Lección 13: EPÍLOGO: CONOCER A JESÚS Y SU PALABRA | Temas en el evangelio de Juan | Libro complementario
EPÍLOGO: CONOCER A JESÚS Y SU PALABRA
Anthony Kent
Sobre las azules aguas del golfo de Nápoles se alza el monte Vesubio. Desde su cima, de 1.200 metros de altura, se contemplan espléndidas vistas de la costa italiana, incluyendo Nápoles, Sorrento y la pintoresca Isla de Capri. El Vesubio, que sigue siendo un volcán activo, es especialmente famoso por la devastadora erupción del otoño del año 79. Pompeya, Herculano, Estabiae, Torre Annunziata y otros asentamientos, pueblos y comunidades fueron destruidos en pocas horas.
En el otoño del año 79, la población seguía reconstruyendo tras el gran terremoto del año 62. Cuatro días antes de la erupción del Vesubio, ya era evidente que la situación no era normal. Había continuos temblores de tierra; los pozos, conocidos por su abundante suministro de agua fresca y refrescante, se secaron; y salía vapor de las grietas del suelo. Por desgracia, la gente se quedó y no evacuó.
Durante la erupción, se estima que el gas, la ceniza y las piedras fueron propulsados a una altura extraordinaria de más de treinta kilómetros. Muy probablemente decenas de miles de personas perdieron la vida en esta tragedia.
Curiosamente, un solo testigo ocular registra esta enorme tragedia sísmica: Plinio el Joven.1 En dos cartas dirigidas al historiador romano Tácito, Plinio el Joven describe la enorme nube en forma de hongo, los escombros que caían del cielo, la rápida acumulación de estos en el suelo y el recurso de la gente de colocarse almohadas en 1a. cabeza para intentar huir. Describe la total oscuridad -peor que la de cualquier noche- a pesar de que la erupción se produjo durante el día. Más perturbador aún, escribe cómo las multitudes corrían para salvar su vida, frenadas por la enorme cantidad de hombres, mujeres y niños que gritaban. El olor a azufre, las llamas y los repetidos terremotos, junto con una vivida descripción de lo que solo podía ser un tsunami, aparecen en su relato.
Plinio también describe la inmensidad de la zona cubierta por la nube: "Había ya rodeado y ocultado la isla de Capri, y había borrado de nuestra vista el promontorio de Miseno".2
Al tratarse de una región bien poblada, sin duda la enormidad del fenómeno, el estruendo y las trágicas muertes debieron de atraer la atención de multitudes. Pero ¿cómo es posible que de los que lograron escapar el único registro sea el de Plinio el Joven?
Desde la perspectiva del siglo XXI, en el que miles de millones de personas llevan teléfonos celulares equipados con cámaras capaces de subir inmediatamente cualquier acontecimiento -importante o no- a Internet para su visualización global, esto es asombroso. Sin embargo, para ser justos con quienes vivían en las proximidades del Vesubio, muy pocos acontecimientos de la Antigüedad, incluso episodios significativos, fueron registrados por quienes fueron testigos presenciales de incidentes concretos.
Del mismo modo en que Plinio el Joven figura en la historia como testigo de la poderosa erupción, Juan, el discípulo amado, es testigo de algo mucho mayor que el acontecimiento volcánico más famoso del mundo. Juan es testigo del ministerio de Jesucristo, el Hijo de Dios. Y Juan no está solo. Hay otros testigos creíbles, como Mateo, Marcos y Lucas. Este último dice a sus lectores que muchos han tratado de poner en orden la historia de las cosas que por nosotros han sido ciertísimas" (Luc. 1:1). En el contexto de la Antigüedad, el número de testimonios fidedignos sobre la vida Jesús es asombroso. La cantidad y la minuciosidad de estos registros ponen de relieve la importancia de Jesús.
Juan estaba muy interesado en dar testimonio. En la mayorías de las traducciones bíblicas, la palabra "testigo" aparee 29 en el Evangelio de Juan. En Mateo y Marcos, testigo aparece Únicamente 4 veces en cada uno; en Lucas, la palabra aparece t 2 veces. Claramente, para Juan el testimonio y el ser testigos son prioritarios.
La verdad también es muy importante para Juan. Una vez más esto se refleja en su vocabulario. La palabra verdad aparece 26 veces en el cuarto Evangelio. El otro libro de la Biblia que utiliza esta palabra con más frecuencia que el Evangelio de Juan. El otro libro que utiliza la palabra verdad con más frecuencia es que es un libro considerablemente más extenso que juan el que solo aparece la palabra verdad 10 veces. Las tres epístolas de Juan utilizan esa misma palabra un total de 20 veces. De su uso reiterado, se desprendes claramente que la verdad era importante para juan. Testificar no solo era importante para Juan, quería ser un testigo veraz: quería revelar la verdad.
