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Lección 12: LA HORA DE LA GLORIA: LA CRUZ Y LA RESURRECCIÓN | Temas en el evangelio de Juan | Libro complementario

 

Lección 12:

LA HORA DE LA GLORIA: LA CRUZ Y LA RESURRECCIÓN

Anthony Kent

Durante el jubileo de platino de la reina Isabel II, ocurrió algo increíble. La Reina paseaba fuera de los terrenos del castillo de Balmoral, en Escocia. Llevaba ropa informal y solo la acompañaba un agente de seguridad, Richard Griffin, que también vestía de manera informal. A lo largo de un sendero alejado, se encontraron con dos turistas de Estados Unidos que estaban de vacaciones paseando por Gran Bretaña. La Reina se detuvo a saludar y charlar con los viajeros. Sorprendentemente, los turistas no la reconocieron, que probablemente era una de las personas más fotografiadas del planeta.1

Durante la conversación, que duró unos minutos, los estadounidenses contaron dónde vivían y adonde iban de vacaciones. Le preguntaron a la Reina dónde vivía, y ella dijo que vivía en Londres, pero que viajaba a su casa de vacaciones cercana. Cuando le preguntaron cuánto tiempo llevaba visitando la zona, la Reina respondió que llevaba más de ochenta años viniendo. A continuación, los turistas le preguntaron si, durante todas esas visitas a la zona, había conocido alguna vez a la Reina. Seguramente con un brillo en los ojos, ella respondió que Richard, su acompañante, conocía a la Reina. Los viajeros estaban encantados. Querían fotografiarse con Richard porque conocía a la Reina. Le entregaron a la Reina su cámara y le pidieron que tomara la foto.

Una vez tomada la foto, Richard, en un acto de compasión para aplacar la futura sensación de vergüenza que tendrían los viajeros, se ofreció a cambiar de lugar con la Reina, que seguía sin ser reconocida por la pareja, para dejarles una foto a los turistas con ella. Se despidieron, aún sin saber que habían estado mirando, hablando y compartiendo fotografías con la reina Isabel II, que era la monarca que más tiempo llevaba reinando en la historia de Gran Bretaña.16

Sin duda, en algún momento posterior a su experiencia con la Reina, estos dos viajeros, quizá cuando miraron detenidamente las fotos de sus vacaciones, se dieron cuenta de que habían estado en presencia de la soberana.

Pilato y Jesús

Poncio Pilato se reunió con Jesús, pero perdió la oportunidad de reconocer al que tenía enfrente. A propósito de este encuentro entre Jesús y Pilato, registrado en Juan 18:28 a 19:16, William Barclay comenta: "Nadie podría leer esta historia sin darse cuenta de la gran majestad dejesús".2 Pues parece que Pilato fue la excepción. Aunque es poco probable que Pilato leyera alguna vez el Evangelio de Juan, vivió esta experiencia y no reconoció "la gran majestad de Jesús". Los lectores de Juan pueden identificar la verdadera identidad de Jesús como "el Verbo" desde el mismo comienzo del Evangelio: "En el principio era el Verbo, el Verbo estaba con Dios y el Verbo era Dios. Este estaba en el principio con Dios. Todas las cosas por medio de él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho-fue hecho" (Juan 1:1-3).

Además, en Juan 1:14, se describe a Jesús, el Verbo, como "lleno de gracia y de verdad". También se describe a Jesús como "la luz verdadera" (vers. 9). "La gracia y la verdad vinieron por medio de Jesucristo" (vers. 17). Y, en este primer capítulo del Evangelio de Juan, está el comentario predictivo: "En el mundo estaba [Jesús], y el mundo fue hecho por medio de él; pero el mundo no lo conoció" (vers. 10). Evidentemente, Pilato no lo conocía. Quizá no le interesaba conocerlo.

Varios comentaristas señalan que, en la descripción que Juan presenta del encuentro entre Pilato y Jesús, solo hay dos personas en la sala: Jesús y Pilato. León Morris escribe: "En ese momento, todos los demás actores de la Pasión desaparecieron de la escena".18 AndreasJ. Kóstenberger observa: "Además, un procurador ecuestre como Pilato en una provincia insignificante como Judea no tenía ayudantes de alto rango que pudieran ayudarlo a llevar a cabo sus tareas administrativas y judiciales".19 Helen K. Bond señala que Juan tiene por costumbre, al igual que otros escritores bíblicos, "reducir las escenas de mayor trascendencia a dos figuras principales".20 En este caso, lo hace con Jesús y Pilato.

