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Lección 4: EL SEÑOR OYE Y SALVA | El Libro de Salmos | Sección maestros

 

Lección 4:

EL SEÑOR OYE Y SALVA

RESEÑA

Texto clave: Salmo 34:17

El salterio es un libro de oración. Sea cual fuere el tema (alabanza, lamento, la esperanza mesiánica, el Reino de Dios o la historia de la Redención), los salmistas manifiestan una fuerte confianza en el Señor. Más allá de sus necesidades o circunstancias, confían en que el Creador permanecerá con ellos. La semana pasada examinamos la supremacía de Dios y la manera en que, como Soberano divino, se lo describe en Salmos; es decir, como nuestro Creador, Rey y Juez. Estas descripciones, y las declaraciones de fe que emanan de ellas, inspiran en los salmistas la confianza de creer que Dios librará a sus hijos de cualquier circunstancia difícil. Analicemos detenidamente e interioricemos esta maravillosa seguridad. Prepárate para compartir con los miembros de tu clase el entusiasmo que genera esta esperanza.

COMENTARIO

Dios escucha

El salmista suplica constantemente al Señor que lo escuche. Varios salmos comienzan con un clamor para que Jehová lo escuche: Salmos 4:1; 13:3; 17:1; 27:1; 28:2; 54:2; 55:2; 60:5; 61:1; 64:1 86:1; 102:1; 108:6; 130:2; 140:6; 142:6; 143:1. En estos cantos, el salmista suplica constantemente al Señor que lo escuche. En estos cánticos, el salmista clama a Dios con el corazón lleno de dolor: “Señor, Dios Todopoderoso, oye mi oración; escucha, Dios de Jacob” (Sal. 84:8; énfasis añadido). En sus oraciones, los salmistas insisten en que se los escuche (Sal. 30:10; 38:16; 39:12; 66:16; 69:13, 16, 17; 119:145, 149). Claman con la seguridad de que “el Señor los escucha, y los libra de todas sus angustias” (Sal. 34:17).

En ocasiones, los autores de los salmos afirman que Dios ha escuchado sus quejas y sus necesidades (Sal. 22:24; 28:7; 31:22; 34:4; 40:1; 66:19; 116:1; 120:1): “Con mi voz clamé a Dios, a Dios clamé, y él me escuchará” (Sal. 77:1). Recordar las respuestas de Dios a la oración en el pasado fortalece a los salmistas en la seguridad de que él les responderá ahora y en el futuro. Con plena confianza de una respuesta divina, los salmistas afirman repetidamente que el Señor responderá sus oraciones (Sal. 4:1; 6:8, 9; 10:7; 17:6; 65:2). Nos aseguran que Dios está disponible para escuchar nuestras oraciones mañana, tarde o noche (Sal. 5:3; Sal. 55:17). La experiencia ha demostrado que, aunque la familia les falle, Dios escuchará su clamor (Sal. 106:44).

“Oír, escuchar” (del hebreo shamah) significa algo más que percibir la voz o registrar un sonido. En el contexto del Señor como oyente, la palabra oír, o escuchar, también significa actuar. Es decir, podemos confiar en que Dios actuará en favor de su pueblo en respuesta a sus oraciones. Cuando Israel estaba esclavizado en Egipto, el Señor “oyó” (Éxo. 2:24), y los liberó. El libro de Salmos es una invitación a que tengamos este mismo nivel de confianza.

Dios se preocupa

En el libro de Salmos, se presenta al Señor como un Rey poderoso, dispuesto a luchar por su pueblo. Al mismo tiempo, también se lo describe como un Dios bondadoso y amoroso que cuida de los que creen en él. Se utilizan varias imágenes para retratar el tierno cuidado de Dios. Se describe a Dios como un tierno pastor que cuida de sus indefensas ovejas (Sal. 23). Como su Pastor, él les proporciona todo (Sal. 23:1): descanso, alimento y agua (Sal. 23:2); consuelo y conducción (Sal. 23:3); su presencia al pasar por el valle de sombra de muerte (Sal. 23:4); abundancia (Sal. 23:5); y bondad y misericordia (Sal. 23:6).

