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Lección 13: ¡ESPERA EN EL SEÑOR! | El Libro de Salmos | Sección maestros


Lección 13:

¡ESPERA EN EL SEÑOR!

RESEÑA

Texto clave: Salmo 27:14

El concepto de espera en el libro de Salmos denota tener, y demostrar, una fe duradera. Los creyentes son llamados a esperar en el Señor el cumplimiento de sus promesas, tal como Abraham y Sara fueron llamados a esperar la bendición del hijo prometido (Gén. 12:1-4; 21:1-5), que finalmente se les otorgó después de 25 años. Del mismo modo, Israel esperó la liberación, soportando 430 años en Egipto, antes de partir hacia la Tierra Prometida (Gén. 15:13; Éxo. 12:40, 41). Asimismo, los salmistas, con fe perdurable, se aferraron a las promesas de Dios, al igual que Daniel, que en cumplimiento de los setenta años de la profecía de Jeremías (Jer. 29:10, 11) esperó el regreso de los judíos a la Tierra Prometida (Dan. 9:1, 2). Los judíos también esperaron cientos de años al Mesías prometido, hasta que llegó el cumplimiento del tiempo y Jesús vino a esta Tierra en carne humana.

La espera se compone de dos variables: (1) la expectativa del cumplimiento de una promesa; y (2) la expectativa de que lo prometido se cumplirá en un tiempo determinado. En la vida, cuando esperamos, aguardamos activamente un acontecimiento futuro, ya sea un nuevo trabajo, una boda inminente, el nacimiento de un bebé, la consecución de un título académico, un viaje próximo, un nuevo nombramiento y demás. Debe transcurrir un lapso entre la expectativa del acontecimiento y su realización. Lo mismo ocurre con las promesas de Dios en nuestra vida cotidiana, así como con el cumplimiento final de los grandes acontecimientos del Plan de Redención.

COMENTARIO

Los salmistas utilizan seis verbos o palabras hebreas cuando quieren expresar los desafíos relacionados con la espera. Consideraremos brevemente cada uno de ellos.

Qawah

Qawah es el verbo hebreo más utilizado para expresar el concepto de “esperanza”, que también puede expresarse en la forma verbal “esperar”, “aguardar”, “anticipar”. De las veinte veces en que se utiliza qawah en el Salterio, el Señor es el objeto, o aquel a quien se anhela: “Ninguno de cuantos en ti esperan será confundido” (Sal. 25:3, ver Sal. 69:6); “Integridad y rectitud me guarden, porque en ti espero” (Sal. 25:21); “Porque en ti, Señor, espero; tú responderás, Señor, Dios mío” (Sal. 38:15). Como muestran ampliamente estos versículos, nuestra confianza debe estar siempre en el Señor.

El sustantivo “esperanza” (del hebreo tiqvah) también procede de la raíz verbal qawah: “Porque tú, Señor Dios, eres mi esperanza, mi confianza desde mi juventud” (Sal. 71:5). Para el salmista, la única esperanza que tenemos en esta vida está en Dios. Después de considerar lo efímera que es esta existencia, el salmista exclama al Señor: “Y ahora, Señor, ¿qué esperaré? Mi esperanza se halla en ti” (Sal. 39:7). El verbo qawah puede usarse en sentido negativo, como en la espera de la destrucción del pueblo de Dios a manos del enemigo (Sal. 56:6; 119:95). El uso negativo de esta palabra nos recuerda, como pecadores, que el foco de nuestra esperanza se centra a menudo en la expectativa de un mal resultado. Para evitar esta tendencia, nuestras expectativas deben proceder de un corazón regenerado por el Espíritu Santo.

Yahal

Yahal significa “esperar, aguardar, soportar, anhelar”. Después de qawah, es la raíz verbal más utilizada en el Antiguo Testamento para expresar esperanza. De las 48 veces que se utiliza, 21 se encuentran en el libro de Salmos. Yahal suele ir unido a qawah (Job 30:26; Sal. 39:8, 130:5; Prov. 10:28; 11:7; Isa. 51:5).

