Lección 13: EPÍLOGO: CONOCER A JESÚS Y SU PALABRA | Temas en el evangelio de Juan | Sección maestros
Lección 13:
Y SU PALABRA
RESEÑA
Textos clave: Juan 21:1-19; 21:18-25; 8:40-46; 4:46-54; 12:32; 15:1-11.
En la conclusión o epílogo del Evangelio de Juan, Cristo trató de inculcar las enseñanzas de su reino espiritual, su muerte vicaria y su segura resurrección en el corazón y en la mente de sus seguidores. Sin embargo, sus discípulos no parecían incorporar lo que les decía. Esto les resultó bastante difícil de procesar a pesar de las numerosas ocasiones en que trató de explicarles la verdad y llevarlos a creer.
Para que no seamos demasiado duros con los discípulos, ¿no es este el problema de muchos cristianos hoy? Oímos las palabras de Cristo y las estudiamos, pero ¿se convierten estas realmente en parte de nuestra vida o quedan apenas en nuestra mente sin alcanzar nuestro corazón?
Aunque resulte difícil de creer, Pedro y los demás discípulos pensaban que Cristo restauraría a Israel como reino derrotando al poder romano durante su ministerio terrenal. Tras la resurrección, la esperanza de los dos seguidores de Jesús que iban rumbo. a Emaús estaba devastada. Cuando Jesús, a quien no habían identificado como el Salvador, se unió a ellos, les explicó las profecías relativas a él. La realidad de la resurrección y el derramamiento posterior del Espíritu Santo actualizaron lo que él había enseñado a los Doce desde el principio. Finalmente, la victoria de Cristo sobre la muerte se hizo tan real para los discípulos que estuvieron dispuestos a arriesgar su vida por la causa del evangelio.
Parece que, en esas últimas semanas con el Señor resucitado, los discípulos finalmente aprendieron y creyeron más acerca de lo que Jesús trataba de comunicarles. Él fue paciente con ellos hasta el final y está dispuesto a serlo con nosotros hoy. ¿Qué haríamos sin su paciencia? Que esta realidad nos ayude a ser más fieles a él en cada pensamiento, sentimiento y acción de nuestra vida.
COMENTARIO
Reunión en Galilea (Juan 21:1-19)
Incluso después de que el Señor resucitado apareciera tres veces a los discípulos, estos volvieron a pescar, por sugerencia de Pedro. Trabajaron toda la noche, pero no consiguieron nada. En condiciones normales, habrían pescado algo, por poco que fuera. Pero Jesús pretendía que este fracaso los hiciera enfocarse en ser pescadores de hombres. Nuestro fracaso en algo que solemos hacer bien a menudo nos lleva a buscar la ayuda divina.
Aquella mañana, Jesús apareció temprano en la orilla, obró el milagro de la gran pesca y luego dio de desayunar a sus seguidores. Este relato muestra que Cristo resucitado era una persona tan real como antes de su muerte. Además, al preparar la comida, Jesús demostró que se preocupaba por las necesidades de sus discípulos cansados y hambrientos. Al hacerlo, Jesús les demostró que siempre sería su amigo y que siempre estaría atento a sus necesidades mientras ellos se esforzaban por hacer avanzar su causa.
Es revelador que en este último encuentro el Señor se centrara en Pedro. Justo después de su resurrección, Jesús mencionó específicamente al discípulo, y ahora le preguntó tres veces si lo amaba. Mientras Jesús hablaba a los discípulos de su inminente crucifixión, Pedro insistió en que moriría por él (Juan 13:37). Pero. a pesar de esa promesa. él y los demás discípulos huyeron para salvar su vida. Más tarde, Pedro negó a Cristo tres veces, tal y como Jesús había predicho.
En la cultura oriental, renegar de los amigos es algo deshonroso, y Pedro sintió profundamente esa vergüenza. Puesto que sabía lo que Pedro sentía, Jesús le hizo tres preguntas para restaurarlo emocional y espiritualmente: "Simón, hijo de Jonás, ¿me amas?" (Juan 21:16).Jesús utilizó el verbo griego agapao, que se refiere al amor incondicional de Dios, y Pedro respondió con el verbo fileo, que a menudo designa el afecto existente entre amigos.
