RESEÑA
Enfoque del estudio:
Sofonías 3:17; Lucas 15:4-32.
Introducción:
Nuestro amoroso Dios se regocija en tener una relación de amor con sus
criaturas.
Temática de la lección
La lección de esta semana
enfatiza tres puntos básicos:
La complacencia de Dios con
sus criaturas muestra cuán valiosos somos a sus ojos:
Cada persona es preciosa y
de un valor incalculable para él. Por ello, se deleita cuando sus hijos y sus
hijas se arrepienten y lo buscan. Las parábolas de Lucas 15 destacan la alegría
y la celebración de Dios por la salvación de una persona perdida. La alegría
que le produce nuestra salvación demuestra cuán preciosos somos para él.
Dios se complace en la
alegría y la alabanza humanas:
Dios quiere llenar nuestros
corazones de alegría desbordante y se complace en el gozo y la alabanza
humanos. Él invita a su pueblo a gozarse en él cuando lo alaban con alegría
mediante sus oraciones y sus cánticos. Además, las alabanzas dirigidas a Dios nos
ayudan a vislumbrar el gozo que experimentará junto a su pueblo en el futuro.
Debido a nuestra indignidad,
necesitamos a Cristo para agradar a Dios:
Se nos invita a agradar a
Dios ofreciéndole alabanzas, acción de gracias, practicando el bien y siendo
dadivosos con los necesitados. Sin embargo, solo podemos hacer estas cosas en
virtud de la mediación de Cristo. Nuestra fe solo es agradable a Dios por medio
de la obra de Cristo en nuestro favor.
Aplicación a la vida
La complacencia de Dios con
sus criaturas muestra cuán valiosos somos a sus ojos y cuánto aprecia su
Creación. ¿Cómo podemos reconocer el valor de cada persona?
COMENTARIO
La complacencia de Dios con
sus criaturas muestra cuán valiosos somos a sus ojos
La parábola del hijo pródigo
es una ilustración notable y hermosa de cuán valiosos somos los seres humanos a
los ojos de Dios. De hecho, las tres parábolas de Lucas 15, dirigidas a los
fariseos y los escribas quejumbrosos (Luc. 15:2), enfatizan cuán increíblemente
valiosas son las personas perdidas debido al pecado, a la vista de Dios. Es
importante mencionar que, al analizar las palabras de los fariseos y los
escribas, se puede notar que ellos no veían ningun valor en las personas
pecadoras que sí eran recibidas amorosamente por Jesús (Luc. 15:2). Elena de
White señala el contraste entre ambas actitudes con las siguientes palabras:
“Los fariseos habían tenido solo desprecio y condenación para ellos; pero
Cristo los saludaba como a hijos de Dios, indudablemente alejados de la casa
del Padre, pero no olvidados por el corazón del Padre” (Palabras de vida del
gran Maestro, p. 145).
Al relatar las tres
parábolas, Jesús condena la actitud despectiva que los fariseos manifestaban
hacia los pecadores y, al mismo tiempo, destaca cómo Dios siente gozo en
recuperar y acoger a las personas que se han perdido y están atrapadas en las
garras del pecado. En otras palabras, la expresión de alegría y placer que
siente al final del relato el personaje principal de cada parábola es una
indicación de cuán valioso es quien se perdió. Por ejemplo, en la parábola de
la oveja perdida, el pastor va tras ella “hasta hallarla” (Luc. 15:4). Luego
vuelve con ella “sobre sus hombros gozoso” (Luc. 15:5). Al notar la alegría del
pastor, nos damos cuenta de cuán valiosa es a sus ojos la oveja que se había
perdido. De hecho, la alegría y el placer del pastor son desbordantes, pues
invita a vecinos y amigos a alegrarse con él (Luc. 15:6). La lección de la
parábola es que al redimir a un pecador perdido Dios siente una alegría
comparable (de hecho, mayor) a la de un pastor que recuperó uno de sus corderos
perdidos.
La mujer que había perdido
una dracma pasa por un proceso similar. Luego de perder la preciada moneda,
ella “enciende la lámpara y barre la casa” (Luc. 15:8). Al notar la ausencia de
la dracma, trabaja activamente para encontrarla: “la busca con diligencia hasta
hallarla” (Luc. 15:8). Luego de encontrarla, busca a sus “amigas y vecinas” y
las invita a compartir el gozo de encontrar su moneda perdida: “Alégrense
conmigo, porque encontré la dracma que había perdido” (Luc. 16:9). Al igual que
en la parábola de la oveja perdida, Jesús enfatiza que el gozo de encontrar lo
perdido ilustra el gozo celestial por la redención de un pecador arrepentido:
“Hay [...] alegría en el cielo por un pecador que se arrepiente” (Luc. 15:7);
“hay alegría ante los ángeles de Dios por un pecador que se arrepiente” (Luc.
15:10).
