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CAPÍTULO 71 | LA FELICIDAD | Mente, carácter y personalidad T2


71 LA FELICIDAD

La acción armoniosa y saludable de todas las facultades del cuerpo y la mente, produce felicidad; mientras más elevadas y refinadas sean las facultades, más pura y sin mezcla será la felicidad.­ RH, 29 de julio de 1884; (CH 51).

Tan íntima es la relación que existe entre la salud y la felicidad, que no podemos disfrutar de esta última sin disponer de la anterior. Se necesita un conocimiento práctico de la vida humana para poder glorificar a Dios por medio de nuestros cuerpos. Por lo tanto, es de la mayor importancia que entre los estudios seleccionados para los niños, la fisiología ocupe el primer lugar. ¡Cuán pocos conocen algo acerca de la estructura y el funcionamiento de sus propios cuerpos y de las leyes de la naturaleza! Muchos están a la deriva al carecer de conocimiento, como un barco en medio del mar, sin brújula ni ancla; y lo que es peor, no tienen interés en aprender a conservar sus cuerpos en condición saludable y así prevenir la enfermedad.­ HR, agosto de 1866; (CH 38).

Nuestra felicidad nos la proporcionará nuestro trabajo desinteresado, impulsado por el amor divino, porque en el plan de salvación, Dios ha señalado la ley de la acción y la reacción.­ MB 318 (1886).

Cada rayo de luz que derramemos sobre los demás se reflejará sobre nuestros propios corazones. Toda palabra amable y de simpatía dirigida al apesadumbrado, todo acto que tenga por fin aliviar al oprimido, y todo don cuyo propósito sea suplir las necesidades de nuestros semejantes, dado o hecho para gloria de Dios, resultará en bendición para el dador. Los que obren de este modo estarán obedeciendo la ley del cielo y recibirán la aprobación de Dios. El placer de hacer el bien a los demás fluye a través de los nervios, acelera la circulación de la sangre, y produce salud mental y física.­ 4T 56 (1876).

La vida que se vive en Cristo es una vida llena de reposo. La inquietud, el descontento y la agitación revelan la ausencia del Salvador. Si hacéis entrar a Jesús en vuestra vida, ésta se llenará de obras buenas y nobles para el Maestro. Os olvidaréis de serviros a vosotros mismos, y viviréis siempre más cerca del amado Salvador; vuestro carácter se volverá semejante al de Cristo, y cuantos os rodeen conocerán que habéis estado con Jesús y aprendido de él.

Cada uno posee en sí mismo la fuente de su propia felicidad o desgracia. Si quiere, puede elevarse por encima del bajo sentimentalismo que constituye la experiencia de muchos; pero mientras esté henchido de sí mismo, nada puede hacer el Señor por él. Satanás nos presentará proyectos ambiciosos para deslumbrar nuestros sentidos, pero debemos recordar siempre el "premio de la soberana vocación de Dios en Cristo Jesús" (Fil. 3: 14). Llenad esta vida con todas las buenas obras que os sea posible hacer. "Y los entendidos resplandecerán como el resplandor del firmamento; y los que enseñan a justicia la multitud, como las estrellas a perpetua eternidad" (Dan. 12: 3).­2JT 189,190 (1889).

La Biblia presenta ante nuestra vista las inescrutables riquezas y los tesoros inmortales de los cielos. Los impulsos más fuertes del hombre lo arrastran a tratar de procurar su propia felicidad. La Biblia reconoce este deseo y nos muestra que todo el cielo se unirá a los esfuerzos que el hombre haga por conseguir la dicha. Además, revela la condición según la cual se da la paz de Cristo a los hombres. Describe un hogar de dicha y resplandor sempiternos, donde no habrá lágrimas ni necesidades.­ MeM 165 (1888).

Si hay alguien que continuamente debe estar agradecido, es el seguidor de Cristo. Si hay alguien que disfruta de un verdadero gozo aun en esta vida, es el fiel cristiano.­ NEV 203 (1859).

