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Lección 8: INSTRUYENDO A LOS DISCÍPULOS PARTE 2 | Libro de Marcos | Sección maestros

Lección 8:

INSTRUYENDO A LOS DISCÍPULOS

PARTE 2

RESEÑA

Texto clave: Marcos 10:15, 21, 22, 44, 45.

Enfoque del estudio: Marcos 10.

Introducción:

En los capítulos anteriores que hemos estudiado, Marcos hizo hincapié en la especial consideración que Jesús dio al Reino de Dios en su predicación. En el capítulo 10, sin embargo, Marcos señala el impacto del Reino de Dios en los corazones de las personas que han aceptado sus principios en su vida. Marcos, además, comparte cómo nosotros también podemos experimentar el Reino mientras esperamos su gran manifestación al final de los tiempos.

Temática de la lección:

Nuestro estudio de esta semana aborda la cuestión de cómo podemos entrar en el Reino de Dios. También examinamos los desafíos que enfrentan las personas en su intención de entrar en el Reino o de experimentar el Reino ahora. Examinaremos los tres puntos siguientes:

1.     Marcos ilustra que las personas que quieren entrar en el Reino de Dios deben poseer la actitud natural de los niños pequeños.

2.     Dios llama tanto a los ricos como a los pobres a entrar en el Reino de Dios.

3.     Para experimentar el Reino de Dios ahora, debemos tener en cuenta ciertos principios.

COMENTARIO

El Reino de Dios y los niños

Al igual que en los capítulos anteriores del Evangelio de Marcos, el tema del Reino de Dios ocupa también un lugar central en el capítulo 10. En este, sin embargo, se presenta una cuestión relacionada: ¿Cómo ingresan las personas en el Reino de Dios? Es decir, ¿cuán difícil es para la gente hacerlo? Marcos plasma esta cuestión en dos preguntas: “¿Qué haré para heredar la vida eterna?” (Mar. 10:17) y “¿Quién podrá ser salvo?” (Mar. 10:26). En esencia, estas dos preguntas expresan la misma idea acerca de quién puede entrar en el Reino de Dios. Además, las respuestas a ambas preguntas afirman la importancia que Jesús dio al Reino de Dios en su predicación.

Para entrar en el Reino de Dios, la gente debe aceptarlo y creer en él con la confianza y la fe implícitas de un niño. En Marcos 10:15, Jesús especifica: “Les aseguro, el que no recibe el Reino de Dios como un niño no entrará en él”. Los padres estarán de acuerdo en que, cuando entregan regalos a sus hijos pequeños, estos no preguntan qué deben hacer para recibirlos. Los niños simplemente extienden sus manos y toman el regalo. Jesús anhela ver este mismo tipo de impaciencia y aceptación en los corazones de sus oyentes en respuesta a su mensaje sobre el Reino y al Reino mismo. La lengua griega parece apoyar esta idea. El verbo griego traducido como “recibir” en el versículo anterior es dejomai, que significa “apoderarse de algo”, “recibir fácilmente información y considerarla como verdadera”, “recibir fácilmente, aceptar, creer”, “aceptar amablemente la presencia de alguien”, “acoger” (Louw y Nida, Greek-English lexicon of the New Testament, t. 2, pp. 220, 372, 453). En otras palabras, Jesús dice a sus discípulos y al resto de sus oyentes que, para entrar en el Reino, tienen que creer en este, acogerlo y hacerlo suyo con el entusiasmo de un niño pequeño cuando se apodera de un regalo. En resumen, podemos entrar en el Reino si aceptamos la buena noticia acerca de él. Cuando creemos en la buena nueva, hacemos nuestro el Reino.

