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CAPÍTULO 75 | IMAGINACIÓN Y ENFERMEDAD | Mente, carácter y personalidad T2

75 IMAGINACIÓN Y ENFERMEDAD

Hay que controlar la mente, porque ejerce una poderosa influencia sobre la salud. La imaginación a menudo se desvía, y cuando se le da libertad, produce en sus víctimas enfermedades graves. Muchos mueren de enfermedades que son mayormente imaginarias. Conozco a varios que se han enfermado realmente como resultado de la influencia de la imaginación.­ 2T 523 (1870).

Miles que están enfermos y muriendo alrededor de nosotros, podrían estar bien y vivir si quisieran, pero su imaginación se lo impide. Temen que empeorarán si trabajan o hacen ejercicio, cuando ése es exactamente el cambio que necesitan hacer para mejorar. Sin eso nunca mejorarán. Deberían ejercer fuerza de voluntad, elevarse por encima de sus dolores y su debilidad, dedicarse a una actividad útil, y olvidarse de sus espaldas, costados, pulmones y cabezas doloridos. Si no ejercitan todo el cuerpo, o una parte de él, caerán en una condición morbosa. La inactividad de cualquiera de los órganos del cuerpo produce una atrofia de los músculos, disminuye su fortaleza y contribuye para que la sangre fluya lentamente por los vasos sanguíneos.­ 3T 76 (1872).

La falta de acción armoniosa en el organismo humano produce enfermedad. La imaginación puede controlar para su mal algunas partes del cuerpo. Cada parte del organismo debe trabajar armoniosamente.­ Ms 24,1900; (MM 291).

Una vez fui llamada para ver a una joven a quien conocía bien. Estaba enferma y empeoraba rápidamente. La madre quería que orara por ella. Estaba allí cerca, llorando, mientras decía: "Pobre chica; no vivirá mucho más". Le tomé el pulso. Oré con ella y después le dije:

­Hermana, si Ud. se viste y va a trabajar a la oficina, toda esta invalidez pasará.

­¿Cree que pasará?­ me preguntó.

­Por supuesto ­le contesté­. Ud. casi ha destruido sus fuerzas vitales a causa de esta invalidez imaginaria.

Me volví a la madre y le dije que su hija podría haber muerto como consecuencia de una imaginación enferma si no se la hubiera convencido de su error. La había estado adiestrando para una invalidez imaginaria. Por supuesto, ésta es una clase de educación muy pobre. Pero le dije: "Cambie todo esto, levántese y vístase". Fue obediente, y vive hasta el día de hoy.­ Carta 231, 1905; (MM 109).

Usted es sumamente sensible, y sus sentimientos son intensos. Es estrictamente consecuente y hay que convencerla antes que ceda a la opinión de los demás. Si su salud no estuviera malograda, habría sido una mujer muy útil. Ha estado enferma hace ya mucho tiempo, y eso le ha afectado la imaginación, de modo que sus pensamientos se concentran en usted misma, y la imaginación le ha afectado el cuerpo.­ 3T 74 (1872).

Por la luz que se me ha dado, la hermana que Ud. menciona debería esforzarse y cultivar el gusto por los alimentos sanos, y todos esos desmayos desaparecerían. Ha cultivado su imaginación; el enemigo se ha aprovechado de la debilidad de su cuerpo, y su mente no ha luchado para estar a la altura de las dificultades de la vida diaria. La cura que necesita es una mente buena y santificada, un aumento de la fe y el servicio activo en favor de Cristo. También necesita ejercitar sus músculos en trabajo práctico al aire libre. El ejercicio físico será para ella la mayor bendición de su vida. No necesita ser inválida, sino una mujer de mente sana y saludable, preparada para hacer su parte noble y acabadamente.

Todos los tratamientos que se le den a esta hermana no servirán de mucho a menos que ella haga su parte. Necesita fortalecer sus músculos y sus nervios mediante el trabajo físico. No es necesario que sea inválida; puede trabajar bien y con entusiasmo. Como muchos otros, tiene una imaginación enfermiza. Pero puede vencer y ser una mujer sana. He recibido este mensaje para dárselo a muchos, con los mejores resultados.­ Carta 231, 1905; (MM 108, 109).

La ociosidad es un gran mal. Los hombres, las mujeres y los jóvenes, al pensar en ellos mismos, creen que están peor de lo que realmente están. Arrullan sus malestares, piensan en ellos y hablan acerca de ellos, hasta que les parece que su utilidad ha terminado. Muchos han muerto cuando podrían y deberían estar viviendo. Su imaginación estaba enferma. Si hubieran resistido la tendencia a ceder a la enfermedad y a dejarse vencer por ella; si hubieran requerido la ayuda de la fuerza de voluntad, podrían haber vivido para bendecir al mundo con su influencia.­ RH, julio de 1868.

En el ministerio de curación, el médico ha de ser colaborador de Cristo. El Salvador asistía tanto al alma como al cuerpo. El evangelio que enseñó fue un mensaje de vida espiritual y de restauración física. La salvación del pecado y la curación de la enfermedad iban enlazadas. El mismo ministerio está encomendado al médico cristiano. Debe unirse con Cristo en la tarea de aliviar las necesidades físicas y espirituales del prójimo. Debe ser mensajero de misericordia para el enfermo, llevándole el remedio para su cuerpo desgastado y para su alma enferma de pecado.­MC 75 (1905).

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