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Lección 12: LA HORA DE LA GLORIA: LA CRUZ Y LA RESURRECCIÓN | Temas en el evangelio de Juan | Sección maestros

Lección 12:

LA HORA DE LA GLORIA: LA CRUZ Y LA RESURRECCIÓN

RESEÑA

Textos clave: Juan 18:28-38; 18:38-19:5; 19:30; 17:4; 20:1-10.

Existe un claro contraste entre la cosmovisión de Pi lato y la de Cristo. La visión que el gobernador romano tenía del mundo se basaba en un rey y un reino temporales, pero la de Jesús se fundaba en un reino espiritual y eterno. Sin embargo, era evidente que Pilato percibía al Hombre que tenía delante como alguien diferente de los demás. Desde luego, y a diferencia de muchos líderes judíos y la turba, no lo veía como alguien que merecía una ejecución cruel.

En la breve pero significativa interacción entre ambos, Jesús dijo a Pi lato que él había venido a este mundo "para dar testimonio de la verdad. Todo el que es de la verdad oye mi voz" (Juan 18:37). El vacilante Pilato nunca había oído a nadie hablar de la verdad de una manera tan certera y autoritativa. En respuesta, Pilato hizo una pregunta de trascendencia eterna: "¿Qué cosa es la verdad?" (Juan 18:38). Sin embargo, no esperó la respuesta de Jesús a esa pregunta crucial solo cabe imaginar cuál habría sido la respuesta de Cristo si hubiera tenido la oportunidad de responder.

¿Imitamos nosotros la impaciencia de Pilato? Hacemos buenas preguntas a Dios, pero con frecuencia no esperamos sus respuestas. Qué diferentes sería nuestra vida sí escucháramos más lo que Dios quiere decirnos. Por desgracia, con demasiada frecuencia estamos centrados en nosotros mismos y no en Cristo. Imagina todas las ideas útiles que Dios podría darnos si simplemente estuviéramos quietos y lo escucháramos más.

Es interesante observar que la crucifixión, la muerte más vergonzosa y humillante, es presentada por Juan como un acontecimiento sumamente glorioso. Con su muerte, Jesús, como segundo Adán, derrotó a Satanás y cumplió la misión de salvar a la humanidad pecadora. En virtud de ello, su Padre aceptó su sacrificio e hizo posible la salvación de todos los que creyeran en su Hijo.

COMENTARIO

¿Qué es la verdad? (Juan 18:28-38}

Al hacer su pregunta acerca de la verdad sin esperar la respuesta, Pilato no escuchó la verdad de labios de la Verdad misma, que estaba ante él. Su pregunta es especialmente pertinente hoy, porque nuestro mundo está repleto de verdades abandonadas o desamparadas. Las tinieblas de la falsedad y su consiguiente confusión proliferan por doquier. Hoy se ha vuelto normal y aceptable eludir la verdad, tergiversarla y emplear un doble discurso. Esta degradación de la verdad ocurre tan a menudo que la gente se ve impelida a hacerse la misma pregunta que Pilato: "¿Qué es la verdad?"

Cuando seguimos los pasos de Jesús, él nos ayuda a convertirnos en voceros de la verdad Jesús no solo dice la verdad, sino también él mismo es la Verdad. Dio testimonio de ello cuando dijo: "Yo soy el camino, la verdad y la vida" (Juan 14:6). Que nuestro testimonio saque a otros de la oscuridad del mal y los lleve a la luz brillante de la verdad de Cristo. Que hagamos saber a los demás que la verdad se encuentra aún en Cristo y en sus seguidores.

¡He aquí al Hombre! (Juan 18:38-19:5)

Poncio Pilato es digno de compasión por su vacilación y transigencia en detrimento de lo que sabía que era la verdad. Trató de complacer a todos, pero, como resultado, no complació a nadie. Fue odiado tanto por los judíos como por el poder romano. El emperador lo exilió a la Galia y lo despojó de todos sus honores. Poco después, murió en el exilio quitándose la vida. Pilato intentó apelar al sentido de la justicia y a la simpatía de los dirigentes judíos, pero estos estaban empeñados en ver morir a Jesús en la cruz. Al ordenar su flagelación, Pi lato esperaba despertar la compasión del pueblo.