Cristo llama tanto a ricos como a pobres a entrar en el Reino de Dios

La historia del joven rico aparece inmediatamente después de que Jesús pronuncia su bendición sobre los niños. Es muy probable que el joven rico estuviera entre las personas de la multitud que presenciaron cómo Jesús tomaba a los niños en sus brazos y los bendecía. Ahora, Jesús habla de cómo puede la gente entrar en el Reino de Dios. Tal vez el joven se sintió conmovido por la compasión del Maestro hacia los niños, y su pregunta brotó de un corazón sensibilizado por la misericordia del Salvador. Atraído por Jesús, el joven pregunta: “¿Qué haré para heredar la vida eterna?” (Mar. 10:17). Se conectan dos ideas en esta pregunta: el Reino de Dios y cómo heredar la vida eterna. En las secciones siguientes del capítulo 10, Jesús presenta dos obstáculos que pueden impedir o dificultar a las personas experimentar el Reino de Dios y entrar en él. De la respuesta de Jesús, aprendemos que entrar en el Reino no es complicado. Al mismo tiempo, debemos ser conscientes de los desafíos y las trampas que podemos encontrar en nuestro camino hacia el Reino. La primera trampa tiene que ver con nuestras posesiones materiales.

Después de leer la historia del joven rico, observamos que los herederos del Reino de Dios tienen un gran conocimiento de su Ley y de las Escrituras. Dios ama a quienes siguen sus instrucciones. Pero la obediencia por sí sola no es suficiente para asegurar la entrada en el Reino de Dios. En Marcos 10:21 y 22, Jesús identifica un punto importante que refuerza los principios que inculcó en la escena con los niños pequeños. Marcos dice allí lo siguiente acerca de Jesús y el joven rico: “Entonces Jesús lo miró con amor y le dijo: ‘Una cosa te falta: ve, vende todo lo que tienes y dalo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo. Luego ven y sígueme’. Pero al oír esto se apenó, y se fue triste, porque tenía muchas posesiones”. Jesús amaba al joven y apreciaba su lealtad a la Ley de Dios. Sin embargo, el joven no creía en el Reino de Dios ni en todo lo que este implica. Solo una persona que ha creído en el Reino de Dios y lo ha aceptado puede entrar en él. El joven rico no creía en él, o al menos no estaba dispuesto a creer en él ni a aceptarlo.

El joven rico, al igual que algunos de los discípulos de Jesús, concebía el Reino de Dios en términos terrenales, con la riqueza y el poder como sus componentes principales. Se podría decir que el joven rico ya era ciudadano de un “gran reino” en esta Tierra; es decir, el reino de las riquezas. “Porque tenía muchas posesiones” (Mar. 10:22). Aunque el joven rico creyera en las Escrituras, no estaba dispuesto a desprenderse de su propio reino. Probablemente no creía que el Reino de Dios pudiera brindarle, en última instancia, la vida mejor que buscaba. La cuestión en esta narración no es el carácter moral de la riqueza, sino la prioridad que quienes dicen creer en Jesús dan a su Reino. Por desgracia, demasiadas personas construyen en este mundo grandes imperios que les impiden percibir la relevancia que el Reino de Dios tiene para su vida. Como resultado, no ponen el Reino de Dios en primer lugar.

También es cierto que una persona rica no necesita renunciar a sus posesiones o a su familia para convertirse en un verdadero seguidor de Jesús. En su conversación con Pedro, “Jesús respondió: ‘Les aseguro que ninguno que haya dejado casa, hermanos o hermanas, padre o madre, esposa o hijos, o heredades, por causa de mí y del evangelio, dejará de recibir cien tantos ahora, en este tiempo; casas, hermanos, hermanas, madres, hijos y heredades, con persecuciones; y en el siglo venidero la vida eterna’ ” (Mar. 10:29, 30). Estos versículos implican un cambio radical en las antiguas prioridades de la vida.

Lo importante aquí es que el Reino de Dios ocupe en el corazón humano el lugar más elevado, por encima de la lealtad a cualquier reino terrenal. Por lo tanto, Jesús subraya el señorío de Dios sobre nuestra vida. Cuando el Señor reina en ella, lo hace sobre nuestras posesiones. Si eso no ocurre, nos hemos apartado del Reino de Dios.

