RESEÑA
Enfoque del estudio: Juan 17:24; Mateo 22:1-14; Juan 10:17, 18.
Introducción: Dios ama a todas las personas más de lo que podemos imaginar. Su amor es totalmente abnegado, generoso y misericordioso, ya que decide revelarlo incluso a quienes son infieles a él.
Temática de la lección
La lección de esta semana destaca tres temas principales:
El amor de Dios no es una necesidad divina: Su amor es central para nuestra comprensión de su relación con la humanidad. El amor divino es una expresión de la benevolencia espontánea y abundante de Dios. Su amor no es motivado por ninguna acción de nuestra parte ni se debe a algún potencial humano. Dios manifiesta su amor sin ninguna expectativa de obtener ventajas para sí mismo. Ama a cada persona por propia iniciativa, por pura gracia, como en el caso de Oseas, Israel y nosotros.
El amor de Dios es incalculable: En la persona de Jesús, Dios se entregó voluntariamente por nosotros. Su amor constante e inagotable revela más plenamente su misericordia. Su amor supera toda expectativa, ya que él otorga libremente su gracia, misericordia y compasión incluso a quienes son indignos de ello.
El amor de Dios puede ser resistido: Dios nos ofrece la revelación más completa de su generoso amor, pero no predetermina la respuesta de las personas a este. Su amor no es dominante ni coercitivo, sino que nos ofrece la libertad de aceptarlo o rechazarlo.
Aplicación a la vida El amor de Dios sobrepasa toda expectativa humana, ya que concede gratuitamente gracia, misericordia y compasión incluso a quienes menos lo merecen. ¿Cómo cambia esta noción acerca del amor de Dios nuestra actitud para con quienes están dentro de nuestra esfera y no han hecho nada para merecer nuestra compasión?
COMENTARIO
El amor de Dios no es una necesidad divina
La libertad es una característica crucial del amor de Dios. Su amor no está determinado por ningún factor. En las relaciones del tipo causa-efecto, el efecto es el resultado necesario de una causa. Sin embargo, en lugar de estar definido por la lógica causa-efecto de la necesidad, el amor de Dios es extraordinariamente voluntario. Esta idea se pone de manifiesto en la experiencia de Oseas y su esposa infiel. En esta narración, como se verá más adelante, se destaca que el amor de Dios no lo obliga a crear seres a quienes amar y que su amor es fruto de su voluntad.
Oseas y la libertad del amor de Dios: Oseas 14:4 conecta la sanación prometida por Dios para la infidelidad de Israel con su promesa de amar a su pueblo. Esta promesa reitera la restauración misericordiosa del pueblo apóstata de Dios, prevista en Oseas 2:14 al 23, y es ilustrada mediante la relación misericordiosa del propio Oseas con su esposa infiel (Ose. 3:1-5). La comparación con la experiencia biográfica de Oseas sugiere que el amor de Dios es totalmente generoso. “Este es un amor que no se gana. ¿Qué podría presentar Israel a Yahvé como pago aceptable? Por el contrario, el término hebreo nedabah (Ose. 14:4) destaca el hecho de que Dios amará a Israel por pura gracia, transmite la idea de una ‘ofrenda voluntaria o resultante de la generosidad’ ” (Douglas Stuart, Hosea-Jonah, Word Biblical Commentary 31 [Word, 1987], p. 215). Por lo tanto, el amor de Dios no es el resultado de alguna acción realizada por Israel, sino una expresión divina totalmente voluntaria. De hecho, el lenguaje de la curación divina en Oseas 14:4 (ver también Ose. 5:13; 6:1; 7:1; 11:3) parece subrayar la naturaleza voluntaria del amor de Dios, ya que Israel es incapaz de llegar a ser fiel por sus propias fuerzas. En consecuencia, el carácter voluntario de dicho amor implica que sus destinatarios son indignos de él.
El amor de Dios y la Creación: La noción de que el amor entre dos personas requiere una relación entre ambas parecería sugerir que Dios necesita crear criaturas para convertirse en un Dios amoroso. En otras palabras, la Creación sería necesaria para la existencia del amor de Dios. Sin embargo, esta idea no es respaldada por las Escrituras, que hacen hincapié en la libertad y la autonomía de Dios. Él no necesita nada de sus criaturas (Hech. 17:25). Además, el amor divino existía eternamente antes de la creación del universo, como subrayó Jesús cuando afirmó que el Padre lo amaba “antes de la fundación del mundo” (Juan 17:24). En consecuencia, la creación del mundo no fue una necesidad para la existencia del amor de Dios. Por el contrario, la Creación fue una actividad divina voluntaria que resultó de la libertad de su eterno y desbordante amor.
Dios otorga su amor gratuitamente: la muerte sacrificial de Jesús en la Cruz fue una ofrenda voluntaria motivada por el amor. Cristo no fue la víctima de una ejecución violenta. Como él mismo enfatizó: “Yo doy mi vida […], nadie me la quita. Yo la doy de mí mismo” (Juan 10:17, 18). Del mismo modo, Pablo dice que Cristo “me amó y se entregó a sí mismo por mí” (Gál. 2:20). Por lo tanto, la crucifixión de Jesús no fue simplemente el resultado de las malas acciones de sus verdugos, sino que él se entregó voluntariamente como una extraordinaria manifestación del amor divino.