Deberíamos ser la gente más feliz de la tierra, y no pedirle perdón al mundo por ser cristianos.­ Ms 17, 1893.

Este es Jesús, la vida de toda gracia, la vida de toda promesa, la vida de todo rito y la vida de toda bendición. Jesús es la sustancia, la gloria, la fragancia y la vida misma. "El que me sigue, no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida" (Juan 8: 12). Por lo tanto, el camino real que se ha dado a los redimidos para que anden por él no constituye tinieblas desanimadoras. Si no fuera por Jesús, nuestro peregrinaje verdaderamente sería solitario y doloroso. El dice: "No os dejaré huérfanos" (Juan 14: 18). Por lo tanto reunamos todas las preciosas promesas. Repitámoslas durante el día y meditemos en ellas durante la noche, y estemos gozosos.­ 2MS 279, 280 (1892).

Jesús quiere que seáis felices, pero no podéis serlo si seguís vuestro propio camino, y los impulsos de vuestro corazón. . . Nuestras nociones, nuestras peculiaridades, son enteramente humanas, y no debe dejarse que predominen sobre nosotros. El yo debe ser crucificado, no una vez u otra, sino diariamente, y lo físico, mental y espiritual debe subordinarse a la voluntad de Dios. La gloria de Dios, la perfección del carácter cristiano, debe ser el blanco y el propósito de nuestra vida. Los seguidores de Cristo deben imitarlo en su disposición. . . El lema es como Cristo, no como vuestro padre o vuestra madre, sino como Jesucristo, ocultos en Cristo, vestidos de la justicia de Cristo, imbuidos con el espíritu de Cristo.­ NEV 31 (1882).

La felicidad buscada por motivos egoístas, fuera de la senda del deber, es desequilibrada, espasmódica y transitoria; pasa y deja el alma vacía y triste; mas en el servicio de Dios hay gozo y satisfacción; no se abandona al cristiano en caminos inciertos; no se lo abandona a pesares vanos y contratiempos. Si no tenemos los placeres de esta vida, podemos aun gozarnos mirando la vida venidera.­ CC 126 (1892).

En la raíz de la ruina de muchos hogares se encuentra la pasión por la ostentación. Hombres y mujeres calculan y hacen planes para conseguir recursos con el fin de parecer más ricos que sus vecinos; pero aunque puedan triunfar en su lucha desesperada, no son verdaderamente felices. La verdadera felicidad brota de un corazón en paz con Dios [1 Ped. 3: 3-4].­ 7CBA 953 (1902).

Desde un punto de vista mundano, el dinero es poder; pero desde el punto de vista cristiano, el amor es poder. Las fortalezas intelectual y espiritual están implícitas en este principio. El amor puro es especialmente eficaz para hacer el bien, y no puede hacer otra cosa sino el bien. Previene la discordia y la miseria, y produce verdadera felicidad. La riqueza es a menudo una influencia que corrompe y destruye; la fuerza es capaz de herir, pero las propiedades del amor puro son la verdad y la bondad.­ 4T 138 (1876).

"Así que, todas las cosas que queráis que los hombres hagan con vosotros, así también haced vosotros con ellos" (Mat. 7: 12). El Señor enseñó este principio [la Regla de Oro] para que la humanidad fuera feliz y no desdichada; pues la felicidad no puede llegar por ningún otro camino fuera de éste. Dios desea que los seres humanos vivan la vida superior. El les entrega la dádiva de la vida, no para que ellos simplemente la empleen en adquirir riquezas, sino para que aprovechen sus más elevadas facultades haciendo la obra que él encomendó a la humanidad: la obra de buscar, descubrir y aliviar las necesidades de sus semejantes. El hombre no debe laborar egoístamente en su propio interés, sino en interés de todos los que lo rodean; debe beneficiar a los demás con su influencia y buenas acciones. Este propósito divino se cumple en la vida de Cristo.­ MeM 170 (1902).

