así llamado fracaso mental, lo que cansa el cuerpo y debilita la mente es el hábito de sobrecargar el estómago.­ Ed 205 (1903).

La complacencia del apetito al comer demasiado es glotonería. La gran variedad de alimentos que a menudo se ingieren en una sola comida es suficiente para producir un estómago y un temperamento desordenados. Por eso Dios requiere de cada ser humano que coopere con él, para que nadie traspase su propio límite al comer en exceso o al participar de alimentos inapropiados. Esta complacencia fortalece las inclinaciones animales y embota los más nobles sentimientos de la mente. Todo el ser se degrada, y el instrumento humano se convierte en un esclavo del apetito al mimar y complacer sus propias pasiones degradantes y sensuales.­ Ms 113, 1898.

Ud. es un glotón cuando se sienta a la mesa. Esta es la gran causa de sus olvidos y falta de memoria. Ud. dice cosas (yo sé que las ha dicho) que luego cambia completamente, afirmando que ha dicho algo diferente de lo que ha dicho. Yo me enteré de esto, pero lo pasé por alto considerando que era un seguro resultado de la sobrealimentación. No valía la pena hablar de ello. No curaría el mal.­ CRA 164 (1895).

La intemperancia en el comer, aunque se trate de alimentos de la debida calidad, tendrá una influencia agotadora sobre el organismo y embotará las emociones más sensibles y santas. La temperancia estricta en el comer y beber es altamente esencial para la sana conservación y el ejercicio vigoroso de todas las funciones del cuerpo.

Los hábitos estrictamente temperantes, combinados con el ejercicio de los músculos tanto como de la mente, conservarán el vigor mental y físico y darán fuerza y resistencia a los que se dedican al ministerio, a los redactores y a todos los demás cuyos hábitos sean sedentarios. Como pueblo, a pesar de que profesamos practicar la reforma pro salud, comemos demasiado. La complacencia del apetito es la causa más importante de la debilidad física y mental y es el cimiento de la flaqueza que se nota por doquiera.­ 1JT 417 (1875).

Debemos cuidar los órganos de la digestión, y no forzarlos con una gran variedad de alimentos. El que se llena de muchas clases de alimentos en una misma comida está haciéndose daño. Es más prudente que comamos lo que nos sienta bien que probar cada uno de los platos colocados delante de nosotros. No existe ninguna puerta en nuestro estómago a través de la cual podamos mirar su interior para ver lo que pasa; de manera que debemos usar nuestra mente, y razonar de causa a efecto. Si usted se siente sobreexcitado, y todo parece andar mal, tal vez sea debido a que está sufriendo las consecuencias de comer una gran variedad de alimentos.­ CRA 132, 133 (1908).

Dios desea que nosotros, mediante una estricta temperancia, mantengamos la mente clara y alerta para que podamos distinguir entre lo sagrado y lo común. Deberíamos luchar para comprender la maravillosa ciencia de la incomparable compasión y benevolencia de Dios. Los que comen demasiado y los que ingieren alimentos no saludables se crean problemas y se descalifican a sí mismos para el servicio de Dios. Es peligroso comer carne, porque los animales padecen muchas enfermedades mortales. Los que insisten en comer carne de animales, sacrifican la espiritualidad a causa de un apetito pervertido. Sus cuerpos se llenan de enfermedad.­ Ms 66, 1901.

Las facultades intelectuales, morales y físicas quedan perjudicadas por el consumo habitual de carne. El comer carne trastorna el organismo, anubla el intelecto y embota las sensibilidades morales.­ 1JT 195 (1900).

Estamos compuestos por lo que comemos, y si comemos mucha carne nuestra actividad intelectual disminuirá. Los estudiantes lograrían mucho más en sus estudios si nunca comieran carne. Cuando la parte animal del ser humano se fortalece al comer carne, las facultades intelectuales disminuye proporcionalmente. Se lograría una vida religiosa más exitosa, y se la conservaría, si se eliminara la carne, porque ese régimen sirve de estímulo para actividades intensas, inclinaciones sensuales, y debilita la naturaleza moral y espiritual. "La carne... "[lucha]" contra el Espíritu, y el. . . Espíritu. . . contra la carne" (Gál. 5: 17).

