Lección 3:
EL SEÑOR REINA
Las deidades del Antiguo Cercano Oriente tenían formas y tamaños muy diversos. Las imágenes idolátricas abundaban entre los vecinos politeístas del antiguo Israel, y en el Antiguo Testamento se presentan como una amenaza constante para su religión monoteísta (Éxo. 20:3; Deut. 6:4). El culto de Israel era anicónico, es decir, carecía completamente de imágenes de Dios, ya que estaba basada en el Mandamiento que prohíbe las imágenes esculpidas (Éxo. 20:4-6). A lo largo de la historia de Israel, se produjeron varios reavivamientos religiosos que pretendían reformar al pueblo mediante la destrucción de ídolos paganos (por ejemplo, 2 Rey. IS^).1 Estas reformas fueron iniciadas por los profetas del Antiguo Testamento que lucharon contra la amenaza de la idolatría (Amos 5:26; Ose. 9:10; Isa. 46:1; Jer. 25:6; Eze. 8:14). Este peligro espiritual estuvo presente desde la conquista de Canaán, cuando Israel no pudo, o no quiso, eliminar las deidades paganas de la tierra (Jos. 23:7-16; 24:15; 2 Rey. 17:5-17).
La Biblia menciona una serie de dioses extranjeros que eran adorados en los tiempos bíblicos.2 Entre ellos se encuentra Asera, la diosa-madre canaaea (1 Rey. 18:19), cuyo nombre también puede referirse a un objeto de culto parecido a un árbol (Deut. 16:21).
Baal es probablemente el dios extranjero más frecuentemente mencionado en el Antiguo Testamento (unas noventa veces) y se refiere al dios cananeo de la tormenta. También era conocido como Baal-Hadad y a menudo se lo representaba blandiendo una lanza de rayos con una mano y levantando un garrote por encima de su cabeza con la otra, que representaba al trueno (ver la figura 1). Se lo solía representar de pie sobre las montañas, la morada del panteón cananeo. Las referencias a Baal en el Antiguo Testamento suelen ser de carácter negativo y evidencian el problema del sincretismo.
Figura 1. La estela de "Baal au foudre" [Baal en la nube], en el museo del Louvre, París.
Esta cuestión suscitó incluso una respuesta en poesía. El Salmo 29 parece estar inspirado en un himno cananeo a Baal, el dios de las tormentas, pero "sirve más bien como una polémica dirigida contra la mitología cananea, demostrando la supremacía monoteísta de
YHWH sobre todos los dioses de Canaán"3 Las siete referencias a la "voz del Señor" (Sal. 29:3-9) demuestran la superioridad de Dios, ya que "hace que los montes Líbano y Sirión salten como becerros, como búfalos pequeños" (RVC). "Sirión", en este versículo, es el nombre cananeo del monte Hermón, un claro ataque literario contra la religión cananea, que ve las montañas como la morada inamovible de los dioses, y especialmente de Baal.
Luego están Adramelec (2 Rey. 17:31), Astarot (1 Rey. 11:5), Bel (Jer. 51:44), Quemos (1 Rey. 11:7), Dagón (1 Sam. 5:2), Merodac/Marduk(Jer. 50:2), Milcom (1 Rey. 11:5), Moloc (Lev. 20:2), Nebo (lsa. 46:1), Nergal (2 Rey. 17:30), Nisroc (Isa. 37:38), Tamuz (Eze. 8:14); la lista es interminable. El proceso de fabricación de estos dioses en forma de ídolos de madera se detalla en las Escrituras, señalando lo absurdo de que los humanos fabriquen sus propios dioses a partir de una parte del mismo trozo de madera que queman para calentarse (Isa. 44:9-20).
La fabricación de ídolos es el resultado de la tendencia humana de crearse dioses para sí mismos y a su propia imagen. Esto deja a la humanidad con dioses sin valor, que -al igual que sus adoradores- se enzarzan en batallas sangrientas entre sí, actúan caprichosamente cuando son molestados por los humanos y esperan ser apaciguados con sacrificios humanos.
Quizá deberíamos dejar que Dios se presente por sí mismo en vez de imaginarlo a nuestra imagen y semejanza. El libro de Salmos está lleno de metáforas con las que Dios se ha revelado para ayudarnos a comprenderlo. Estas representaciones responden a la necesidad humana de ver, ayudándonos a visualizar ¡o invisible por medio de la analogía. Los eruditos han observado que "todo, o casi todo, el lenguaje utilizado por la Biblia para referirse a Dios es metáfora",2 señalando el hecho de que las imágenes a menudo comunican ideas mejor que las palabras.