Elena de White escribe que, inicialmente, "Pilato lo miró con ojos nada amistosos".21 El relato de Juan nos dice que Pilato "llamó" a Jesús. Este no fue como el llamado de David al Señor: "En mi angustia clamé al Señor" (Sal. 18:6). Más bien, fue el llamado del arrogante Pilato a alguien que consideraba su subordinado, como un amo llamaría a su esclavo.

El interrogatorio

El lugar donde Pilato interrogó a Jesús también es importante porque revela ¡a dinámica de poder de todo este episodio. Juan señala concretamente que ocurrió en el cuartel general del gobernador en Jerusalén: el pretorio (Juan 18:33). Esta era la residencia de Pilato cuando estaba en Jerusalén. Normalmente se encontraba en Cesarea Marítima, en la costa mediterránea. Como gentil, Pilato no tomaba ninguna medida para eliminar la levadura de su casa o de su dieta en previsión de la Pascua. Los líderes judíos, que acusaban a Jesús, tuvieron cuidado de no entrar en la residencia de Pilato "para no contaminarse y así poder comer la Pascua" (vers. 28). Jesús, como judío, no fue beneficiario de esta cortesía.

El romano Pilato, "un gobernador colonialista etnocéntrico'7era conocido por ser rencoroso y cruel con los judíos, al ejecutar injustamente a muchos, saquear sus finanzas e infringir deliberadamente sus leyes de idolatría. Sin embargo, en este ejemplo concreto, respetó la sensibilidad judía. Fue él quien salió de su residencia para reunirse con los dirigentes judíos afuera, donde no se contaminarían con su casa impura. Según el registro de Juan, siete veces Pilato "se moviliza entre los sumos sacerdotes judíos, que esperaban afuera, y Jesús dentro del pretorio" '; Aunque "Pilato poseía imperium, o poder magisterial supremo en la región"/'1 en este episodio se muestra sumamente sumiso ante los pedidos de los dirigentes judíos.

También es muy probable que Juan esté señalando con sutileza la posición de Jesús. Ninguna acusación, levadura o, de hecho, cualquier elemento externo que pudiera imponérsele a Jesús contaminaría jamás al inmaculado Cordero de Dios. Aunque era un ser de carne y hueso en el impuro pretorio de un mundo contaminado,

Jesús no tenía pecado, era la Luz del mundo (Juan 8:12). Permanecía inalterablemente "lleno de gracia y de verdad" (Juan 1:14).

Después de consultar afuera a los líderes judíos, Pilato regresó a su residencia para interrogar a Jesús. La primera pregunta que le I hizo a Jesús estaba cargada de ironía y desdén: " ¿Eres tú el Rey de los judíos?" (Juan 18:33). A Pilato le costaba creer la validez de la acusación contra Jesús. Su pregunta era "enfáticamente despectiva". ¿Eres tú el Rey de los judíos? No había ningún ejército rebelde a 4 la vista; era inconcebible que aquel campesino galileo fuera una I amenaza real para Roma o para nadie.

Jesús se preocupa por Pilato

La respuesta de Jesús a la pregunta de Pilato fue inteligente, mesurada e incluso pastoral hacia su interrogador. Jesús, en efecto, le preguntó a Pilato: ¿Es esta una pregunta personal tuya o la pregunta de otros? Por supuesto, Jesús sabía la respuesta a la pregunta que le hizo a Pilato incluso antes de formularla, pero la hizo para tocar el corazón del gobernador romano. Elena de White ofrece esta importante revelación: Jesús "sabía que el Espíritu Santo estaba contendiendo con Pilato".76 Incluso estando sometido al interrogatorio, de Pilato, que no era "un juez justo ni recto",27 Jesús se preocupó por la salvación del romano y su amor por él fue evidente. En esta situación, Jesús demostró el mismo amor por Pilato que tuvo cuando estaba siendo crucificado y oró: "Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen" (Luc. 23:34).

