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CAPÍTULO 69: EL RECHAZO - Mente, carácter y personalidad T2

 
69 EL RECHAZO

Algunos magnifican muchísimo las aparentes dificultades, y entonces comienzan a tenerse lástima y a dar lugar al desaliento. Los tales necesitan que se produzca en ellos un cambio total. Necesitan disciplinarse, hacer un esfuerzo y vencer todo sentimiento pueril. Deberían decidirse a no malgastar la vida en nimiedades. . . Todos deberían tener un propósito, un objetivo en la vida. Deberían ceñir los lomos de la mente y adiestrar los pensamientos para que se concentraran en el punto, como la brújula al polo. La mente debería transcurrir por los canales adecuados, de acuerdo con planes bien delineados. Entonces cada paso sería hacia adelante. . . El éxito o el fracaso en esta vida dependen mucho de la manera como se disciplinan los pensamientos.­ RH, 6 de abril de 1886.

Nadie tiene por qué entregarse al desaliento ni a la desesperación. Puede Satanás presentarse a ti, insinuándote despiadadamente: "Tu caso es desesperado. No tienes redención." Hay sin embargo esperanza en Cristo para ti. Dios no nos exige que venzamos con nuestras propias fuerzas. Nos invita a que nos pongamos muy junto a él. Cualesquiera sean las dificultades que nos abrumen y que opriman alma y cuerpo, Dios aguarda para libertarnos.­ MC 192 (1905).

Necesitamos desconfiar de la compasión propia. Jamás os permitáis sentir que no se os aprecia debidamente ni se tienen en cuenta vuestros esfuerzos, o que vuestro trabajo es demasiado difícil. Toda murmuración sea acallada por el recuerdo de lo que Cristo sufrió por nosotros. Recibimos mejor trato que el que recibió nuestro Señor.­ MC 378 (1905).

La autoconmiseración deteriora los caracteres de los que albergan esos sentimientos, y ejerce una influencia que malogra la felicidad de los demás.­ Ms 27, 1902; (MM 177).

El alma que ama a Dios se eleva por encima de la neblina de la duda; obtiene un conocimiento experimental brillante, amplio, profundo y viviente, y se vuelve humilde y semejante a Cristo. El que confía su alma a Dios, está oculto con Cristo en Dios. Podrá sufrir la prueba de la indiferencia, los ultrajes y el desprecio, porque su Salvador sufrió todo eso. No llegará a estar malhumorado y desanimado cuando lo opriman las dificultades, porque Jesús no fracasó ni llegó a desanimarse. Cada verdadero cristiano será fuerte no con la fortaleza ni los méritos de sus buenas obras, sino en la justicia de Cristo que le es imputada por medio de la fe. Es algo grande ser humilde y manso de corazón, ser puro e incontaminado como lo fue el Príncipe del cielo cuando anduvo entre los hombres.­ 7CBA 919 (1889).

Es el amor a nosotros mismos lo que destruye nuestra paz. Mientras viva el yo, estaremos siempre dispuestos a protegerlo contra los insultos y la mortificación; pero cuando hayamos muerto al yo y nuestra vida esté escondida con Cristo en Dios, no tomaremos a pecho los desdenes y desaires. Seremos sordos a los vituperios y ciegos al escarnio y al ultraje.­ DMJ 19 (1896).

El desaliento es con frecuencia el resultado del exceso de tiempo libre. Las manos y la mente deberían estar ocupadas en actividades útiles, que contribuyan a alivianar la carga de los demás; quienes se dediquen a esto se beneficiarán también a sí mismos. La ociosidad da tiempo para espaciarse en dolores imaginarios, y con frecuencia los que no enfrentan verdaderas dificultades las piden prestadas a cuenta del futuro.­ ST, 23 de octubre de 1884; (CH 629).

¡Oh, éste es un mundo frío y egoísta! Sus parientes, que deberían haberlo amado y cultivado su amistad por causa de sus padres si no por la de ellos mismos, se han cerrado, y en su egoísmo no han manifestado ningún interés especial en Ud. Pero Dios estará cerca de Ud. y le será más querido que cualquiera de sus parientes terrenales. Será su amigo y nunca lo abandonará. El es padre de los huérfanos. Su amistad será una dulce paz para Ud., y lo ayudará a soportar con fortaleza su gran pérdida.

