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CAPÍTULO 10 LAS PLAGAS | Preparación para la crisis final

 


CAPÍTULO 10. LAS PLAGAS.

Síntesis — Consideraciones generales sobre las plagas: descripción, tiempo, extensión, duración, protección de los sellados, hambre de oír la palabra de Jehová — La sexta y séptima plagas: el Armagedón — Desesperación de los impíos.

SÍNTESIS

EL DERRAMAMIENTO de las siete postreras plagas cubre el mismo periodo que el tiempo de angustia. Una vez que finaliza el tiempo de gracia y el templo se llena de humo, nuestro gran Sumo Sacerdote, Cristo Jesús, sale de él y cesa en su labor intercesora. Sobre los impíos habitantes de la tierra se derraman los más terribles juicios divinos.

En tanto que los justos, que han recibido el sello del Dios vivo, son maravillosamente protegidos de todo daño físico, los impenitentes sufren los tremendos azotes de la ira divina, que castigan sin mezcla de misericordia, porque Dios retira su protección de la tierra (salvo para sus hijos), dejándola a la merced del gran enemigo.

El relato completo de los sucesos relacionados con las plagas puede leerse en el capítulo 16 del Apocalipsis. He aquí el cuadro sintético relativo a la naturaleza de las mismas:

Primera: úlcera maligna y pestilente sobre los que tienen la marca de la bestia.

Segunda: el mar se convierte en sangre: muere todo ser marino.

Tercera: los ríos y las fuentes de las aguas se convierten en sangre, porque los impenitentes han perseguido a los santos.

Cuarta: el sol quema a los hombres con fuego.

Quinta: se derrama sobre el trono de la bestia (Roma), y el reino de ésta se cubre de tinieblas. Los malos se muerden la lengua de dolor.

Sexta: se derrama sobre el Eufrates: sus aguas se secan, y se produce el Armagedón.

Séptima: se derrama por el aire, y ocurren una serie de sucesos verdaderamente espectaculares, que paralizan a los impíos y conducen a la liberación definitiva de los hijos de Dios y a la aparición de Cristo, con los eventos que la acompañan.

No es el propósito de este capítulo hacer un estudio completo y analítico de todas las plagas, sino considerar más bien algunos aspectos de la sexta y la séptima, que son las que tienen mayor relación con el tema central de esta obra.

CONSIDERACIONES GENERALES SOBRE LAS PLAGAS

Descripción

Léase Apocalipsis 16.

“Alcanzará el estrépito hasta los fines de la tierra: porque Jehová tiene una contienda con las naciones: entra en juicio con toda carne: y en cuanto a los inicuos, los entregará a la espada, dice Jehová” (Jer. 25:31, VM).

“El apóstol San Juan, estando en visión, oyó una gran voz que exclamaba en el cielo: “¡Ay de los moradores de la tierra y del mar! porque el diablo ha descendido a vosotros, teniendo grande ira. sabiendo que tiene poco tiempo’ (Apoc. 12:12). Espantosas son las escenas que provocaron esta exclamación de la voz celestial. La ira de Satanás crece a medida que se va acercando el fin, y su obra de engaño y destrucción culminará durante el tiempo de angustia” (CS 681).

“Las plagas que cayeron sobre Egipto cuando Dios estaba por libertar a Israel fueron de índole análoga a los juicios más terribles y extensos que caerán sobre el mundo inmediatamente antes de la liberación final del pueblo de Dios. En el Apocalipsis se Ice lo siguiente con referencia a esas mismas plagas tan temibles: ‘Vino una plaga mala y dañosa sobre los hombres que tenían la señal de la bestia, y sobre los que adoraban su imagen’. El mar ‘se convirtió en sangre como de un muerto; y toda alma viviente fue muerta en el mar’. También ‘los ríos, y... las fuentes de las aguas... se convirtieron en sangre’. Por terribles que sean estos castigos, la justicia de Dios está plenamente vindicada. El ángel de Dios declara: ‘Justo eres tú. Oh Señor..., porque has juzgado estas cosas: porque ellos derramaron la sangre de los santos y de los profetas, también tú les has dado a beber sangre: pues lo merecen’ (Apoc. 16:2-6)” (CS 686).

Tiempo

Ocurren durante el tiempo en que el templo está cerrado y lleno de humo (Apoc. 15:8). En otras palabras, una vez que termine el tiempo de gracia, o sea durante el tiempo de angustia.

“Era imposible que fuesen derramadas las plagas mientras Jesús oficiase en el santuario; pero al terminar su obra allí y cesar su intercesión, nada detiene ya la ira de Dios que cae furiosamente sobre la desamparada cabeza del culpable pecador que descuidó la salvación y aborreció las reprensiones” (PE 280).