Experimentar el Reino de Dios

El tema tratado anteriormente se centra en un obstáculo importante para entrar en el Reino de Dios: colocar las posesiones terrenales por encima del Reino. El siguiente tema se refiere a nuestras relaciones mutuas. ¿Cómo deben vivir los ciudadanos del Reino de Dios en comunidad unos con otros? Este tema es ahora nuestro punto central.

Para empezar, observamos que en esta parte de Marcos 10 se hace hincapié en la frase “entre ustedes” (vers. 43). Marcos 10:31 conecta la discusión anterior acerca de las posesiones con el tema de las relaciones interpersonales. Jesús afirma: “Pero muchos primeros serán últimos, y los últimos, primeros”. En otras palabras, el ingreso al Reino de Dios no se basa en la jerarquía humana. Para ilustrar este punto, volvamos por un momento a la historia de Jesús y sus discípulos rumbo a Jerusalén. Ellos pensaban que Jesús iba a Jerusalén para establecer su Reino. Por eso, dos de ellos le suplicaron: “Concédenos que en tu gloria nos sentemos uno a tu derecha y el otro a tu izquierda” (Mar. 10:37). ¿Notas que los discípulos no pidieron entrar en el Reino? En lugar de eso, presionaron para conseguir puestos privilegiados en él. En su respuesta, Jesús explicó que quienes se esforzaran por entrar en su Reino experimentarían tanto bendiciones (Mar. 10:30) como persecuciones en esta vida. En Marcos 10:38 al 40, Jesús enfatizó una vez más que su Reino incluía la copa del sufrimiento, no una vida de señorío sobre los demás. No hay nada malo en aspirar a la excelencia en cualquier institución u organización, incluso dentro de las comunidades eclesiásticas. Sin embargo, Jesús hizo hincapié en cómo debía manifestarse esa aspiración a la excelencia. En Marcos 10:42 al 45, él especificó cuál debía ser la actitud correcta de los líderes en sus comunidades. “Pero entre ustedes no será así. Antes, el que quiera ser grande entre ustedes sea su servidor. Y el que quiera ser el primero sea siervo de todos. Porque el Hijo del hombre tampoco vino para ser servido, sino para servir y dar su vida en rescate por muchos” (Mar. 10:43-45). En otras palabras, nuestra ciudadanía en el Reino de Dios, especialmente en el caso de quienes ocupan posiciones de liderazgo, implica una vida de sacrificio y servicio, no una de dominio sobre los demás. Jesús es el ejemplo que debemos esforzarnos por imitar.

APLICACIÓN A LA VIDA

¿Qué quiso decir Jesús cuando exclamó: “¡Cuán difícil es entrar en el Reino de Dios!” (Mar. 10:24)? El versículo no dice que es imposible entrar en el Reino de Dios, sino “difícil”. ¿Por qué? Una posible razón es que las personas adineradas pueden no percibir su necesidad de Dios o lo que él puede hacer en favor de ellas.

Recuerdo cierta ocasión en que tuve la oportunidad, como estudiante universitario, de dar estudios bíblicos a un hombre acaudalado. Mientras considerábamos una de las lecciones, aquel hombre me miró directamente a los ojos y dijo: “Ha sido estupendo saber más acerca del Dios de la Biblia, pero creo que no necesito de él. Cuando preciso algo, voy y lo compro. Eso es todo en la vida”.

¿Podemos conseguir todo en la vida sin Dios? Explica tu respuesta. ¿Hay algunas cosas que no podemos comprar con dinero? ¿Cuáles? ¿Conoces entre los miembros de tu clase a personas muy ricas o que ocupan puestos de liderazgo o prominencia en la sociedad? Si es así, ¿cómo pueden los integrantes de tu clase ayudar a esas personas a creer que el Reino de Dios también es para ellas? Ten en cuenta que nada es demasiado difícil para el Señor. Desde una perspectiva humana, la entrada en el Reino de Dios puede parecer difícil o aun imposible para algunas personas. Pero recuerda las palabras de Jesús: “Para los hombres es imposible, pero no para Dios, porque todas las cosas son posibles para Dios” (Mar. 10:27).

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