LA HISTORIA DE FONDO: EL PRÓLOGO
RESEÑA
Textos clave: Juan 1:14,18; 1:9-13; 17:1-5.
Más que en ningún otro lugar de las Escrituras, el Evangelio de Juan proclama con (p^: audacia, claridad y poder la verdad de que Jesús es Dios. Como Dios eterno, Jesús _—. precede a la Creación. El discípulo amado profundiza en el tema de la divinidad de _ Jesús para iluminar la verdad cósmica de que el Verbo se hizo carne.
Así como Moisés inicia el Antiguo Testamento afirmando la verdad de la Creación, ^^ Juan hace la misma proclamación en el Nuevo Testamento. De esta manera, el tema ^^ de la Creación (y de su Creador, el Verbo, que es Dios) une ambos Testamentos. Al _ cimentar su evangelio en la Creación desde el principio, Juan proporciona un ancla teológica para todas las discusiones posteriores.
Para Juan, el tema de Jesús como Creador era vital, porque Satanás, el gran engañador, odiaba la verdad acerca de la divinidad de Cristo y de su igualdad con Dios. Hacia fines del primer siglo de nuestra era, oscuras herejías penetraron sutil-mente en la iglesia. Los gnósticos afirmaron la realidad de la divinidad de Jesús, pero sembraron la duda acerca de su Encarnación. Este peligroso fenómeno se produjo aproximadamente tres décadas después de la redacción de los evangelios sinópticos. En consecuencia, produjo desánimo entre los creyentes y afectó su espiritualidad. _
Los primeros 18 versículos del Evangelio de Juan constituyen un prólogo al resto del documento y proporcionan una declaración teológica inquebrantable, ^^ concisa y compacta acerca de la divinidad de Cristo, el Verbo, quien es Dios y ^^ siempre lo ha sido. Él es el Creador, y el Dador de la vida y de la luz. Sin embargo, se hizo hombre, nació de Dios, y demostró el amor, la gracia y la gloria de la Deidad ante su Creación.
El Logos (Verbo) divino transmite la voluntad expresa y el poder creador de Dios (Juan 1:1). Tanto a través de la Creación como de la Revelación, Dios ha expresado claramente su carácter y sus acciones, como se observa a lo largo de las Escrituras. Y ahora. Dios se revela a través de la encarnación de su Hijo. No debe quedar ninguna duda en nuestras mentes acerca del amor divino hacia nosotros, ya que Dios mismo se manifestó en Jesús.
¿Recuerdas cómo respondió el Señor cuando Felipe le pidió que le revelara al Padre? Jesús dijo: "¿Tanto tiempo hace que estoy con ustedes y no me has conocido, Felipe? El que me ha visto a mí ha visto al Padre. ¿Cómo dices: Muéstranos al Padre?" (Juan 14:9).
"Al venir a morar con nosotros, Jesús iba a revelar a Dios tanto a los hombres como a los ángeles. Él era la Palabra de Dios: el pensamiento de Dios hecho audible" (Elena de White, El Deseado de todas las gentes, p. 11). Esta expresión viviente y divina del carácter de Dios existía, nos dice Juan, desde el principio. ¿Qué quiere decir Juan con las palabras "en el principio"? El texto en griego carece del artículo definido "el", tal como aparece en la versión Reina-Valera y en otras traducciones, que dan un significado más específico a la palabra "principio". La ausencia del artículo definido en griego no implica un tiempo específico que pueda ser fijado o calculado, sino más bien un tiempo indefinible que va más allá de cualquier principio. En otras palabras, el Verbo, Jesús, estaba presente desde siempre, desde antes de la Creación.
El Verbo se hizo carne (Juan 1:14,18)
La palabra griega logos puede entenderse como verdad, existencia ideal, pensamiento y expresión perfectos. De acuerdo con la filosofía griega, el logos era una noción etérea que se cernía sobre la humanidad sin habitar en ella. Por el contrario, Cristo, el Verbo (Logos), no era un vago concepto filosófico, sino una realidad visible y tangible. Era único, irrepetible, Dios manifestado en la carne.
