Lección 4: LAS NACIONES: Primera parte | alusiones, imágenes y símbolos: Cómo estudiar la profecía bíblica | Sección maestros
RESEÑA
Texto clave:
Daniel 7: 14.
Enfoque del estudio:
Génesis 12: 1-9.
Introducción
Cuando Dios creó la Tierra,
tenía un plan de felicidad y amor para las personas que vivirían en ella. Sin
embargo, en lugar de cumplir el plan de Dios, la gente cayó en la tentación de
elegir sus propios caminos. En las próximas dos lecciones, estudiaremos cómo
las naciones fracasaron en encontrar el camino correcto y cómo Dios guio a la
gente en su lucha por encontrar luz en la oscuridad. Esta oscuridad fue
producida por su deseo de autogobierno.
El deseo de autogobierno se
manifestó por primera vez en el Jardín del Edén, cuando Adán y Eva, bajo la
influencia de la serpiente, desobedecieron a Dios y cayeron en la tentación de
anhelar ser «como Dios» (Gén. 3: 5). En consecuencia, Adán y Eva, como seres
caídos, adquirieron el conocimiento del pecado y perdieron así el poder moral
de elegir el bien sobre el mal (Gén. 3: 22). Más adelante en la historia
temprana de la humanidad, los hombres de Babel decidieron erigir una torre para
llegar a la puerta de Dios («Bab-El») en el Cielo y así poder usurpar el lugar
de Dios (Gén. 11: 1-4). Pero los constructores de Babel se confundieron y, como
consecuencia de su presunción, Dios los dispersó por la Tierra.
Incluso el pueblo de Israel
intentó gobernarse a sí mismo y, en lugar de aceptar el liderazgo directo de
Dios, buscó un rey entre los hombres de sus tribus. Dios respondió a todos
estos movimientos humanos con iniciativas divinas. En primer lugar, llamó a
Abraham a fin de que se convirtiera en una bendición para las naciones.
Entonces Israel, y más tarde
la iglesia, fueron llamados a dar testimonio a las naciones acerca del Reino de
Dios. Contra la tentación de confiar en el poder humano para construir los
reinos en esta Tierra y caer así en la oscuridad, la Biblia presenta la
esperanza del Reino de Dios, la única luz para las naciones.
COMENTARIO
Adán y Eva
En el Jardín del Edén, la
historia de la interacción entre Eva y la serpiente revela la raíz del fracaso
humano: la ambición de sustituir a Dios, de ocupar su lugar. La serpiente
aparece en primer lugar en la narración. Cuando habla, suena como Dios, el Creador
mismo, ya que «dijo» (Gén. 3: 1), al igual que Dios en diez ocasiones a lo
largo del relato de la Creación. En ambos relatos se utiliza la misma forma
verbal wayyo‘mer, «Él dijo». La construcción de la frase es problemática, ya
que no se indica el sujeto del verbo «dijo». De hecho, este es el único caso en
todo el pasaje en el que no se indica claramente el sujeto. Y, para mayor
dificultad, el nombre Elohim, «Dios», aparece antes del verbo «decir», lo que
podría dar la impresión de que Dios es quien habla. El texto hebreo tiene la
siguiente secuencia de palabras: «que Dios hizo, y dijo a la mujer». Por lo
tanto, daría la impresión de que la serpiente se colocó en lugar de Dios.
Curiosamente, el mismo
fenómeno se produce cuando la mujer desobedeció a Dios. La frase que describe
su comportamiento, «la mujer vio [...] que era bueno» (Gén. 3: 6), recuerda la
evaluación que Dios hizo de su Creación: «Dios vio que [...] era bueno» (Gén.
1: 4, 10, 12, 18, 25, 31). Este eco entre las palabras de Dios y las de Eva
sugiere que ella ya había sustituido, en virtud de su propia opinión, al
Creador divino. De hecho, Eva se comporta como Dios: «Tomó de su fruto y comió.
Y también dio a su esposo, que comió igual que ella» (Gén. 3: 6). Estos tres
verbos solo habían sido asociados con el Creador hasta ese momento. Dios dio de
comer (Gén. 1: 29), tomó al hombre (Gén. 2: 15) y tomó una de sus costillas
(Gén. 2: 21). Por lo tanto, Eva se comporta como si fuera la creadora y así
imita el accionar de la serpiente.