Pero Juan no testifica para hacer alarde de su propia importancia No le interesa recibir elogios ni alcanzar una fama ya reportarle beneficios personales. Al identificarse como participante en un acontecimiento, Juan suele discretamente a sí mismo en tercera persona. A veces se nomina otro discípulo" (Juan 18:15), "este discípulo" (ven otro discípulo" (Juan 20:8), y una vez utiliza los hijos de (Juan 21:2), lo que obviamente lo incluye a él y a su hermano Santiago. En otras ocasiones, se describe a sí mismo con discípulos, al cual Jesús amaba (Juan 13:23); el discípulo [Jesús] amaba (Juan 19:26); el otro discípulo, aquel a amaba (Juan 20:2); "aquel discípulo a quien Jesús amaba Juan 21:7); y el discípulo a quien amaba Jesús" (vers. 20).
Si Jesús me amó a mí, también te puede amar a ti
Cuando Juan se autodenomina el discípulo a quien Jesús amaba", no lo hace para destacar sus propios atributos, sino las virtudes de Jesús. Jesús es el que ama y no Juan el que era digno de ser amado.
De hecho, los lectores del Nuevo Testamento saben muy bien que Juan tenía algunos rasgos no muy fáciles de amar. Tenía un carácter de trueno (Mar. 3:17), probablemente olía a pescado (Luc. 5:2, 10), deseó que cayera fuego mortal del cielo sobre unos samaritanos desprevenidos (Luc. 9:52-54) y, junto con su manipuladora madre, ambicionaba de manera bochornosa una posición de prestigio (Mat. 20:20, 21). Sin embargo, Jesús amaba a Juan, y lo transformó en un discípulo humilde, afectuoso y amable.
Este amor que Jesús sentía por Juan no era un amor exclusivo. Juan enseña que Jesús tenía amor y estima por todas las personas. Este mismo autor es el que escribió las que quizá sean las palabras más conocidas de las Escrituras: "De tal manera amó Dios al mundo" (Juan 3:16), y "Dios es amor" (1 Juan 4:8). La sencilla pero profunda articulación del amor de Dios en Juan, junto con su milagrosa transformación por Jesús, anima a los lectores de su Evangelio a reflexionar: Si Jesús puede amar a alguien como Juan, con esos defectos de carácter, puede amarme a mí. Y, si el Señor puede transformar a Juan, también me puede transformar a mí.
La insistencia de Juan en el testimonio cobra protagonismo en Juan 21, que es el capítulo final del libro. Es un epílogo con un propósito. Él quiere que sus lectores conozcan a Jesús, pero no solo que sepan de él, sino que lo experimenten. Juan había experimentado a Jesús. Había sido maravillosamente transformado por él y ansiaba que todos tuvieran la misma experiencia.
Los versículos finales del capítulo anterior preparan la escena "Jesús hizo muchas otras señales en presencia de sus discípulos los cuales no están registradas en este libro. Pero estas se han para que ustedes crean que Jesús es el Cristo, el Hijo ele para que al creer en su nombre tengan vida" (Juan 20:30)
El propósito de Juan al escribir este Evangelio no es simplemente dejar constancia histórica de un acontecimiento importante, < erupción del Vesubio, o aportar pruebas para la creencia mu en Jesús. Más bien, Juan quiere que sus lectores crean que | el Cristo, el Hijo de Dios, y que a través de su nombre tenga vida eterna, una vida mejor.
Las primeras palabras de Juan 21 son significativas: "Después de esto, Jesús se manifestó otra vez a sus discípulos junto al mar de Tiberias; y se manifestó de esta manera" (vers. 1). La palabra griega traducida como "manifestó" denota "hacerse visible, revelar, exponerse públicamente".35Juan utiliza un lenguaje similar i de sus libros: el Apocalipsis, "la revelación de Jesucristo" 1:1). La palabra griega empleada en Apocalipsis 1:1 denota "Dar a conocer plenamente, revelarse, divulgarse".36 Aunque son palabras diferentes, ambas expresan un mismo sentir. Juan quiere n Jesús en toda su gloria. En Juan 2:1 al 11, al comienzo del ministerio de Jesús, aparece el relato de Jesús convirtiendo el agua en vino. Este pasaje concluye así: "Esta primera señal milagrosa la luz en Caná de Galilea. Así reveló su gloria y sus discípulos creyeron él" (vers. 11, NVI).