Elena de White también señala que, durante el juicio de Pilato a Jesús, "su mirada descansó escrutadoramente en Jesús. Había tenido que tratar con toda clase de criminales; pero nunca antes había comparecido ante él un hombre que llevara rasgos de tanta

bondad y nobleza. En su rostro no vio vestigios de culpabilidad, ni expresión de temor, ni audacia o desafío. Vio a un hombre de porte sereno y digno, cuyo semblante no llevaba los estigmas de un criminal, sino la firma del Cielo".3

Describe además lo que sucedió en el corazón de Pilato en ese momento: "Pilato comprendió lo que Cristo quería decir; pero el orgullo se irguió en su corazón. No quiso reconocer la convicción que se apoderaba de él".4

La respuesta de Pilato fue: "¿Soy yo acaso judío?" (Juan 18:35). La respuesta era clara e inequívoca: ¡No! Él no era judío, y no, no estaba interesado en el llamado del Espíritu Santo y de Jesús. No quería que su corazón se conmoviera.

¿Escuchará Pilato?

Pero Pilato era curioso, y tenía más preguntas para Jesús: "¿Por qué tu propia gente, tus propios líderes religiosos, quieren ejecutarte? ¿Qué has hecho?" (vers. 35, traducción libre del autor). Entonces Jesús le dijo a Pilato lo que en última instancia se convertiría en un elemento esencial del Evangelio de Juan: "Mi Reino no es de este mundo; si mi Reino fuera de este mundo, mis servidores pelearían para que yo no fuera entregado a los judíos; pero mi Reino no es de aquí" (vers. 36).

Pilato se aferró a la aparente confesión de Jesús: " '¿Así que tú eres rey?' Respondió Jesús: 'Tú dices que yo soy rey. Yo para esto he nacido, y para esto he venido al mundo: para dar testimonio de la verdad. Todo aquel que es de la verdad, oye mi voz'" (vers. 37, RVC).

La dulce pero fervorosa exhortación de Jesús al corazón de este despiadado funcionario del férreo Imperio Romano era clara. El lector del Evangelio de Juan puede percibir claramente lo que Jesús está haciendo aquí. Ya lo hemos visto antes. Cuando Jesús se reunió con personas curiosas, como Nicodemo (Juan 3:1-15) y la mujer samaritana junto al pozo (Juan 4:5-41), escucharon la verdad de sus labios, le abrieron sus corazones y, en última instancia, su vida fue transformada de manera positiva. Esto lo podemos constataren Juan 19, donde Juan describe a ese mismo Nicodemo, un líder religioso judío que decidió no condenar a Jesús a la crucifixión, trayendo una costosa mezcla de mirra y áloes a riesgo de su propia vida, a fin de preparar el cuerpo de Jesús para la sepultura (Juan 19:39),

¿Escuchará Pilato la verdad, como lo hicieron Nicodemo o la mujer del pozo? ¿Abrirá su corazón a la gracia y a la vida eterna? Se hallaba en una posición excepcionalmente privilegiada: en una habitación a solas con Jesús, el Cristo, el Mesías. Emmanuel estaba frente a él, en carne y hueso, suplicándole. En este marco, Jesús revela su asombroso amor por las personas: por todas las personas, incluso por Pilato, conocido por sus contemporáneos por "la venalidad, la violencia, los robos, ¡os asaltos, el comportamiento abusivo, las frecuentes ejecuciones de prisioneros que aún no habían sido juzgados y su inagotable salvajismo".5

¿Qué hace Pilato con esta oportunidad de aceptar la verdad de Jesús y la vida eterna? Lleno de prepotencia y orgullo, rechaza tajantemente el bondadoso llamado de Jesús y exclama con incredulidad: "¿Qué es la verdad?" (Juan 18:38).

La ironía de la respuesta de Pilato con esta pregunta: "¿Qué es la verdad?" es asombrosa. Pilato está solo en una habitación con Jesús. Jesús es la Verdad y la Gracia. Pilato está mirando la Verdad, hablando con la Verdad y escuchando a la Verdad, pero elige no reconocer la Verdad, aquella Verdad que está frente a él en una habitación vacía. Pilato está solo con la Luz del mundo, pero elige no ver la Luz. La incapacidad de Pilato para reconocer la identidad de Jesús no es un simple asunto de reconocimiento visual, como el de los turistas que no reconocieron a la reina Isabel en un lugar inesperado.