En un último intento por salvar a Jesús, Pilato ofreció a los líderes religiosos elegir entre dos prisioneros, como era costumbre en esa fecha. ¿A quién debía liberar? ¿A Cristo o a Barrabás? La multitud eligió a Barrabás, el criminal más vil, un verdadero representante de Satanás. Tristemente, cuando Pilato se dio cuenta de que los líderes estaban decididos a crucificar a Jesús, cedió de mala gana a sus deseos. Una pequeña transigencia lo condujo a otras mayores hasta que cruzó el umbral de no retorno. Sin embargo, durante este proceso, Pi lato se descalificó a sí mismo y puso de manifiesto la injusticia de los procedimientos judiciales al declarar tres veces inocente a Jesús, pero condenarlo luego a muerte.

¡Qué figura tan penosa era Pilato! Sin embargo, aunque era pagano trató de salvar a un judío de sus propios compatriotas mientras estos clamaban por su muerte. Todas estas cosas sucedieron en la Pascua.

La misión de Jesús era ser sacrificado como Cordero pascual dispuesto para ser inmolado desde la fundación del mundo. Había nacido para morir, pero su muerte no tenía por qué ocurrir a manos de Pilato. Las últimas palabras de este a la multitud fueron: "¡Aquí está el hombre!" (Juan 19:5). Sin darse cuenta de ello, al llamar la atención de la multitud a contemplar a Jesús, Pi lato resumió en esas palabras, aparentemente sencillas, la profundidad y amplitud de la salvación y en qué consiste. Al contemplar a Jesús, somos transformados. En las palabras de Juan el Bautista: "¡He aquí! El Cordero de Dios que quita el pecado del mundo" (Juan 1:29). Miremos al Hijo del Hombre, y seamos salvos. Contemplémoslo, y vivamos.

"Consumado está" (Juan 19:30; 17:4)

En Juan 17:4, Jesús dice a su Padre: "Yo te he glorificado en la tierra. He acabado la obra que me encargaste". ¿En beneficio de quién había terminado Jesús su obra? El contexto de esta declaración es la oración sumo sacerdotal de Jesús en favor de sus discípulos. Jesús los menciona cuarenta veces en el curso de la oración. En efecto, glorificó a su Padre al entrenar a los discípulos.

Jesús los capacitó para llevar a cabo su obra consumada de redención. "Cristo había terminado la obra que se le había encomendado que hiciera. Había reunido a aquellos que habrían de continuar su obra entre los hombres. Y dijo: 'He sido glorificado en ellos' " (Elena de White, Los hechos de los apóstoles, p. 20). La terminación de la obra de Cristo consistente en la formación de sus discípulos debía ser seguida por la conclusión de su obra salvífica. En Juan 19:30, leemos: "Cuando Jesús tomó el vinagre dijo: '¡Consumado está!' E inclinando la cabeza, entregó el espíritu".

El sacrificio perfecto de Cristo significa que no debemos añadir ni quitar nada a su obra, sino simplemente aceptarla. La salvación es un don de la gracia. Recibimos este don por la fe y, a través de la fe en la justicia de Cristo, somos capacitados para vivir una vida obediente y victoriosa.

La tumba vacía (Juan 20:1-10)

La resurrección de Cristo muy temprano en el primer día de la semana era indispensable para la fe de sus seguidores. Cristo debía levantarse de la tumba como había dicho y como predijo el Antiguo Testamento. Ningún poder maligno podía retenerlo en el sepulcro. Ante la poderosa orden de su Padre de que resucitara, las fuerzas del mal fueron totalmente derrotadas. El apóstol Pablo afirma en 1 Corintios 15:17: "Y si Cristo no resucitó, la fe de ustedes es vana y aún están en sus pecados". Luego añade: "Si solo para esta vida esperamos en Cristo, seríamos los más desdichados de todos los hombres" (1 Cor. 15:19).

¿Por qué seríamos en ese caso "los más desdichados"? Porque la gloriosa esperanza de la resurrección no sería posible y los muertos en Cristo no resucitarían si no fuera por la resurrección de Cristo. Pero la resurrección tuvo lugar en la mañana del primer día de la semana y la tumba vacía fue presenciada por María Magdalena, Pedro y Juan. Los soldados romanos presenciaron la salida de Cristo de la tumba poco antes y cayeron como muertos ante la manifestación de su deslumbrante gloria. De hecho, los soldados estaban tan asombrados por lo que presenciaron con sus propios ojos que acudieron presurosamente a los líderes religiosos para contarles lo que había ocurrido.