En el último capítulo de su Evangelio, Juan registra la última de las señales que revelan la gloria del Jesús resucitado, muchos otros autores de las Escrituras, emplea la repetición para subrayar algún aspecto importante. En Juan 21:1, repite: "Jesús se manifestó [...]; y se manifestó". Es importante destacar que Juan repite esta afirmación una tercera vez en este capítulo: "Esta era ya la tercera vez que Jesús se manifestaba a sus discípulos" (vers. 14). Juan quiere que la gente vea, oiga, experimente y conozca a este Jesús resucitado.
Juan estuvo presente cuando se produjo este acontecimiento junto al mar de Tiberíades; lo experimentó personalmente. Él quiere llevar a sus lectores mentalmente a ese lugar para que cada uno pueda experimentar también lo que él experimentó aquella madrugada junto al mar de Tiberíades con Jesús resucitado. Para que los lectores reconozcan a Juan como un testigo fiable y veraz, en repetidas ocasiones, pero con humildad, ratifica haber estado presente de las siguientes maneras:
• "Hijos de Zebedeo" (vers. 2).
• "Aquel discípulo a quien Jesús amaba" (vers. 7).
• "Volviéndose Pedro, vio que los seguía el discípulo a quien amaba Jesús, el mismo que en la cena se había recostado al lado de él y le había dicho: 'Señor, ¿quién es el que te ha de entregar?'" (vers. 20).
• "Cuando Pedro lo vio, dijo a Jesús: 'Señor, ¿y qué de este?1" (vers. 21).
• "Jesús le dijo: 'Si quiero que él quede hasta que yo vuelva, ¿qué a ti? Sígueme tú'" (vers. 22).
• "Se extendió entonces entre los hermanos el rumor de que aquel discípulo no moriría. Pero Jesús no le dijo que no moriría, sino: 'Si quiero que él quede hasta que yo vuelva, ¿qué a ti?'" (vers. 23).
• "Este es el discípulo que da testimonio de estas cosas, y escribió estas cosas; y sabemos que su testimonio es verdadero" (vers. 24).
• "Hay también otras muchas cosas que hizo Jesús, las cuales, si se escribieran una por una, pienso que ni aun en el mundo cabrían los libros que se habrían de escribir" (vers. 25).
Es decir, Juan está diciendo claramente a sus lectores: "Soy testigo ocular de estos acontecimientos. Yo estuve allí, vi los de las conversaciones. Sé de lo que estoy escribiendo, y estas cosas son cierto y exacto".
Al analizar el relato personal de Juan, es razonable un,' tanto él como los demás discípulos estaban hambrientos, frustrados cuando surgieron las primeras señales de haber pasado la noche pescando sin éxito en la barca, aparece un desconocido en la orilla. Está demasiado lejos que los discípulos reconozcan la figura distante, pero Juan revela al lector que aquel desconocido es Jesús. Esto permite a sus lectores ser testigos de toda la escena: el desconocido se revela a los discípulos. Esta escena también recuerda a Juan 20:1 al 18, di se revela a María Magdalena tras su resurrección.
En la penumbra del amanecer, el desconocido pregunta cortésmente: "Muchachos, ¿tienen algo de comer?" Con una mezcla de decepción y vergüenza, los discípulos responden tímidamente que no. La voz dice “echad a la derecha de la barca y pescarán algo" (vers. 6, NVI). Sin vacilar ni titubeos lanzar la red. El desconocido les dijo que encontrarían "algo", encontraron más peces de los que podían recoger los siete. Aquí hay implícito un mensaje para los discípulos de Jesús de todas las épocas. Las promesas de Dios siempre proveen más de lo que podemos imaginar y más de lo que podemos transportar.
En este momento, Juan reconoce al desconocido, es Jesús. Es como si el hecho de que Jesús llenara milagrosamente la red de pesca vacía, una red que había permanecido vacía toda la noche a pesar de los repetidos intentos, fuera la señal reveladora para Juan.