En el libro de Job, yahal suele aplicarse a la esperanza que es vana o parece inútil, y por lo tanto no está relacionada con Dios (Job 6:11; 14:14; 29:21). Pero no es así en el Salterio. Dios es el objeto explícito de la esperanza yahal, como se indica a continuación: Salmo 31:24: “Todos ustedes que esperan en el Señor”; Salmo 33:22: “Tal como esperamos en ti”; Salmo 38:15: “Porque en ti, Señor, espero”; Salmo 39:7: “Mi esperanza se halla en ti”; Salmo 42:11: “Espera en Dios”; Salmo 69:3: “Mis ojos desfallecen, esperando a mi Dios”. Nuestro Creador es digno de toda nuestra confianza. Nuestra confianza en su fidelidad y su amor es el fundamento de toda religión verdadera, y la base de la relación entre Dios y los seres humanos. Esta relación se basa en su misericordia y en su bondad, que él concede a quienes confían en él (Sal. 33:18; 147:11). A la luz de las verdades bíblicas antes mencionadas, nos parece oportuno dirigir nuestra atención, una vez más, a Salmo 119. Como atestigua este salmo, el objeto de la esperanza es la Palabra de Dios (Sal. 119:43, 49, 74, 81, 114, 147). Además, las palabras de la boca de Dios, recogidas en las Escrituras, son el único fundamento verdadero de la fe cristiana. Es en las páginas y en las promesas de las Escrituras donde el cristiano puede encontrar la seguridad de su esperanza y salvación. El enemigo es muy consciente de este hecho y ha hecho de la Biblia el objetivo especial de sus ataques, intentando distraer al creyente de sus verdades o engañarlo para que crea que las Escrituras son un mero mito, inventado por los seres humanos. Todas las pruebas que encontramos en apoyo de la Biblia, su poder transformador, sus profecías cumplidas y sus maravillosas promesas, deberían impulsarnos a unirnos al salmista al afirmar: “En su palabra espero” (Sal. 130:5). Por encima de todo, nuestra atención debe centrarse en las Escrituras como fuente de toda nuestra esperanza.

Hakah

El verbo hakah significa “esperar, soportar, aguardar, esperar”. Al igual que con el verbo anterior, yahal, el objeto de hakah suele ser Dios (Isa. 8:17; 30:18; 64:3; Sof. 3:8). Hakah solamente se utiliza dos veces en el Salterio. El primer uso aparece en Salmo 33:20, un cántico que exalta al Creador y Sustentador del mundo (Sal. 33:1-11). Salmo 33:12 es el versículo clave de este salmo, en el que se confirma que el Señor escogió al pueblo de Dios. Esta elección es el fundamento de la confianza del creyente en Dios. Al contrario, no podemos confiar en la fuerza de las armas ni de los guerreros (Sal. 33:16, 17). El salmista proclama: “Nosotros esperamos en el Señor; nuestra ayuda y nuestro escudo es él” (Sal. 33:20). Como seres humanos que vivimos en una cultura secularizada y materialista, tendemos a poner nuestra fe en el dinero, en las habilidades y los diplomas, en la ciencia o en nuestro país; pero, como cristianos, nuestra confianza debe descansar únicamente en el Señor.

El otro uso de hakah, en Salmo 106, muestra la falta de un espíritu paciente y tolerante. Salmo 106 es un salmo histórico, como vimos en una lección anterior. En Salmo 106:6, el autor recuerda los milagros de Dios en favor de su pueblo durante el Éxodo y la subsiguiente estadía en el desierto. Pero ellos “pronto olvidaron sus obras y no esperaron [hakah] en su consejo” (Sal. 106:13). Hoy también nos enfrentamos a la misma gran tentación. Con demasiada facilidad, olvidamos lo que el Señor ha hecho en nuestra vida, lo que dificulta la espera de sus promesas. El corazón que olvida esperar en el Señor puede hacer un intento desesperado por “ayudar” al Señor a cumplir sus promesas, como vemos en la historia de Jacob y su madre, Rebeca. Su impaciencia por asegurar la bendición de la primogenitura casi a cualquier costo nos sirve como un potente recordatorio de que debemos esperar en el Señor para que él provea, a su tiempo, lo que ha prometido.

Dumah

Dumah es un sustantivo que significa “silencio, descanso”. “Se refiere al silencio de la muerte ([Sal.] 94:17; 115:17). [...] Dumah se refiere a un silencio o descanso que refleja confianza en Dios (Sal. 39:2[3]; 62:1[2]) o a una falta de silencio que resulta de la aparente inactividad de Dios ([Sal.] 22:2)” (New International Dictionary of Old Testament Exegesis, entrada sobre dumah, t. 1, p. 912).