No importa cuál sea nuestra posición, o cuán limitadas sean nuestras capacidades, tenemos que hacer una obra para el Maestro. Nuestras gracias se desarrollan y maduran mediante el ejercicio. Con la verdad de Dios ardiendo en el alma no podemos estar ociosos. La felicidad que experimentaremos al obrar, compensará aun en esta vida todo el esfuerzo realizado. Únicamente aquellos que han experimentado la felicidad que resulta del esfuerzo de la negación del yo en el servicio de Cristo, pueden hablar de esto con comprensión. En realidad, es un gozo tan puro y tan profundo que el lenguaje humano no puede expresarlo.­ NEV 188 (1873).

Cristo hace de su iglesia un hermoso templo para Dios. "Donde están dos o tres congregados en mi nombre allí estoy en medio de ellos" (Mat. 18: 20). Su iglesia es la corte de la vida santa, llena de diversos dones, y dotada del Espíritu Santo. El cielo asigna deberes apropiados a cada miembro de la iglesia en la tierra, y todos deben encontrar su felicidad en la felicidad de aquellos a quienes ayudan y bendicen.­ NEV 166 (1910).

Si el espíritu se siente libre y feliz, debido a la buena conciencia y a la satisfacción que se experimenta al hacer felices a los demás, se crea un sentimiento de alegría que se reflejará en todo el organismo, con lo que mejorará la circulación de la sangre y se tonificará el cuerpo. La bendición de Dios es un poder sanador, y los que son pródigos en beneficiar a los demás, recibirán esta maravillosa bendición en el corazón y la vida.­ MeM 154 (1890).

Los que siguen el camino de la sabiduría y la santidad no tendrán que deplorar horas malgastadas, ni se verán atormentados con sentimientos sombríos y de horror, como a algunos les ocurre, a menos que se entreguen a diversiones vanas e inútiles.­ MeM 154 (1872).

El mundo está lleno de gente insatisfecha que pasa por alto la felicidad y las bendiciones que están al alcance de la mano, y continuamente trata de lograr una felicidad y una satisfacción que están fuera de sus posibilidades. Están permanentemente tensos por algún bien esperado y lejano, mayor que el que poseen ahora, y se encuentran siempre en un estado de desilusión. Albergan incredulidad e ingratitud al pasar por alto las bendiciones que están en su propia senda. No le dan la bienvenida a las bendiciones comunes, de todos los días, tal como los hijos de Israel no le daban la bienvenida al maná.­ 2T 640 (1871).

Los que siguen el camino de la sabiduría y la santidad no tendrán que deplorar horas malgastadas, ni se verán atormentados con sentimientos sombríos y de horror, como a algunos les ocurre, a menos que se entreguen a diversiones vanas e inútiles.­ MeM 154 (1872).

Hace un año trabajamos en favor de Ud. Se me mostraron los peligros que corre, y queríamos salvarlo; pero veo que Ud. no ha tenido fuerzas para cumplir las resoluciones que hizo entonces. Me preocupa su caso. . . Mientras me hallaba en Battle Creek, en junio pasado, se me mostró de nuevo que Ud. no estaba progresando, y la razón de ello es que no ha recorrido un camino limpio. No disfruta de la religión. Se ha apartado de Dios y de la justicia. Ha tratado de encontrar la felicidad en forma equivocada en los placeres prohibidos; y no tiene valor moral para confesar y abandonar sus pecados, de manera que pueda alcanzar misericordia.­ 2T 291 (1869).

¿De qué bien nos privaría Dios? Nos privaría de entregarnos a las pasiones naturales y al corazón carnal. No podemos enojarnos cuando agradamos al Señor y conservamos su aprobación y una conciencia limpia delante de él. Pero, ¿no estamos dispuestos a abandonar todo esto? ¿Seremos más felices si cedemos a las pasiones corrompidas? Se nos imponen restricciones precisamente para que no sea así.

