85 CÓMO ACONSEJAR
Ojalá que haya hombres sabios y considerados, hombres
bien equilibrados, que sean consejeros seguros, que comprendan la naturaleza
humana, y que sepan cómo dirigir y aconsejar en el temor de Dios. 2MS 416
(1893).
Se necesitan pastores que, bajo la dirección del Príncipe de los pastores,
busquen a los perdidos y extraviados. Esto significa soportar molestias físicas
y sacrificar la comodidad. Significa tierna solicitud, compasión y tolerancia
divinas para con los que yerran. Significa tener un oído que pueda escuchar con
simpatía lamentables relatos de yerros, degradación, desesperación y miseria.
OE 192 (1915).
Como el médico trata con la enfermedad física, así también el pastor atiende al
alma enferma de pecado. Y su obra es tanto más importante que la del médico
cuanto es la vida eterna más valiosa que la existencia temporal. El pastor
tiene que vérselas con una interminable variedad de temperamentos; y es deber
suyo llegar a conocer a los miembros de las familias que escuchan sus
enseñanzas, a fin de determinar qué medios ejercerán sobre ellos la mejor
influencia para llevarlos en la debida dirección. OE 353 (1915).
Buscar a la gente donde está, no importa cuál sea su condición o posición, para
ayudarla de todas las maneras posibles; esto es el ministerio evangélico. Puede
ser necesario que los ministros vayan a los hogares de los enfermos y les
digan: "Estoy listo para ayudarlo y quiero hacer lo mejor que pueda. No
soy médico, pero soy pastor, y me gusta servir a los enfermos y
afligidos". Los enfermos del cuerpo casi siempre están también enfermos
del alma, y cuando el alma está enferma, el cuerpo lo está. Ms 62, 1900; (MM
238).
Los obreros del Señor necesitan el amor de Jesús que ablanda los corazones.
Viva todo pastor como hombre entre los hombres. Siguiendo métodos bien
regulados, vaya de casa en casa, llevando siempre el incensario de la fragante
atmósfera de amor del cielo. Anticipaos a los pesares, las dificultades y los
problemas de los demás. Entrad en el gozo y en los cuidados, tanto de los
encumbrados como de los humildes, de los ricos como de los pobres.Ev 256
(1897).
Los que carecen de experiencia necesitan ser conducidos por el sabio consejo
cuando pasan por tribulaciones o los asalta la tentación; pero se les debe
enseñar que el logro de las cosas espirituales les costará un esfuerzo
constante y bien orientado. Debemos repetir a menudo a los que acaban de
aceptar la fe: "Si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, pídala a
Dios, el cual da a todos abundantemente, y sin reproche, y le será dada"
(Sant. 1: 5). Estas palabras deben ser presentadas con el espíritu del Maestro,
que fue quien las dio, porque son de más valor que el oro, la plata o las
piedras preciosas.
Enséñeseles a los jóvenes discípulos que pongan sus manos en las de Cristo
diciendo: "Condúceme, guíame". Qué consuelo, esperanza y bendición
recibirán las almas necesitadas y perplejas si quieren buscar humildemente a Dios.
La condición es que en el día de la perplejidad acudan con fe, no dudando, en
procura de dirección. A todo sincero buscador de la bendición se le hace esta
promesa: "Tendrán respuestas llenas de gracia. Recibirán".
Debe darse a menudo la instrucción de que lo que Dios ha dicho nunca deja de
cumplirse. Es mejor confiar en el Señor que en los príncipes. Hay que enseñar a
cada alma que presente en oración sus peticiones ante el trono de Dios. Quien
lo haga ciertamente recibirá fortaleza y gracia, porque el Señor lo ha
prometido. Y sin embargo muchos se ven debilitados porque no creen que Dios
hará las cosas exactamente como lo ha dicho. Ms 19, 1894.
El padre es el legislador de su familia y, a semejanza de Abrahán, debe hacer
de la ley de Dios la regla de su hogar. Dios dijo de Abrahán: "Yo lo he
conocido, sé que mandará a sus hijos y a su casa" (Gén. 18: 19). En la
casa del patriarca no habría descuido culpable en cuanto a reprimir el mal; no
se verían favoritismos débiles, imprudentes e indulgentes, ni se sacrificarían
las convicciones respecto al deber en atención a afectos equivocados. No sólo
Abrahán daría buenas instrucciones, sino que conservaría la autoridad de las
leyes justas y rectas.
