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CAPÍTULO 81 | UNA TERAPIA MENTAL SEGURA | Mente, carácter y personalidad T2


81 UNA TERAPIA MENTAL SEGURA

En el tratamiento de los enfermos no debe pasarse por alto el efecto de la influencia ejercida por la mente. Aprovechada debidamente, esta influencia resulta uno de los agentes más eficaces para combatir la enfermedad.­ MC 185 (1905).

Las almas pobres y afligidas que se pusieron en contacto con Ud., necesitaban más de su atención de lo que realmente recibieron. Ud. podía animarlas a mirar a Jesús para que al contemplarlo se transformaran a su imagen.­ Carta 121, 1901; (MM 112).

Quien desee participar de la naturaleza divina debe huir de la corrupción que hay en el mundo por causa de la concupiscencia. Debe haber una lucha del alma, constante y fervorosa, contra las malas fantasías de la mente. Debe haber una permanente resistencia a pecar ya sea en pensamiento o en acción. El alma debe mantenerse libre de toda mancha por la fe en el que es capaz de guardarnos de toda caída. ­ RH, 12 de junio de 1888; (HC 113).

Debiéramos meditar en las Escrituras, pensando seria y sinceramente en las cosas que atañen a nuestra salvación eterna. La infinita misericordia, el amor de Jesús y el sacrificio hecho por nosotros, exigen una seria y solemne reflexión. Debiéramos espaciarnos en el carácter de nuestro querido Redentor e Intercesor. Debiéramos procurar comprender el significado del plan de salvación y meditar en la misión de Aquel que vino para salvar a su pueblo de sus pecados.

Nuestra fe y amor se fortalecerán mediante la contemplación de los temas celestiales. Nuestras oraciones serán más aceptables a Dios porque estarán más mezcladas con fe y amor. Serán más inteligentes y fervorosas. Habrá una confianza más constante en Jesús, y tendremos una experiencia diaria y viva de la voluntad y el poder de Cristo para salvar a todos los que acuden a Dios mediante él.­ MeM 115 (1888).

Deberíamos ver a Dios en la naturaleza y estudiar su carácter en las obras de sus manos. La mente se fortalece al conocer a Dios, al leer sus atributos en las cosas que ha hecho. A medida que contemplamos su belleza y su grandeza en las obras de la naturaleza, nuestros afectos se orientan hacia Dios; y aunque nuestras almas se llenan de reverencia y nuestros espíritus se subyugan, adquieren vigor al ponerse en contacto con el Infinito por medio de sus maravillosas obras. La comunión con Dios mediante la oración humilde desarrolla y fortalece las facultades mentales y morales, y los poderes espirituales aumentan cuando dedicamos nuestros pensamientos a cosas espirituales.­ YI, 13 de julio de 1893.

El apóstol procuró enseñar a los creyentes cuán importante es impedir que la mente divague en asuntos prohibidos o gaste energías en cosas triviales. Los que no quieran ser víctimas de las trampas de Satanás, deben guardar bien las avenidas del alma; deben evitar leer, mirar y oír lo que podría sugerir pensamientos impuros. No se debe permitir que la mente se espacie al azar en cualquier tema que sugiera el enemigo de nuestras almas.

Hay que vigilar fielmente el corazón, o los males de afuera despertarán los males de adentro, y el alma vagará en tinieblas.­ HAp 427 (1911).

La influencia de los pensamientos y actos de todo hombre es algo así como una atmósfera invisible, que aspiran sin darse cuenta quienes se ponen en contacto con él. Esta atmósfera a menudo está cargada de influencias ponzoñosas, y cuando se la inhala, el resultado es la degeneración moral.­ 5T 111 (1882).

Cristo ha hecho toda provisión para que su iglesia sea un cuerpo transformado, iluminado con la Luz del mundo, que posea la gloria de Emmanuel. Es su propósito que todo cristiano esté rodeado de una atmósfera espiritual de luz y paz. Desea que nosotros revelemos su propio gozo en nuestra vida.

La morada del Espíritu en nuestro corazón se revelará por la manifestación del amor celestial. La plenitud divina fluirá a través del agente humano consagrado, para ser luego transmitida a los demás. ­ PVGM 345 (ed. PP); 297 (ed. ACES) (1900).