Un estudio de las metáforas divinas en Salmos revela que existen más de quinientos casos de discurso metafórico sobre Dios, que pueden dividirse en diecisiete categorías principales:
Destacaremos tres metáforas de Dios que aparecen con frecuencia en Salmos. Son cruciales para comprender quién es Dios y cómo se relaciona con sus criaturas. Las metáforas de Dios como Creador, Rey y Juez se relacionan con el pasado, el presente y el futuro; con nuestros orígenes, nuestra relación actual con Dios y nuestro destino final.
Distribución general de las metáforas de Dios en Salmos
La imagen de Dios como Creador (Gén. 1) no parece ser una metáfora, ya que esto es lo que Dios es desde el principio de la Escritura. Sin embargo, en Salmos, "La creación como tema recurrente generalmente sirve para subrayar muchos aspectos de la actividad divina, tales como la elección de Israel, el éxodo, el salvamento del peligro para el salmista, y la permanente providencia de Dios para su creación y la conservación de esta".5 Por lo tanto, el poder creador de Dios va más allá del acontecimiento histórico de la Creación y sigue aplicándose metafóricamente a acontecimientos importantes como el Éxodo (Sal. 136; 78), la creación de Israel como pueblo (Sal. 95), e incluso a la formación de cada individuo en el vientre de su madre (Sal. 139).
Además de estos acontecimientos creativos metafóricos, también se describe a Dios como el sustentador de la creación. El Salmo 65 presenta una descripción particularmente rica de Dios como Creador al proveer lluvia y fertilidad sobre la tierra. Luego de una alabanza en el Santuario (Sal. 65:1-4), que establece un interesante vínculo entre la creación, las provisiones de Dios y el Día de la Expiación (Lev. 16), sigue una descripción de Dios como Creador en general (Sal. 65:5-8), y sus provisiones para la tierra de Israel en particular (Sal. 65:9-13). En última instancia, las disposiciones de Dios tienen por objeto la expiación, porque todo lo que él hace desde la Creación hasta la recreación sirve al propósito de reconciliarnos con él.3
Cuando pregunto a mis alumnos si Dios es Rey, las respuestas "sí" y "no" tienden a empatar. Aunque Dios es el Rey de Reyes (Apoc. 17:14), no es como los reyes humanos que conquistan otras naciones y explotan a sus súbditos. Ese no es el objetivo de la metáfora, que compara lo Infinito (Dios) con algo finito (rey). Aunque las posibilidades y limitaciones de la comparación (por ejemplo, aunque Dios es digno de ser servido, no exige nuestro servicio) crean nuevos significados, e incluso nuevas interpretaciones de la realeza humana. Los reyes israelitas debían modelar su reinado de acuerdo con el ejemplo ideal de Dios como Rey, y no según los reyes de las naciones circundantes. Cuando Israel le pide a Samuel que les dé un rey como los de todas las demás naciones (1 Sam. 8:5), Dios le ordena que les pinte un cuadro funesto de la realeza humana, con todas sus extorsiones y explotaciones (vers. 10-18). Moisés ya había previsto este momento y, bajo inspiración, había delimitado los derechos y los deberes de un rey (Deut. 17:14-20).
El Salmo 72 es una hermosa oración del rey David, ofrecida poco antes de su muerte, cuando había nombrado a Salomón, su hijo, como corregente del reino (cf. 1 Rey. 1). Su oración proporciona un modelo ideal para el reinado de Salomón: "Él juzgará a tu pueblo con justicia" (Sal. 72:2); "hará justicia a los pobres" (vers. 4, NVI); proporcionará abundancia y estabilidad a la tierra (vers. 5, 6); y, como consecuencia, en su reinado "florecerá el justo" (vers. 7, RVA 2015). Así, Dios extendería el dominio del rey (vers. 8-11) porque se ocupa de los "menesterosos" y los "afligidos" (vers. 4, 12). Los versículos 12 al 14 están dedicados al esfuerzo del rey por resolver las aflicciones de los pobres. Esto no solo extiende su territorio sino también su longevidad, de modo que sus súbditos lo bendigan porque él es una bendición para ellos (vers. 15-17).