No disfrutaremos más si nos enojamos y cultivamos un carácter perverso. No fomentará nuestra felicidad el que nos dejemos conducir por el corazón natural. Y, ¿seremos mejores si nos entregamos a estas cosas? No; envolverán con sus sombras nuestros hogares, y cubrirán con un manto nuestra felicidad. Si cedemos ante nuestros apetitos naturales sólo lograremos perjudicar nuestro cuerpo y destruir nuestro organismo. Por eso el Señor quiere que le pongamos freno al apetito, controlemos las pasiones y tengamos en sujeción la totalidad del ser. Y nos ha prometido fuerza si nos dedicamos a esta tarea.­ 2T 590, 591 (1871).

El valor, la esperanza, la fe, la simpatía y el amor fomentan la salud y alargan la vida. Un espíritu satisfecho y alegre es como salud para el cuerpo y fuerza para el alma. "El corazón alegre es una buena medicina" (Prov. 17: 22, VM).­ MC 185 (1905).

Una persona cuyo espíritu es sereno y está satisfecho en Dios, se encuentra en el sendero de la salud.­ MeM 154 (1880).

Salud, vida y felicidad son el resultado de la obediencia a las leyes físicas que gobiernan nuestro cuerpo. Si nuestra voluntad y nuestro proceder están de acuerdo con la voluntad y el proceder de Dios, si hacemos lo que agrada a nuestro Creador, el mantendrá en buenas condiciones el organismo humano y restaurará las facultades morales, mentales y físicas a fin de poder obrar mediante nosotros para su gloria. Su poder restaurador constantemente se manifiesta en nuestro cuerpo. Si cooperamos con él en esa obra, los resultados seguros son salud y felicidad, paz y utilidad.­ 1CBA 1132 (1901).

Que los inválidos hagan algo en lugar de ocupar sus mentes en un simple juego que los rebaja en su propia estima y les hace creer que sus vidas son inútiles. Mantengan despierta la fuerza de voluntad porque cuando ésta está alerta y se la conduce correctamente, es un poderoso tranquilizante de los nervios. Los inválidos son mucho más felices cuando están ocupados en algo, y su recuperación resulta más fácil.­ 1T 557 (1867).

Es verdad que Ud. no estará totalmente libre de preocupaciones y perplejidades en el campo; pero allí evitará muchos males y le cerrará la puerta a un diluvio de tentaciones que amenazan con dominar la mente de sus hijos. Necesitan estar ocupados y atender muchas cosas. La quietud del hogar los hace sentirse incómodos e inquietos, y han caído en el hábito de mezclarse con los muchachos viciosos de la ciudad, y de este modo están obteniendo una educación callejera. . .

La vida en el campo les resultará muy beneficiosa; una vida activa, al aire libre, desarrollará la salud tanto de la mente como del cuerpo. Deberían disponer de una huerta, donde podrían encontrar a la vez entretenimiento y una actividad útil. El cultivo de plantas y flores tiende a mejorar el gusto y el juicio, al mismo tiempo que el relacionarse con la hermosa y útil creación de Dios tendrá una influencia ennoblecedora sobre la mente, que será atraída al Creador y dueño de todo.­ 4T 136 (1876).

Aquellos a quienes amamos pueden hablar y obrar con descuido, y herirnos profundamente. Tal puede no haber sido su intención, pero Satanás magnifica sus palabras y actos ante la mente y así arroja un dardo de su aljaba para atravesarnos. Nos erguimos para resistir a la persona que pensamos nos hirió, y al hacerlo estimulamos las tentaciones de Satanás.

En vez de pedir a Dios fuerza para resistir a Satanás, permitimos que nuestra felicidad quede empañada tratando de defender lo que llamamos "nuestros derechos". Así concedemos una doble ventaja a Satanás. Obramos de acuerdo a nuestros sentimientos agraviados, y Satanás nos emplea como agentes suyos para herir y angustiar a aquellos que no se proponían perjudicarnos.­ 1JT 107, 108 (1862).