Dios ha dado reglas para nuestro gobierno. No se debe permitir que los niños se
aparten de la senda segura trazada en la Palabra de Dios, para ir por los
caminos peligrosos que existen por doquiera. Hay que refrenar los malos deseos
y reprimir sus malas inclinaciones bondadosamente, pero con firmeza, perseverancia
y oración. MC 303 (1905).
Ud. ha estado a la deriva en el mundo, pero la verdad eterna será su ancla.
Necesita proteger su fe. No obre por impulso ni albergue teorías vagas. Una fe
experimental en Cristo y la sumisión a la ley de Dios son de la mayor
importancia para Ud. Esté dispuesto a aceptar la opinión y el consejo de los
que tienen más experiencia. No se demore en emprender la tarea de vencer. Sea
leal consigo mismo, con sus hijos y con Dios. Su afligido hijo necesita que se
lo trate con ternura. Como padre, Ud. debe recordar que los nervios que pueden
vibrar de placer, también pueden vibrar como consecuencia del más agudo dolor.
El Señor identifica sus intereses con los de la sufriente humanidad. 4T 368
(1879).
[Algunos jóvenes] descubren demasiado tarde que han cometido un error, y que
han puesto en peligro su felicidad en esta vida y la salvación de sus almas. No
quisieron admitir que alguien, fuera de ellos, pudiese saber algo en cuanto al
asunto, cuando si hubiesen aceptado los consejos, se habrían ahorrado años de
ansiedad y penas. Pero son inútiles los consejos dados a aquellos que están
resueltos a hacer su voluntad. A tales individuos, la pasión los hace pasar por
encima de todas las barreras que puedan oponer la razón y el criterio. MJ 456
(1888).
Es de la mayor importancia que la persona elegida para atender los intereses
espirituales de los pacientes y sus colaboradores, sea un hombre de sano juicio
y de principios inconmovibles; que tenga influencia moral y que sepa tratar con
las mentes. Debe ser una persona sabia, culta, afectuosa e inteligente. Puede
ser que al principio no sea cabalmente eficiente en todos los sentidos; pero
debería prepararse, como consecuencia de la meditación ferviente y el ejercicio
de sus habilidades, para esta importante tarea. Se necesita la mayor sabiduría
y amabilidad para desempeñar este cargo. A la vez, su integridad debe ser
inconmovible, porque será necesario hacer frente a toda clase de prejuicios,
fanatismo y errores. 4T 546, 547 (1880).
Anoche se me llamó la atención sobre su caso, y yo hablé con Ud. como una madre
habla con su hijo. Le dije: "Hno.---------, no debería creer que es su
deber conversar con damas jóvenes acerca de ciertos temas, incluso si su esposa
está presente. Ud. les está sugiriendo la idea de que es perfectamente correcto
informar a los pastores acerca de los secretos y las dificultades de la
familia, secretos que deberían ser llevados ante Dios, quien comprende el
corazón, nunca comete errores, y juzga justamente. No escuche ninguna
información acerca de asuntos privados, sean familiares o individuales. Si
alguien se siente animado a acudir a un hombre para confiarle sus problemas,
creerá que es correcto continuar con esa costumbre, y esto será una trampa, no
sólo para la persona que informa, sino también para la persona a quien se le
hacen estas confidencias". Carta 7, 1889.
Las mujeres se han sentido atraídas por Ud. y se han visto inclinadas a
comunicarle sus problemas privados y sus frustraciones familiares. No debería
prestarles oído; en cambio, debería decirles que Ud. es sólo un mortal sujeto a
error; que Dios es su ayudador. Jesús conoce los secretos de todo corazón, y
las puede bendecir y consolar. Dígales que Ud. puede equivocarse, y que puede
fomentar el mal en vez de reprobarlo. Señáleles al "Cordero de Dios, que
quita el pecado del mundo". No obstante, si Ud. desea ayudar a sus
hermanos, aunque resulte difícil, puede cumplir su labor donde es más
necesaria, es a saber en favor de los que están cerrando la puerta a la luz del
cielo como consecuencia de su egoísmo y su codicia. Puede ser que no llegue a
tener tantos amigos, pero salvará almas. Carta 48, 1888.
No deje que las mujeres se sientan atraídas por Ud. Conserve la rectitud de su
alma y dígales que no es su confesor. Jesús es el único que debe enterarse de
los secretos del corazón. Ud. es sólo un ser humano, y desde un punto de visita
humano puede tomar decisiones equivocadas y dar consejos erróneos. Ms 59,
1900.