Cuando Cristo se hizo carne a nuestra semejanza (no igualdad), su humanidad veló su divinidad, pero siguió siendo plenamente Dios. En efecto, se hizo semejante a nosotros para simpatizar con nosotros, pero siguió siendo diferente de nosotros a fin de salvarnos. ¡Qué asombroso acto de condescendencia divina es el hecho de que Dios se humillara y se hiciera humano! No podemos comprender plenamente este misterio del amor divino, pero debemos apreciarlo y abrazarlo de corazón. En muchas religiones del mundo, el ser humano intenta inútilmente experimentar la ascensión al plano donde están los presuntos "dioses"; pero en el cristianismo. Dios desciende a nuestro nivel para encontrarnos donde estamos.
En Juan 1:14, el adjetivo preciso que describe a Jesús es la palabra griega monogenes, traducida como "unigénito", que literalmente significa único. Esta unicidad o singularidad es tan trascendental e indispensable que de ella depende nuestra salvación. Sin ella, estaríamos condenados para siempre a la muerte a causa de nuestros pecados, en lugar de ser redimidos por la justicia y la vida del Hijo unigénito de Dios.
La palabra "engendrado" (Juan 1:14,18) se ha aplicado erróneamente a lo largo de la historia del cristianismo, de maneras que la Biblia nunca pretendió; es decir, en el sentido de que el Hijo fue engendrado o traído a la existencia por el Padre eterno en algún momento indefinido y distante, antes de que algo fuera creado. Pero esta noción es errónea. Cristo fue verdaderamente el Originador y el Creador de todas las cosas, no un ser creado. Juan afirma sin ninguna vacilación que Cristo era Dios y estaba con Dios desde la eternidad: "Todas las cosas fueron hechas por él. Nada de cuanto existe fue hecho sin él" (Juan 1:3).
El misterio de la Encarnación es difícil de comprender, pues significa que el Dios infinito se esforzó por llegar hasta nuestras mentes finitas a fin de salvarnos. Y, para ello, llegó al extremo de sacrificar a su Hijo único. Este acto fue verdaderamente radical. Cristo se humilló voluntariamente, se hizo humano y murió por la humanidad pecadora. Él alteró voluntariamente su naturaleza eterna con el fin de conservar nuestra humanidad para siempre. En lugar de seguir siendo plenamente divino, ahora es a la vez plenamente divino y humano. ¡Qué demostración tan tangible de amor abnegado ante todo el universo!
Dios encarnado "habitó" entre nosotros (Juan 1:14). "Habitó" es la traducción de la palabra griega skenoó, que significa literalmente "acampó" con nosotros. Esta noción se remonta a Éxodo 25:8, donde Dios dice a Moisés: "Y me harán un santuario, para que yo habite entre ellos". La idea de que Dios desea estar con nosotros continuamente es uno de los temas principales de toda la Biblia. Dios no quiere ser un residente temporal, sino permanente. Por eso, el nombre celestial del Dios encarnado es "Emmanuel", Dios con nosotros.
Lo fascinante de esta realidad es el honor que Dios nos concede al habitar entre nosotros. Una señal tangible de que alguien nos ama es que desea estar con nosotros. El amor del tipo agape, en griego, siempre busca la comunión, el compañerismo, y por eso tiene tanto sentido cuando Jesús prometió a sus discípulos: "Y después que me vaya y les prepare lugar, vendré otra vez, y-los llevaré conmigo, para que donde yo esté, ustedes también estén" (Juan 14:3). Esta hermosa realidad debería llenarnos de santa alegría y confianza a fin de experimentar su presencia aquí y morar con él por siempre y en perfección en el Cielo.
Oír o no oír la Palabra (Juan 1:9-13)
El título de esta sección también podría ser "ver o no ver la Palabra". Sería insensato rechazar la luz que nos ilumina; del mismo modo, es irracional tener oídos y negarse a oír. La voz de la verdad es clara, pero la gente elige hacer oídos sordos. En consecuencia, la gloriosa luz del evangelio se derrama por doquier, pero la gente abraza la oscuridad. En un sentido muy real, este fenómeno forma parte del misterio de la iniquidad.
Tal rebelión nos recuerda el asombro de Dios ante las decisiones equivocadas y sin sentido de su pueblo: "Porque la palabra está muy cerca de ti, en tu boca y en tu corazón, para que la cumplas. [...] he puesto delante la vida y la muerte, la bendición y la maldición. Elige la vida, para que vivas tú y tus descendientes" (Deut. 30:14,19). Rebelarse contra la luz y la vida ofrecidas por Dios y elegir, en cambio, las tinieblas y la muerte, es seguir el trágico ejemplo de Lucifer.
