RESEÑA
Enfoque del estudio: Deuteronomio 7:9; Salmo 145:9; Ezequiel 33:11; Mateo 18:23-35; 2 Pedro 3:9; Judas 21.
Introducción: El amor de Dios es profundamente relacional. Una relación amorosa e íntima con Dios no puede existir sin la reciprocidad humana en respuesta a su amorosa benevolencia.
Temática de la lección
La lección de esta semana se enfoca en tres ideas clave:
El amor de Dios es incondicional: Dios ama a toda la humanidad y desea establecer una relación mutuamente vinculante con cada persona. La manifestación de su amor no depende de la acción humana ni se limita a un determinado tipo de personas. Él ve valor en cada persona y la considera objeto de sus benevolentes bendiciones.
El amor de Dios pretende iniciar una relación condicional: La benevolencia amorosa de Dios es universal e incondicional, pero él desea tener una relación específica e íntima con los seres humanos, lo que implica condicionalidad. Es decir, espera reciprocidad, obediencia y lealtad en respuesta a su amor.
El amor divino desea reflejarse en las relaciones humanas: Dios desea establecer una relación de amor recíproco. La continuidad de una relación íntima requiere una respuesta humana adecuada. El lado humano del amor que mantiene vigente el pacto con Dios implica la obediencia a sus mandamientos y el amor mutuo entre las personas, dos actividades posibilitadas por el amor divino.
Aplicación a la vida
Dios desea tener una relación de amor con los seres humanos, pero esta relación requiere una respuesta y una obediencia auténticas de nuestra parte. Pide a tus alumnos que reflexionen en silencio acerca de lo que pone en peligro su relación de pacto o alianza de amor con Dios y con los demás.
COMENTARIO
El amor de Dios es incondicional
Salmo 145:8 y 9 pone de relieve la extraordinaria y abarcadora realidad del amor de Dios: “Clemente y compasivo es el Señor, lento en ira y grande en amor. Bueno es el Señor con todos, y con ternura cuida todas sus obras”. En este pasaje, el amor se expresa en términos de clemencia, compasión, paciencia, misericordia y bondad. Esta lista se hace eco de la revelación de la gloria y el carácter de Dios dada a Moisés en Éxodo 34:6. En Salmo 145:8, el término hebreo hesed, que también aparece en Éxodo 34:6, es traducido por la Biblia de las Américas (LBLA) como “misericordia”, y como “amor” en otras versiones (NVI, DHH). El término hesed transmite las nociones de lealtad, fidelidad, bondad y gracia (Ludwig Koehler y Walter Baumgartner, eds., The Hebrew and Aramaic Lexicon of the Old Testament [Brill, 1995], t. 1, pp. 336, 337), y pertenece al campo semántico del amor (leal/fiel) (James Swanson, Dictionary of Biblical languages with semantic domains: Hebrew [Old Testament] [Logos Research Systems, 1997]).
La realidad abarcadora del amor de Dios es subrayada con más precisión en Salmo 145:9, donde se destaca que “bueno es el Señor con todos”. El alcance universal de la bondad divina expuesto en este versículo indica implícitamente que ese amor es incondicional. En otras palabras, no depende de las acciones o las reacciones humanas. En Salmo 145, el lenguaje universal es utilizado en el versículo 12 para describir a “los hombres”, que supuestamente han de prestar atención a las maravillas de Dios. Además, Salmo 145:15 describe “los ojos de todos”, que miran al Señor con expectación y reciben de él “su comida a su tiempo”. Luego, Salmo 145:16 añade: “Abres tu mano, y colmas de bendición a todo viviente”. Por último, el salmo concluye con una invitación general: “¡Alaben todos su santo nombre, ahora y siempre!” (Sal. 145:21). Este lenguaje universal pone de relieve que el amor de Dios alcanza a todos los seres de manera incondicional, ya que todas las criaturas son objeto de sus benevolentes bendiciones.
Esta imagen del amor incondicional de Dios es coherente con la idea de que el Señor no se complace en la muerte del impío, sino en que este cambie su conducta, y viva (Eze. 33:11). El mismo concepto es afirmado en 2 Pedro 3:9, que señala que Dios “no quiere que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento”. Como indica 1 Timoteo 2:4, el Señor “desea que todos los hombres sean salvos”.
El amor de Dios pretende iniciar una relación condicional
Aunque el Salmo 145 hace hincapié en la realidad abarcadora e incondicional del amor de Dios, también distingue entre personas fieles (Sal. 145:10, 11) y malvadas (Sal. 145:20). Además, el capítulo destaca una relación más específica y condicional entre Dios y quienes lo buscan y lo sirven. “El Señor está cerca de todo el que lo invoca, del que lo invoca de veras. Cumple el deseo de los que le temen; oye su clamor y los salva” (Sal. 145:18, 19). Curiosamente, según Salmo 145:20, la distinción clave entre fieles e impíos radica en que el primer grupo ama al Señor: “El Señor guarda a todos los que lo aman, pero destruirá a todos los impíos”. Esta distinción sugiere que, mientras que la benevolencia amorosa de Dios es universal e incondicional, él desea establecer una relación amorosa con los seres humanos individualmente, y esta relación implica condicionalidad; es decir, no es posible sin una respuesta humana amorosa al amor de Dios. Ciertamente, el amor benevolente de Dios es incondicional e incluye a todos. Pero una relación de amor con él es condicional ya que no puede existir si los seres humanos no responden con amor al amor que han recibido de Dios. En otras palabras, una auténtica relación de amor implica reciprocidad.