No veo nada provechoso, mi hermano, en que Ud. celebre reuniones sólo para
damas jóvenes. Que haya mujeres experimentadas para que eduquen y adiestren a
las jóvenes respecto de la mejor manera de conducirse y cómo ofrecer una
influencia apropiada. Que ninguna de ellas comparta con ningún hombre la
historia de su vida privada. Esta no es la voluntad de Dios, y Ud. no debería
fomentar nada que se le parezca. Carta 9, 1889.
Cuando tratemos de aconsejar o amonestar a cualquier alma en cuya experiencia
haya sobrevenido una crisis, nuestras palabras tendrán únicamente el peso de la
influencia que hayamos ganado con nuestro propio ejemplo y espíritu. Debemos
ser buenos antes que podamos obrar el bien. No podemos ejercer una influencia
transformadora sobre otros hasta que nuestro propio corazón haya sido
humillado, refinado y enternecido por la gracia de Cristo. Cuando se efectúe
ese cambio en nosotros, nos resultará natural vivir para beneficiar a otros,
así como es natural para el rosal producir sus flores fragantes o para la vid
sus racimos morados. DMJ 108, 109 (1896).
El ser humano se habría evitado ese largo período de trabajo y oscuridad, por
considerarlo como una gran pérdida de tiempo. Pero la Sabiduría infinita
determinó que el que había de ser el caudillo de su pueblo pasara cuarenta años
haciendo el humilde trabajo de pastor. Así desarrolló hábitos de atento
cuidado, olvido de sí mismo y tierna solicitud por su rebaño, que lo prepararon
para ser el compasivo y paciente pastor de Israel. Ninguna ventaja que la
educación o la cultura humanas pudiesen otorgar, podría haber sustituido a esta
experiencia. PP 254 (1890).
Ud. tiene algunos rasgos de carácter que lo descalifican para tratar
prudentemente con las mentes humanas. No obra de manera que esas mentes
consigan los mejores resultados. Carta 205, 1904.
Tratar con las mentes es la obra más hermosa a la que puedan dedicarse los
seres humanos. No todos están en condiciones de corregir a los que yerran. No
tienen la sabiduría necesaria para tratar con justicia, mientras siguen amando
la misericordia. No se sienten inclinados a ver la necesidad de mezclar el amor
y la tierna compasión con las fieles reprensiones. Algunos son innecesariamente
severos y no ven la necesidad de poner en práctica el consejo del apóstol:
"A algunos que dudan, convencedlos. A otros salvad, arrebatándolos del
fuego" (Jud. 22, 23). 3T 269, 270 (1873).
Un claro concepto de lo que es Dios y de lo que quiere que seamos, hará que
tengamos una humilde opinión de nosotros mismos. Los que estudien rectamente la
Sagrada Palabra descubrirán que el intelecto humano no es omnipotente; que sin
la ayuda que sólo Dios puede dar, la fortaleza y la sabiduría humanas no son
sino debilidad e ignorancia. 5T 24 (1882).
Dios quiere que todo individuo mire menos a lo finito, que dependa menos de los
hombres. Tenemos consejeros que dan evidencia de que no conocen la gracia de
Cristo y no entienden la verdad como es en Jesús.
Los colaboradores de Dios tienen una opinión humilde de sí mismos. No son
jactanciosos, no tienen suficiencia propia, no se ensalzan a sí mismos. Son
longánimes, bondadosos, llenos de misericordia y buenos frutos. La ambición
humana ocupa una posición subordinada en ellos. La justicia de Cristo los
precede, y la gloria del Señor es su retaguardia. TM 215, 216 (1895).
Cuando hemos procurado presentar la reforma pro salud a nuestros hermanos, y
les hemos hablado de la importancia de comer, beber y hacer para gloria de Dios
todo lo que hacen, muchos han justificado sus acciones diciendo: "A nadie
le importa si comemos esto o aquello; nosotros mismos hemos de soportar las
consecuencias de lo que hacemos".
Estimados amigos, estáis muy equivocados. No sois los únicos que habéis de
sufrir como consecuencia de una conducta errónea. En cierta medida, la sociedad
a la cual pertenecéis sufre por causa de vuestros errores tanto como vosotros
mismos. Si sufrís como resultado de vuestra intemperancia al comer o beber, los
que estamos a vuestro alrededor o nos relacionamos con vosotros, también
quedamos afectados por vuestra flaqueza. Hemos de sufrir por causa de vuestra
conducta errónea.