Extensión

“Estas plagas no serán universales, pues de lo contrario los habitantes de la tierra serian enteramente destruidos. Sin embargo serán los azotes más terribles que hayan sufrido jamás los hombres. Todos los juicios que cayeron sobre los hombres ames del fin del tiempo de gracia fueron mitigados con misericordia. La sangre propiciatoria de Cristo impidió que el pecador recibiese el pleno castigo de su culpa: pero en el juicio final la ira de Dios se derramara sin mezcla de misericordia” (CS 687).

Duración

La duración será breve. Si la palabra “día” mencionada en Apoc. 18:8 es tiempo profético —”En un solo día vendrán sus plagas”—, y si aplicamos la escala profética de “día por año” (Eze. 4:6), podría razonarse que las plagas durarán un año. No hay referencia, en los escritos del espíritu de profecía, a la duración de este período. El Comentario bíblico adventista sugiere que el lenguaje original “destaca la idea de algo repentino e inesperado más bien que una duración”.

Protección de los sellados

Los hijos de Dios serán milagrosamente protegidos (Sal. 91).

“Mientras los malvados estén muñéndose de hambre y pestilencia. Los ángeles protegerán a los justos y suplirán sus necesidades. Escrito está del que ‘camina en justicia’ que ‘se le dará pan y sus aguas serán ciertas’. ‘Cuando los pobres y los menesterosos buscan agua y no la hay, y la lengua se les seca de sed, yo, Jehová, les escucharé; yo, el Dios de Israel, no los abandonaré’ (Isa. 33:16; 41:17, VM)” (CS 687).

Hambre de oír la palabra de Jehová

“En aquel día, multitudes enteras invocarán la protección de la misericordia divina que por lanío tiempo despreciaran. ‘He aquí vienen días, dice el Señor Jehová, en los cuales enviaré hambre a la tierra, no hambre de pan, ni sed de agua, sino de oír palabra de Jehová. E irán errantes de mar a mar: desde el norte hasta el oriente discurrirán buscando palabra de Jehová, y no la hallarán’ (Amós 8:11, 12)” (CS 687).

“Oíros acudían presurosos al pueblo de Dios en súplica de que les enseñase cómo escapar a los juicios divinos. Pero los santos no tenían nada para ellos. Había sido derramada la última lágrima en favor de los pecadores, ofrecida la última angustiosa oración, soportada la última carga y dado el postrer aviso” (PE 281).

LA SEXTA Y SÉPTIMA PLAGAS: EL ARMAGEDÓN

El Armagedón se inicia bajo la sexta plaga y termina bajo la séptima. Se trata de una profecía no cumplida, algunos de cuyos elementos —sobre todo la interpretación del aspecto político de la misma— resultan aún inciertos, y sobre los cuales existen, como es natural, varias hipótesis.

No es nuestro propósito, ni entra en la intención de este trabajo, estudiar ese aspecto todavía problemático, o pronunciarnos sobre el secamiento del Éufrates, la preparación del camino de los reyes del Oriente y el aspecto militar del gran conflicto.

Nos interesan vitalmente, sin embargo, los rasgos esenciales de la profecía, sobre los cuales no hay divergencia alguna, pues su segura interpretación está basada en la misma Palabra de Dios, y tiene además la confirmación ampliatoria de los testimonios.

La palabra “Armagedón” es usada una sola vez en toda la Biblia (Apoc. 16:16). No corresponde a un determinado lugar geográfico conocido, y puede tomarse más bien como un vocablo simbólico, usado por las Escrituras, no para referirse a un punto definido del mundo, sino a una batalla de carácter mundial, en el gran día de Dios.

Dice el apóstol: “Y vi salir de la boca del dragón, y de la boca de la bestia, y de la boca del falso profeta, tres espíritus inmundos a manera de ranas; pues son espíritus de demonios, que hacen señales, y van a los reyes de la tierra en todo el mundo, para reunirlos a la batalla de aquel gran día del Dios Todopoderoso” (Apoc. 16:13, 11).

Del análisis de los pasajes bíblicos y de los trozos pertinentes del espíritu de profecía, surgen las siguientes conclusiones acerca del Armagedón:

1) Es una batalla entre la verdad y el error.

2) Es un conflicto entre Cristo y Satanás.

3) Participarán en él los ángeles caídos.

4) La lucha será dirigida contra los hijos de Dios y determinará una gran persecución.

5) Las potencias apóstatas (el dragón, o sea el espiritismo; la bestia, o sea el romanismo; y el falso profeta, o sea el protestantismo apóstata) tendrán activa participación en él (Apoc. 19:20, 21).

6) Los reyes de la tierra también se hallarán empeñados en la batalla, y su actuación determinará un conflicto de carácter político-militar.

En otras palabras, el Armagedón es el último acto del drama milenario de la lucha entre el bien y el mal; entre Cristo y Satanás, con sus ángeles y sus hombres secuaces; entre la verdad y el error.