El salmista también utiliza la figura de un ave, que protege a sus pichones bajo sus alas, para retratar el cuidado vigilante de Dios (Sal. 91:1, 4). Dios, nuestro Guardián, está siempre atento a las necesidades de sus hijos (Sal. 121:4). Es como un padre que se compadece de sus hijos (Sal. 103:13) y también es el Protector de los huérfanos. Sin embargo, el amor y la protección de Dios trascienden incluso los lazos de amor humanos y paternos: “Aunque mi padre y mi madre me dejaran, el Señor me recibirá” (Sal. 27:10).

¡Qué tiernas descripciones de la solicitud de Dios por cada uno de nosotros! Que esas imágenes nos inspiren a apoyarnos plenamente en él y a confiar en su cuidado en todos los aspectos de nuestra vida.

Dios es nuestro refugio

La Biblia no abunda en el uso de adjetivos. Para compensar esta escasez de modificadores, los poetas hebreos dependen en gran medida de las comparaciones para articular sus ideas, y utilizan una amplia gama de ricas metáforas para expresar, por ejemplo, cómo Dios protege a sus seguidores en un mundo complicado: “Porque tú eres mi refugio, torre de fortaleza ante el enemigo” (Sal. 61:3). Dediquemos un breve momento a considerar las connotaciones de las imágenes específicas de estas comparaciones:

1. Refugio (Sal. 61:3; 143:9). Esta imagen sugiere un lugar seguro en medio de la guerra, un refugio contra la tormenta y el calor.

2. Torre (Sal. 61:3). En tiempos bíblicos, las torres tenían un significado mucho más fuerte, como salvaguardia, que en la actualidad. En tiempos de guerra o persecución, el pueblo se escondía en una torre, como en los casos de Gedeón (Juec. 8:17) y Abimelec (Juec. 9:50-52). Salmo 18:1 y 2 ofrece una compilación de otras metáforas aplicadas a Jehová, extraídas del resto del salterio:

3. Fuerza (18:1, NTV). Este término alude a la idea de firmeza, como en aquel que es nuestro apoyo (Dios).

4. Roca. En hebreo, este término solía referirse a una gran piedra en un acantilado que protegía de los ataques. El remanente de Benjamín huyó y se escondió en la Roca de Rimón (Juec. 20:47). Así, se salvaron de la aniquilación.

5. Una fortaleza. Las fortalezas eran puestos militares pequeños y bien defendidos. Josafat construyó muchas de estas fortalezas en la tierra de Judá para proteger su reino (2 Crón. 17:12).

6. Un escudo. Esta pieza de armadura era la mayor defensa del soldado en el campo de batalla (ver también Sal. 114:2).

7. Alto refugio. Símbolos de seguridad, las fortalezas eran estructuras defensivas construidas en las montañas (Juec. 6:2) o en el desierto (1 Sam. 23:14, 19).

Imaginemos cómo se podrían reinventar estas imágenes en términos modernos para ayudarnos a comprender el cuidado y la protección que Dios nos brinda en la actualidad. Sin duda, el Señor nos ofrece su protección, día a día, en medio de los peligros de este mundo.

Dios es nuestro Defensor

Dios es nuestro Vindicador, Abogado y Paladín. Esta imagen procede obviamente del ámbito jurídico (Job 5:4) y se emplea principalmente en el contexto de la viuda y el huérfano. El libro de Job y Salmos describen al Señor como el Defensor de las viudas y los huérfanos (Sal. 68:5; del hebreo dayin, que significa “juez”). Dayin está emparejado con “mi derecho y mi causa” (Sal. 9:4), o en paralelo con el juicio, como en Salmo 76:8, donde se describe a Dios como el Defensor de los necesitados y los oprimidos (Sal. 10:17, 18; comparar con Deut. 10:18; Sal. 10:14). Dios es alabado por los pobres (Sal. 74:21), porque “no menosprecia ni desdeña la aflicción del angustiado, ni de él esconde su rostro. Cuando clama a él, lo escucha” (Sal. 22:24). Jehová siempre defiende al oprimido (Sal. 72:4; 103:6; 146:7).

Dios, nuestro Libertador

Todos los términos y las metáforas que hemos considerado describen diversos aspectos de la protección y el cuidado que tiene Dios sobre sus seguidores. De allí que el Señor sea llamado nuestro Libertador. Cuatro veces se lo llama Libertador en el libro de Salmos:

1. Salmo 18:2 menciona a Dios como Libertador en el contexto de las luchas del salmista contra sus enemigos. Como hemos visto, este cántico describe al Señor como un poderoso Guerrero.

