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Lección 12: LOS ACONTECIMIENTOS FINALES DE LA TIERRA | El Gran conflicto | Libro complementario

 

Lección 12:

LOS ACONTECIMIENTOS FINALES

DE LA TIERRA

Alo largo de los siglos, el gran conflicto ha sido una batalla entre la verdad y el error. Satanás es un mentiroso y "el padre de la mentira" (Juan 8:44, NTV), y Jesús es el autor de toda verdad (Juan 14:6). La Biblia desenmascara la estrategia de Satanás y revela los planes de Dios. Desenmascara los engaños del maligno. Sin la Biblia, nos quedaríamos en un mar de incertidumbre respecto al futuro. Pero nuestro bondadoso Dios nos ha dado su Palabra, que revela la verdad y desenmascara el error. La Palabra de Dios "es una lámpara a mis pies" que "da entendimiento al sencillo" (Sal. 119:105,130, NVI). A través de la Palabra de Dios, obtenemos la gracia y el poder para permanecer fieles a Cristo cueste lo que cueste.

La profecía: una luz resplandeciente

Según Pedro, no hemos seguido "fábulas artificiosas" (2 Ped. 1:16). Las profecías de la Palabra de Dios iluminan el camino que tenemos por delante. Establecen la diferencia entre la verdad y el error en estos últimos días. Elena de White aclara este punto y plantea algunas cuestiones reveladoras:

Al pueblo de Dios se lo dirige a las Escrituras como su salvaguardia contra las influencias de los falsos maestros y el poder engañoso de los espíritus de las tinieblas. Satanás emplea todo artificio posible para impedir que los hombres obtengan un conocimiento de la Biblia, pues su claro lenguaje revela sus engaños. [...] El último gran engaño se desplegará pronto ante nosotros. El Anticristo va a efectuar ante nuestra vista sus obras maravillosas. Las falsificaciones se asemejarán tanto a la realidad que será imposible distinguirlas sin el auxilio de las Santas Escrituras. Por medio de su testimonio debemos examinar toda declaración y todo milagro. [...]. Sólo los que hayan fortalecido su mente con las verdades de la Biblia podrán resistir en el último gran conflicto. Toda alma ha de pasar por la prueba decisiva: ¿Obedeceré a Dios antes que a los hombres?' La hora crítica se acerca. ¿Hemos asentado los pies en la roca de la inmutable Palabra de Dios? ¿Estamos preparados para defender firmemente los mandamientos de Dios y la fe de Jesús?1

En esta declaración se plantean tres preguntas que requieren un examen de conciencia. La primera es: "¿Obedeceré a Dios antes que a los hombres?". En otras palabras, ¿dónde está nuestra lealtad? ¿Significan más para nosotros las opiniones de los demás que la aprobación de Cristo? ¿Están nuestras acciones determinadas por la influencia de otras personas? Como cristianos, nuestra lealtad suprema es a Cristo y a su Palabra.

La segunda pregunta es: "¿Hemos asentado los pies en la roca de la inmutable Palabra de Dios?". Nuestro compromiso es con las enseñanzas de la Palabra de Cristo. Si algo es inmutable, significa que no cambia, que es inamovible e inquebrantable. ¿Recuerdas la historia que contó Jesús acerca de las dos casas (Mat. 7:24-27)? Una casa estaba construida sobre la arena de la opinión humana, y la otra estaba construida sobre la roca sólida de la Palabra de Dios. Cuando llegaron las tormentas, la casa construida sobre la arena se derrumbó, mientras que la casa construida sobre Ja Palabra de Dios se mantuvo firme. Cuando la tormenta final se abata sobre este mundo con furia demoníaca, solo sobrevivirán los que hayan edificado su fe sobre las verdades inmutables de la Palabra de Dios.

La tercera pregunta que presenta esta cita es la siguiente: "¿Estamos preparados para defender firmemente los mandamientos de Dios y la fe de Jesús?". En un momento de la historia de la Tierra en que las influencias de nuestra sociedad materialista moldean los valores de la gente, Dios nos llama a mantenernos firmes en defensa de la verdad y la justicia. La iglesia cristiana está llamada a cambiar la sociedad, no a adaptarse a ella. La presión para transigir en nuestro compromiso con la Palabra de Dios será enorme. Se alzarán poderosas fuerzas contra el pueblo de Dios, pero por el poder de Cristo, este permanecerá leal a las verdades de las Escrituras.

Sellados para la eternidad

En la crisis venidera relativa a la adoración, el pueblo fiel de Dios no cederá a la presión del poder de la bestia (Apoc. 14:12). Estarán sellados por el Espíritu Santo y no se dejarán doblegar (Efe. 4:30).