Salmo 62 utiliza este sustantivo para referirse a la espera en silencio. La palabra se traduce dos veces, como sigue: Salmo 62:1: “En Dios solamente espera en silencio mi alma; de él viene mi salvación” (NBLA). Salmo 62:5: “Alma mía, espera en silencio solamente en Dios, pues de él viene mi esperanza” (NBLA). En otras partes de las Escrituras, “esperar” implica “guardar silencio”. En tiempos de espera, la mejor manera de soportar y permanecer firme es guardar silencio y meditar en la Palabra de Dios. Esa mentalidad nos ayuda a sostenernos y a prepararnos para la prueba de resistencia por la que debemos pasar antes de ver cumplidas nuestras expectativas. La Escritura nos consuela en nuestra espera con estas palabras: “La visión espera su tiempo señalado; se apresura hacia su fin y no fallará. Aunque demore, espérala. De cierto vendrá, no tardará” (Hab. 2:3).

Sabar

En el Antiguo Testamento, el verbo sabar se utiliza con menos frecuencia para referirse a la esperanza que las otras palabras que hemos considerado hasta ahora. Sabar transmite la idea de “esperar, aguardar, examinar”. El salmista afirma con confianza: “Feliz el que tiene la ayuda del Dios de Jacob, que pone su esperanza [sabar] en el Señor su Dios” (Sal. 146:5). Confiar en el Señor traerá felicidad al creyente, incluso en medio de las pruebas. Hemos estudiado las razones para confiar en Dios y adorarlo; el núcleo de estas razones es la esperanza.

Curiosamente, el salmista utiliza sabar dos veces para expresar la acción de esperar y, como tal, ejemplifica en qué consiste la espera. Salmos 104:27 y 145:15 describen a los animales que esperan a que el Creador los alimente: “Todos esperan en ti” y “los ojos de todos esperan en ti”. Estas imágenes evocan las palabras de Jesús: “Miren las aves del cielo, que no siembran, ni siegan, ni juntan en graneros; y su Padre celestial las alimenta. ¿No valen ustedes mucho más que ellas?” (Mat. 6:26). Como nos enseñan estas imágenes, debemos esperar, con la paciente expectación de las aves del cielo, sin angustia ni desesperación, las bendiciones celestiales que Dios nos ha prometido. Al cultivar la paciencia y la fe humilde de un niño, nos fortaleceremos en nuestra espera. Nuestra vida de oración, como resultado, también se fortalecerá.

Yahal

El verbo yahal significa “trabajar, retorcerse, temblar”, pero también “dar a luz”. Así, Salmo 37:7 puede traducirse, de manera literal: “Descansa en el Señor y ‘da a luz’ por él” (énfasis añadido). La implicación es que la sufrida resistencia que debemos tener mientras esperamos que se cumplan las promesas de Dios es como la angustia de una madre expectante lista para dar a luz a su hijo. Este período de sufrimiento implica un parto duro, dolor intenso y lágrimas. Sin embargo, el resultado de la llegada del recién nacido compensa la expectación y la experiencia del sufrimiento. De la misma manera, esperar al Señor a menudo implica angustia y sufrimiento temporales, pero el resultado será rico en bendiciones del Señor.

APLICACIÓN A LA VIDA

La esperanza es un componente importante de todos los aspectos de la vida temporal y espiritual. El apóstol Pablo la clasifica, junto con la fe y el amor, entre las tres virtudes supremas de una vida cristiana fructífera y llena del Espíritu (1 Cor. 13:13). La esperanza nos motiva a perseverar ante la enfermedad o la tragedia. La esperanza es el fuego que arde en nuestro interior, lo que enciende el deseo de captar el poder de las promesas de Dios. Esta llama se alimenta con la lectura diaria y la meditación en las Escrituras. Cada problema de nuestra vida encuentra su solución en una gema específica de la verdad bíblica. La esperanza es la mano que atrapa estos tesoros centelleantes y los fija firmemente en el corazón. Mientras esperamos el cumplimiento de Dios, nuestra resistencia será puesta a prueba, a veces durante horas, a veces durante años… pero la esperanza nos da la fuerza para mantenernos firmes, sin importar la duración o la gravedad de nuestra prueba. Sin duda, la esperanza es el atributo que mantiene nuestros ojos fijos en el Cielo mientras esperamos la segunda venida de Jesús



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