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Así como el siervo de la parábola no podía pagar su deuda a su amo, nosotros nunca podríamos compensar a Dios por la nuestra. Nunca podríamos ganar o merecer el amor de Dios. «Pero Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros» (Rom. 5: 8). ¡Qué amor tan asombroso! Como dice 1 Juan 3: 1: «Mirad cuál amor nos ha dado el Padre, para que seamos llamados hijos de Dios».
Sin embargo, lo que podemos y debemos hacer es reflejar el amor de Dios a los demás tanto como nos sea posible. Si hemos recibido tanta compasión y perdón, ¿cuánto más deberíamos otorgar compasión y perdón a los demás? Recordemos que el siervo perdió la compasión y el perdón de su amo porque no se los concedió a su consiervo. Si realmente amamos a Dios, no dejaremos de reflejar su amor a los demás.
Lee Juan 15: 12; 1 Juan 3: 16; y 1 Juan 4: 7 al 12. ¿Qué enseñan estos pasajes acerca del amor de Dios y de la relación entre su amor, nuestro amor a él y el amor a los demás?
Jua 15:12 Y éste es mi mandamiento: que se amen los unos a los otros, como yo los he amado.
1Jn 3:16 En esto conocemos lo que es el amor: en que Jesucristo entregó su vida por nosotros. Así también nosotros debemos entregar la vida por nuestros hermanos.
1Jn 4:7 Queridos hermanos, amémonos los unos a los otros, porque el amor viene de Dios, y todo el que ama ha nacido de él y lo conoce.
1Jn 4:8 El que no ama no conoce a Dios, porque Dios es amor.
1Jn 4:9 Así manifestó Dios su amor entre nosotros: en que envió a su Hijo unigénito al mundo para que vivamos por medio de él.
1Jn 4:10 En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó y envió a su Hijo para que fuera ofrecido como sacrificio por el perdón de nuestros pecados.
1Jn 4:11 Queridos hermanos, ya que Dios nos ha amado así, también nosotros debemos amarnos los unos a los otros.
1Jn 4:12 Nadie ha visto jamás a Dios, pero si nos amamos los unos a los otros, Dios permanece entre nosotros, y entre[m] nosotros su amor se ha manifestado plenamente.
El pacto demanda reciprocidad en el amor con Dios, para que Dios sea nuestro Dios y nosotros su pueblo debemos amar a Dios como él nos ama; quien ama a Dios ama también a su prójimo. Nadie puede amar a Dios y no amar a su prójimo.
Inmediatamente después de Juan 15: 12, Jesús dijo a sus discípulos: «Ustedes son mis amigos, si hacen lo que yo les mando» (Juan 15: 14, RVC).
¿Qué les ordenó Jesús (al igual que a nosotros)? Entre otras cosas, que amaran a los demás como él los amaba. Aquí y en otros lugares, el Señor nos ordena amar a Dios y amarnos mutuamente.
En resumen, debemos reconocer que se nos ha perdonado una deuda infinita e impagable para nosotros, una deuda que fue cancelada en la Cruz en favor de nosotros. Por tanto, debemos amar a Dios, alabarlo y ser amorosos y misericordiosos con los demás.
Como enseña Lucas 7: 47, mucho ama aquel a quien mucho se le ha perdonado, pero «a quien se le perdona poco, poco ama». ¿Quién de nosotros no es consciente de cuánto se le ha perdonado?
Si amar a Dios implica amar a los demás, debemos compartir con urgencia el mensaje del amor de Dios, tanto de palabra como por obra. Deberíamos ayudar a las personas en su vida cotidiana aquí y ahora, tratar de ser un instrumento del amor de Dios y dirigir la atención de los demás hacia aquel que les ofrece la vida eterna en un Cielo y una Tierra nuevos, una nueva creación de este mundo que está tan estropeado y devastado por el pecado y la muerte, los frutos lúgubres de rechazar el amor de Dios.
¿Qué pasos concretos puedes dar para amar a Dios amando a los demás? ¿Qué podrías hacer hoy y en los próximos días para mostrar a las personas el amor de Dios e invitarlas a disfrutar de lo que significa aceptar la promesa de la vida eterna?
Compartir el evangelio para que muchos aprendan amar a Dios como Dios les ama a ellos. El evangelio se comparte según los dones que Dios nos ha dado. Nadie da lo que no tiene.
AMEN
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