La oración debe leerse considerando el trasfondo de los llamados salmos reales (Sal. 93; 96-99), que describen a Dios en su majestad como un rey digno de nuestro servicio y alabanza. Es nuestro protector y proveedor; nos eleva y nos sustenta en nuestra vida cotidiana. Él gobierna en nuestros corazones y se sienta en el trono de nuestras mentes: la vida bajo su gobierno es buena. La terrible alternativa es servir al "príncipe de este mundo" (Juan 12:31), que es el "dios de este siglo" (2 Cor. 4:4): Satanás.
Dios como Juez es posiblemente una de las imágenes más incómodas de Dios, especialmente desde la perspectiva de una cosmovisión occidental moderna. ¿Cuántas veces nos lanzamos un "¡No me juzgues!" para evitar cualquier forma de crítica (a veces incluso justificada)? Por lo tanto, visualizar a Dios como Juez parece implicar una deidad severa que solo espera a que nos pasemos de la raya para imponernos un castigo justo pero severo. A la cultura popular no le gusta el Dios del Antiguo Testamento como Juez.4 El salmista entendía al Juez Divino de otra manera, y el Salmo 7 permite entender mejor a Dios como Juez: el salmista describe a Dios como un "Juezjusto" (vers. 11), que juzgará al salmista de acuerdo a su "integridad" (vers. 8). Esta no es impunidad, sino justicia basada en la "justicia" de Dios (vers. 9, 17). Él es el escudo del salmista (vers. 10), que vindica a las viudas (Sal. 68:5), a los oprimidos (Sal. 76:9) y a los pobres (Sal. 72:2).
PESHER - Seguridad de la salvación
C. S. Lewis señala la diferencia entre la imagen que el salmista y el cristiano tienen de Dios como Juez: "Los antiguos judíos, como nosotros, pensaban en el juicio de Dios en términos de un tribunal de justicia terrenal. La diferencia estriba en que el cristiano se imagina el caso que ha de juzgarse como un caso penal con él mismo en el banquillo de los acusados, mientras que el judío se lo imagina como un caso civil siendo"él mismo el demandante. Uno espera la absolución o, más bien, el perdón; el otro, en cambio, espera un triunfo resonante con cuantiosas indemnizaciones".5
Con demasiada frecuencia nos vemos a nosotros mismos como acusados, y olvidamos que tenemos un Abogado que intercede en nuestro favor y que el Juez es nuestro Padre celestial (Dan 7:9,10,13,14; Rom. 8:34). Estas son las buenas nuevas del juicio investigador y final: nuestra justicia se basa en la justicia de Cristo y nuestra seguridad de salvación se encuentra en sus méritos, no en los nuestros. Según una encuesta mundial entre los adventistas del séptimo día, el 70 por ciento indicó que no tiene seguridad de salvación.6 Tal vez necesitemos revisar nuestra imagen de Dios como Juez mientras anhelamos esta bendita seguridad.7
De hecho, las tres imágenes de Dios -Creador, Rey y Juez- contribuyen a esta seguridad de la salvación. Él nos ha creado con un plan, un plan de salvación, y continúa usando su poder para actuar maravillosamente en nuestra vida. Él es nuestro sustentador y protector, digno de alabanza y servicio. Él es nuestro Redentor, que pagó el precio que legalmente nosotros debíamos pagar a través de la sangre de su Hijo en la Cruz. Él nos vindicará contra toda acusación.
A menudo reducimos el segundo Mandamiento (Éxo. 20:4-6) a la fabricación de ídolos. Sin embargo, va mucho más allá de lo físico, pues incluye las imágenes mentales de quién es Dios y cómo se supone que actúa. Podemos verlo como un padre enfadado, un rey exigente o un juez implacable. Podemos verlo como el abuelito anciano que todo lo perdona, que aprueba nuestras acciones más equivocadas, llegando incluso a santificar nuestras atrocidades más viles (pensemos en las Cruzadas, los pogromos y los holocaustos que se llevaron a cabo a lo largo de la historia "en nombre de Dios"). Así, en última instancia, lo creamos a nuestra propia imagen.