A continuación, Juan revela a Jesús a Pedro. La espontaneidad de la respuesta de Pedro es lo que el lector ha llegado a conocer, escuchar, a querer y a esperar de él. "Se ciñó la ropa y se lanzó al mar" (vers. 7). Tal era el deseo de Pedro de estar con Jesús, imaginar a Pedro nadando, chapoteando y zambulléndose, trae a la memoria lo que Pedro le dijo a Jesús durante la Última Cena. En un momento de su conversación con Jesús, Pedro no solo quiso que le lavara los pies, sino también las manos y la cabeza (Juan 13:9). Parece que ese deseo se hizo realidad. A medida que se avanza en Juan 21, el lector encontrará otro motivo para recordar y reflexionar sobre la Última Cena y sobre otra conversación que mantuvieron Jesús y Pedro.
Cuando los discípulos, hambrientos y cansados, llegan a la orilla, Jesús les prepara el desayuno. Juan ofrece un detalle sobre el fuego. Es un fuego de carbón. Juan describe el menú y cómo se cocina. Sobre las brasas hay pescado y pan (vers. 9). Una prueba más de que Juan estaba allí como participante y como testigo ocular. Juan también comparte otros detalles: se pescaron 153 peces grandes y la red no se rompió (vers. 11).
Jesús invita a los discípulos: "Vengan a desayunar" (vers. 12, NVI). "Jesús se acercó, tomó el pan y se lo dio a ellos e hizo lo mismo con el pescado" (vers. 13, NVI).
Después del desayuno, Jesús inicia una conversación. Es un diálogo difícil pero importante. Juan nos da los detalles: "Después de comer, Jesús dijo a Simón Pedro" (vers. 15). Esta conversación tuvo lugar en presencia de los discípulos. Era necesario que así fuera. Elena de White explica por qué:
"Cristo tenía otra lección que dar, especialmente relacionada con Pedro. La negación de Pedro de su Maestro había estado en un vergonzoso contraste con sus anteriores profesiones de lealtad. Había deshonrado a Cristo e incurrido en la desconfianza de sus hermanos. Ellos pensaban que no se le debía permitir asumir su posición anterior entre ellos, y él mismo sentía que había perdido su confianza. Antes de ser llamado a asumir de nuevo su obra apostólica, debía dar delante de todos ellos una evidencia de su arrepentimiento. Sin eso su pecado, aunque se hubiese arrepentido de él, podía haber destruido su influencia como ministro de Cristo. El Salvador le dio oportunidad de recobrar la confianza de sus hermanos y, en la medida de lo posible, eliminar el oprobio que había atraído sobre el evangelio".37
Esta conversación abierta y sincera entre Jesús y Simón reivindicó a Pedro y le dio la oportunidad de expresar tres veces amor genuino por Jesús. Pero también reveló un amor más grande: El amor de Jesús por Pedro y por toda la humanidad. Aunque falló, no fue desechado, arrojado por la borda, para nunc. tener un propósito. No, la gracia restauró a Pedro. Pedro w importante responsabilidad de apacentar a los corderos de pastorear a las ovejas de Jesús y de alimentarlas (vers. 15-17)
Este capítulo final del Evangelio de Juan revela a un Salvador resucitado y victorioso que ha vencido al pecado y a Satán. Su bondad ha triunfado sobre todo el mal. En la victoria, él no es arrogante ni busca la gloria, pero posee una gloria muy real, aunque poco convencional.
Jesús se revela en este capítulo final, ayudando a la gente en su vida cotidiana, llenando sus redes, cocinando para ellos, buscando su comunión, restaurándolos, perdonándolos y amándolos. Estas personas son personas normales, gente que comete errores y tiene remordimientos. Éstas son las personas que Jesús ama. Juan, que se siente profundamente amado por Jesús y que fue testigo de todo esto, dice que así "el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros" (Juan 1:14). Así es como Está lleno de gracia y de verdad. Así es su gloria.
El llamado final de Juan a sus lectores de todas las épocas, conocer a este Jesús, a experimentar su gracia y su verdad, y en su amor.
Elena de White, El Deseado de todas las gentes, p. 757.
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1 Joan Acocella, "The Terror and the Fascination of Pompeii", New Yorker, disponible en: < newyorker. com/magazi n e/2020/02/17/the-terror-and -the-fascínation-of-pompeii>.
2 Plinio el Joven, Cartas, libro 20, carta 20, trad. porjuiián González Fernández, Biblioteca Clásica Credos 344 (Madrid: Gredos, 2005), p. 371.
Walter Bauer, William F. Arndt, F. Wllbur Gingrich y Frederu t W I > Greek-English Lexicón ofthe New Testament and Other l-aily (liir.ihin / 3a ed. (Chicago: University of Chicago Press, 2000), s.v. "I.inrn m" 56 Bauer, Arndt, Gingrich y Danker, s.v. "apocalypsis".
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