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Lección 9: CONTROVERSIAS EN JERUSALÉN | El libro de Marcos | Libro complementario

Lección 9:

CONTROVERSIAS EN JERUSALÉN

Hemos llegado al crucial ministerio de Jesús en Jerusalén, que incluye las escenas finales de su vida terrenal (conocidas como la Pasión): la Última Cena, Getsemaní, los juicios ante los judíos y los romanos, su muerte en la cruz, su entierro y la resurrección. Estos capítulos, Marcos 11 al 16, abarcan aproximadamente una semana, mientras que los diez capítulos anteriores cubren un período de aproximadamente tres años y medio. Esta ralentización o desaceleración de la narración indica que el evangelista considera estas escenas finales como las más cruciales del relato. Y con razón, ya que estos capítulos se centran en el estímulo de Jesús a los dirigentes de Jerusalén para que vuelvan a Dios y en la respuesta de ellos, que piden su crucifixión. Para algunos, estas escenas son el trágico final de la vida de un hombre bueno. Pero esa perspectiva pasa por alto la doble trama que se desarrolla a lo largo de estos capítulos: la voluntad del hombre contra la voluntad de Dios. La primera aparece en el proceso de quitar la vida al Hijo de Dios, pero la voluntad de Dios triunfa cuando Jesús es crucificado, llevado al sepulcro y resucitado.

Cuando Jesús muere en la cruz, acepta el bautismo de sangre y se convierte en el "rescate por muchos" (Mar. 10:45) al ofrecernos la copa de bendición (Mar. 14:23-25) en lugar de la copa de sufrimiento (vers. 38,39). La voluntad de Dios alcanza su punto culminante en la Cruz, y confirma la eficacia del sacrificio de Cristo en la resurrección.

La entrada triunfal

Pocos días antes del Calvario, el ministerio de Jesús en Jerusalén comienza con su entrada triunfal, descrita en Marcos 11. Jerusalén está situada en la región montañosa del sur de Palestina, a una altura de unos seiscientos metros, muy por encima del valle del Jordán, donde se encuentra Jericó, cerca del mar Muerto. Jerusalén se asienta sobre varias colinas. En tiempos de Jesús, tenía entre cuarenta y cincuenta mil habitantes, no mucho para los estándares modernos. Pero, en el Imperio Romano de la época, representaba una ciudad de segundo nivel, solo inferior a Roma, Alejandría y Éfeso en cantidad de población.

Jesús se acerca a la ciudad desde el este, desde el Monte de los Olivos, que se eleva por encima del monte del Templo. El Templo de Herodes dominaba el perfil de la ciudad,1 cuya superficie total era de unos 125 kilómetros cuadrados, 18 de los cuales correspondían al monte del Templo.2 Pero, aunque este representaba alrededor del 14 % de la superficie de la ciudad, sus enormes e impresionantes estructuras eclipsaban el resto de ella.

En el lado sur del monte del Templo estaba el Pórtico Real, una columnata o galería cubierta sostenida por cuatro filas de 162 enormes pilares. La circunferencia de cada uno de ellos equivalía a tres hombres con los brazos extendidos y las manos entrelazadas. Al norte, este y oeste del Templo también había galerías cubiertas, cada una con dos filas de pilares. La del este era conocida como el Pórtico de Salomón. Al norte se encontraba la Fortaleza Antonia, donde estaban acuarteladas las tropas romanas, listas para sofocar cualquier disturbio en el monte del Templo (ver Hech. 21). El monte del Templo era realmente impresionante.

El Templo medía en sus puntos más extensos unos 46 metros de ancho y otro tanto de alto. El Lugar Santo medía 9 metros por 18; y el Lugar Santísimo, 9 metros de largo y 9 de ancho. La puerta de entrada al Templo estaba cubierta por un enorme velo bordado con una representación de los cielos estrellados. Otro enorme velo cubría la entrada al Lugar Santísimo. El Templo estaba construido con piedra caliza proveniente del lugar y decorado con oro.

