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Lección 13: EL SEÑOR RESUCITADO | El libro de Marcos | Sección maestros

 

Lección 13:

EL SEÑOR RESUCITADO

RESEÑA

Texto clave: Marcos 16:14-16.

Enfoque del estudio: Marcos 16.

Introducción:

Marcos 15 termina destacando la contribución de un miembro notable de la sociedad israelita, alguien que pone su vida y sus recursos a disposición del Reino de Dios cuando Jesús muere. Las seguidoras de Jesús también expresan su voluntad de participar en los ritos funerarios de su Salvador. Surgen, entonces, las siguientes preguntas: ¿Dónde están los discípulos? ¿Cómo reaccionaron ante la muerte de Jesús? ¿Cómo respondieron a la noticia de su resurrección? Marcos dedica especial atención a responder esos interrogantes en la parte final de su Evangelio. También incluye las instrucciones especiales de Jesús a sus discípulos cuando les encomienda predicar el evangelio a todo el mundo.

Temática de la lección:

Los temas de esta semana incluyen un análisis de la experiencia de los discípulos cuando creyeron en Jesucristo como Señor resucitado. Nuestro estudio se dividirá en dos partes:

1. La importancia y el impacto de creer. Esta sección examina la falta de disposición de los discípulos a creer en la resurrección de Jesús y cómo, finalmente, Jesús desvanece sus dudas y fortalece su fe.

2. “Vayan por todo el mundo”. Esta sección incluye la gran comisión de Jesús a sus discípulos, así como el alcance de la misión de ellos y el objetivo del evangelio.

COMENTARIO

La importancia y el impacto de la fe

La muerte de Jesús resultó devastadora para sus seguidores. Aunque la profecía lo predijo, y aunque él mismo ya les había advertido de las pruebas a las que se enfrentaría antes de su muerte, las ideas preconcebidas de los discípulos sobre el Mesías les impidieron comprender el significado de las palabras del Maestro. Por ello, no estaban preparados para el impacto de los acontecimientos.

Inmediatamente después de la crucifixión, los discípulos mostraron que seguían sin comprender el plan divino o, en el mejor de los casos, que habían olvidado las palabras de Jesús, que les habrían servido de consuelo en medio de su dolor. Así, Marcos dice que “estaban tristes y llorando” (Mar. 16:10) tras la muerte de Jesús.

Podemos preguntarnos, con razón, si los discípulos y amigos íntimos de Jesús comprendieron siquiera el propósito de su muerte. Puesto que lo más probable es que no tuvieran una concepción clara de ese propósito, tampoco es difícil comprender su resistencia a creer que Jesús había resucitado de entre los muertos. Este último punto es subrayado en la primera parte de Marcos 16 y constituye el tema central de nuestra última lección.

Para empezar, en Marcos 16:6 a 8 los ángeles anuncian a las mujeres que Jesús había resucitado. Además, los ángeles animan a las mujeres a anunciar también la buena noticia. Sin embargo, “no decían nada a nadie, porque tenían miedo” (Mar. 16:8, énfasis añadido). ¿Crees que las mujeres temieron creer el asombroso anuncio de sus visitantes angélicos?

En una segunda escena, Jesús mismo se aparece a María Magdalena, después de lo cual “ella fue y avisó a los que habían estado con él, que estaban tristes y llorando. Cuando ellos oyeron que Jesús vivía, y que ella lo había visto, no lo creyeron” (Mar. 16:10, 11, énfasis añadido). María comunicó el mensaje, pero su audiencia no estaba dispuesta a creer la buena noticia.

Una tercera escena describe la persistencia de la incredulidad entre los discípulos. Marcos registra esta escena de la siguiente manera: “Después Jesús les apareció en otra forma a dos de ellos que iban de camino por el campo. Y ellos fueron y avisaron a los otros. Y ni aun a estos creyeron” (Mar. 16:12, 13, énfasis añadido).