Acepte que Dios sea su padre, y nunca necesitará un amigo. Estará expuesto a las pruebas; pero sea perseverante y trate de honrar su profesión de fe. Necesitará gracia para permanecer firme, pero el piadoso ojo de Dios está sobre Ud. Ore mucho y con fervor, y crea que Dios lo ayudará. Cuídese de la irritabilidad, del mal humor y no se atormente. La paciencia es una virtud que necesita cultivar. Trate de lograr la piedad del corazón. Sea un cristiano consecuente. Tenga amor por la pureza y una humilde sencillez, y permita que estas cosas se entretejan en su vida.­ 2T 314 (1869).

Nunca estará solo, nunca necesitará sentir que está solo, si hace de Jesús su compañero y su amigo eterno.­ Carta 4, 1885.

No sólo por la resistencia, sino también por la negligencia, es destruida el alma.­ DTG 290 (1898).

Debemos soportarnos unos a otros disimulando nuestros errores. Tengamos compasión por quienes la necesitan, y establezcamos con ellos una diferencia; a otros salvémoslos con temor, sacándolos de en medio del fuego. No todos pueden soportar la misma rígida disciplina. No todos pueden ser sometidos a las ideas que los demás tienen acerca del deber. Hay que dar lugar a las diferencias de temperamento y mentalidad. Dios sabe cómo tratar con nosotros. Pero mi corazón se ha condolido al ver cómo trata un hermano a otro hermano, y la disposición a sorprenderlo en sus palabras, y a convertir a un hombre en ofensor sobre la base de una sola palabra. . .

Es ya tiempo de que todos actuemos, y no nos detengamos a medir la parte de equivocación que hay en los demás, sino a escudriñar nuestro propio corazón, confesar nuestros propios errores, y dejar a nuestros hermanos en las manos del Señor. Tenemos que responder sólo por nuestros errores; y mientras vigilamos estrechamente para eliminar las malezas del jardín de nuestro hermano, las venenosas están creciendo fuertes y a su gusto en nuestro propio jardín. Que cada uno trabaje para guardar su propia alma, y para tener una disposición feliz, alegre y tolerante en la casa, y todo saldrá bién.­ Carta 12, 1863.

Se necesita servir con todo el corazón al tratar con las mentes. Recordémoslo. A menudo nos sentimos tentados a criticar a un hombre que ocupa una elevada posición de responsabilidad, porque no hace las cosas como nosotros creemos que debería hacerlas.

Pero el que tiene tantas responsabilidades no necesita la crítica de sus colaboradores; necesita recibir ánimo de ellos, necesita su tolerancia, su paciencia y sus oraciones. Necesita la presencia de Cristo en su vida; porque no siempre dispone de hombres sabios y sin prejuicios para que lo aconsejen.

En la confusión de las muchas responsabilidades y de los numerosos pedidos de ayuda, puede cometer errores. Entre las decenas de pedidos de auxilio, puede parecer que su caso ha sido dejado a un lado. Recuerde entonces las pesadas responsabilidades que han sido puestas sobre aquel que Ud. piensa que no ha cumplido su deber. Recuerde que puede resultarle imposible acceder a su pedido. Tal vez sea un gran error concedérselo.­ Carta 169, 1904.

El Señor quisiera que toda inteligencia humana que esté a su servicio se abstenga de acusaciones graves y de injurias. Se nos ha instruido que avancemos con sabiduría hacia los que están afuera. Dejen en manos de Dios la tarea de condenar y juzgar. Cristo nos invita: "Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas" (Mat. 11: 28, 29).

Todos los que acepten esta invitación se pondrán en el yugo juntamente con Cristo. Debemos manifestar en todo momento y lugar la mansedumbre y la humildad de Jesús. Entonces el Señor se pondrá de parte de sus mensajeros y hará de ellos sus voceros, y quien sea vocero de Dios nunca pondrá en labios de los seres humanos palabras que la Majestad del cielo no quiso pronunciar cuando contendía con el diablo.­ Carta 38, 1894.

No reflexione acerca de cómo se sentía cuando estaba pasando por la prueba. Ponga a un lado esos sentimientos.

661 Cuando Ud. toma la senda de la crítica y de la diatriba, se pone cada vez más áspero y más inclinado a criticar. Deténgase antes de comenzar. No le ceda al enemigo ni un centímetro de terreno.­ Carta 169, 1902.

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