La palabra griega traducida
en Lucas 15:32 como “era necesario” es el verbo dei, que literalmente significa
“es necesario, es algo que debe ser hecho”, o enfatiza que algo “debe suceder
porque es apropiado” (Frederick W. Danker, et al., A GreekEnglish lexicon of
the New Testament and other Early Christian literature [University of Chicago
Press, 2000], p. 214). Algunas versiones bíblicas traducen ese término como
“había que celebrar” (DHH) o “teníamos que hacer fiesta” (NVI). Este lenguaje
imperativo muestra cuán valioso era aquel que estaba perdido pero que ahora
había sido encontrado. Alegrarse no era optativo, sino una respuesta necesaria
y deseada a la salvación del perdido. Desde esta perspectiva, el padre enfatiza
que “debemos” celebrarlo. No hay otra cosa que hacer a la luz del valor de
quien ha sido encontrado. Al igual que en las dos parábolas anteriores, el
padre no quiere celebrar solo, y extiende la invitación a sus siervos para que
ellos compartan el gozo y la alegría. Los criados participan en la fiesta (Luc.
15:22-27), y el padre invita de manera enfática al hijo mayor para que también
se una a la celebración. El hijo pródigo no es solo “tu hijo”, como dice el
hermano mayor (Luc. 15:30), sino también “tu hermano”, como dice el padre (Luc.
15:32).
Por lo tanto, las parábolas
contadas por Jesús en Lucas 15 enseñan que el gozo de Dios por la salvación de
sus hijos y sus hijas muestra cuán valiosos somos a sus ojos. Él quiere que no
solo nos sintamos valorados en vista del amoroso gozo que siente a causa de
nosotros, sino también celebremos con él y que, por lo tanto, valoremos de todo
corazón la salvación de nuestros hermanos y hermanas.
Dios se complace en la
alegría y la alabanza humanas
Sofonías 3:17 y Salmo 149:4
son similares porque ambos textos enfatizan el contentamiento de Dios. El salmo
149 es una invitación a alabar a Dios con alegría: “¡Alégrese Israel en su
Creador! Los hijos de Sion se gocen en su Rey” (Sal. 149:2). La razón de esta
invitación se presenta en el versículo 4: “Porque el Señor se complace en su
pueblo”. Por lo tanto, el salmo afirma que el deleite que se describe en este
pasaje surge naturalmente de una relación amorosa bidireccional. Dios se
complace a causa del pueblo y, sobre esta base, invita a este a experimentar
deleite en el Señor alabándolo con alegría.
Del mismo modo, Sofonías
3:14 exhorta al pueblo de Dios a alabar al Señor con alegría. “¡Canta, hija de
Sion! ¡Da voces de júbilo, Israel! ¡Gózate y regocíjate de todo corazón, hija
de Jerusalén!” En el versículo siguiente se enfatiza que el Dios poderoso y
salvador está en medio de su pueblo y que “se gozará sobre ti con alegría, te
pacificará con su amor, se regocijará sobre ti con cantar”. Mientras que en el
Salmo 149 el contentamiento de Dios es la razón de la alabanza y la alegría
humanas, en Sofonías 3 se supone que las alabanzas dirigidas a él vislumbran el
deleite y la alegría futuros que Dios experimentará en compañía de su pueblo.
Debido a nuestra indignidad,
necesitamos a Cristo para agradar a Dios
En las Escrituras se
describen varias maneras diferentes en que podemos agradar a Dios. Por ejemplo,
teniendo fe en él (Heb. 11:5, 6), manteniendo una vida recta (2 Cor. 5:9),
aumentando nuestro conocimiento de la voluntad divina (Col. 1:10) e imitando las
enseñanzas transmitidas en la Escritura (1 Tes. 4:1). Sin embargo, un texto que
resume las instrucciones bíblicas acerca de cómo agradar a Dios es Hebreos
13:15. Allí se nos insta a ofrecer continuamente sacrificios espirituales a
Dios. Esto incluye alabarlo con nuestros labios en acción de gracias, practicar
el bien con los demás y compartir bendiciones con nuestros prójimos. El
versículo siguiente concluye: “tales sacrificios agradan a Dios” (Heb. 13:16).
Cabe destacar que las primeras palabras de Hebreos 13:15 indican que no debemos
ofrecer estos sacrificios a Dios por nosotros mismos, sino “por medio de
Jesús”. En otras palabras, no podemos agradar a Dios con nuestras propias
alabanzas y buenas obras. Solo por medio de Cristo nuestras alabanzas y nuestras
obras pueden ser ofrecidas como sacrificios espirituales que agraden
verdaderamente a Dios.
APLICACIÓN A LA VIDA
El ser humano está dotado de
un valor extraordinario. Eres valioso porque has sido creado a imagen de Dios.
Es asombroso pensar que Dios valora a los seres humanos más de lo que podríamos
imaginar. Con esta perspectiva en mente, reflexiona acerca de las siguientes
preguntas:
1. ¿Cómo pueden nuestro
respeto y nuestro amor por las personas con las que nos relacionamos cada día
mostrarles cuán valiosas son a los ojos de Dios?
2. ¿De qué manera las
personas que profesan ser religiosas pueden, desgraciadamente, despreciar la
dignidad y el valor de los demás?
3. ¿Cómo podemos agradar a
Dios? ¿Hasta qué punto se relaciona nuestra valoración de las personas con el
deleite que Dios siente por la salvación de su pueblo?
4. ¿Qué puedes hacer para
valorar a cada persona hasta el punto de compartir con ellas la bondad y el
amor inquebrantable de Dios y deleitarte en su salvación?
5. Comparte un ejemplo
práctico de cómo la mediación de Cristo nos permite agradar a Dios con nuestras
acciones.
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