En la antigüedad, se utilizaban sellos para atestiguar la autenticidad de los documentos oficiales. Eran una marca distintiva e individualizada. Dado que el conflicto final gira en torno a la adoración y a la autoridad de Dios revelada en su Ley, es de esperarse que el sello de Dios esté incluido en su Ley (Isa. 8:16). El mandamiento del sábado, en el centro de la Ley de Dios, contiene su sello. El mandamiento comienza con las palabras: "Acuérdate del día sábado para santificarlo. [...] el séptimo día es el día de reposo del Señor tu Dios. [...] Porque en seis días el Señor hizo el cielo, la tierra y el mar, y todo lo que contienen, y reposó en el séptimo día. Por eso, el Señor bendijo el sábado y lo santificó" (Éxo. 20:8, 10, 11).

Aquí tenemos tres elementos propios de un sello genuino: el nombre del creador del sello ("Jehová, tu Dios"; vers. 10), el título del que sella ("hizo Jehová") y el territorio del que sella ("los cielos y la tierra, el mar, y todas las cosas que en ellos hay").

En la Biblia, a veces se denomina sello a una señal (Rom. 4:11). Ambas palabras son intercambiables. Como una señal (sello) de Dios en el corazón de su Ley, el sábado se encuentra en el centro del conflicto final sobre la adoración. Según Apocalipsis 7:1-3 y Apocalipsis 14:1, el sello de Dios es colocado en la frente. La frente es un símbolo de la mente y representa una decisión a conciencia.

Satanás también tiene su marca. La marca de la bestia se coloca en la frente o en la mano, lo que indica que la gente está convencida intelectualmente de las mentiras de Satanás o simplemente las obedece por conveniencia, solo para sobrevivir.

La adoración sabática es el sello a través del cual manifestamos nuestra lealtad a Dios y aceptamos su autoridad como nuestro Creador. Es la señal externa de nuestra lealtad a Dios. En Daniel 3, los valientes hebreos se mantuvieron firmes cuando toda Babilonia se inclinó en obediencia a la orden de Nabucodonosor de adorar la imagen de oro que había erigido. Esta orden universal de un rey antiguo, contraria a los Diez Mandamientos de Dios, presagiaba otra orden de adorar a alguien que no es Dios. La única salvaguardia contra la marca de la bestia es "un afianzamiento en la verdad, tanto intelectual como espiritualmente, de modo que los sellados [el pueblo de Dios] son inconmovibles".69

El gran conflicto alcanza su punto culminante cuando el dragón (Satanás) declara la guerra a un grupo de creyentes que "guardan los mandamientos de Dios" y tienen "la fe de Jesús" (Apoc. 14:12). Están establecidos en su lealtad a Cristo y no pueden ser sacudidos. El diablo utilizará la coacción y la amenaza de muerte, pero asegurado en Cristo, su pueblo se mantendrá firme.

Satanás ya está preparando a la gente para sus engaños finales. Está haciendo incursiones en la iglesia remanente de Dios. La transigencia distorsiona nuestros pensamientos. La sumisión al mundo corroe nuestra auténtica fe cristiana. Se nos ha dado esta solemne advertencia:

«Conforme vaya acercándose la tempestad, muchos que profesaron creer en el mensaje del tercer ángel, pero que no fueron santificados por la obediencia a la verdad, abandonarán su fe, e irán a engrosar las filas de la oposición. Uniéndose con el mundo y participando de su espíritu, llegarán a ver las cosas casi bajo el mismo aspecto; así que cuando llegue la hora de prueba estarán preparados para situarse del lado más fácil y de mayor popularidad. Personas de talento y de elocuencia, que se gozaron un día en la verdad, emplearán sus facultades para seducir y descarriar almas. Se convertirán en los enemigos más encarnizados de sus hermanos de antaño. Cuando los observadores del sábado sean llevados ante los tribunales para responder de su fe, estos apóstatas serán los agentes más activos de Satanás para calumniarlos y acusarlos y para incitar a los magistrados contra ellos por medio de falsos informes e insinuaciones». 70

El libro de Apocalipsis detalla claramente los acontecimientos finales de la Tierra. Nos da una vislumbre del futuro. Dios nos ama demasiado como para mantenernos en la oscuridad sobre lo que se avecina en este mundo. Quiere que estemos preparados para el futuro.

Una vislumbre del futuro

El último llamado de Dios a este planeta rebelde se encuentra en Apocalipsis 14: 6-12. Tres ángeles vuelan velozmente en medio del cielo para llevar el último mensaje del evangelio eterno de Dios «a toda nación, tribu, lengua y pueblo» (versículo 6). El primer ángel urge a los hombres y mujeres a adorar al Creador (versículo 7). El segundo ángel les advierte sobre la caída de Babilonia (versículo 8). Y el tercer ángel revela las terribles consecuencias de adorar a la bestia (versículos 9-11). El grupo que adora al Creador y no adora a la bestia es descrito como el que guarda «los mandamientos de Dios y la fe de Jesús» (versículo 12).