En su entrada triunfal, Jesús ingresa en el monte del Templo por una de las dos puertas del este de la ciudad, ya sea por la Puerta de los Leones o, más probablemente, por la Puerta Dorada, que daba directamente al monte del Templo. Habría sido fácil para Jesús provocar un levantamiento o tomar el control del Templo, pero, en lugar de ello, se retira con sus discípulos a Betania porque ya se había hecho tarde (Mar. 11:11).

A la mañana siguiente, Jesús y sus discípulos se ponen en camino hacia Jerusalén, distante solo unos kilómetros. El Maestro tiene hambre, ve una higuera cubierta de follaje y se acerca a ella en busca de algunos higos tempranos. Esto no era considerado robo. La gente podía saciar su apetito en el campo o el huerto de un vecino, por lo que la acción de Jesús no es inusual (Lev. 19:9, 10; 23:22; Deut. 23:25). Sin embargo, no encuentra fruto, pues, como dice Marcos, "no era tiempo de higos" (Mar. 11:13). Pero entonces, sorprendentemente, Jesús maldice el árbol a oídos de sus discípulos. ¿Qué significa esto? ^

Para destacar el significado de esta acción, el relato gira en torno a la entrada de Jesús en el Templo. La palabra griega traducida aquí como "Templo" es hieron, y se refiere a todo el complejo del monte del Templo, no al edificio en sí (naos en griego). Jesús expulsa a los que compran y venden en el recinto del Templo. Es probable que esto ocurriera en la zona del Pórtico Real, al sur del Templo, donde tenían libre acceso tanto los judíos como los gentiles. Más cerca del edificio del Templo había un muro bajo con inscripciones que advertían a los gentiles que no siguieran adelante so pena de muerte.

La limpieza del Templo por parte de Jesús crea animadversión entre los líderes religiosos. Comienzan a enviar grupos para enfrentarlo.

De aquí, surgen los relatos polémicos de Marcos 11 y 12. Pero, antes de analizar brevemente estos relatos, es importante comprender la maldición de la higuera y la purificación del Templo.

La maldición de la higuera, en combinación con la purificación del Templo, es la cuarta de las intercalaciones o historias sándwich de Marcos.3 El relato contrasta con la purificación del Templo. La ironía es que los líderes religiosos se resisten a la purificación del Templo y conspiran para acabar con Jesús. Y es este complot el que convierte la limpieza del Templo en una maldición. La muerte de Jesús pondrá fin a la razón de ser de los sacrificios en el Templo y presagiará la destrucción del edificio mismo. Esto explica por qué la historia de la higuera maldita es incluida en la narración de la purificación del Templo.

Historias de conflicto

Después de la purificación del Templo, Jesús regresa al día siguiente (martes de la semana de la Pasión) y es confrontado por los líderes religiosos por sus acciones del día anterior. Le preguntan: "¿Con qué autoridad haces estas cosas? ¿Quién te autorizó para hacerlas?" (Mar. 11:28). No esperan una respuesta, sino entramparlo sobre la base de lo que él responda. Pero Jesús demuestra ser más sagaz que ellos al preguntarles acerca del origen del bautismo de Juan el Bautista: ¿Era una iniciativa celestial o humana?

Demasiado tarde se dan cuenta de que los entrampados son ellos, ya que cualquier respuesta que den los pondrá en problemas. Si afirman que el bautismo practicado por Juan contaba con la aprobación divina, tendrán que aceptar su mensaje. Si lo niegan, pondrán en peligro su posición ante el pueblo, que ve a Juan como un profeta. Ante este dilema, optan por mentir y decir que no saben de dónde procede el bautismo de Juan. Esto permite a Jesús dejar sin responder la pregunta que le hicieron.

