67 LA DISPOSICIÓN
No todos tienen
los mismos talentos ni la misma disposición. Los obreros difieren en sus planes
e ideas. Se necesitan diversos dones combinados para el éxito de la obra.
Recordemos que algunos pueden desempeñar ciertas posiciones con más éxito que
otros. El obrero que ha recibido tacto y habilidad que lo capacitan para
desempeñarse en un aspecto especial de la obra, no debería culpar a los demás
por no ser capaces de hacer lo que él tal vez puede hacer fácilmente. ¿Acaso no
hay otras cosas que sus compañeros de trabajo pueden hacer con mucho más éxito
que él? Ev 80 (1903).
Toda asociación en la vida requiere el ejercicio del dominio propio, hábitos y
educación, que nuestra manera de ver las cosas varía mucho. Juzgamos de modos
distintos. Nuestra comprensión de la verdad, nuestras ideas acerca del
comportamiento en la vida, no son idénticas en todos los aspectos. No hay dos
personas cuyas experiencias sean iguales en todo detalle. Las pruebas de uno no
son las de otro. Los deberes que a uno le parecen fáciles, son para otro en
extremo difíciles y lo dejan perplejo. MC 384 (1905).
Con frecuencia existen en la misma familia notables diferencias de temperamento
y carácter, pues está dentro de los planes de Dios que se relacionen personas
de temperamentos variados. Cuando esto sucede, cada miembro del hogar debiera
considerar como sagrados los sentimientos y los derechos de los otros y debiera
respetarlos. De esta manera se cultivarán la consideración mutua y la
tolerancia, se suavizarán los prejuicios y se alisarán las asperezas del
carácter. Si puede lograrse la armonía y la combinación de los diversos
temperamentos será para beneficio mutuo. CN 190 (1886).
Tanto los padres como las madres están comprendidos en esta responsabilidad.
Ambos padres transmiten a sus hijos sus propias características, mentales y
físicas, su temperamento y sus apetitos. PP 604 (1890).
Dios quiere que nos ayudemos mutuamente mediante la manifestación de simpatía y
amor abnegado. Hay quienes han heredado caracteres y disposiciones peculiares.
Son difíciles de tratar, pero, ¿somos perfectos nosotros? No se los debe
desanimar. No debemos hacer de sus errores una propiedad común. Cristo se
compadece y ayuda a los que comenten errores de juicio. Sufrió la muerte por
cada hombre, y por eso mismo tiene un interés personal y profundo por todo ser
humano. 9T 222 (1909).
"Velad y orad", es una orden a menudo repetida en las Escrituras. En
la vida de los que obedezcan esta orden, habrá una subcorriente de felicidad,
que beneficiará a todos aquellos con quienes traten. Los que tienen una disposición
agria e irritable, se volverán buenos y amables; los orgullosos se volverán
mansos y humildes. CM 279 (ed. PP); 224 (ed. ACES) (1913).
Si los jóvenes forman hábitos de regularidad y orden, mejorarán en salud, en
energía, en memoria y en carácter. CN 104 (1897).
Dada su misericordia, el Señor revela a los hombres sus defectos ocultos. El
quiere que los seres humanos examinen con espíritu crítico las complejas
emociones y móviles de su propio corazón, y disciernan lo que está mal,
modifiquen su manera de ser y refinen sus modales. Dios anhela que sus siervos
conozcan su propio corazón. Para que éstos puedan darse cuenta a ciencia cierta
de su situación, el Señor permite que se vean sometidos al fuego de la
aflicción, y así se purifiquen. MeM 94 (1894).
Más que nadie, el encargado de educar a los jóvenes debe precaverse contra el
ceder a una disposición sombría o lóbrega; porque ella le impedirá simpatizar
con sus alumnos, y sin simpatía no puede beneficiarlos. No debemos oscurecer
nuestra propia senda o la ajena con la sombra de nuestras pruebas. Tenemos un
Salvador a quien recurrir, en cuyo oído compasivo podemos volcar toda queja.
Podemos confiarle todos nuestros cuidados y preocupaciones, y entonces nuestra
labor no parecerá difícil ni severas nuestras pruebas. CM 221, 222 (ed. PP);
178 (ed. ACES) (1913).
La religión de Jesús ablanda cuanto haya de duro y brusco en el genio, y
suaviza los modales toscos y violentos. Hace amables las palabras y atrayente
el porte. Aprendemos de Cristo a combinar la pureza y la integridad con una
disposición alegre. Un cristiano bondadoso y cortés es el argumento más
poderoso que se pueda presentar en favor del cristianismo. OE 128 (1915).
Muchos echan a perder su ánimo o disposición comiendo en forma impropia.
