RESEÑA
Enfoque del estudio: Job
1:1-12; 2:1-7; Daniel 10; Lucas 4:6; Juan 12:31.
Introducción: El
gobierno de Satanás está limitado por Dios. El Príncipe de este mundo es un gobernante
ilegítimo, especialmente desde el punto de vista de su carácter.
Temática de la lección
La lección de esta semana
destaca tres nociones importantes:
Satanás es un gobernante
ilegítimo y temporal: Dios permitió que Satanás gobernara de
manera limitada y temporal cuando el pecado entró en este mundo, pero la
autoridad del Enemigo no es legítima. Aunque Dios ha limitado su propia
actividad supresora del mal en este mundo, Jesús venció al Diablo. La victoria
de Cristo sobre la tentación en el desierto y la derrota de Satanás en la Cruz
indican que el gobierno del Diablo es ilegítimo y temporal.
Satanás calumnia y esclaviza
bajo su dominio: A pesar de que Satanás es un gobernante
ilegítimo y temporal, los seres humanos pueden convertirse en cautivos
legítimos de su gobierno. La voluntad humana se inclina a seguir las
sugerencias de Satanás a menos que Cristo habite en nosotros y oriente nuestros
deseos y nuestra vida.
El dominio de Satanás tiene
límites: Satanás cuenta con cierto espacio y tiempo para
gobernar, pero su gobierno está limitado por Dios. En el desarrollo de la
historia humana, el poder trascendente de la bondad se opone al mal, y las
oraciones de los creyentes son un recurso eficaz contra él.
Satanás está limitado en su
dominio temporal. Gracias a la victoria de Jesús, no estamos sometidos al miedo
a la muerte, pero todavía tenemos que estar alerta y depender del poder de
Dios. ¿Cómo puede tu vida de oración ayudarte a resistir con éxito el dominio
ilegítimo de Satanás?
Satanás
es un gobernante ilegítimo y temporal
En los evangelios
sinópticos, el centro del antagonismo entre Satanás y Jesús es la tentación en
el desierto (Mat. 4:1-11; Mar. 1:12, 13; Luc. 4:1-13). Lucas registra detalles
adicionales de la tercera tentación en torno a la pretendida autoridad de Satanás,
quien mostró a Jesús "todos los reinos de la tierra" (Luc. 4:5) y le
ofreció "todo el poder y la gloria de estos reinos, porque a mí me han
sido entregados y a quien quiero los doy" (vers. 6).
Es discutible si Satanás
tenía realmente la autoridad de la que alardeaba y, de ser así, cómo la había
adquirido. Sin duda, después de que el pecado entró en el mundo, "Dios le
concede a Satanás una libertad considerable para ejercer su nefasta influencia
en todo el mundo" (Sydney H. T. Page, Powers of evil: A biblical
study of Satan and demons [Baker Books, 1995], p. 98). Sin embargo,
esta libertad no equivale a decir que Satanás tiene autoridad legítima en el
mundo. De hecho, al rechazar el ofrecimiento de Satanás, Jesús no reconoció la
legitimidad de tal autoridad.
En el Evangelio de Juan, el
antagonismo entre Satanás y Jesús se destaca especialmente en las referencias
al "príncipe de este mundo" (Juan 12:31; 14:30; 16:11). En Juan 12:31
al 33, Jesús subraya el juicio del mundo y la expulsión de su gobernante, o
príncipe, particularmente en relación con su muerte en la Cruz. En Juan 14:30,
Jesús señala, en el contexto de su discurso de despedida a los discípulos, su
antagonismo con Satanás al decir que "viene el príncipe de este
mundo" y añadir "pero no tiene nada en mí". La declaración
probablemente tiene en vista a Judas Iscariote, el agente mediante el cual
"el mismo diablo precipita la muerte de Jesús". Sin embargo, la Cruz
no es el triunfo del Diablo, sino, sorprendentemente, su destitución (ver D. A.
Carson, The gospel according to John [Eerdmans, 1991], p.