Necesitamos muchísimo animar y cultivar pensamientos puros y castos, y fortalecer las facultades morales en lugar de hacerlo con las tendencias subalternas y carnales. ¡Quiera Dios ayudarnos a despertar de nuestros apetitos y nuestra complacencia propia!­ Carta 72, 1896; (MM 277, 278).

Por lo general, el Señor no proveyó para su pueblo alimentos a base de carne en el desierto, porque sabia que el uso de ese régimen crearía enfermedad e insubordinación. A fin de modificar la disposición, y con el propósito de poner en activo ejercicio las facultades más elevadas de la mente, quitó de ellos la carne de los animales muertos.­ CRA 448 (1898).

El consumo de carne de cerdo no daña únicamente la salud física. La mente es afectada y la delicada sensibilidad queda embotada por el uso de este tosco alimento.­ CRA 470 (1865).

El azúcar no es buena para el estómago. Produce fermentación y esto obnubila el cerebro y causa irritabilidad en la disposición de ánimo. Y está probado que dos comidas son mejor que tres para la salud del organismo. (Nota: Véase "Número de comidas", de Consejos sobre el régimen alimenticio, pp. 205-212.*)

Qué lástima que a menudo, cuando debería ejercerse la mayor abnegación, el estómago está lleno de una masa de alimento malsano, que permanece allí para descomponerse. La aflicción del estómago afecta el cerebro. El que come imprudentemente no se da cuenta de que se está descalificando para dar un consejo sabio, a fin de trazar planes para el mayor progreso de la obra de Dios. Pero así es. No puede discernir las cosas espirituales, y en las reuniones de la junta, cuando debería decir "sí" y "amen", dice "no". Hace propuestas que no vienen al caso. El alimento que ingirió ha sumido en la penumbra sus facultades mentales.

La complacencia propia descalifica al instrumento humano para dar testimonio en favor de la verdad. La gratitud que ofrecemos a Dios por sus bendiciones queda grandemente afectada por el alimento que ponemos en el estómago. La complacencia del apetito es causa de disensión, contienda, discordia y muchos otros males. Se pronuncian palabras llenas de impaciencia y se llevan a cabo hechos poco amables; se aplican métodos deshonestos y se manifiesta la pasión. Y todo ello porque los nervios del cerebro están enfermos por el alimento que se ha amontonado abusivamente sobre el estómago.­Ms 93, 1901.

El café proporciona una complacencia dañina. Si momentáneamente excita la mente. . . el efecto posterior es agotamiento, postración, parálisis de las facultades mentales, morales y físicas. La mente se enerva, y a menos que por un esfuerzo determinado se venza el hábito, la actividad del cerebro disminuye en forma permanente.­ CRA 506 (1890).

La salud del cuerpo debe considerarse como esencial para el crecimiento en la gracia y la adquisición de un carácter templado. Si no se cuida debidamente el estómago, será trabada la formación de un carácter moral íntegro. El cerebro y los nervios están en íntima relación con el estómago. De los errores practicados en el comer y beber resultan pensamientos y hechos erróneos.­ 3JT 360 (1909).

Cuando seguimos un patrón de conducta que tiende a disminuir el vigor mental y físico, ya sea en la comida, en la bebida o en cualquiera de nuestros hábitos, deshonramos a Dios porque le robamos el servicio que él espera de nosotros. Cuando complacemos el apetito a expensas de la salud, o cuando nos entregamos a hábitos que disminuyen nuestra vitalidad y nuestro vigor mental, no podemos tener un alto aprecio de la expiación y una correcta estima de las cosas eternas. Cuando nuestras mentes están en medio de la niebla y parcialmente paralizadas por la enfermedad, las tentaciones de Satanás nos vencen fácilmente.­ Carta 27, 1872.

Es imposible calcular el peso exacto de los alimentos que deberíamos comer. No es aconsejable seguir este procedimiento porque si lo hacemos, la mente se concentrará en si misma. La comida y la bebida se convierten en tema constante del pensamiento. Los que no hagan un dios del estómago, vigilarán con cuidado el apetito. Comerán alimentos sencillos y nutritivos. . . Comerán despacio y masticarán cabalmente los alimentos. Después de comer harán ejercicio físico adecuado al aire libre. Los tales nunca necesitarán preocuparse de ingerir cantidades exactas de alimentos.

