Imagina que estás a punto de
casarte con alguien a quien consideras el amor de tu vida. Entonces, para tu
sorpresa, tu mejor amigo o amiga te dice que la persona con la que contraerás
matrimonio es en realidad un monstruo culpable de hechos despreciables como la
estafa, que no te ama de verdad, que te está utilizando y que, si confías en
esa persona, ella arruinará tu vida y todo lo que aprecias. Naturalmente, tu
relación amorosa con esa persona se vería afectada por el solo hecho de dar
cabida a la sospecha en relación con esas acusaciones. Esto se debe a que las
relaciones amorosas requieren confianza. Donde hay desconfianza, especialmente
si es justificada, el amor resulta afectado.
¿Se puede confiar en Dios?
¿Ha hecho él todo lo que podía por este mundo? Estas preguntas y otras que son
cruciales deben ser abordadas para concluir nuestro análisis acerca de la
teodicea del amor divino.
LA
CANCIÓN DE LA VIÑA DEL AMADO
"Ahora cantaré por mi
Amado un canto de amor por su viña. Tenía mi Amado una viña en una ladera
fértil" (Isa. 5:1). Aquí, el profeta Isaías canta una canción acerca de su
"Amado", Dios mismo, y una viña, que representa al pueblo de Dios.
La viña de Dios estaba en
una "ladera fértil", un lugar excelente. Dios cuidó especialmente de
esa parcela: "La había cavado, despedregado y plantado de vides selectas.
Había edificado en ella una torre y un lagar. Y esperaba que diese uvas buenas,
y dio uvas silvestres" (vers. 2).
Dios invirtió mucho en esta
viña. Nota todo lo que hizo. ¿Qué más podía hacer? Tras hacer todo lo que podía
por su viña, Dios esperó a que produjera uvas deliciosas. Pero ¿qué encontró?
Frutos malogrados. Literalmente, "fruta hedionda" según el idioma
original. ¿Alguna vez mordiste una uva con la esperanza de que fuera jugosa y
deliciosa, pero estaba podrida? Esa es la experiencia de Dios descrita aquí. A
pesar de todo lo que Dios hizo por su viña, esta produjo uvas podridas y
hediondas.
Cuando una viña da frutos de
ese tipo, ¿es culpa del viñador? ¿Es culpa de Dios que en nuestro mundo existan
y ocurran cosas repugnantes?
En el siguiente versículo de
Isaías 5 se produce un cambio de oradores. Antes hablaba Isaías, pero ahora
habla Dios mismo: "Ahora, vecinos de Jerusalén y varones de Judá, juzguen
entre mí y mi viña. ¿Qué más se había de hacer a mi viña, que yo no haya hecho?
¿Cómo, esperando yo que diese uvas buenas, dio uvas silvestres?" (vers. 3,
4).
En primer lugar, nota que la
palabra traducida aquí como "esperando" (qavah) significa
simplemente eso y no indica que Dios fuera tomado por sorpresa. Lo que Dios
dice allí es que el fruto podrido no concordaba con la preparación y el cuidado
que él había prodigado a la viña. Esta debería haber dado buenas uvas, no
frutos podridos y apestosos. ¿Fue eso culpa del viñador? ¿Quién tuvo la culpa?
Aquí, Dios invita a los
oyentes a "juzgar" entre él y su viña: "¿Qué más se había de
hacer a mi viña, que yo no haya hecho?"" Este es un retrato asombroso
del carácter de Dios y muestra su disposición a hacer todo lo posible para que
sus criaturas conozcan la verdad acerca de él. Si las acusaciones de Satanás
quedaran sin resolver, harían imposibles las relaciones de amor y armonía en el
universo.
¿Qué más podía hacer Dios
por su viña?
Esto me recuerda una
historia ambientada en la Edad Media y titulada La espada de Denis
Anwyck. Este relato trata acerca de un huérfano (Denis) que odia al
rey de su tierra, debido a que los soldados del rey se llevaron a sus padres
enfermos mientras él gritaba: "¡Papá! ¡Mamá!" Denis desprecia por
completo al rey.
Pero, a través de una serie
de acontecimientos, Denis encuentra respuestas en un libro escrito por el
propio rey y titulado: Crónicas de la terrible peste negra y de los
tiempos posteriores. Las palabras del rey registradas en el libro lo
aclaran todo: "Me llena de amargura y dolor, y mi pueblo me odia por ello,
pero lo más horrendo de esta plaga es que un ser vivo puede contraer la
enfermedad por el solo contacto con los muertos. Al separar a los vivos de los
muertos, puedo salvar a los vivos".1 Las
lágrimas corren por el rostro de Denis cuando por fin se da cuenta de que el
rey había actuado como lo hizo por el bien de Denis y de todo
su pueblo. Había mucho más en la historia, y la verdad acerca del carácter del
rey cambió todo para Denis.