2. Salmo 40:17 habla de la liberación del pecado. David reconoce la aplastante realidad de que “me han rodeado males sin número. Me han alcanzado mal[1]dades” (Sal. 40:12).

3. El salmista invoca a su Libertador (Sal. 70:5) cuando es atacado por quienes buscan su vida y desean hacerle daño.

4. En Salmo 144, el salmista pide a su Libertador (Sal. 144:2) que lo rescate de aquel “cuya boca habla vanidad y cuya diestra es diestra de mentira” (Sal. 144:8).

Como muestran los salmos, Dios quiere librarnos de nuestros pecados, ansiedades y problemas con otras personas. Por eso, en el sentido más amplio de la palabra, Jesús es nuestro Salvador.

Ayuda desde el Santuario

El propósito de nuestro estudio de esta semana no es simplemente admirar las proezas literarias y el arte de los salmistas. Más que el placer que nos brindan esas imágenes tan ingeniosas, las figuras y las metáforas de los salmos nos ofrecen una visión profunda de la obra de Dios en la redención de la humanidad. David dice: “Con mi voz clamo al Señor, y él me responde desde su santo monte [su Santuario]” (Sal. 3:4); y “él oyó mi voz desde su templo” (Sal. 18:6). De esta manera, la obra de liberación de Dios y su tierno cuidado vigilante comienzan con su obra por nosotros en el Santuario celestial.

Varios momentos clave del libro de Salmos nos enseñan que el Señor obra en favor de los seres humanos en su centro celestial de operaciones (ver Sal. 11:5, 6; 20:2; 29:9; 33:13, 14; 60:6; 68:35; 96:1-13; 102:20, 21; 150:1-6). Tras un estudio de estos pasajes, junto con otros textos del Antiguo Testamento relacionados con el Santuario, Elias Brasil de Souza afirma: “El Santuario celestial también se describe como un lugar de culto donde los seres celestiales adoran a Jehová, fuente de ayuda, y lugar de expiación, donde se conceden la purificación y el perdón” (“The Heavenly Sanctuary/Temple Motif in the Hebrew Bible: Function and Relationship to the Earthly Counterparts” [Tesis doctoral, Universidad Andrews, 2005], p. 358).

Nuestro Defensor y Libertador escucha desde su santo monte y obra en nuestro favor. Mayormente, como adventistas del séptimo día, cuando oímos la expresión “Santuario celestial” solemos pensar en el Día de la Expiación y en el Juicio Preadvenimiento. Por supuesto, eso es fundamental para la “verdad presente”. Al mismo tiempo, debemos esforzarnos por centrarnos en la obra del perdón, la defensa, el cuidado y la protección que nuestro Señor nos ofrece desde el Lugar Santísimo del Santuario celestial, incluso antes de que finalice su obra en el Día de la Expiación. La obra de intercesión sacerdotal de Cristo en nuestro favor es esencial. Todo el Cielo está comprometido con nuestra redención como pecadores.

APLICACIÓN A LA VIDA

Salmos es un libro de emociones fuertes, que van desde el éxtasis a la elegía, y de lo complejo a lo sencillo. Pero Salmos es también un libro de profundos conceptos teológicos. Las verdades bíblicas estudiadas esta semana, ricas en imágenes y metáforas, contienen maravillosas promesas que podemos reclamar en nuestras luchas cotidianas. Al leer las imágenes y las figuras de los salmos, deberíamos dedicar tiempo a meditar en ellas, utilizando nuestra imaginación para comprender mejor las verdades que encierran estas profundas imágenes en palabras.

Esta semana nos hemos centrado en comprender que el Señor del Cielo es nuestro Defensor y Libertador. Él escucha nuestras oraciones y peticiones. Él cuida de nosotros. “Desde el cielo mira el Señor y ve a todos los hombres” (Sal. 33:13). Con corazón compasivo y tierno, el Señor nos escudriña a nosotros y a nuestras familias; desde el Santuario celestial pesa nuestras obras, con infinitos amor y justicia




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