Si ella contribuye a disminuir vuestras facultades mentales o físicas, y lo
advertimos cuando estamos en vuestra compañía, quedamos afectados por ello. Si
en vez de tener espíritu animoso, sois presa de la lobreguez, ensombrecéis el
ánimo de todos los que os rodean. Si estamos tristes, deprimidos y angustiados,
y vosotros gozáis de salud, podríais tener una mente clara que nos mostrase la
salida y dirigiese una palabra consoladora. Pero si vuestro cerebro está
nublado como resultado de vuestra errónea manera de vivir, a tal punto que no
podéis darnos el consejo correcto, ¿no sufrimos acaso una pérdida? ¿No nos
afecta seriamente vuestra influencia?
Tal vez tengamos mucha confianza en vuestro juicio y deseemos vuestro consejo,
porque 801"en la multitud de "consejeros hay salud" (Prov.11:
14). Deseamos que nuestra conducta sea consecuente ante los que amamos y
anhelamos buscar el consejo que ellos nos puedan dar con mente clara. Pero ¿qué
interés tenemos en su juicio si su energía mental ha sido recargada hasta lo
sumo y la vitalidad se ha retirado del cerebro a causa del alimento impropio
que han puesto en su estómago, o de una enorme cantidad de alimento, aunque sea
sano? ¿Qué interés tenemos en el juicio de tales personas? Ellas lo ven todo a
través de una masa de alimentos indigestos. Por lo tanto, vuestra manera de
vivir nos afecta. Resulta imposible seguir una conducta errónea sin hacer
sufrir a otros. 1JT 182, 183 (1870).
Si llegaran a entrar en el ministerio quienes. . . son descuidados y bruscos al
tratar con las personas, manifestarían los mismos defectos de carácter, la
misma falta de tacto y habilidad, al tratar con las mentes. 5T 399 (1885).
Se me ha capacitado para decir con toda claridad las cosas a los que se
hallaban confundidos. No me atreví a hacer otra cosa que decirles la verdad,
porque se me había dado un mensaje para ellos. Carta 271, 1903.
Aprended a tratar con las mentes así como Cristo lo hizo. A veces hay que hablar
en forma dura, pero aseguraos que el Espíritu Santo de Dios mora en vuestro
corazón antes de pronunciar la verdad cortante; después de eso dejad que se
abra paso cortando. No sois vosotros los que debéis cortar. 2MS 425 (1894).
La simpatía y el tacto serán muchas veces de mayor beneficio para el enfermo
que el tratamiento más hábil administrado con frialdad e indiferencia. Positivo
daño hace el médico al enfermo cuando se le acerca con indiferencia y lo mira
con poco interés, manifestando con palabras u obras que el caso no requiere
mucha atención, y después lo deja entregado a sus cavilaciones. La duda y el
desaliento ocasionados por su indiferencia contrarrestarán muchas veces el buen
efecto de las medicinas que haya recetado. MC 188 (1905).
Si vemos a alguien cuyas palabras y actitudes ponen de manifiesto que se ha
separado de Dios, no lo acusemos. Nuestra obra no consiste en condenarlo sino
en acercarnos a él para ayudarlo. La parábola de la oveja perdida debería ser
un lema en cada casa. El divino Pastor deja a las noventa y nueve, y se va al
desierto a buscar a la que se ha perdido.
Hay espinas, pantanos y peligrosas hendeduras en las rocas, y el Pastor sabe
que si la oveja ha caído en alguno de esos lugares, una mano amiga tiene que
sacarla de allí. Cuando encuentra a la perdida, no la cubre de reproches. Se
alegra de haberla encontrado viva. Cuando escucha a la distancia sus balidos,
hace frente a cualquier dificultad para poder salvar a su oveja del pantano;
con ternura la pone en sus hombros y la lleva de vuelta al redil. El Redentor,
puro y sin pecado, lleva en sus brazos al pecador, al impuro. Ms 17, 1895.
La simpatía es buena, si se la imparte con sabiduría, pero debe dársela
juiciosamente, con el conocimiento de que el objeto de ella la merece. ¿Qué
diremos de recibir consejo? "Trata tu causa con tu compañero y no
descubras el secreto a otro. No sea que te deshonre el que lo oyere. . .
Manzana de oro con figuras de plata es la palabra dicha como conviene. Como
zarcillo de oro y joyel de oro fino, es el que reprende al sabio que tiene oído
dócil".
Cuando podemos relacionarnos para ayudarnos a ir al cielo, cuando la
conversación se explaya en las cosas divinas y celestiales, entonces vale la
pena conversar; pero cuando se concentra en el yo y en las cosas terrenales y
sin importancia, el silencio es oro. El oído obediente recibirá la reprensión
con un espíritu susceptible de recibir enseñanza. Sólo entonces nuestra
relación con los demás resultará beneficiosa, y cumplirá el propósito que Dios
desea que lleve a cabo. Cuando se cumplen aspectos de la instrucción divina, el
sabio reprensor cumple su deber, y el oído obediente escucha con un propósito
definido y resulta beneficiado. HHD 168 (1893).