508). Luego, mientras Jesús instruye a los discípulos acerca del prometido Parakletos (el
Espíritu Santo), vuelve a hacer hincapié, en Juan 16:11, en que "el
príncipe de este mundo ahora ya está condenado", lo que parece hacerse eco
de la expulsión del diablo en Juan 12:31.
Por lo tanto, mientras los
sinópticos subrayan la victoria de Cristo sobre Satanás en ocasión de la
tentación en el desierto, al comienzo de su ministerio público, el Evangelio de
Juan destaca la derrota de Satanás, el gobernante o príncipe de este mundo, en
la Cruz, al final del ministerio terrenal de Jesús. En ambos casos, aprendemos
que Satanás es un gobernante ilegítimo y temporal de un mundo pecador que
paradójicamente es amado por Dios, pero también juzgado por rechazar a Jesús
(Juan 1:10, 29; 3:16, 17, 19; 9:39; 12:31, 47; 14:17; 15:18, 19; 16:8; 17:9,
14, 16, 21). Como indica Robert Recker, Satanás "es un príncipe depuesto o
en proceso de deposición" ("Satan: In power or dethroned?", Calvin
Theological Journal 6, N° 2 [1971], p. 147).
Satanás
calumnia y esclaviza bajo su dominio
A pesar de que Satanás es un
gobernante ilegítimo, los seres humanos se convirtieron en sus cautivos
legítimos a causa del pecado. Elena de White subraya que "el hombre caído
es el cautivo legítimo de Satanás. [...] El hombre se inclina por naturaleza a
seguir las sugerencias de Satanás, y no puede resistir con éxito a un enemigo
tan terrible, a menos que Cristo, el poderoso Conquistador, more en él, guíe
sus deseos y lo fortalezca" (Testimonios para la iglesia, t.
1, p. 305). No es Dios quien "ha convertido a Satanás en 'el príncipe de
este mundo'. [...] Los seres humanos lo han elevado a esa posición en virtud de
su pecado" (Page, Powers of evil, p. 129).
Aunque desde la perspectiva
del pecado humano Satanás es un gobernante legítimo de seres humanos corruptos,
sigue siendo un gobernante ilegítimo desde el punto de vista de su carácter y
sus acciones. Jesús lo describe enfáticamente como mentiroso y asesino. En sus
palabras, Satanás "ha sido homicida desde el principio, y no permaneció en
la verdad, porque no hay verdad en él. Cuando habla mentira, habla de lo que él
mismo es; porque es mentiroso y padre de mentira" (Juan 8:44).
Básicamente, la mentira, la calumnia y el cautiverio mortal son la esencia de
su "gobierno", que debe ser derrocado por Jesús.
El
Evangelio de Juan enfatiza que "el príncipe de este mundo" fue
derrotado y expulsado mediante el sacrificio de Cristo en la Cruz, su
resurrección y su ascensión al Padre (Juan 12:31-33; 16:11). Sin embargo, la
oración intercesora de Jesús en favor de sus discípulos en Juan 17 presupone
que la influencia de Satanás sobre la humanidad no terminó con la Cruz.
"Al contrario, Juan indica que la oposición incitada por Satanás contra
Jesús también se dirigirá contra sus seguidores" (Page, Powers of
evil, p. 130). En otras palabras, la Cruz derrota al diablo, pero
también produce una línea de separación entre la humanidad. En Juan 17:15,
Jesús ruega al Padre que guarde a sus discípulos "del maligno", pues
están en el mundo, aunque no pertenecen a él (Juan 17:15, 16). En 1 Juan 5:19
se distingue entre quienes creen en Dios y los incrédulos (los que son del
mundo), contrastando así al pueblo de Dios con quienes están bajo el poder del
Diablo: "Sabemos que somos de Dios, mientras que el mundo entero está bajo
el poder del maligno".
Hebreos 2:14 y 15 detalla el
poder que el diablo tiene de someter a los seres humanos pecadores a la
esclavitud, definida como "el dominio de la muerte". Este pasaje
también enseña que por medio de su muerte Jesús destruye este poder. Así, pues,
gracias a la victoria de Jesús, no estamos sometidos al temor a la muerte. Sin
embargo, debemos permanecer vigilantes y confiar en el poder de Dios. La
historia de la salvación aún no ha terminado, y "el diablo, cual león
rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar" (1 Ped. 5:8). Además,
antes de su destrucción final (Apoc. 20:10), Satanás sigue acusando a los
creyentes ante Dios (Apoc. 12:10). En tal sentido, la historia de Job sugiere
que la calumnia (Job 1:9-11; 2:5) forma parte de la estrategia acusadora usada
por el Diablo.