Muchos son incapaces de idear planes definidos para el porvenir. Su vida es inestimable. No pueden entrever el desenlace de los asuntos, 764 y esto los llena a menudo de ansiedad e inquietud. Recordemos que la vida de los hijos de Dios en este mundo es vida de peregrino. No tenemos sabiduría para planear nuestra vida. No nos incumbe amoldar el futuro a nuestra existencia. "Por la fe Abraham, siendo llamado, obedeció para salir al lugar que había de recibir por heredad; y salió sin saber dónde iba" (Heb. 11: 8).

Cristo, en su vida terrenal, no se trazó planes personales. Aceptó los planes de Dios para él, y día tras día el Padre se los revelaba. Así deberíamos nosotros también depender de Dios, para que nuestras vidas fueran sencillamente el desarrollo de su voluntad. A medida que le encomendemos nuestros caminos, él dirigirá nuestros pasos.­ MC 380 (1905).

Se me mostró que sería más beneficioso para la mayoría de los pacientes permitirles que hagan algún trabajo liviano, e incluso instarlos a que lo hagan, que animarlos a que se queden inactivos y ociosos. La mayor ayuda que se les podrá dar para la recuperación de la salud es ayudarlos a mantener activa la fuerza de voluntad para que despierte las facultades dormidas. Si se los separa del trabajo a los que han estado sobrecargados toda la vida, en nueve casos de cada diez ese cambio les hará daño.

Ese fue el caso de mi esposo. Se me mostró que el trabajo físico practicado al aire libre es preferible al que se lleva a cabo en habitaciones; pero si no es posible, un trabajo liviano practicado en recintos cerrados podría ocupar y distraer la mente, e impedir que se piense en los síntomas y pequeños malestares, y también alejar la nostalgia.­ 1T 567, 568 (1867).765 (Nota: Véase 2MS 352-355 respecto a la exitosa participación de Elena de White en la recuperación de su esposo.*)

Cuando los inválidos no tienen nada en que invertir su tiempo y atención, concentran sus pensamientos en sí mismos y se vuelven morbosos e irritables. Muchas veces se espacian en lo mal que se sienten, hasta figurarse que están mucho peor de lo que están y creer que no pueden hacer absolutamente nada.

En todos estos casos un ejercicio físico bien dirigido resultaría un remedio eficaz. En algunos casos es indispensable para la recuperación de la salud. La voluntad acompaña al trabajo manual; y lo que necesitan esos inválidos es que se les despierte la voluntad. Cuando la voluntad duerme, la imaginación se vuelve anormal y se hace imposible resistir la enfermedad.­ MC 183 (1905).

Muchas veces se solicitan oraciones por los afligidos, los tristes y los desalentados y esto es correcto. Debemos orar para que Dios derrame luz en la mente entenebrecida y consuele al corazón entristecido. Pero Dios responde a la oración hecha en favor de quienes se colocan en el canal de sus bendiciones. A la par que rogamos por estos afligidos, debemos animarlos a que hagan algo en auxilio de otros más necesitados que ellos. Las tinieblas se desvanecerán de sus corazones al procurar ayudar a otros. Al tratar de consolar a los demás con el consuelo que hemos recibido, la bendición refluye sobre nosotros.­MC 198 (1905).

Tengo algo que decirte. ¿No quisieras firmar el compromiso de que no debilitarás más el templo del Señor, ni lo dañarás trabajando cuando deberías descansar? Para tener los pensamientos adecuados y pronunciar las palabras convenientes debes darle descanso a tu cerebro. No dedicas suficiente tiempo a descansar. El cerebro y los nervios cansados se fortalecerían si introdujeras un cambio en este sentido. . .

Debemos descubrir la manera de disciplinarnos cuidadosamente, y rehusar hacer todo lo que debilite las fuerzas físicas, mentales y morales. Necesitas una mente clara y paciente, capaz de soportar todo lo que pueda surgir. Necesitas un gran apoyo de lo alto. Ejerce fe, y deja los resultados en las manos de Dios. Una vez que hayas hecho lo mejor posible, ten buen ánimo. Cree y manténte firme. El enemigo tratará de que hagas alguna maniobra que te lleve a la derrota, pero tú no puedes permitirte eso. No puedes darte el lujo de hacer movimientos descontrolados. Necesitas la influencia que conseguirás al manifestar sabiduría y discreción.­ Carta 121, 1904.

Se me mostró que los observadores del sábado como pueblo, trabajan demasiado sin permitirse cambios de actividad o períodos de descanso. La recreación es necesaria para los que se dedican al trabajo físico, y es más esencial todavía para aquellos cuya labor es principalmente mental. No es necesario, para la gloria de Dios o para nuestra salvación, mantener la mente ocupada en un trabajo constante y excesivo, aunque sea sobre temas religiosos.