Es interesante que Jesús no utilizara a nadie de su círculo íntimo para anunciar la noticia de su resurrección, sino que fue transmitida a sus discípulos a través de una mujer y de otras dos personas que no formaban parte del grupo de los Once. En una cuarta escena, Jesús mismo se aparece a los discípulos. “Finalmente se apareció a los once, cuando estaban a la mesa. Allí reprendió su incredulidad y dureza de corazón por no haber creído a los que lo habían visto resucitado” (Mar. 16:14, énfasis añadido).

¿Por qué los discípulos no estaban dispuestos a creer? Ellos tenían, como muchos en Israel, una concepción equivocada del Reino de Dios. Lucas registra claramente la naturaleza de este concepto erróneo en sus propias palabras: “Nosotros esperábamos que él era el que iba a redimir a Israel. Hoy es el tercer día que esto ha sucedido” (Luc. 24:21). ¿Qué quieren decir los discípulos con la expresión “redimir a Israel”? La palabra griega traducida como “redimir” es lytroō, cuyo significado básico es “liberar de una situación opresiva” (Danker y otros, A Greek-English lexicon of the New Testament and other early Christian literature, p. 606). Por ello, la muerte de Jesús significó para los discípulos la muerte de sus aspiraciones terrenales, pues concebían la redención como la liberación de la opresión romana.

Como vimos al principio del trimestre, Marcos comienza su Evangelio afirmando que “el tiempo se ha cumplido, el Reino de Dios está cerca”; por lo tanto, la gente necesita arrepentirse y creer en el evangelio (Mar. 1:15). Por desgracia, al final del relato evangélico de Marcos (Mar. 16), el corazón de las personas seguía dominado por la incredulidad. Estas personas no eran los sacerdotes, los líderes de Israel o el gobernador romano, sino los propios discípulos de Jesús.

Es interesante notar que Lucas también registra una escena protagonizada por los dos discípulos a los que se refiere Marcos 16. En el relato de Lucas, los dos no creen inicialmente la noticia de la resurrección de Jesús. Pero, en el Evangelio de Marcos, esos dos discípulos son incluidos entre los que creen en el Jesús resucitado. ¿Cómo se produjo esta transición de la incredulidad a la fe? ¿Qué hizo Jesús para ayudarlos? Lucas añade en su relato algo que Marcos no incluye en el suyo. Jesús reprende a los discípulos por su incredulidad y dureza de corazón (Mar. 16:14; comparar con Luc. 24:25); pero inmediatamente tras la reprimenda, Jesús los ilumina preguntándoles retóricamente: “¿No era necesario que el Cristo padeciera estas cosas para entrar en su gloria? Y empezando desde Moisés y todos los profetas, les explicó lo que toda la Escritura decía de él” (Luc. 24:26, 27). ¡Qué estudio intensivo de la Biblia recibieron sin duda los discípulos aquel día! Desde el Génesis hasta el último libro de la Biblia hebrea, a lo largo de todo el Antiguo Testamento, Jesús expuso las profecías mesiánicas ante sus dos seguidores.

Elena de White elabora más sobre la instrucción que Jesús dio más tarde a sus seguidores antes de su ascensión: “Antes de dejar a sus discípulos, Cristo presentó claramente la naturaleza de su Reino. Les recordó lo que les había dicho antes acerca de ello. Declaró que no era su propósito establecer en este mundo un reino temporal, sino un reino espiritual. No iba a reinar como rey terrenal en el trono de David. Volvió a explicarles las Escrituras, demostrando que todo lo que había sufrido había sido ordenado en el Cielo, en los concilios celebrados entre el Padre y él mismo. Todo había sido predicho por hombres inspirados por el Espíritu Santo. Dijo: Veis que todo lo que os he revelado acerca de mi rechazamiento como Mesías se ha cumplido. Todo lo que os he dicho acerca de la humillación que iba a soportar y la muerte que iba a sufrir se ha verificado. El tercer día resucité. Escudriñad más diligentemente las Escrituras, y veréis que en todas estas cosas se ha cumplido lo que especificaba la profecía acerca de mí” (El Deseado de todas las gentes, p. 759).