El amor de Dios es incalculable
La noción de que el amor de Dios no sigue la lógica de causa y efecto significa que no puede ser calculado de manera razonable y lógica. Dos casos de intercesión ante Dios en el Pentateuco ejemplifican este concepto:
El primero de ellos es la intercesión de Abraham (Gén. 18:23-33) en el contexto del juicio divino anunciado contra Sodoma y Gomorra (Gén. 18:20). Inicialmente, Abraham apela a la justicia de Dios y pregunta si realmente destruiría la ciudad si hubiera cincuenta justos en ella (Gén. 18:24, 25). Podría decirse que cincuenta era un número razonable para Abraham como parte de su apelación a la justicia divina. Sin embargo, en la medida en que este número disminuye progresivamente en la persistente intercesión de Abraham, de 50 a 45 (Gén. 18:28), de 45 a 40 (Gén. 18:29), de 40 a 30 (Gén. 18:30), de 30 a 20 (Gén. 18:31) y de 20 a 10 (Gén. 18:32), ya no apela a la justicia de Dios sino a su misericordia (Gén. 18:27, 30, 32). Cincuenta sería razonable para la justicia, pero diez está muy por debajo de una expectativa justa. Si el comienzo de la intercesión da la impresión de que Abraham intentaba convencer a Dios de que fuera justo y luego misericordioso, la progresión del diálogo intercesor revela que tal intención definitivamente no es el caso. Más bien, el proceso de intercesión revela en realidad que la misericordia amorosa de Dios es superior a lo que se podría esperar razonablemente.
El segundo caso de intercesión es la intervención de Moisés en favor de los israelitas en el Sinaí. Sin duda, la impresión inicial es que intentaba convencer a Dios de que fuera misericordioso con ellos (Éxo. 32:11-14, 31-33). Pero, de nuevo, no es así. El clímax de la interacción entre Moisés y el Señor es la revelación de la gloria divina, que es una notable manifestación del amor de Dios (Éxo. 34:6, 7). Además de la afirmación de la libertad divina de ser misericordioso con quienes claramente no merecen el amor de Dios (Éxo. 33:19), la aguda comparación asimétrica entre “mantener su invariable amor a millares” y “castigar la iniquidad […] hasta la tercera y cuarta generación” (Éxo. 34:7) sugiere que, en última instancia, no se puede calcular el alcance del amor de Dios, lo que destaca especialmente la libre expresión de su amor.
El amor de Dios puede ser resistido
El amor divino se basa en la libertad; por lo tanto, no obliga a los seres humanos a reaccionar de una determinada manera. Una vez más, el amor de Dios es esencialmente voluntario y no implica una lógica de causa y efecto. En su lamento por Jerusalén, Jesús revela con tristeza que no ha podido satisfacer su deseo de salvar a sus hijos: “¡Cuántas veces quise juntar a tus hijos, como la gallina junta sus pollos bajo sus alas! Y no quisiste” (Mat. 23:37).
El verbo griego traducido como “querer” (thelō) se utiliza dos veces en este pasaje, pero de maneras diferentes. La primera vez describe cómo Cristo deseaba salvar a los habitantes de Jerusalén, mientras que la segunda indica que ellos no compartían ese deseo. Por lo tanto, el amor divino no determina una respuesta amorosa por parte de quienes lo reciben. Desgraciadamente, como ese amoroso deseo no fue correspondido, no pudo cumplirse.
Otro ejemplo bíblico de resistencia al amor divino se encuentra en la parábola del banquete de bodas, en la que muchos de los invitados rechazan la invitación (Mat. 22:3). Luego, la invitación es extendida a otros que sí acuden a la boda (Mat. 22:9, 10). Sin embargo, incluso entre quienes acuden hay alguien “sin vestido de boda” (Mat. 22:11). La conclusión de la parábola subraya que “muchos son los llamados, y pocos los elegidos” (Mat. 22:14). En esta parábola acerca del “reino de los cielos” (Mat. 22:2), el lenguaje empleado para referirse a la selección de “los elegidos” no comunica la idea de una elección divina determinista (predestinación), sino que está relacionado con la aceptación o el rechazo de la invitación divina por parte de las personas. En otras palabras, “muchos son invitados, pero algunos se niegan a venir, y otros que vienen se niegan a someterse a las normas del Reino y, por lo tanto, son rechazados. Quienes permanecen son llamados ‘elegidos’ ” (D. A. Carson, Matthew, Mark, Luke [Zondervan, 1984], p. 457). Por lo tanto, nuestra capacidad de elegir es otra indicación de que el amor divino respeta la libertad humana de aceptarlo o rechazarlo.
APLICACIÓN A LA VIDA
Sobre la base del hecho de que Dios expresa libremente su amor, analiza las siguientes preguntas:
1. No necesitamos realizar ninguna acción para ganarnos el amor de Dios. ¿De qué manera comprender esto nos ayuda a acercarnos más a Dios? Menciona al menos un ejemplo práctico.
2. El amor de Dios supera cualquier expectativa razonable y alcanza incluso a las personas más indignas. ¿Cómo se puede utilizar este concepto para hablar del evangelio con los incrédulos?
3. ¿De qué maneras prácticas lamentablemente resistimos el amor de Dios?
4. El amor divino no emplea la coacción; ¿qué aprendemos de esto para poder amar sinceramente a los demás?
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