En esta batalla tres terribles poderes se aliarán bajo la dirección del príncipe de las tinieblas: el dragón (el espiritismo), la bestia (el papado) y el falso profeta (el protestantismo apóstata). Tendrán como blanco luchar contra el Dios Todopoderoso en la persona de sus hijos fieles. Querrán sobre todo imponer la marca de la bestia (Apoc. 13:16), y decretarán la persecución y la muerte contra los fieles.

Contarán con el concurso de los reyes de la tierra, los poderes civiles, los estados, para hacer obligatorias sus imposiciones religiosas.

Detrás de los hombres que dirigen cada una de esas instituciones, habrá “espíritus inmundos”, que “son espíritus de demonios”, los cuales formarán una amalgama e interesarán a los distintos gobiernos a tomar parte en esa tremenda “batalla de aquel gran día del Dios Todopoderoso”. Y ésta se produce inmediatamente antes que Cristo venga por segunda vez, como ladrón. Por eso en Apoc. 16:15 se dice: “Bienaventurado el que vela, y guarda sus ropas” espirituales.

Ambos bandos contendientes estarán, pues, formados de la siguiente manera: por una parte, Satanás, los demonios, las potencias político-religiosas perseguidoras, los reyes de la tierra y los hombres impíos, mancomunados con el mal y el error. Por la otra, Dios, Cristo y sus ángeles, y los justos que sostienen y defienden la verdad y el bien, y profesan lealtad al Creador y su ley.

El capítulo 19:11-21 hace referencia, aparentemente, a la misma gran batalla, en que el jinete del caballo blanco, el Rey de reyes y Señor de señores, pelea contra las naciones impías y las vence y mata a los enemigos con la espada que sale de su boca (vers. 21). La bestia y el falso profeta son lanzados en el lago de fuego (vers. 20), adonde finalmente también es echado el dragón en persona, Satanás, con todos sus ángeles. Esto describe el triunfo definitivo de Cristo, la verdad y el pueblo de Dios.

Escribió la sierva de Dios:

“Necesitamos estudiar el derramamiento de la séptima plaga. Los poderes del mal no se rendirán en el Conflicto sin una lucha. Pero la Providencia tiene una parte que desempeñar en la batalla del Armagedón. Cuando la tierra sea alumbrada con la gloria del ángel de Apocalipsis 18, los elementos religiosos, buenos y malos, despertarán de su sueño, y los ejércitos del Dios vivo ocuparán el campo” (MS 175, 1899, publicado en 7 SDABC 983).

“Un terrible conflicto está delante de nosotros. Nos acercamos a la batalla del gran día del Dios todopoderoso. Lo que ha estado sujeto será puesto en libertad. El ángel de la misericordia está plegando sus alas, preparándose para descender del trono, y abandonar el mundo al gobierno de Satanás. Los principados y potestades ele la tierra se hallan empeñados en airada revuelta contra el Dios del cielo, listan llenos de odio contra los que sirven al Señor, y pronto, muy pronto, se pelearé la última aran batalla entre el bien y el mal. La tierra ha de ser el campo de batalla: la escena del conflicto final y de la victoria postrera. Aquí, donde por tanto tiempo Satanás ha inducido a los hombres a ir contra Dios, la rebelión ha de ser suprimida para siempre” (EGW en RH, mayo 13 de 1902, pág. 9).

“El último gran conflicto entre la verdad y el error no es más que la última batalla de la controversia que se viene desarrollando desde hace tanto tiempo con respecto a la ley de Dios” (CS 639).

El movimiento ecuménico progresará tanto en los Estados Unidos como en Roma. El protestantismo y el catolicismo se unirán; y cuando el papado y el espiritismo, juntamente con los protestantes que hayan apostatado, hagan una alianza, entonces solamente el pequeño grupo de los fieles a Dios, los que guardan todos los mandamientos de su santa ley, serán considerados como diferentes y equivocados por no unirse a los demás.

“Todos los que no tienen el espíritu de la verdad y no obedecen a los mandamientos de Dios, se unirán bajo la dirección de agentes satánicos, pero no podrán poner sus poderes en acción hasta que venga el tiempo para la batalla del Armagedón” (Carta 79, 1900, publicada en Our Firm Foundation, tomo 2, pág. 287).

“Satanás ha estado preparándose desde hace tiempo para su último esfuerzo para engañar al mundo. El cimiento de su obra lo puso en la afirmación que hiciera a Eva en el Edén: ‘De seguro que no moriréis’. ‘En el día que comiereis de él, vuestros ojos serán abiertos, y seréis como Dios, conocedores del bien y del mal’ (Gen. 3:4, 5, VM). Poco a poco Satanás ha preparado el camino para su obra maestra de seducción: el desarrollo del espiritismo. Hasta ahora no ha logrado realizar completamente sus designios: pero lo conseguirá en el poco tiempo que nos separa del fin. El profeta dice: ‘Y vi... tres espíritus inmundos, como ranas...: son espíritus de demonios, que obran prodigios: los cuales salen a los reyes de todo el mundo habitado, a juntarlos para la guerra del gran día del Dios Todopoderoso’ (Apoc. 16:13, 14, VM)” (CS 618).