Siempre habrá cosas que molesten, que causen perplejidad y pongan a prueba la
paciencia. . . Debemos estar preparados para esto y no ponernos nerviosos ni
perder el equilibrio. Debemos mantenernos tranquilos y amables, no importa qué
ocurra. . . Siempre debemos tener en cuenta que estamos tratando con hombres y
mujeres cuyas mentes están enfermas, y con frecuencia ven las cosas desde un
ángulo torcido y, sin embargo, creen que entienden todo perfectamente. 3T 182
(1872).
Los ministros deberían tener cuidado de no esperar demasiado de gente que todavía
está andando a tientas en las tinieblas del error. . . Deberían ser pacientes y
sabios al tratar con las mentes, recordando cuán diversas son las
circunstancias que han contribuido a desarrollar esos diferentes rasgos en los
individuos. 4T 262 (1876).
La primerísima obra que tienen que hacer, mis hermanos, es asegurarse de que la
bendición de Dios está en sus corazones. Entonces lleven esa bendición a sus
hogares, dejen a un lado la crítica, venzan sus modales exigentes, y dejen que
prevalezca una actitud de alegría y amabilidad. Así, llevarán a la oficina la
atmósfera del hogar, y la paz del cielo envolverá sus almas. Doquiera reina el
amor de Jesús, hay piadosa ternura y consideración por los demás. La más
preciosa tarea a la que pueden dedicarse mis hermanos es la de cultivar un
carácter semejante al de Cristo. 5T 558, 559 (1889).
El que trate de aplacar su sed en las fuentes de este mundo, bebe tan sólo para
tener sed otra vez. Por todas partes, hay hombres que no están satisfechos.
Anhelan algo que supla la necesidad del alma. Un solo Ser puede satisfacer esta
necesidad y dar al mundo lo que necesita: "el Deseado de todas las
gentes", Cristo. La gracia divina, que él solo puede impartir, es como
agua viva que purifica, refrigera y vigoriza al alma. DTG 157 (1898).
Un juicio iluminado nos obliga a reconocer que las cosas celestiales son
superiores a las de la tierra, y sin embargo el depravado corazón del hombre lo
induce a darle prioridad a las cosas de este mundo. A las verdades de la Sagrada
Escritura les son mezcladas las opiniones de los grandes hombres y las teorías
de la falsamente llamada ciencia. RH, 24 de noviembre de 1891.
Acudan a Dios con todas sus necesidades. No vayan a otro con sus pruebas y
tentaciones; sólo Dios puede ayudarlos. Si cumplen las condiciones implícitas
en las promesas del Señor, éstas se cumplirán en ustedes. Si sus mentes están
fijas en el Altísimo, no pasarán del éxtasis al valle del desaliento cuando
sobrevengan las pruebas y tentaciones. No hablarán con los demás acerca de
dudas y sombras. No dirán: "No sé nada de esto ni de aquello. No me siento
feliz. No estoy seguro de que tengamos la verdad". No lo harán, porque
tendrán un ancla segura y firme para el alma.
Cuando hablamos acerca de desánimo y tinieblas, Satanás escucha con regocijo
infernal, porque le agrada saber que nos ha sometido a su servidumbre. No puede
leer nuestros pensamientos, pero puede ver nuestras acciones y oír nuestras
palabras; y gracias a su amplio conocimiento de la familia humana, puede
adaptar sus tentaciones para sacar provecho de las debilidades de nuestros
caracteres. Y cuán a menudo le permitimos que descubra el secreto de cómo
lograr la victoria sobre nosotros. ¡Oh, si pudiéramos controlar nuestras
palabras y nuestros actos! Cuán fuertes llegaríamos a ser si nuestras palabras
fueran de tal naturaleza que no nos avergonzáramos de ellas cuando veamos su
registro en el día del juicio. Cuán diferente serán en el día de Dios de lo que
nos parecían cuando las pronunciamos. RH, 19 de mayo de 1891.
Se encuentra entre nosotros el gran Consejero de los siglos, invitándonos a
poner su confianza en él. ¿Nos apartaremos de él para buscar a vacilantes seres
humanos que dependen totalmente de Dios, igual que nosotros? ¿Tan por debajo de
nuestros privilegios hemos caído? ¿No hemos sido culpables de esperar demasiado
poco, al punto de no pedir lo que Dios anhela darnos? RH, 9 de junio de 1910.
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