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CAPÍTULO 42: LA MENTE Y LA SALUD - Mente, carácter y personalidad T2

42 LA MENTE Y LA SALUD

La mente controla al hombre en su totalidad. Todas nuestras acciones, buenas o malas, tienen su origen en la mente. Es la mente la que adora a Dios y nos vincula con los seres celestiales. . . Todos los órganos físicos son siervos de la mente, y los nervios son los mensajeros que transmiten sus órdenes a cada parte del cuerpo, para dirigir los movimientos de la maquinaria viviente. . .

La actividad armoniosa de todas sus partes: cerebro, huesos y músculos, es necesaria para el desarrollo pleno y saludable del organismo humano en su totalidad.­ SpTEd 33 (c 1897); (FE 426).

La energía eléctrica del cerebro, aumentada por la actividad mental, vitaliza todo el organismo, y es de ayuda inapreciable para resistir la enfermedad.­ Ed 197 (1903).

Pocos se dan cuenta del poder que la mente tiene sobre el cuerpo. Una gran cantidad de las enfermedades que 408 afligen a la humanidad tienen su origen en la mente, y sólo se pueden curar si se recupera la salud de ésta. Muchos más de los que nos imaginamos son enfermos mentales. Las enfermedades cardiacas producen muchos dispépticos, porque la perturbación mental que el miedo a ellas produce, ejerce una influencia paralizadora sobre los órganos digestivos.­ 3T 184 (1872).

Hay que controlar la mente, porque ejerce una poderosa influencia sobre la salud. La imaginación a menudo se descarría, y si se le da rienda suelta, causa graves enfermedades a los que son afligidos por ella. . .

El invierno es la estación más temible para los que tienen que ponerse en contacto con esos inválidos. Por supuesto que es invierno, no sólo fuera de la casa sino dentro de ella también para los que está obligados a vivir en la misma morada y dormir en la misma habitación. Estas víctimas de una imaginación enfermiza se confinan dentro de la casa y cierran las ventanas, porque el aire les afecta los pulmones y la cabeza. La imaginación es activa; esperan resfriarse y lo consiguen. No importa cuánto se razone con ellos, no podrán creer que no comprenden la filosofía que se refiere a todo este asunto. ¿Acaso no lo han comprobado ellos mismos? Ese será su argumento.

Es verdad que han comprobado un aspecto del asunto al persistir en su propia conducta, pero la verdad es que se resfrían aunque se expongan muy poco al aire. Tiernos como bebés, no soportan nada; pero siguen viviendo, y siguen cerrando las ventanas y las puertas, y dando vueltas alrededor de la estufa y disfrutando de su miseria.

Ciertamente han comprobado que su conducta no les ha hecho ningún bien, sino que ha aumentado sus dificultades. ¿Por qué los tales no permiten que la razón ejerza su influencia sobre el juicio y controle la imaginación? ¿Por qué no probar la conducta opuesta y con buen criterio hacer ejercicio al aire libre? ­ 2T 523-525 (1870).

Al mantenerse en la idea de que un baño le causará perjuicio, la impresión mental se comunica a todos los nervios del cuerpo. Los nervios controlan la circulación de la sangre; por eso la sangre, como resultado de la impresión de la mente, queda confinada en los vasos sanguíneos, y así se pierden los buenos efectos del baño. Todo esto ocurre porque la mente y la voluntad impiden que la sangre fluya libremente y llegue a la superficie para estimular, despertar y promover la circulación.

Por ejemplo, Ud. tiene la impresión de que si se baña se va a enfriar. El cerebro envía esa orden a los nervios del cuerpo, y los vasos sanguíneos, obedientes a su voluntad, no pueden llevar a cabo su tarea y producir una reacción después del baño.­ 3T 69, 70 (1872).

Ud. tiene una imaginación enfermiza. Se ha creído enferma, pero eso ha sido más imaginación que realidad. Ud. no ha sido veraz consigo misma. . . Daba la impresión de una persona sin espina dorsal. Se sostenía medio apoyándose en los demás, postura inadecuada para una dama que está en presencia de otras personas. Si solamente lo hubiera pensado, habría caminado tan bien, y se habría sentado tan erecta como muchos otros.

La condición de su mente la lleva a la indolencia y a temer el ejercicio, en circunstancias en que éste sería el mejor remedio para su recuperación. Nunca se sanará, a menos que deponga esa condición descuidada y soñolienta de su mente, y se levante para hacer algo, para trabajar mientras el día dura. Haga algo, mientras imagina y traza planes. Aparte su mente de los proyectos románticos, del enfermizo sentimentalismo amoroso, que no eleva, sino que sólo degrada. No solamente Ud. resulta afectada; otros reciben daño mediante su ejemplo y su influencia.­ 2T 248, 249 (1869).