Hay entretenimientos, como el baile, los naipes, el ajedrez, las damas, etc., que no podemos aprobar, porque el cielo los condena. Estos entretenimientos abren la puerta a un gran mal. No tienen una tendencia benéfica, sino que su influencia es excitante, y suscita en algunas mentes una pasión por esos entretenimientos que conduce a los juegos de azar y a la disipación. Todas estas diversiones deberían ser condenadas por los cristianos, y se debería ofrecer en su lugar algo totalmente inocuo.­ 1T 514 (1867).

El Señor ha conservado por gracia su vida para que Ud. trabaje en su obra. No quiere que trabaje por sí solo, separado del único poder que puede obrar con éxito para el cumplimiento de sus designios. Por lo tanto, no se queje, sino confíe, con la vista puesta en Jesús, el autor y consumador de su fe. No se apresure demasiado. Lo que pueda hacer, sin exigirle mucho a sus facultades físicas y mentales, hágalo, pero no crea que está obligado a asumir tantas responsabilidades y tareas hasta el punto de no poder conservar su alma en el amor de Dios. La viña es del Señor; la obra en cada una de sus ramas le pertenece, y él quisiera que Ud. trabaje de manera que se conserven sus facultades físicas, mentales y morales. Recuerde que está colaborando con los instrumentos celestiales. No permita que el enemigo tenga la menor participación en esta sociedad. Reciba sus órdenes de Dios, y no se desanime porque sólo puede hacer la obra de un instrumento finito. El Infinito obrará con su poder para darle eficiencia.

No crea que se le pide que haga lo imposible. Tampoco espere esto de los demás. Pablo puede plantar y Apolo regar, pero Dios da el crecimiento (1 Cor. 3: 6). "Desde el principio tú fundaste la tierra, y los cielos son obra de tus manos. Ellos perecerán, más tú permanecerás" (Sal. 102: 25, 26). "Todos ellos se envejecerán como una vestidura, y como un vestido los envolverás, y serán mudados; pero tú eres el mismo, y tus años no acabarán" (Heb. 1: 11, 12).­ Carta 86a, 1893.

Las víctimas de los malos hábitos deben reconocer la necesidad del esfuerzo personal. Otros harán con empeño cuanto puedan para levantarlos, y la gracia de Dios les es ofrecida sin costo; Cristo podrá interceder, sus ángeles podrán intervenir; pero todo será en vano si ellos mismos no resuelven combatirlos . . .

Al sentir el terrible poder de la tentación y la fuerza arrebatadora del deseo que lo arrastra a la caída, más de uno grita desesperado: "No puedo resistir al mal". Decidle que puede y que debe resistir. Puede haber sido vencido una y otra vez, pero no será siempre así. Carece de fuerza moral, y lo dominan los hábitos de una vida de pecado. Sus promesas y resoluciones son como cuerdas de arena. El conocimiento de sus promesas quebrantadas y de sus votos malogrados debilitan la confianza en su propia sinceridad, y le hacen creer que Dios no puede aceptarlo ni cooperar con él, pero no tiene por qué desesperar.­ MC 130, 131 (1905).

El éxito en cualquier actividad requiere una meta definida. Quien desee lograr verdadero éxito en la vida debe mantener constantemente en vista una meta digna de su esfuerzo. Esta es la que se propone hoy a los jóvenes.­ Ed 262 (1903).

El conocimiento de Dios se obtiene de su Palabra. El conocimiento experimental de la verdadera piedad, en diaria consagración y servicio a Dios, asegura el más alto desarrollo de la mente, el alma y el cuerpo; y esta consagración de todas nuestras facultades a Dios impide la exaltación propia. El impartimiento del poder divino honra nuestra sincera lucha en procura de sabiduría en el uso concienzudo de nuestras más elevadas facultades para honra de Dios y bendición de nuestros semejantes. Como todas estas facultades derivan de Dios y no son de creación propia, deberían ser apreciadas como talentos provenientes del Altísimo con el fin de ser empleados en su servicio.­ Ms 16, 1896.

El valor, la esperanza, la fe, la simpatía y el amor fomentan la salud y alargan la vida. Un espíritu satisfecho y alegre es como salud para el cuerpo y fuerza para el alma. "El corazón alegre es una buena medicina" (Prov. 17: 22, VM).­ MC 185 (1905).

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