Debemos ser tan cuidadosos para aprender las lecciones de la reforma pro salud
como lo somos para tener nuestros estudios perfectamente preparados; porque los
hábitos que adoptamos en este sentido ayudan a formar nuestro carácter para la
vida futura. Es posible que uno eche a perder su experiencia espiritual por un
mal uso del estómago. CRA 150 (1908).
Dios no sustrajo la carne de la alimentación de los hebreos en el desierto
simplemente para mostrar su autoridad, sino para su bien, para que pudieran preservar
su fortaleza física y moral. El sabía que el uso del alimento animal fortalece
las pasiones animales y debilita el intelecto. Sabía que la satisfacción del
apetito de los hebreos mediante la carne debilitaría sus facultades morales, y
los pondría en una disposición irritable tal que la vasta multitud llegaría a
ser insubordinada, perdería el alto sentido de sus obligaciones morales y
rehusaría ser legislada por las sabias leyes de Jehová. Te 141, 142 (1876).
El azúcar no es bueno para el estómago. Causa fermentación, y esto anubla la
mente y trae mal humor. CRA 389 (1901).
El progreso en la experiencia cristiana se caracteriza por el incremento de la
humildad, como resultado del aumento del conocimiento. Quienes estén unidos con
Cristo se apartarán de la iniquidad.
Les digo, en el temor de Dios, que se me ha mostrado que muchos de ustedes
perderán la vida eterna porque están edificando sus esperanzas celestiales
sobre un falso fundamento. Dios los está dejando librados a ustedes mismos,
"para humillarlos y probarlos, a fin de saber. . . qué hay en sus
corazones". Han descuidado las Escrituras. Desprecian y rechazan los
Testimonios porque éstos reprenden sus pecados acariciados y perturban su
complacencia propia.
Cuando se alberga a Cristo en el corazón, su imagen se manifiesta en la vida.
La humildad reinará donde antes predominaba el orgullo. La sumisión, la
mansedumbre y la paciencia suavizarán los rasgos ásperos de una disposición
naturalmente perversa e impetuosa. El amor a Jesús se manifestará en el amor a
su pueblo. No será vacilante ni espasmódico, sino tranquilo, profundo y fuerte.
La vida del cristiano estará desprovista de toda pretensión, libre de toda
afectación, artificio y falsedad. Será ferviente, verdadera, sublime. Cristo aparecerá
en cada palabra. Se lo verá en cada acto. La vida resplandecerá con la luz del
Salvador que mora interiormente. En comunión con Dios y en la feliz
contemplación de las cosas celestiales, el alma se preparará para el cielo y
trabajará para atraer a otras almas al redil de Cristo. Nuestro Salvador es
capaz y está dispuesto a hacer por nosotros más de lo que podemos pedir y aun
pensar. 5T 49, 50 (1882).
No importa cómo sea su disposición, Dios es capaz de modelarla para que sea
dulce y semejante a la de Cristo. Al vivir por la fe, usted puede separarse de
todo lo que no esté de acuerdo con la voluntad de Dios, para así introducir el
cielo en su vida aquí abajo. ¿Lo hará? Si lo hace, habrá luz en cada paso que
dé. Ms 91, 1901.
Dios usará la disposición agradable y el carácter hermoso para bendecir a los
enfermos. Las verdades de la Palabra de Dios poseen un poder santificador y
transformador. Si se las recibe en el corazón y se las pone en práctica en la
vida, serán un sabor de vida para vida. Que los que están empleados en nuestras
instituciones sean de tal naturaleza que la luz de la verdad resplandezca en
las palabras que pronuncian cada día y en sus acciones. Sólo a los tales puede
aceptar Cristo como sus obreros. Ms 69, 1909; (MM 173).
La armonía y la unión existentes entre hombres de diversas tendencias es el
testimonio más poderoso que pueda darse de que Dios envió a su Hijo al mundo
para salvar a los pecadores. A nosotros nos toca dar este testimonio; pero para
hacerlo, debemos colocarnos bajo las órdenes de Cristo; nuestro carácter debe
armonizar con el suyo, nuestra voluntad debe rendirse a la suya. Entonces
trabajaremos juntos sin contrariarnos. 3JT 246 (1904).
De todas las cosas buscadas, apreciadas o cultivadas, no hay nada tan valioso a
la vista de Dios como un corazón puro, una disposición rebosante de
agradecimiento y paz. 1JT 579 (1881).
Si queréis ser santos en el cielo, debéis ser santos primero en la tierra. Los
rasgos de carácter que cultivéis en la vida no serán cambiados por la muerte ni
por la resurrección. Saldréis de la tumba con la misma disposición que
manifestasteis en vuestro hogar y en la sociedad. HAd 12 (1891).
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