La creación es el fundamento de la verdadera adoración (Apocalipsis 4: 11). El conflicto venidero sobre la ley de Dios girará en torno a su autoridad creadora. Si Satanás puede acabar con el sábado, declarará que su autoridad es mayor que la de Dios. Para lograr sus objetivos, Satanás intentará convencer u obligar al mundo entero a que acepte el falso día de reposo. El maligno utilizará su poder engañoso para embaucar a la última generación que ha ignorado la Palabra de Dios. Lo que no pueda conseguir mediante el engaño, lo logrará por la fuerza. Su malvado plan maestro consiste en influir en los líderes apóstatas de las iglesias y en los legisladores corruptos para que aprueben un decreto por el que nadie pueda comprar ni vender a menos que reciba la marca de la bestia. Finalmente, sobrevendrán el encarcelamiento, la persecución y la muerte (Apocalipsis 13: 13-17). Elena G. de White reflexiona sobre este serio desafío:

Terrible será la crisis a que llegará el mundo. Los poderes de la Tierra, unidos para guerrear contra los mandamientos de Dios, decretarán que todos los hombres -"pequeños y grandes, ricos y pobres, libres y esclavos" (Apoc. 13:16)-, se conformen a las costumbres de la iglesia por medio de la observancia del falso día de reposo. Todos los que se nieguen a someterse serán castigados por la autoridad civil, y finalmente se decretará que son dignos de muerte. [...] El sábado será la gran prueba de lealtad, pues es el punto de verdad especialmente controvertido. Cuando la prueba final les sea aplicada a los hombres, entonces se trazará la línea de demarcación entre quienes sirven a Dios y quienes no lo sirven. Mientras la observancia del falso día de reposo (domingo) -en obediencia a la ley del Estado y en oposición al cuarto mandamiento- será una declaración de obediencia a un poder que está en oposición a Dios, la observancia del verdadero día de reposo (sábado) -en obediencia a la ley de Dios- será, una evidencia de lealtad al Creador. Mientras una clase de personas, al aceptar el signo de la sumisión a los poderes terrenales, recibe la marca de la bestia, la otra, por haber elegido el signo de obediencia a la autoridad divina, recibirá el sello de Dios.71

El pueblo de Dios de los últimos días experimentará toda la ira de Satanás, pero, al mantenerse fiel a Cristo, también experimentará el maravilloso derramamiento del Espíritu Santo de Dios. La tierra será «alumbrada con su gloria» (Apocalipsis 18: 1). Habrá una revelación del carácter de Dios y un poder en la proclamación del evangelio que no se han visto desde los tiempos apostólicos.

La repetición del Pentecostés

El derramamiento del Espíritu Santo en el día de Pentecostés impulsó poderosamente a la iglesia cristiana. Tres mil personas se convirtieron en un día. El libro de los Hechos registra los milagros de la gracia transformadora de Dios. Lucas señala: «Muchos de los que habían oído la palabra, creyeron; y el número de los hombres era como cinco mil» (Hechos 4: 4).

Los creyentes que se reunieron en el aposento alto para orar eran apenas 120, pero 120 personas que oraban marcaron una gran diferencia (Hechos 1: 14, 15). La iglesia creció rápidamente hasta contar con miles de creyentes. La historia continúa. «La palabra del Señor crecía y el número de los discípulos se multiplicaba grandemente en Jerusalén; también muchos de los sacerdotes obedecían a la fe» (Hechos 6: 7). Cuando los discípulos fueron intensamente perseguidos en Jerusalén, fueron «por todas partes anunciando el evangelio» (Hechos 8: 4). Se plantaron nuevas iglesias por toda Judea, Samaria y Galilea (Hechos 9: 31).

Tras su conversión, el apóstol Pablo proclamó a Cristo por todo el mundo mediterráneo. En Tesalónica, unos judíos opuestos al evangelio pronunciaron esta sorprendente declaración: «Estos que trastornan el mundo entero también han venido acá» (Hechos 17: 6). Mediante el poder del Espíritu Santo, los discípulos alcanzaron el mundo conocido en ese momento en un tiempo relativamente breve. La predicción de Joel sobre la lluvia temprana se cumplió en Pentecostés, pero la lluvia tardía se dejará caer con mayor poder para completar la misión de Cristo (Joel 2: 23).