Temas que reaparecen - Creer / No creer
Dios ha dado a todas sus criaturas la libertad de elegir amarlo libremente. Sin embargo, a menudo abusamos y hacemos mal uso de esa libertad en nuestro propio perjuicio. Algunos llegan a decir que cualquier elección, equivocada o acertada, es correcta siempre y cuando elijamos. Afirman que la muerte de Cristo en la Cruz les otorga libertad de elección e inmunidad respecto de las consecuencias de cualquier decisión desacertada.
Esa idea es peligrosa, pues alienta a las personas a ser descuidadas a la hora de tomar decisiones. Jesús murió en la Cruz para salvarnos de nuestros pecados y darnos vida eterna. La libertad de elección se concedió a la humanidad antes de la Cruz y se remonta al Jardín del Edén. Por eso, aunque la libertad de elegir está siempre a disposición de la humanidad, debemos animar a quienes se encuentran en el valle de la decisión a que elijan lo que es correcto a los ojos de Dios. Algunos dicen que el resultado no importa tanto, porque todos los pródigos acaban volviendo a Dios.
Sin embargo, muchos no lo hacen, a pesar de que Dios siempre está dispuesto a perdonar y restaurar a los descarriados cuando eligen creer en él.
Temas que reaparecen: Gloria (Juan 17:1-5)
Puesto que sabía que había llegado su hora, Jesús estaba dispuesto a enfrentar la Cruz. Pero también anticipaba la alegría y la gloria que le esperaban. La misión conjunta de salvación que Padre e Hijo acordaron desde antes de la fundación del mundo estaba a punto de llevarse a cabo con éxito. El Diablo pronto sería derrotado decisivamente en la Cruz.
En su heroica obra para salvar a quienes creen en él, Cristo descendió hasta lo más profundo, pero resucitó revestido de gloria. Pablo atestigua este hecho cuando dice que Cristo "se humilló a sí mismo y se hizo obediente hasta la muerte, y muerte de cruz. Por eso Dios también lo exaltó hasta lo sumo y le dio un nombre que es sobre todo nombre" (Fil. 2:8, 9). Pablo contrasta la alegría y la vergüenza en el acto salvífico de Cristo. En consecuencia, podemos decir que el hecho de que Cristo previera la salvación del mundo fue para él una experiencia gloriosa, a pesar de la vergüenza que soportó en la Cruz. Jesús, "en vista del gozo que le esperaba, sufrió la cruz, menospreció la vergüenza y se sentó a la diestra del trono de Dios" (Heb. 12:2).
Reflexiona acerca de las siguientes preguntas y respóndelas:
1. Acerca de Cristo como Verbo, o Palabra (Logos), ¿cómo lo representaban sus palabras cuando estuvo aquí en este mundo?
2. ¿Te asaltan alguna vez dudas acerca del carácter de Dios el Padre? ¿Por qué sí o por qué no? Reflexiona detenidamente acerca de la respuesta de Jesús a Felipe: ver a Jesús equivale a ver al Padre. ¿Cómo pueden estas palabras disipar tus dudas?
3. ¿Cómo se relaciona el significado de las palabras "único" y "engendrado" con la salvación única que se nos ofrece en Cristo?
4. Cristo conservará su naturaleza humana por toda la eternidad. De hecho, alteró su naturaleza eterna para siempre al hacerse totalmente humano y divino. ¿Cómo afecta esta realidad tu vida actual y tu esperanza futura?
5. Si creyéramos que en lugar de salvarnos de nuestros pecados Jesús murió simplemente para darnos libertad de elección, ¿qué efecto tendría esa idea a la hora de tomar decisiones cruciales en materia de obediencia y desobediencia? Algunos piensan que Dios es neutral cuando se trata de nuestra toma de decisiones. Si tal fuera el caso, ¿armonizaría esa noción con el hecho de que Dios nos insta a tomar las decisiones correctas?
6. Acerca de la vergüenza y la gloria, ¿cómo concilias ambos conceptos en la vida y el ministerio de Cristo? ¿Has sido alguna vez avergonzado por causa de Cristo? ¿Cómo puede esa experiencia conducir al hecho de recibir honor por parte de Dios?
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