Parece que Pedro no sentía que su amor por su Señor fuera tan elevado como el de su Señor por él. En su respuesta, Pedro estaba mostrando humildad y disposición a ser instruido, rasgos que lo facultaban para cumplir la tarea encomendada por Jesús: "Apacienta mis ovejas" (Juan 21:16). Este gesto de Cristo demostraba que Pedro había sido restaurado y que se le había confiado el cuidado del rebaño de creyentes de Cristo. ¡Qué transformación! El Pedro impulsivo y demasiado confiado había aprendido por fin a ser humilde, a desconfiar de sí mismo y a confiar en Jesús.
Mantener los ojos en Jesús Juan 21:18-25)
Daría la impresión de que Pedro y Juan competían por la atención de Jesús. Este acababa de restaurar a Pedro ante sus condiscípulos y de encomendarle el cuidado pastoral de sus ovejas. En medio de esta labor de rehabilitación, Jesús incluyó la predicción de cómo daría Pedro su vida por el evangelio. (Ver Juan 21:18, 19). Entonces. Jesús pidió a Pedro que lo siguiera, la única manera de permanecer fiel y firme a lo largo de su ministerio e incluso del martirio.
Mientras Pedro caminaba con Cristo, Juan estaba cerca. Al parecer, esto despertó la curiosidad de Pedro. ¿Sufriría Juan al igual que él? La invitación a seguir a Jesús fue dirigida específicamente a Pedro, por lo cual este preguntó: "Señor. ¿y qué de este (Juan]?" (Juan 21:21). Puesto que sabía lo que había en el corazón de Pedro, Jesús respondió rápidamente: "Si quiero que él quede hasta que yo venga, ¿qué a ti? Tú sígueme" (Juan 21:22).
En pocas palabras, lo que Jesús quiso transmitir a Pedro es que la prioridad de seguirlo no depende de quién más lo haga o de las circunstancias que puedan surgir. La presión de los demás puede llevarnos a desviarnos hacia un lado u otro, pero debemos estar plenamente comprometidos con Jesús, independientemente de las personas o las circunstancias. Esta manera de pensar es muy necesaria hoy, cuando la gente tiende a seguir ideas caprichosas o la opinión pública. Como fieles seguidores de Jesús, no podemos hacer eso. Debemos seguirlo por nuestras propias convicciones personales acerca de él como Salvador, ya que nuestra salvación es un asunto entre nosotros y Dios. Cuando Jesús regrese, no importará lo que otros piensen de nosotros, sino solo lo que Dios piense.
No debemos dejar esta sección sin abordar un posible malentendido que puede surgir en la mente de muchos en relación con las palabras de Jesús acerca de Juan. Jesús se centró en la necesidad de Pedro de seguirlo a pesar de todo e independientemente del futuro de Juan. Observa la siguiente declaración condicional: "Si quiero que él quede" (Juan 21:22). Fue fácil para Pedro, y para nosotros, malinterpretar las claras palabras de Jesús y pasar por alto la idea principal expresada por el Señor: la necesidad de permanecer fieles.
Aun nuestros amigos más íntimos pueden a veces malinterpretar lo que decimos. Sin embargo, Jesús, nuestro mejor amigo, entiende perfectamente lo que decimos y lo que queremos decir. Considera esta inspirada declaración en términos de poner toda nuestra confianza en el inmutable Jesús: "Dios permite muchas veces que aquellos en quienes ponemos nuestra confianza nos chasqueen, para que aprendamos cuán vano es confiar en el hombre y hacer de la carne nuestro brazo. Confiemos completa, humilde y abnegadamente en Dios" (Elena de White, El ministerio de curación, p. 387).
Luz y tinieblas (Juan 8:40-46)
Algunas personas se empeñan en aferrarse a sus opiniones equivocadas a pesar de la cuantiosa evidencia que demuestra lo contrario. También tienden a rodearse exclusivamente de quienes están de acuerdo con ellos, como una manera de reforzar sus errores.