Dios procura nuestra verdadera felicidad. Si hay alguna cosa que se interpone en el camino hacia ésta, Dios quiere que sea quitada. El frustrará nuestros propósitos y chasqueará nuestras expectativas, y a través del chasco y de las dificultades, hará que nos conozcamos tal como somos. . . El pecado es la causa de todos nuestros males. Si queremos tener verdadera paz y felicidad debemos suprimir el pecado.­ NEV 83 (1879).

¿Acaso podrían aquellos que han pasado su vida en rebelión contra Dios ser transportados de pronto al cielo y contemplar el alto y santo estado de perfección que allí se ve, donde toda alma rebosa de amor y todo semblante irradia alegría, la música arrobadora se eleva en acordes melodiosos en honor a Dios y al Cordero, y brotan raudales de luz del rostro de Aquel que está sentado en el trono e inundan a los redimidos? ¿Podrían acaso aquellos cuyos corazones están llenos de odio hacia Dios, a la verdad y a la santidad alternar con los ejércitos celestiales y unirse a sus cantos de alabanza? ¿Podrían soportar la gloria de Dios y del Cordero? No, no; años de pruebas les fueron concedidos para que pudiesen formar caracteres para el cielo; pero nunca se acostumbraron a amar lo que es puro; nunca aprendieron el lenguaje del cielo, y ya es demasiado tarde.

Una vida de rebelión contra Dios los ha inhabilitado para el cielo. La pureza, la santidad y la paz que reinan allí serían para ellos un tormento; la gloria de Dios, un fuego consumidor. Ansiarían huir de aquel santo lugar. Desearían que la destrucción los cubriese de la faz de Aquel que murió para redimirlos. La suerte de los malos queda determinada por la propia elección de ellos. Su exclusión del cielo es un acto de su propia voluntad y un acto de justicia y misericordia por parte de Dios.­ CS 598 (1888).

Tengamos todos confianza en Dios. Avancemos a través de las sombras que Satanás arroja sobre nuestra senda, y aferrémonos del brazo de Jesús, el poderoso. Deje su caso en sus manos. Que su oración sea: "Señor: te presento mi petición. Pongo mi confianza en ti, y te pido la bendición que tú consideres mejor para mi utilidad presente y futura y para mi eterno bien". Y cuando se levante, ¡crea! Cuando el enemigo se aproxime con sus tinieblas, cante acerca de la fe y hable en cuanto a la fe, y descubrirá que por medio del canto y de la conversación entra la luz en su vida.

"Regocijaos en el Señor siempre. Otra vez os digo: ¡Regocijaos!" (Fil. 4: 4). Los que hacen esto disfrutan de una vida gozosa. Nada desagradable procede de sus labios o de la atmósfera que rodea al alma, porque no se sienten mejores que los demás. Escóndase en Jesucristo; en ese caso todo el tiempo la verdad de Dios estará preparándolo para la futura vida inmortal. Cuando confía en el poderoso, su experiencia no es prestada; le pertenece.­ Ms 91, 1901.

A medida que entramos por Jesús en el descanso, empezamos aquí a disfrutar del cielo. Respondemos a su invitación: "Venid, aprended de mí", y al venir así comenzamos la vida eterna. El cielo consiste en acercarse incesantemente a Dios por Cristo. Cuanto más tiempo estemos en el cielo de la felicidad, tanto más de la gloria se abrirá ante nosotros; y cuanto más conozcamos a Dios, tanto más intensa será nuestra felicidad. A medida que andamos con Jesús en esta vida, podemos estar llenos de su amor, satisfechos con su presencia.

Podemos recibir aquí todo lo que la naturaleza humana puede soportar. Pero, ¿qué es esto comparado con lo que nos espera más allá? Allí "están delante del trono de Dios, y le sirven día y noche en su templo: y el que está sentado en el trono tenderá su pabellón sobre ellos. No tendrán más hambre, ni sed, y el sol no caerá más sobre ellos, ni ningún otro calor. Porque el Cordero que está en medio del trono los pastoreará, y los guiará a fuentes vivas de aguas: y Dios limpiará toda lágrima de los ojos de ellos" (Apoc. 7: 15-17).­ DTG 299 (1898).

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