Pero los dirigentes estaban tan en contra de Jesús que descartaron por completo cualquier evidencia clara de su gloriosa resurrección. Sin embargo, sabían con certeza que Cristo había resucitado; de lo contrario, ¿por qué sobornar a los soldados? Mateo describe lo que realmente sucedió: "Y reunidos con los ancianos, y habido consejo, estos dieron mucho dinero a los soldados. Les dijeron: 'Digan: "Sus discípulos vinieron de noche y lo hurtaron mientras nosotros dormíamos". Y si el gobernador oye esto, nosotros lo persuadiremos y los libraremos' "(Mat. 28:12-14).

Por lo tanto, resulta muy claro que los dirigentes religiosos estaban sosteniendo una mentira en abierta oposición a las evidencias que tenían delante. ¿Todo un numeroso grupo de soldados romanos dormía haciendo así posible que los discípulos robaran el cuerpo de Cristo? Imposible. Ni ladrones ni los discípulos de Cristo robaron su cuerpo. El Salvador se levantó gloriosamente de la tumba. Incluso su paño mortuorio estaba cuidadosamente plegado y puesto a un lado, mostrando así que no había evidencia de manipulación de la tumba o robo apresurado.

Jesús y María (Juan 20:11-18)

María tuvo el privilegio único, antes que ninguno de los discípulos, de ver la tumba vacía. También fue la primera en ver y oír a Jesús resucitado. Mientras permanecía cerca de la tumba vacía, reacia a marcharse, entró y vio inesperadamente a dos ángeles sentados donde había estado el cuerpo de Cristo. Ellos le preguntaron por qué lloraba.

Al volverse, se encontró cara a cara con quien pensó que era el cuidador del huerto, sin darse cuenta de que era el Señor resucitado. Al verla llorar, Jesús le preguntó: "Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas?" (Juan 20:15). La atención de María estaba totalmente centrada en el cuerpo desaparecido de Jesús, hasta que Jesús pronunció su nombre. Al oírlo, se dio cuenta súbitamente de quién era, y lo llamó "Rabboni" ("mi maestro").

María corrió al encuentro de los discípulos y les dio la buena noticia de que había visto al Señor. Jesús se le había aparecido, como más tarde apareció a los discípulos cuando les preparó el desayuno y cuando permitió que Tomás tocara sus cicatrices.

Por nosotros, Jesús conservará para siempre su humanidad, uniéndonos a él con un vínculo que nunca se romperá.

APLICACIÓN A LA VIDA

Reflexiona acerca de las siguientes preguntas y respóndelas:

1. Jesús tuvo que morir para salvar a la humanidad pecadora. Pero ¿por qué tuvo que morir de una manera tan cruel? ¿Por qué no fue suficiente una muerte "normal"?

2. La gente se hace hoy más que nunca la misma pregunta que Pilato hizo a Jesús: "¿Qué es la verdad?" En tu opinión, ¿por qué se está dejando de lado la verdad en nuestros días? ¿Cuáles son algunos de los factores sociales que contribuyen a ello?

3. Considera las siguientes afirmaciones: Mira hacia arriba, y vive; mira hacia abajo, y muere. Nunca te rindas, pero siempre mira hacia arriba, y ve la luz en el rostro de Jesús. ¿De qué manera práctica puedes "contemplar al Hombre"?

4. ¿Qué significa el hecho de que Jesús terminara su obra de entrenar a los discípulos para compartir el evangelio justo antes de consumar su obra de redención en la Cruz? ¿Qué obra crees que todavía tiene que terminar en tu vida?

5. ¿Qué lecciones prácticas podemos aprender de la experiencia de María? Estaba tan sumida en su dolor que no pudo reconocer al principio a Jesús resucitado. ¿De qué manera estamos a veces tan agobiados por nuestras pesadas cargas que no discernimos la presencia de Jesús en nuestra vida? ¿Cómo podemos remediar esta situación?

6. Reflexiona un momento acerca del trágico final de Pilato. ¿Qué lecciones podemos aprender de su conducta, especialmente de su relación con los judíos, con las autoridades romanas y con Jesús?

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