Querida-------, Ud. tiene una imaginación enfermiza; y deshonra a Dios al permitir que sus sentimientos controlen completamente su razón y su juicio. Tiene una voluntad decidida, y como consecuencia la mente reacciona sobre el cuerpos desequilibra la circulación y congestiona ciertos órganos. Ud. está sacrificando su salud en aras de sus sentimientos.­ 5T 310 (1873).

La Hna.­­­­­-- se sintió tan oprimida por el pesar, que perdió la razón. Pregunto: ¿Quién, en el día del juicio, será tenido por responsable de apagar la luz de esa mente que debería estar iluminando hoy? ¿Quién tendrá que responder en el día de Dios por la obra que produjo el pesar que a su vez causó esta enfermedad? Ella sufrió por meses, y su esposo sufrió con ella. Y ahora esa pobre mujer se ha ido, dejando a dos hijos sin madre. Todo esto como consecuencia de la obra hecha por lenguas no santificadas.­ Ms 54, 1904.

Ciertos hermanos han invertido recursos en derechos de patentes y otras empresas, y han inducido a interesarse por estas cosas a otros que no pueden soportar la perplejidad y el cuidado de tales negocios. Sus mentes ansiosas y recargadas afectan gravemente sus cuerpos ya enfermizos y ceden al abatimiento, que crece hasta llegar a la desesperación. Pierden toda confianza en sí mismos, piensan que Dios los ha abandonado y no se atreven a creer que será misericordioso con ellos.­ 1JT 103 (1862).

Dios quiere que sus siervos, delegados de él, sean buenos predicadores, y para ello deben estudiar con diligencia. . . Los hábitos de estudio y un firme apoyo de lo alto calificarán para su cargo de ministros del evangelio de Cristo. La actividad mental producirá buena salud, y esto es mejor que una mente indolente, desordenada y sin entrenamiento. Muchos llegan a ser inútiles como ministros a medida que aumentan sus años de vida. . . Si hubieran ejercitado la mente, habrían sido fructíferos al llegar a la edad avanzada.­ Carta 33, 1886.

Las mentes de los hombres que piensan trabajan demasiado. Con frecuencia éstos usan sus facultados mentales en forma sumamente generosa, mientras hay otros cuyo más elevado propósito en la vida es el trabajo físico. Estos últimos no ejercitan la mente. Sus músculos hacen ejercicio mientras les roban a sus cerebros el vigor intelectual, de la misma manera como las mentes de los hombres que piensan están activas, mientras les roban a sus cuerpos la fortaleza y el vigor como consecuencia de su descuido del ejercicio de los músculos. . .

Su influencia para el bien es reducida en comparación con lo que podría ser si estuvieran dispuestos a usar sus cerebros tanto como sus músculos. Esta clase de gente cae con más facilidad si la ataca una enfermedad; el organismo resulta vitalizado por la energía eléctrica del cerebro para resistir la enfermedad.­ 3T 157 (1872).

Lo que transmite a casi todos enfermedades del cuerpo y de la mente, son los sentimientos de descontento y los anhelos insatisfechos. No tienen a Dios, ni la esperanza que llega hasta dentro del velo, que es para el alma un ancla segura y firme. Todos los que poseen esta esperanza se purifican como él es puro. Los tales estarán libres de inquietudes y descontento; no estarán continuamente buscando males ni acongojándose por dificultades prestadas. Pero vemos a muchos sufrir dificultades de antemano; la ansiedad está estampada en todas sus facciones; no parecen hallar consuelo, sino que de continuo esperan algún mal terrible.­ 1JT 178 (1867).

El señor le ama y se preocupa por Ud., y aunque su esposo no siempre está a su lado, Ud. tiene excelente compañía en la misma zona donde esta construida su casa. No mantenga su mente en una actitud inquieta; por que eso perjudica su salud. Debe comprender que nadie puede equilibrar su mente fuera de Ud. misma.

Está demasiado inclinada a ver el lado desalentador de las cosas. Esta es una debilidad de su carácter. Daña su experiencia y satura de pesar la experiencia de su esposo.

Ud. piensa demasiado en las cosas que le suceden. Todo lo que pueda hacer para apartar su mente de sí misma, en cualquier clase de actividad, hágalo. Debe apreciar el gran don hecho al mundo en la persona de Jesucristo, y puede esperar mucha calma, consuelo y amor práctico para que su mente descanse en perfecta paz. Todo creyente debe estar revestido de la justicia de Cristo, y esa justicia habla con más elocuencia que la sangre de Abel.­ Carta 294, 1906.