En Mateo 21, Jesús cuenta
una parábola que muestra que Dios ha hecho todo lo que podía por este mundo. La
parábola comienza así: "Un propietario plantó una viña y la rodeó de una
cerca. Cavó en ella un lagar, edificó una torre" (Mat. 21:33). Suena
familiar, ¿verdad? Jesús cita aquí el cántico de la viña de Isaías 5. Luego, él
añade lo siguiente a la historia:
La arrendó a unos labradores
y se fue lejos. Cuando se acercó el tiempo de la cosecha, envió a sus siervos a
los labradores para recibir su fruto. Pero los labradores tomaron a los
siervos, y a uno lo hirieron, al otro lo mataron, y al otro lo apedrearon. El
dueño envió a otros siervos, en mayor número que los primeros. E hicieron lo
mismo con ellos (Mat. 21:33-36).
Estos siervos representan a
los numerosos profetas enviados por Dios para advertir al pueblo y darle la
oportunidad de volver a él, pero que fueron asesinados.
Al fin envió a su hijo,
pensando: "Respetarán a mi hijo". Pero al ver al hijo, los labradores
dijeron entre sí: "Este es el heredero. Matémoslo, y quedaremos con la
herencia". Así que lo echaron fuera de la viña y lo mataron. Cuando venga el
señor de la viña, ¿qué hará a esos labradores? (vers. 37-40).
¿Qué más podía hacer? Dios
lo dio todo, incluso a su Hijo. Dios se entregó por nosotros en la persona de
Cristo. No hay amor más grande que este (Juan 15:13).
Tal vez tú o alguien que
conozcas se sienta tentado a pensar que un Dios que permite el mal y el
sufrimiento no puede ser plenamente bueno y amoroso. Te ruego que mires a la
Cruz. ¿Quién sufre más a causa del mal? Dios mismo, no solo en relación con la
Cruz, sino porque sufre cada vez que sufrimos, así como yo
sufro cada vez que mi hijo sufre. Cuando él se fracturó el brazo hace algunos
años, yo hubiera preferido que mis dos brazos se hubieran fracturado en lugar
del suyo. Puesto que nos ama tanto, Dios sufre cada vez que
sufrimos. Por eso, Dios es quien más sufre, pues asume todo el sufrimiento.
De haber existido otra forma
de garantizar la armonía permanente del amor en este universo, Dios sin duda la
habría elegido, aunque solo fuera para ahorrarse el insondable costo y las
consecuencias que habría de representar el Conflicto. Aunque sabía que este
mundo le costaría la vida al Hijo de Dios, él eligió crearnos, amarnos y sufrir
él mismo las consecuencias que merecíamos para que pudiéramos recibir lo que él
merece.
¿Qué más podía hacer? Dios
ha hecho todo lo que se podía hacer por este mundo sin socavar su relación de
amor, y finalmente erradicará el mal sin comprometer el amor. En tal sentido,
Dios hará que de alguna manera todas las cosas terminen cooperando para el bien
de quienes lo aman (Rom. 8:28). No obstante, como
escribe Pablo en Romanos 8:18:
"las aflicciones de este tiempo presente no son comparables con la gloria
venidera que se ha de manifestar en nosotros". Al final, "Dios
enjugará toda lágrima de los ojos de ellos. Y no habrá más muerte, ni llanto,
ni clamor, ni dolor, porque las primeras cosas pasaron" (Apoc. 21:4).
Mientras tanto, podemos
mirar a la Cruz y confiar en el Dios que sufre con nosotros. Las criaturas
sufren inmensamente a causa del mal, pero Dios sufrió más que nadie en la Cruz,
donde demostró de manera concluyente su amor y su justicia perfectos.
En vista de ello, la
respuesta a la pregunta reflexiva de Dios "¿qué más pude hacer?" es,
sin duda: Nada más.
En el trasfondo de Isaías 5
hay dos metáforas paralelas. Dios es representado allí por el dueño de la viña,
y la viña representa al pueblo de Dios (y, quizá por extensión, su perfecta
Creación). Sin embargo, hay otra metáfora subyacente acerca de un novio (Dios)
y su futura esposa.
Isaías actúa como
"amigo del novio", algo así como un "padrino" (Juan el
Bautista se describe a sí mismo de esta manera en Juan 3:29), donde habla en
nombre del novio para defenderlo de las tergiversaciones o equívocos acerca de
su carácter.
Muchos culpan a Dios cuando
las cosas van mal, pero él no es el responsable de ello. Él nunca deseó nada de
eso y pronto pondrá fin al mal, a la muerte, al pecado y al sufrimiento; no
habrá más llanto, ni lágrimas, ni dolor, porque todo ello desaparecerá para
siempre.