“Vayan por todo el mundo”

Tras el encuentro de los discípulos con su Señor resucitado, su experiencia de incredulidad se transformó en una fe activa. Ellos, a su vez, se convirtieron en testigos vivos de Jesús, su Señor resucitado. Ahora los discípulos ya no tenían miedo, sino que estaban dispuestos a recorrer largas distancias para decir a los demás que “ ‘¡Es verdad! ¡El Señor ha resucitado!’ […] Entonces ellos contaron lo que les había sucedido en el camino, y cómo lo reconocieron al partir el pan” (Luc. 24:34, 35). Más tarde, Jesús les encargó: “Vayan por todo el mundo, y prediquen el evangelio a toda criatura” (Mar. 16:15). Así, pues, el evangelio no solo debía ser predicado en Israel solamente, sino que debía ser llevado “hasta lo último de la tierra” (Hech. 1:8). Comentando acerca de la Gran Comisión, Elena de White escribe: “Pero la orden: ‘Id por todo el mundo’ no se ha de olvidar. Somos llamados a mirar las tierras lejanas. Cristo derriba el muro de separación, el prejuicio divisorio de las nacionalidades, enseña a amar a toda la familia humana. Eleva a los hombres del círculo estrecho que prescribe su egoísmo. Abroga todos los límites territoriales y las distinciones artificiales de la sociedad. No hace diferencia entre vecinos y extraños, entre amigos y enemigos. Nos enseña a mirar a toda alma menesterosa como a nuestro hermano; y al mundo, como nuestro campo” (ibíd., p. 762).

Se ordena a los discípulos dar testimonio de su fe a los demás. El objetivo del evangelio, según Marcos, es hacer y bautizar creyentes. Por eso se anuncia el evangelio del Reino (Mar. 1:14). Aceptar el Reino de Dios en el corazón y a Jesús como nuestro Salvador y Rey es esencial para la salvación y para ser preservados de la condenación (Mar. 16:16), para que todos aquellos que crean en él “tengan vida por medio de él” (Juan 20:31).

APLICACIÓN A LA VIDA

¿Cómo podemos los creyentes en Cristo evitar conceptos erróneos acerca de Dios y la salvación que conducen, a su vez, a una experiencia espiritual defectuosa? Pide a tus alumnos que lean el siguiente consejo mientras reflexionan sobre esa pregunta: “Razonando sobre la base de la profecía, Cristo dio a sus discípulos una idea correcta de lo que había de ser en la humanidad. Su expectativa de un Mesías que había de asumir el trono y el poder real de acuerdo con los deseos de los hombres había sido engañosa. Les había impedido comprender correctamente su descenso de la posición más sublime a la más humilde que pudiese ocupar. Cristo deseaba que las ideas de sus discípulos fuesen puras y veraces en toda especificación” (El Deseado de todas las gentes, 740).

¿Has considerado la posibilidad de servir en el campo misionero, lejos de tu hogar? ¿Qué te ha impedido asumir ese compromiso? ¿Has querido iniciar un proyecto misionero, pero sentiste temor de hacerlo? ¿Qué temores te impiden seguir adelante? Lee la siguiente promesa de la Pluma Inspirada: “Así dio Cristo su mandato a sus discípulos. Proveyó ampliamente para la prosecución de la obra y tomó sobre sí la responsabilidad de su éxito. Mientras ellos obedeciesen su palabra y trabajasen en relación con él, no podrían fracasar. Id a todas las naciones, les ordenó. Id hasta las partes más lejanas del globo habitable, pero sabed que mi presencia estará allí. Trabajad con fe y confianza, porque nunca llegará el momento en que yo os abandone” (ibíd., p. 761).

Tal vez ya estés involucrado en un proyecto misionero en alguna comunidad cercana. Si es así, ¿cuál es tu proyecto y a qué retos te enfrentas? ¿Cómo te motiva la última cita en tu ministerio? ¿Qué esperanza y fortaleza te da?

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