El estudiante puede dedicar todas sus facultades a adquirir conocimientos; pero si no conoce a Dios ni obedece las leyes que gobiernan su propio ser, se destruirá. Los malos hábitos le hacen perder la facultad de apreciarse y gobernarse a sí mismo. No puede razonar correctamente acerca de asuntos del mayor interés para él. Es temerario y falto de criterio en el modo de tratar su mente y su cuerpo. Por haber desatendido el cultivo de los buenos principios, se arruina para este mundo y para el venidero.­ MC 356 (1905).

Uno de los mayores obstáculos para el restablecimiento de los enfermos es la concentración de su atención en sí mismos. Muchos inválidos se figuran que todos deben otorgarles simpatía y ayuda, cuando lo que necesitan es que su atención se distraiga de sí mismos, para interesarse en los demás.­ MC 193 (1905).

El ejercicio ayuda en el proceso de la digestión. Caminar después de la comida, con la cabeza erecta y los hombros enhiestos, para hacer un ejercicio moderado, será de gran beneficio. La mente se apartará del yo para concentrarse en las bellezas de la naturaleza. Mientras menos atención se le preste al estómago después de una comida, mejor. Si usted teme constantemente que la comida puede hacerle mal, seguramente será así. Olvídese de usted mismo y piense en algo alegre.­ 2T 530 (1870).

El placer de hacer el bien anima la mente y envía sus vibraciones a todo el cuerpo. Mientras los rostros de los hombres generosos están iluminados por la alegría y expresan la elevación moral de la mente, los de los hombres egoístas y mezquinos aparecen abatidos, decaídos y lúgubres. Sus defectos morales se reflejan en sus rostros.­ 2T 534 (1870).

Cuando los hombres que se habían dedicado a malos hábitos y prácticas pecaminosas se entregan al poder de la verdad divina, la aplicación de esa verdad al corazón reaviva las facultades morales que parecían paralizadas. El receptor de la verdad posee una comprensión más fuerte y más clara que antes que su alma se aferrara a la Roca eterna. Hasta su salud física mejora al darse cuenta de su seguridad en Cristo. La bendición especial de Dios que reposa sobre el receptor es en sí misma salud y fortaleza.­CTBH 13, 1890; (CH 28).

No me corresponde trazarle una línea definida de trabajo. Pero debería trabajar, de ser posible en un lugar donde su mente pudiera mantenerse en equilibrio, donde pudiera estar en paz y tranquilidad, donde no se lo consultara acerca de muchas cosas. No es lo mejor para Ud. supervisar muchas cosas. Su mente no debería estar exigida en exceso. Eso es muy perjudicial para Ud. Cuando muchos motivos de perplejidad se amontonan sobre Ud., la sangre fluye a la cabeza, y da lugar a sentimientos tan intensos que ponen en peligro su salud.

Ubíquese, si es posible, donde tenga pocos motivos de preocupación acerca del trabajo de los demás. . . Si carga sobre Ud. perplejidades en las que están implícitos muchos intereses, la confusión resultante de trazar planes para la administración de una gran diversidad de cosas no será para su bien ni para los mejores intereses de la causa de Dios.

Los que quieren depositar sobre Ud. una pluralidad de deberes que requieren un manejo muy cuidadoso, están cometiendo una equivocación. Su mente necesita tranquilidad. Ud. tiene que hacer una tarea que no produzca fricción en su mente. Debe mantener su conciencia en el temor de Dios, de acuerdo con las normas de la Biblia, y tiene que progresar constantemente, a fin de que de ninguna manera quede Ud. descalificado para hacer la obra que el Señor le asignó.­ Carta 92, 1903.

La conciencia de estar haciendo el bien es la mejor medicina para los cuerpos y las mentes enfermos. La bendición especial de Dios que descansa sobre quien la recibe, es salud y fortaleza. La persona cuya mente está tranquila y satisfecha en Dios, está en la senda que conduce a la salud. Ser conscientes de que los ojos del Señor están sobre nosotros, y que sus oídos están abiertos para escuchar nuestras oraciones, es ciertamente satisfactorio. Saber que tenemos un amigo que nunca falla y a quien podemos confiarle todos los secretos del alma, es un privilegio que las palabras no pueden expresar.­ 1T 502 (1867).

Para tener perfecta salud, nuestros corazones deben estar llenos de esperanza, amor y alegría.­ SpT Serie A, N° 15, p. 18, 3 de abril de 1900; (CH 587).

Muchos están sufriendo de enfermedades que son más del alma que del cuerpo, y no encontrarán alivio hasta que acudan a Cristo, la fuente de la vida. Entonces las quejas relativas al cansancio, la soledad y la insatisfacción, cesarán. Los goces satisfactorios darán vigor a la mente, y salud y energía vital al cuerpo.­ 4T 579 (1881).

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