Pero él no ha terminado. Cuenta entonces la extraña parábola de los labradores (Mar. 12:1-11). El Señor comienza con la descripción de una viña plantada por un hombre. La descripción tiene fuertes paralelismos con la parábola de la viña de Isaías 5. Cualquiera que conozca a ese profeta del Antiguo Testamento reconocerá el vínculo: la viña simbolizaba a Israel (Isa. 5:7). Claramente, los labradores representaban a los líderes religiosos judíos; el originador de la viña es Dios; y el hijo amado es Jesús, el Hijo de Dios.

Marcos 12:12 indica que los líderes religiosos reconocen que Jesús ha contado la parábola "contra ellos", los irracionales y codiciosos arrendatarios de la viña. Según la parábola, su complot para matar a Jesús tendrá como consecuencia la destrucción de ellos. En realidad, se trata de una advertencia misericordiosa de Jesús, que muestra a los dirigentes adonde conducen sus pasos. Pero ellos no hacen caso de la advertencia y optan por continuar con su complot para darle muerte.

Impuestos

En Marcos 12 aparecen otras dos controversias: una de ellas, relacionada con el pago de impuestos al César, y la otra, con la resurrección. Los fariseos acuden a Jesús con una pregunta acerca de los impuestos: "¿Es correcto dar o no tributo al César? ¿Debemos pagar o no?" (vers. 14). Como antes, no procuran información de parte de Jesús, sino entramparlo con sus propias palabras. Para ellos, no existe una buena respuesta para esa pregunta. Si Jesús dice que paguen los impuestos, lo desacreditarán ante la gente común, que odia a los romanos y sus impuestos. Si dice que no se debe pagar, lo denunciarán ante los romanos.

La respuesta de Jesús es brillante: "Den al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios" (vers. 17). Muchos cristianos se han preguntado a lo largo de los años cómo deben relacionarse con los gobiernos terrenales, sobre todo con los que se apartan del temor del Señor. La perspectiva bíblica es que Dios establece los gobiernos y los depone (Dan. 5:17-21; Rom. 13:1-7). Dios concede poder a los seres humanos para bendecir y proteger a los demás, mantener el orden y castigar el mal (1 Ped. 2:13-17). "Den [apodidómi, "devolver, pagar"] al César lo que es del César" es la declaración de Jesús acerca de este principio. Debemos respetar a las autoridades bajo las que vivimos y pagar los impuestos que nos corresponden.

La segunda parte de la afirmación (dar "a Dios lo que es de Dios") indica otro deber, más elevado, que requiere nuestra lealtad suprema. Unos versículos más adelante, Jesús cita Deuteronomio 6:5: "Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con todo tu poder" (Mar. 12:30).

Basándose en este principio, cuando los líderes religiosos pidieron a los apóstoles que dejaran de predicar acerca de Jesús, estos respondieron: "Es preciso obedecer a Dios antes que a los hombres" (Hech. 5:29). Elena de White lo resume muy bien cuando dice que Jesús "declaró que ya que estaban viviendo bajo la protección del poder romano, debían dar a ese poder el apoyo que exigía mientras no estuviese en conflicto con un deber superior. Pero mientras se sujetasen pacíficamente a las leyes del país, debían en toda oportunidad tributar su primera fidelidad a Dios".4

La resurrección

El otro relato polémico de Marcos 12 gira en torno a la resurrección y es una disputa planteada por los saduceos, un grupo aristocrático sacerdotal5 que controlaba los servicios del Templo y se oponía a los fariseos. Solo aceptaban los cinco libros de Moisés como dotados de autoridad y no creían en la resurrección. *

Vienen a Jesús con una historia enigmática, probablemente una situación hipotética, diseñada para burlarse de la creencia en la

resurrección. "Y le preguntaron: 'Maestro, Moisés nos escribió que, si alguno muere y deja a su esposa sin hijos, que su hermano se case con ella, para dar descendientes a su hermano. Hubo siete hermanos. El primero se casó y murió sin dejar hijos. El segundo se casó con ella y murió sin hijos. Lo mismo sucedió con el tercero. Y ninguno de los siete dejó hijos. Al final murió también la mujer. En la resurrección, ¿esposa de cuál será, pues los siete la tuvieron por esposa?'" (vers. 18-23).