El
dominio de Satanás tiene límites
Los seres humanos pecadores
han hecho de Satanás un gobernante, y sus calumniosas acusaciones son tomadas
en consideración en lugar de ser simplemente desechadas por Dios, quien permite
que esto suceda para que quede claramente demostrado que esas acusaciones son
falsas. Por esta razón, Satanás tiene espacio y tiempo para
"gobernar", pero, como también indica la historia de Job ("no
pongas ni un dedo sobre él" [Job 1:12]; "guarda su vida" [Job
2:6]), el gobierno del Diablo tiene límites impuestos por Dios.
En Daniel 10 aprendemos
acerca de los límites del poder maligno. Según este capítulo, "el
desarrollo de la historia humana no está determinado únicamente por las
decisiones tomadas por los seres humanos, pues existe una dimensión invisible
de la realidad que también debe tenerse en cuenta. En particular, hay fuerzas
malévolas en el universo que ejercen una influencia nefasta en el ámbito
sociopolítico, especialmente en lo que concierne al pueblo de Dios. Sin
embargo, el poder de esas fuerzas malignas es limitado, pues a ellas se oponen
poderes trascendentes de bondad, y las oraciones fieles de los creyentes
también son eficaces contra ellas. Por mucho que las fuerzas del mal se opongan
a la voluntad de Dios, no pueden impedir que esta se cumpla" (Page, Powers
of evil, p. 64).
Elena de White afirma la
existencia de un conflicto cósmico similar en relación con la vida de cada
persona y también destaca la importancia de la oración en este contexto. En el
capítulo "El poder de Satanás" del libro Testimonios para la
iglesia, tomo 1, ella destaca que "únicamente Dios puede limitar
el poder de Satanás" (p. 305) y agrega: "Vi a los malos ángeles
contender por las almas, y a los ángeles de Dios resistirlos" (p. 309). No
obstante, la Sra. de White dice que "no es obra de los ángeles buenos
dominar las mentes de los hombres contra su voluntad. Si ellos se entregan al
Enemigo y no hacen esfuerzo para resistirlo, entonces los ángeles de Dios no
pueden hacer mucho más que mantener en jaque a la hueste de Satanás, para que
no destruya a los que están en peligro, hasta que se les haya dado mayor luz
con el fin de despertarlos y hacerles mirar al Cielo en procura de ayuda"
(p. 309). En este contexto, ella destaca que "el gran General del Cielo y
de la Tierra ha limitado el poder de Satanás" al tiempo que subraya la
importancia de la oración, porque "nuestro Salvador escucha la ferviente
oración de fe, y envía refuerzos de ángeles poderosos en fortaleza para que lo
libren" (p. 309).
El libro de Job ofrece una
visión fascinante acerca de la realidad del Gran Conflicto. Job había decidido
reverenciar a Dios a pesar de las circunstancias. Con esta perspectiva en
mente, analiza las siguientes preguntas:
1. ¿Cómo
puede la protección de Dios en favor de nosotros inspirarnos a respetarlo,
anhelarlo y amarlo aún más? ¿De qué manera podría su protección influir para
bien o ser un obstáculo en nuestra respuesta a él?
2. Las
limitaciones impuestas por Dios al gobierno de Satanás se hacen evidentes en la
escena del concilio celestial registrada en el libro de Job. ¿Qué nos dicen
esos límites acerca del poder y las acciones de Dios?
3. En
el capítulo "El poder de Satanás" (Testimonios para la
iglesia, t. 1, p. 309), Elena de White destaca la importancia de la
oración para que Dios envíe ángeles a liberarnos. Por lo tanto, ¿cuán
importante es tu vida de oración para habilitar la acción divina?
Comentarios
Publicar un comentario