¿Cuál es tu imagen de Dios? Karl Barth (1886-1968), un teólogo reformado suizo que influyó enormemente en la teología protestante del siglo XX, abogó por regresar a la Biblia. La gran estima que la Reforma tenía por la Palabra de Dios contrastaba con la visión crítica imperante en su tiempo. Su teología fue descrita posteriormente como neo-ortodoxia.
Aunque no estoy necesariamente de acuerdo con todo lo que Barth enseñó, la historia de su vida es un testimonio inspirador del poder transformador de la Palabra de Dios. Él volvió a considerar las Escrituras como la Palabra de Dios en una época en la que la Biblia había quedado resumida a una colección de antiguos documentos humanos. Dios había sido hecho a imagen y semejanza de la humanidad, sin poder alguno para intervenir sobrenaturalmente en la historia (como la división del Mar Rojo durante el Éxodo, por ejemplo).
Poco después de terminar sus estudios de doctorado, Barth fue pastor de una pequeña iglesia de pueblo en el norte de Suiza, a la que acudían principalmente familias de clase trabajadora. Allí se dio cuenta de que el Dios del protestantismo liberal y crítico había quedado sintetizado a una deidad pasiva que no tenía nada significativo que decir a sus feligreses en sus afanes de la vida cotidiana. Durante ese tiempo, Barth escribió un comentario sobre la Epístola a los Romanos en el que acuñó una de sus frases distintivas, describiendo a Dios como el "totalmente otro",11 lo que apunta a la completa alteridad de Dios. En otras palabras, mientras que la alta crítica había sometido a Dios a la humanidad, Barth quería reconducir a la gente a un Dios soberano, un Dios que no se ajusta a nuestras expectativas y conceptos formulados sobre él.
Los salmistas de hace tres mil años comprendieron esta verdad, y dejaron que Dios hablara por sí mismo a través de su revelación de imágenes, tan divergentes como la anterior lista de metáforas. Sin embargo, retratan a un Dios que es Señor de nuestro pasado, presente y futuro, digno de ser servido y de que confiemos en él, fiel en sus interminables misericordias.
Creados a su imagen.
Miro a mis tres
sino también a su mamá.
Luego ellos se ven
cada uno de ellos
tal como son,
convirtiéndose en sus propias personas.
Necesito dejarlos ir para que encuentren su camino.
No puedo hacerme
una imagen de mis hijos,
pero puedo orar
para que con cada día
se conviertan a la imagen de Dios.
-Martin G. Klíngbeil
1 Las reformas religiosas de Ezequías recientemente encontraron un eco en el registro arqueológico, cuando en 2016 se descubrió un santuario pagano desacrado en Laquís, en el sur de Israel, de la época del Rey de Ezequías. Ver Saar Ganor y Igor Kreimerman, "An Eíghth-Century B.C.E. Gate Shrine at Tel Lachish, Israel", Bulletin of the American Schools of Oriental Research, vol. 381, N° 3 (Mayo 2019): pp. 211-236.
Klingbeil, "Psalms 1-75", p. 140.
2 George B. Caird, The Language and Imagery ofthe Bible (Filadelfia, Pennsylvania: Westminster, 1980), p. 18.
Richard M. Davidson, Ta creación en los Salmos: el salmo 104", en "El dijo y fue hecho": La creación en el Antiguo Testamento, editado por Gerald A. Klingbeil (Libertador San Martín: Editorial UAP, 2017), p. 101.
3 B. J. Parker, "The Restoration of Shalom: An Intertextual Reading of Leviticus 16 and Psalm 65", Evangellcal Quarterly, vol. 87, N° 3 (2015): pp. 252-263; ver también Klingbeil, "Psalms 1-75", pp. 265-269.
4 Paul Copan y Matthew Flannagan, Did God Really Command Genocide? Coming to Terms With theJustice of God (Grand Rapids, Michigan: Baker Books, 2014).
5 C. S. Lewis, Reflections on the Psalms (New York: HarperCollins, 2017), p. 10.
6 "Three Strategic Issues: A World Survey" (Institute of World Mission, Andrews University, 2002).
7 Por una breve guía bíblica acerca de la seguridad de la salvación, ver "Cer-tainty in an Uncertain World?", https://www.adventistbiblicalresearch.org/ wp-content/uploads/Certa¡nty-¡n-an-Uncertain-World_0.pdf.
Karl Barth, Carta a los Romanos (Madrid: Biblioteca de Autores Cristianos, 2002), p. 339.
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