El profeta Zacarías nos exhorta: «¡Pidan al Señor la lluvia de la estación tardía!» (Zacarías 10: 1, RVA-2015). Santiago añade: «Hermanos, tengan paciencia hasta la venida del Señor. Fíjense en el labrador, cómo espera el preciado fruto de la tierra, y cómo aguarda con paciencia a que lleguen las lluvias tempranas y tardías» (Santiago 5: 7, RVC).

Los términos «lluvia temprana» y «lluvia tardía» están tomados del ciclo de la cosecha de Israel. La lluvia temprana caía en el otoño del año para germinar la semilla. La lluvia tardía caía en la primavera para madurar la cosecha. Los escritores bíblicos utilizan estos términos para describir la obra del Espíritu Santo en la proclamación del evangelio. Elena G. de White lo explica con estas palabras:

«Como la “lluvia temprana” fue dada en tiempo de la efusión del Espíritu Santo al principio del ministerio evangélico, para hacer crecer la preciosa semilla, así la “lluvia tardía” será dada al final de dicho ministerio para hacer madurar la cosecha […]. La gran obra de evangelización no terminará con menor manifestación del poder divino que la que señaló el principio de ella. Las profecías que se cumplieron en tiempo de la efusión de la lluvia temprana, al principio del ministerio evangélico, deben volverse a cumplir en tiempo de la lluvia tardía, al fin de dicho ministerio». 72

Esta extraordinaria declaración es muy alentadora para el pueblo de los últimos tiempos. Cuando el Espíritu Santo fue derramado con el poder de Pentecostés en el siglo I, el mensaje del evangelio penetró en el mundo en un tiempo relativamente corto. La obra concluirá de la misma manera al final de los tiempos.

La gloria de Dios revelada

Un cuarto ángel se une a las proclamaciones de los tres primeros ángeles para completar la obra de Dios en la Tierra. El Apocalipsis declara:

Después de eso vi a otro ángel descender del cielo con gran poder, y la tierra fue iluminada con su gloria. Y clamó con potente voz: "¡Ha caído, ha caído la gran Babilonia! Y se ha vuelto habitación de demonios [...]. Y oí otra voz del cielo que decía: "¡Salgan de ella, pueblo mío, para que no participen de sus pecados y no reciban de sus plagas!" (Apoc. 18:1, 2, 4).

Este ángel baja directamente del cielo y revela la gloria de Dios con tanta fuerza, que su gloria ilumina toda la Tierra. La palabra original traducida como "autoridad" o "poder" en el texto griego es exousia. En este pasaje, se refiere al triunfo sobre los principados y potestades del infierno por la autoridad de Jesucristo. Mateo utiliza esta palabra en su Evangelio cuando Jesús envía a sus discípulos. En Mateo 10:1, Jesús les da a sus discípulos "autoridad" sobre los principados y las potestades del infierno.

Durante el tiempo del fin, el Espíritu Santo será derramado con un poder sin precedentes, y el Evangelio se extenderá rápidamente hasta los confines de la Tierra. Miles de personas se convertirán en un día, y la gracia y la verdad de Dios alcanzarán a todo el planeta.

Esos son los "tiempos de refrigerio" en que pensaba el apóstol Pedro cuando dijo: "Así que, arrepentios y convertios, para que sean borrados vuestros pecados; para que vengan de la presencia del Señor tiempos de refrigerio, y él envíe a Jesucristo" (Hech. 3:19, 20). Siervos de Dios, con semblantes iluminados y resplandecientes de santa consagración, se apresurarán de lugar en lugar para proclamar el mensaje del cielo. Miles de voces darán la advertencia por toda la Tierra. Se realizarán milagros, los enfermos sanarán, y signos y prodigios seguirán a los creyentes.2

El poder del anticristo que une a la Iglesia y al Estado no tendrá la última palabra, Dios la tendrá. Los opresores del pueblo de Dios no saldrán victoriosos en la última guerra de la Tierra. La vela de la

La vela de la verdad no será apagada por los vientos del engaño y la persecución. La verdad de Dios brillará cada vez más hasta que la Tierra se ilumine con la gloria de Dios. Sus planes, sus propósitos y su pueblo triunfarán. Los poderes del mal serán derrotados. La verdad triunfará sobre el error. La justicia vencerá al mal. Jesús volverá como Rey de reyes y Señor de señores, y viviremos con él para siempre.

 

1 - Eíena de White, El conflicto de los siglos, pp. 651, 652.

Elena de White, Eventos de los últimos días, p. 223.

Ibícl., pp. 662, 663.

2  Ibíd., p. 670.

3  Ibíd., pp. 669, 670.

4  Elena de White, Eventos de los últimos días, p. 223.

White, El conflicto de ¡os siglos, p. 666.

 

 

 

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