Pilato puede ver, oír y comprender muy bien la Verdad, pero elige rechazarla. La historia registra los muchos defectos y fallas de

Pilato, pero nunca se lo caracteriza como tonto u obtuso. Se trata de una elección deliberada. "La majestad de Jesús nunca brilló de forma más radiante que en aquella hora en la que estaba siendo juzgado ante el mundo".6 Pilato no solo tuvo un asiento en primera fila durante este juicio, sino también una audiencia privada con el radiante y majestuoso Jesús.

Pilato se asegura de que Jesús no tenga oportunidad de responder a su pregunta de: "¿Qué es la verdad?" Abandona inmediatamente la sala y sale a ver a los dirigentes judíos. La imagen de la salida de Pilato evoca la de Judas Iscariote saliendo de la habitación de la Última Cena para traicionar a Jesús (Juan 13:30). Así como Judas acaba confesando la inocencia de Jesús (Mat. 27:3, 4), Pilato está convencido de que Jesús es ¡nocente de todos los cargos (Juan 18:38; 19:4, 6).

Pilato creía en la inocencia de Jesús. Hizo repetidos intentos por salvar a Jesús de la cruz. Incluso estaba dispuesto a reconocer a Jesús como rey: "Rey de los judíos" (Juan 19:19). Pero, por desgracia, no estaba dispuesto a aceptar a Jesús como su Rey y Salvador.

La carrera por encima de Cristo

En 1961, un equipo de arqueólogos italianos que trabajaba en Cesarea Marítima, donde Pilato fue gobernador desde el año 26 hasta el año 36 d.C., descubrió una inscripción en latín en una piedra dañada de la época de su gobierno. La traducción idiomática reconstruida de la inscripción reza así: "Pondo Pilato, prefecto de Judea, dona (o dedica) al pueblo de Cesarea este edificio (o templo) público en honor a Tiberio"7 Si creemos lo que está grabado en esta piedra, parece que el corazón de Pilato estaba dedicado al emperador romano Tiberio en vez de a Jesús.

¡Si tan solo hubiera reconocido la Verdad!

Pilato estaba empeñado en ser visto positivamente por sus superiores en Roma. En su mundo, ese era el camino hacia la riqueza, el poder y una posición elevada. Para lograr esta ambición, necesitaba gobernar Judea con excelencia. Sorprendentemente, disponía de recursos militares limitados para imponer el poder romano en Judea, una región famosa por ser difícil de gobernar. Su adicción a la ambición lo hizo vulnerable a los manipuladores del poder. Pilato fue lo suficientemente astuto como para darse cuenta de que su agenda egoísta no sería impulsada por Jesús y su reino, y que aceptar el reino de Jesús iba en la dirección opuesta del empuje que deseaba. Aunque Jesús era inocente, era prescindible. Jesús murió voluntariamente como Salvador de Pilato, pero Pilato eligió utilizar la ejecución de Jesús como un mero instrumento para avanzar en su carrera. Fue una decisión trágica.


1 v' James Clifford Kent, "Queen Elizabeth II: Capturing the World's Most Pho tographed Woman in Life and Death", The Conversation, disponible en: <theconversat¡on.com/queen-el¡zabeth-ü-captur¡ng-the-worlds-most-pho-tographed-woman-¡n-lífe-and-death-190490>.

HenryJones, "Former Protection Officer Recounts Moment Tourists Did Not Recognise Queen", Independerá, disponible en: <independent.co.uk/news/uk/ american-royal-sky-news-her-majesty-platinum-jub¡lee-b2093534.html>.

2 ,? William Barclay, The Gospel of John, New Daily Study Bible (Louisville, KY: Westminster John Knox, 2001), t. 2, p. 283.

3  White, El Deseado de todas las gentes, p. 675.

4 Ibid., p. 689.

5  Bond, "Pílate, Pontius" p. 526.

6 r Barclay, The Gospel ofjohn, t. 2, pp. 283, 284.

7 -z James J. C. Cox, "Pontius Pílate and the Caesarea Inscription: Archeology Supplies Corroborative Evidence", Ministry (abril de 1975), p. 12.

s León Morris, The Cospel According toJohn (Grand Rapids, MI: Eerdmans, 1995), p. 678.

AndreasJ. Kóstenberger, John (Grand Rapids, MI: Baker Academic, 2004), p. 526.

70 Helen K. Bond, "Pílate, Pontius", en The New Interpreter's Dictionary ofthe Bible (Nashville, TN: Abingdon, 2009), t. 4, p. 527. White, El Deseado de todas las gentes, p. 671.

 

 

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