Hasta que ese día llegue,
¿quién hablará en nombre y en favor del Novio mientras tantos culpan a Dios de
todo lo malo y rechazan la religión porque lo responsabilizan del sufrimiento
de este mundo?
Los que conocen al verdadero
Rey y saben cómo es, están llamados a actuar como Isaías, como amigos del
esposo para compartir la buena noticia de que Dios es amor con cuantos podamos.
Como dijo Elena de White:
Los últimos rayos de luz
misericordiosa, el último mensaje de clemencia que debe darse al mundo, es una
revelación de su carácter de amor. Los hijos de Dios deben manifestar su
gloria. En su vida y su carácter deben revelar lo que la gracia de Dios ha hecho
por ellos.2
REFLEXIONES
FINALES ACERCA DEL MAL Y DE LA TEODICEA DEL AMOR
En los últimos capítulos
hemos examinado una serie de piezas del rompecabezas que pueden ser útiles a la
hora de reflexionar acerca del problema del mal. Es fundamental recordar que
hay muchas cosas que no sabemos. Sin embargo, una cosa que sí sabemos por las
Escrituras es que Dios no siempre consigue lo que quiere. Muchas cosas suceden
contrariamente a sus deseos. Concretamente, el mal se debe a que las criaturas
no eligen lo que Dios desea idealmente. Dios concede y respeta el libre
albedrío incluso cuando sus criaturas hacen lo malo porque esa libertad es un
prerrequisito necesario para el amor. Una auténtica relación de amor solo es
posible si Dios concede sistemáticamente a sus criaturas la libertad de elegir
lo contrario de lo que Dios desea; es decir, el mal. Dios permite
temporariamente el mal, aunque lo desaprueba, pues excluir su posibilidad haría
imposible el amor, y porque destruirlo prematuramente afectaría la confianza
necesaria para que el amor pueda existir.
Las Escrituras ponen de
relieve el marco más amplio del Conflicto Cósmico, en el que Satanás y sus
secuaces se oponen al gobierno amoroso de Dios. Este conflicto es
principalmente una disputa acerca del carácter divino causada por las falsas
acusaciones del Diablo contra la bondad, la justicia y el gobierno de Dios. Un
conflicto de este tipo no puede resolverse recurriendo al poder, sino que
requiere una demostración cósmica. Dios ha concedido temporalmente a Satanás y
sus secuaces una jurisdicción significativa en este mundo, aunque limitada
según ciertos parámetros o reglas acordadas en la corte celestial y dentro de
las cuales se deben resolver las acusaciones esgrimidas contra Dios sin afectar
su amor. En consecuencia, estas "reglas" del Conflicto limitan
moralmente el poder de Dios para eliminar o mitigar el mal.
Dios desea eliminar todo
mal, pero en ciertos casos hacerlo: (1) socavaría el libre albedrío y, por lo
tanto, el amor; (2) iría en contra de las reglas acordadas para dirimir el
Conflicto y/o (3) daría lugar a un mayor mal o a un menor desarrollo del amor.
Dios ha hecho todo lo que podía por este mundo sin socavar su relación de amor
con la Creación, y finalmente erradicará el mal sin comprometer el amor.
Mientras tanto, podemos mirar a la Cruz con la certeza de que el Dios que sufre
voluntariamente con nosotros merece nuestra confianza.
Lo dicho hasta aquí puede
resumirse en siete reflexiones:
1. Hay muchas cosas que
no sabemos.
2. Dios no siempre
consigue lo que quiere.
3. Dios concede y
respeta el libre albedrío, incluso cuando sus criaturas hacen lo malo, porque
esa libertad es un requisito necesario para el amor.
4. El problema del mal
existente en el mundo se inscribe dentro del marco mayor de un conflicto
cósmico (Mat. 13:24-30) consistente principalmente en una disputa acerca del
carácter de Dios causada por las falsas acusaciones del Diablo contra la bondad,
la justicia y el gobierno de Dios.
5. En este conflicto
cósmico existen reglas o parámetros acordados en la corte celestial dentro de
los cuales las acusaciones contra Dios pueden ser resueltas sin afectar el
amor.
6. Dios siempre hace
todo lo posible, en vista de las alternativas disponibles, a fin de lograr el
mayor bien para todos, y erradicará finalmente el mal para siempre.
7. Mientras tanto,
podemos contemplar la Cruz con la certeza de que podemos fiarnos de este Dios
que sufre con nosotros.
1 Maylan
Schurch, La espada de Denis Anwyck (Florida: ACES, 2010), pp.
135-137-
2 Elena
de White, Palabras de vida del gran Maestro, p. 342.
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