“Pronto aparecerán en el cielo signos pavorosos de carácter sobrenatural, en prueba del poder milagroso de los demonios. Los espíritus de los demonios irán en busca de los reyes de la tierra y por todo el mundo para aprisionar a los hombres con engaños e inducirlos a que se unan a Satanás en su última lucha contra el gobierno de Dios. Mediante estos agentes, tanto los príncipes como los súbditos serán engañados. Surgirán entes que se darán por el mismo Cristo y reclamarán los títulos y el culto que pertenecen al Redentor del mundo. Harán curaciones milagrosas y asegurarán haber recibido del cielo revelaciones contrarias al testimonio de las Sagradas Escrituras” (CS 681, 682).

Pero el resultado final de la batalla del Armagedón será el triunfó definitivo de Cristo y de su iglesia, de Dios y su verdad. Declara el vidente de Patmos: “Pelearán contra el Cordero, y el Cordero los vencerá, porque él es Señor de señores y Rey de reyes: y los que están con él son llamados, y elegidos y fieles” (Apoc. 17:14).

Además, en los últimos versículos de Apoc. 19 se relata el apresamiento de la bestia y el falso profeta, que fueron echados dentro del lago de fuego y azufre, y la muerte de los demás guerreros enemigos del Señor, a quienes matará la espada que salía de la boca del jinete, Jesús mismo.

DESESPERACIÓN DE LOS IMPÍOS

“Cuando la voz de Dios ponga fin al cautiverio de su pueblo, será terrible el despertar para los que lo hayan perdido todo en la gran lucha de la vida.... Ahora están despojados de cuanto los hacia grandes, y quedan desprovistos de todo y sin defensa. Ven con terror la destrucción de los ídolos que prefirieron a su Creador. Vendieron sus almas por las riquezas y los placeres terrenales, y no procuraron hacerse ricos en Dios. El resultado es que sus vidas terminan en fracaso; sus placeres se cambian ahora en amargura, y sus tesoros en corrupción. La ganancia de una vida entera les es arrebatada en un momento...

“‘Jehová sale de su lugar para castigar a los habitantes de la tierra por su iniquidad; la tierra también descubrirá sus homicidios, y no encubrirá más sus muertos’ (Isa. 26:21, VM). ‘Y ésta será la plaga con que herirá Jehová a todos los pueblos que hayan peleado contra Jerusalén’ (Zac. 14:12, 13)” (CS 711, 712, 715).

“Muchos de los impíos se enfurecieron grandemente al sufrir los efectos de las plagas. Ofrecían un espectáculo de terrible agonía. Los padres recriminaban amalgámenle a sus hijos y los hijos a sus padres, los hermanos a sus hermanas y las hermanas a sus hermanos. Por todas partes se oían llantos y gritos como éstos: ‘¡Tú me impediste recibir la verdad que me hubiera salvado de esta terrible hora!” (PE 281, 282).

“La gente se volvía contra sus ministros con acerbo odio y los reconvenía diciendo: ‘Vosotros no nos advertisteis. Nos dijisteis que el mundo entero se iba a convertir, y clamasteis: “¡Paz, paz!” para disipar nuestros temores. Nada nos enseñasteis acerca de esta hora, y a los que nos precavían contra ella los tildabais de fanáticos y malignos que querían arruinarnos’. Pero vi que los ministros no se libraron de la ira de Dios. Sus sufrimientos eran diez veces mayores que los de sus feligreses” (PE 282).

“Los hombres ven que fueron engañados. Se acusan unos a otros de haberse arrastrado mutuamente a la destrucción: pero todos concuerdan para abrumar a los ministros con la más amarga condenación. Los pastores infieles profetizaron cosas lisonjeras: indujeron a sus oyentes a menospreciar la ley de Dios y a perseguir a los que querían santificarla. Ahora, en su desesperación, estos maestros confiesan ante el mundo su obra de engaño. Las multitudes se llenan de furor. ‘¡Estamos perdidos! —exclaman— y vosotros sois causa de nuestra perdición’; y se vuelven contra los falsos pastores. Precisamente aquellos que más los admiraban en otros tiempos pronunciarán contra ellos las más terribles maldiciones. Las manos mismas que los coronaron con laureles se levantarán para aniquilarlos. Las espadas que debían servir para destruir al pueblo de Dios se emplean ahora para matar a sus enemigos, por todas partes hay luchas y derramamiento ele sangre” (CS 713, 714).

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