Esta idea de que la reciprocidad es indispensable en una auténtica relación de amor es crucial para comprender la vinculación de Dios con su pueblo en el contexto del Pacto, o Alianza. En primer lugar, esta alianza se basa en el amor incondicional de Dios. Como señala Deuteronomio 7:6 al 8 acerca de Israel: “Tú eres pueblo consagrado al Señor tu Dios. El Señor tu Dios te ha elegido para que le seas un pueblo especial, entre todos los pueblos de la tierra. Por su afecto hacia ustedes, el Señor los eligió, no por ser ustedes más numerosos que todos los pueblos, ya que son el más pequeño de todos; sino porque el Señor los amó”. Sin embargo, aunque el amor de Dios no se basaba en lo que Israel era o hacía, la relación de alianza entre Dios e Israel requería cierto nivel de reciprocidad amorosa como respuesta al amor divino. Dios ciertamente actúa con fidelidad y misericordia en cumplimiento de su Pacto. La respuesta adecuada del pueblo consiste en amar a Dios y guardar sus mandamientos. Como subraya Deuteronomio 7:9, Dios es “fiel” y “guarda el pacto y su constante amor por mil generaciones a los que lo aman y guardan sus mandamientos”.
El amor divino debe reflejarse en las relaciones humanas
El amor de Dios es eterno (Jer. 31:3), pero la relación con nuestro Dios amoroso es condicional. En otras palabras, la relación puede perderse según la manera en que responda la parte humana de la relación. Por ejemplo, a causa del pecado y la maldad de Israel, Oseas 9:15 enfatiza que su relación de amor con Dios ya no existía. Una idea similar aparece en Jeremías 16:5. Romanos 11:22 resalta la noción de que la continuidad de la relación amorosa con Dios depende de que los seres humanos permanezcan en ella. Desde esta perspectiva general, Judas 21 dirige a los creyentes la exhortación: “Manténganse en el amor de Dios”. Una relación de amor con Dios implica que los seres humanos guarden sus mandamientos (Juan 14:21) y se amen unos a otros (1 Juan 4:7).
Estas no son meras acciones humanas, sino actividades humanas posibilitadas por el amor de Dios, quien nos ha amado primero (1 Juan 4:19; compara con 1 Juan 4:7).
En Mateo 18:23 al 35, la parábola del siervo que no perdona indica que la relación de amor entre Dios y nosotros puede perderse si su amor, ofrecido primero a nosotros, no se refleja en nuestra relación con los demás. La parábola compara el misericordioso acto de perdón del amo en favor de su siervo con la asombrosa falta de misericordia y perdón, en una escala mucho menor, de este mismo siervo hacia un consiervo. Ante la discrepancia de esta comparación, Jesús enseña que el perdón amoroso de Dios, que ocurre en primer lugar, depende de nuestra actitud de perdón hacia los demás.
En otras palabras, la relación amorosa con Dios debe reflejarse en nuestras relaciones humanas (ver Juan 4:7-12; 15:12; 1 Juan 3:16). De lo contrario, nuestra relación de amor con Dios se perderá. Esta desafortunada posibilidad no debe interpretarse como una condición obligatoria impuesta por Dios, sino como el resultado de una grave falta de comprensión humana de la profunda y amorosa misericordia divina. Como señala Lucas 7:47, la percepción acerca de cuánto hemos sido perdonados por Dios se observa en nuestras expresiones de amor. Por lo tanto, si no expresamos amor a los demás, no hemos comprendido realmente ni apreciado suficientemente la profundidad del amor de Dios hacia nosotros.
APLICACIÓN A LA VIDA
Dios ama incondicionalmente a todos. Cuando aceptamos su amor e iniciamos una relación con él, surge naturalmente el deseo de relacionarnos de manera amorosa con los demás. Por lo tanto, Dios no solo otorga su amor a sus criaturas, sino también les permite responder con libertad –ya sea positiva o negativamente– a su amor, y está dispuesto a permitir que cada persona exprese amor a él y a los demás. A partir de esta idea, analiza las siguientes preguntas:
1. ¿Cómo podemos mostrar incondicionalmente nuestro amor y respeto a cada ser humano, independientemente de su posición social, sus características individuales o sus logros personales?
2. Piensa en una historia que ilustre la diferencia que existe entre el amor incondicional y una relación de amor condicional. ¿Cómo ilustra eso la incondicionalidad y la condicionalidad del amor de Dios y de su relación de amor con nosotros?
3. Nuestra relación de amor con Dios nos lleva a desear hacer el bien a los demás, lo que contrasta con la indiferencia a las necesidades de nuestro prójimo. ¿Cómo influye nuestra relación con Dios en la manera en que nos comportamos con nuestros familiares, con nuestros compañeros de trabajo y con nuestros vecinos?
4. ¿Cómo puedes mostrar amor incondicional a alguien que no desea entablar una relación respetuosa y afectuosa contigo? ¿Crees que una actitud continua de amor incondicional puede influir en esa persona para que cambie su disposición? Comparte tu respuesta.
5. ¿Qué podríamos hacer para mostrar amor incondicional, respeto y apoyo a los jóvenes de nuestra iglesia?
6. ¿Cómo podemos desarrollar conexiones intergeneracionales positivas para tener una relación más amorosa con los más jóvenes?
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