Tal era el caso de los líderes religiosos. Estaban tan cegados por su propio egoísmo y sus prejuicios que odiaban apasionadamente a Jesús. Es muy extraño que afirmaran amar al Padre, pero odiaran a su Hijo. Jesús expuso esta hipocresía en estas palabras: "Si su padre fuera Dios, me amarían; porque yo de Dios he salido y he venido. No he venido de mí mismo, sino que él me envió" (Juan 8:42).
Jesús cura al hijo de un noble judío (Juan 4:46-54)
En nuestro estudio de esta semana, también consideramos la historia de un importante funcionario judío que estaba al servicio del rey Herodes. El hijo de este noble languidecía en su lecho de muerte. Los médicos lo habían desahuciado. Desesperado, el padre buscó al gran Médico, aunque en realidad no creía que fuera el Mesías prometido. Jesús sabía que, si no curaba al hijo del noble, este no creería que él era el Cristo.
Aunque Jesús conocía los motivos del hombre, deseaba no solo sanar a su hijo, sino también despertar una fe genuina en él y traer la salvación a toda la familia. Jesús dijo al noble: "Si ustedes no ven señales y milagros no creerán" (Juan 4:48). Estas palabras aguijonearon la conciencia del padre y lo llevaron a cuestionar sus motivos egoístas, llevándolo así a creer en Jesús por su propio bien.
Permanecer en Jesús (Juan 12:32; 15:1-11)
Cuando Jesús fue "levantado de la tierra" (Juan 12:32), atrajo a muchos hacia él, y aún hoy sigue haciéndolo. Pero ser atraídos a Cristo es solo el paso inicial en nuestra relación salvadora con él, porque debemos continuar caminando con él y permanecer en él, lo que requiere determinación y constancia en nuestra senda espiritual.
Para resaltar la importancia de permanecer en él, Jesús menciona esto siete veces en solo cuatro versículos (Juan 15:4-7). Sin permanecer en Cristo, nada podemos hacer (Juan 15:5). El significado de este versículo resulta sumamente claro cuando lo consideramos a la luz de la técnica necesaria para hacer un injerto en una vid. Si el injerto no se adhiere a la cepa madre, se seca. Por lo tanto, sin la cepa madre, el injerto no puede hacer absolutamente nada.
La cualidad de permanecer transmite la idea de intimidad y constancia. El sarmiento fructífero tiene una conexión viva con la vid. "Fibra tras fibra, vena tras vena. [ ... ] al unirse [el injerto] a la vid viviente [Cristo], llega a formar parte de ella. [ ... ] Así como el injerto recibe vida cuando se une a la vid, el pecador participa de la naturaleza divina cuando se relaciona con Dios. Cuando estamos así unidos, las palabras de Cristo moran en nosotros, y no somos ya impulsados por sentimientos espasmódicos, sino por principios vivos y permanentes" (Elena de White, Hijos e hijas de Dios, p. 293).
APLICACIÓN A LA VIDA
Reflexiona acerca de las siguientes preguntas y respóndelas:
1. Piensa en lo que ocurre cuando confiamos demasiado en las personas, incluso en nuestros mejores amigos, en lugar de confiar en Jesús. Por su gran amor y misericordia hacia nosotros, Dios permite a veces que esos amigos nos decepcionen para que finalmente aprendamos a depositar nuestra plena confianza en Jesús. ¿Hasta qué punto debemos entonces confiar en nuestros mejores amigos?
2. Cuando sabemos y creemos que Dios nos ha perdonado, ¿es correcto no perdonarnos plenamente a nosotros mismos en vista de que no merecemos ese perdón? ¿Por qué sí o por qué no?
3· Puesto que algún día podemos enfrentarnos solos al tiempo de angustia, ¿hasta qué punto debemos depender de otros cristianos que nos rodean? ¿Seguimos necesitando el apoyo de otros o hemos aprendido a obtener fuerzas de nuestra comunión con Jesús?
4· ¿Qué significa para ti en la vida cotidiana el hecho de que sin Jesús no puedes hacer nada? Concretamente, ¿a qué se refiere la palabra "nada"?
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