Los saduceos plantean que los siete hermanos acaban casándose con la misma mujer (basándose en Deut. 25:5-10) sin dejar heredero y, por último, la mujer muere tras una larga vida. Su pregunta es la siguiente: ¿De cuál de ellos será esposa en la resurrección ya que todos los hermanos estuvieron casados con ella? Así, intentan desacreditar la resurrección, que promovería en este caso la inmoralidad (siete hombres casados sucesivamente con la misma mujer).

Jesús echa por tierra la hipocresía de ellos mediante un doble argumento. En primer lugar, afirma que cuando los muertos resuciten, ni se casarán ni serán dados en matrimonio. Nota los tres aspectos de la respuesta de Cristo:

1. Afirma rotundamente que los muertos resucitarán.

2. Señala que quiénes resuciten no se casarán. En esa sociedad patrilineal, Jesús se dirige a la acción del hombre de buscar una mujer para casarse con ella.

3. Descarta la idea de nuevos matrimonios en el Cielo. "Dar en matrimonio" era la acción que realizaba el padre de la novia al aceptar el matrimonio de su hija, y eso no ocurrirá en el Cielo.

Pero ¿qué acerca de los matrimonios existentes? Jesús no aborda esta cuestión, aunque en el contexto de su argumento parece claramente afirmar que no habrá matrimonios en el Cielo. Esta afirmación ha suscitado muchas preguntas acerca de nuestra felicidad en el Cielo, preguntas que solo hallarán respuesta tras el regreso de Jesús.

Pero una cosa es cierta: nuestras relaciones en el Cielo cumplirán y superarán nuestras expectativas. Podemos confiar en que Dios cuidará de nosotros pues sabe qué nos hará felices.

La segunda parte de la respuesta de Jesús a los saduceos se basa en el Pentateuco, los cinco libros de Moisés. Él cita Éxodo 3:6, un pasaje que ellos aceptaban como autoritativo, y señala la declaración de Dios de que es "Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob" (Mar. 12:26). Jesús simplemente dice que esos patriarcas volverán a vivir en virtud de la resurrección. Dios no es el Dios de los muertos, sino de los vivos.

En esta línea de pensamiento, Jesús es coherente con el principio rabínico de argumentación según: lo que confirma lo más general también es cierto acerca de lo particular. Esto es así porque lo particular es un ejemplo de lo general. En este caso, puesto que Dios es el Dios de los vivos (el término general), también debe ser cierto que es el Dios de Abraham, Isaac y Jacob (el término particular). Así, estos patriarcas, junto con el resto de los justos muertos, volverán a vivir en ocasión de la resurrección.


1  Ver Ehud Netzer, The architecture of Herod, the great builder (Grand Rapids: Baker, 2008), pp. 137-178. Ver también Flavio Josefo, Antigüedades judías 15.11.3-7; Flavio Josefo, Guerras judías 5.5.1-6; tratado mishnaico Middot ("medidas"). Los detalles de los relatos de Josefo y de la Mishná se prestan a distintas interpretaciones.

2  William Horbury, W. D. Davíes y John Sturdy eds., The Cambridge history of Judaísm (Cambridge: Cambridge Universíty Press, 1999), t. 3, p. 43.

3  Ver el capítulo 3 de este libro para una descripción más detallada de esta técnica narrativa.

4  Elena de White, El Deseado de todas las gentes (Florida: Asociación Casa Editora Sudamericana, 2014), p. 554.

5  Ver Everett Ferguson, Backgrounds ofEarly Christianity, 3ra ed. (Grand Rapids: Eerdmans, 2003), pp. 519, 520.

 


 

 

 

 

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