Hay muchos que han llevado una gravosa responsabilidad en cuanto a la cantidad y la calidad de los alimentos más aptos para nutrir el organismo. Algunos, especialmente los dispépticos, se han preocupado tanto por el gusto de la comida que no han ingerido el alimento suficiente para nutrir sus organismos. Le han causado un gran perjuicio a la casa donde viven, y tememos que se hayan dañado a sí mismos para esta vida.­ Carta 142, 1900.

Hay algunos que siempre recelan que la comida, por muy sencilla y sana que sea, les hace daño. Permítaseme decirles: No penséis que la comida os hará daño; no penséis siquiera en la comida. Comed conforme os lo dicte vuestro sano juicio; y cuando hayáis pedido al Señor que bendiga la comida para fortalecimiento de vuestro cuerpo, creed que os oye, y tranquilizaos.­ MC 247 (1905).

Existen amplias razones que explican que haya tantas mujeres nerviosas en el mundo y que sufren de dispepsia con su estela de males. La causa ha sido seguida por el efecto. A las personas intemperantes les resulta imposible ser pacientes. Primero deben reformar los malos hábitos y vivir en forma saludable, y después de esto no encontrarán difícil ser pacientes.

Al parecer muchas personas no comprenden la relación que hay entre la mente y el cuerpo. Si el organismo es perturbado a causa del alimento impropio, el cerebro y los nervios quedan afectados de tal modo que hasta las cosas pequeñas molestan a los que padecen de este mal. Las pequeñas dificultades son para ellos problemas enormes. Esta clase de individuos está incapacitada para educar debidamente a sus hijos. En su vida primarán las actitudes extremas: algunas veces serán muy indulgentes, en cambio otras serán severos y condenarán pequeñeces que no merecían ninguna atención.­ 2MS 498 (1865).

Un estómago dispéptico siempre conduce a la irritabilidad. Un estómago avinagrado produce un temperamento agrio. Su cuerpo debe estar en sujeción si Ud. quiere que sea un templo adecuado para la morada del Espíritu Santo. . . Coma frugalmente alimento equilibrado y sano. Haga ejercicio con moderación, y Ud. se convencerá de que su vida vale la pena.­ Carta 27, 1872.

Nuestro pueblo ha estado retrocediendo respecto de la reforma pro salud. Satanás ve que no puede ejercer un poder tan grande sobre las mentes cuando el apetito está bajo control, como cuando se le da rienda suelta, y él está trabajando constantemente para inducir a los hombres a complacerse a sí mismos. Bajo la influencia de alimentos malsanos la conciencia se anestesia, la mente se entenebrece y se malogra su susceptibilidad a las impresiones. . .

¿Querrá ver y comprender nuestro pueblo el pecado de pervertir el apetito? ¿Querrán eliminar toda complacencia dañina y dedicar los medios que así se economicen a la difusión de la verdad?­ Ms 132, sin fecha.

Los principios de la templanza deben llevarse más allá del mero consumo de bebidas alcohólicas. El uso de alimentos estimulantes indigestos es a menudo igualmente perjudicial para la salud, y en muchos casos, siembra las semillas de la embriaguez. La verdadera temperancia nos enseña a abstenernos por completo de todo lo perjudicial, y a usar cuerdamente lo que es saludable. Pocos son los que comprenden debidamente la influencia que sus hábitos relativos a la alimentación ejercen sobre su salud, su carácter, su utilidad en el mundo y su destino eterno. El apetito debe sujetarse siempre a las facultades morales e intelectuales. El cuerpo debe servir a la mente, y no la mente al cuerpo.­ PP 605 (1890).

Los que entienden debidamente las leyes de la salud y se dejan dirigir por los buenos principios, evitan los extremos, y no incurren en la licencia ni en la restricción. Escogen su alimento no meramente para agradar al paladar, sino para reconstruir el cuerpo. Procuran conservar todas sus facultades en la mejor condición posible para prestar el mayor servicio a Dios y a los hombres. Saben someter su apetito a la razón y a la conciencia, y son recompensados con la salud del cuerpo y de la mente. Aunque no imponen sus opiniones a los demás ni los ofenden, su ejemplo es un testimonio en favor de los principios correctos. Estas personas ejercen una extensa influencia para el bién.­ MC 246 (1905).

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