Más tarde, tanto Adán como
Eva volverán a intentar ocupar el lugar de Dios cuando se den cuenta de que
están desnudos. El texto bíblico dice que «cosieron hojas de higuera, y se
hicieron delantales» (Gén. 3: 7; RVR 1960). El verbo «hacer» únicamente se ha
utilizado hasta ahora en el relato en relación con Dios, el Creador (Gén. 1:
31; 2: 2, etc.). Por tanto, es interesante que Adán y Eva intentaron resolver
su problema ocupando el lugar de Dios, un movimiento que ya había sido iniciado
por la mujer. Es preocupante que la pareja humana se uniera ahora a la agenda
de la serpiente, que consiste en usurpar el papel de Dios. La iniciativa
blasfema de ellos es sugerida también por el eco existente entre las palabras
‘eirom, que describe su «desnudez», y ‘arum, que designa la «astucia» de la
serpiente (Gén. 3: 1).
Los constructores de Babel
El lenguaje empleado para
describir la obra de los constructores de Babel se hace eco del relato de la
Creación, con la intención deliberada de revertir la obra de la Creación y
sustituir a Dios, el Creador. Esta intención ya se hace evidente en la tabla de
las naciones, donde la fundación del reino de Babel por parte de Nimrod es
introducida con la palabra técnica re‘shit, «principio» (Gén. 10: 10), la cual
evoca el relato divino de la Creación (Gén. 1: 1). Nimrod, cuyo nombre
significa «rebelión», es presentado como el creador de Babel, mientras que Dios
es el Creador de los Cielos y la Tierra.
En la historia de la torre
de Babel observamos la misma usurpación. La frase ‘al peney, «sobre la faz de»,
utilizada para referirse a la condición de la Tierra antes de la Creación (Gén.
1: 2), reaparece aquí (Gén. 11: 4). Mientras que el relato de la Creación pasó
de un elemento (las aguas) a la multiplicidad y la diversidad, Babel revierte
el estado de multiplicidad en procura de un solo elemento. La palabra de Dios,
wayyomer ‘Elohim, «Dios dijo», ha sido sustituida por la palabra de los
constructores, wayy‘omeru, «ellos dijeron» (Gén. 11: 3, 4). La realización
divina de la Creación, expresada mediante la construcción wayehi, «y fue» (Gén.
1: 3), ha sido sustituida por el logro humano, wattehi, «y fue» (Gén. 11: 3;
RVA). La decisión conjunta de los tres integrantes de la Deidad, na‘aseh,
«hagamos» (Gén. 1: 26), fue sustituida por la iniciativa conjunta de los
humanos, na‘aseh, «hacernos» (Gén. 11: 4). Los constructores de Babel tenían la
misma ambición que Eva: querían ser como Dios.
El llamado de Abram
Dios llama a Abram con estas
palabras: «Haré de ti una gran nación [...] engrandeceré tu nombre» (Gén. 12:
2). El llamado de Dios responde y se opone a los designios de los constructores
de Babel. No es, pues, casual que el llamado divino hecho a Abram para que se
marchara tuviera lugar en la tierra de Ur de los Caldeos. De hecho, es
sorprendente que la antigua ciudad sumeria de Ur estuviera situada en la región
de Babilonia que guarda una relación más estrecha con el incidente de Babel.
El hecho de que Abram
escuchara el llamado a abandonar un lugar saturado del recuerdo de Babel tiene
sentido y no debería sorprendernos, no solo por consideraciones históricas y
geográficas, sino también por sus implicaciones teológicas. Desde el clamor de
los profetas hasta la súplica apocalíptica, el llamado divino a «salir de
Babilonia» (el nombre griego de Babel) tiene una larga historia teológica en la
tradición bíblica (ver Isa. 48: 20; Apoc. 18: 4). El llamado divino no solo
significa la liberación de las opresivas condiciones del exilio, así como la
restauración nacional en la Tierra Prometida, sino que implica también un
retorno al Pacto.
Los constructores de Babel
querían hacerse un gran nombre y convertirse en una nación universal, única
(Gén. 11: 4). Curiosamente, el verbo «hacer» es una palabra clave del relato de
la Creación, donde aparece siete veces, con Dios como sujeto (Gén. 1: 7, 16,
25, 26; 2: 2 [2x], 3). El mismo verbo es utilizado tres veces para describir la
actividad de los constructores de Babel (Gén. 11: 4, 6 [2x]), y una de ellas,
en particular, en relación con su renombre (Gén. 11: 4). Babel se erigía, pues,
en lugar del Creador. El llamado a Abram restablece las prerrogativas de Dios.
Solo él, como Creador, puede verdaderamente «hacer»; y solo él puede hacerse
digno de renombre. Además, solo el nombre de Dios es descrito como «grande»
(Jos. 7: 9).
La bendición de Abram
La palabra baraj,
«bendecir», es clave en el llamado de Dios a Abram, donde aparece cinco veces.
El uso de este término es particularmente prominente en Génesis, donde aparece
88 veces (en comparación con 356 veces en el resto de la Biblia hebrea). El concepto
hebreo de «bendición» se asocia a menudo con la perspectiva de la fecundidad
(Gén. 1: 21-23). Así, el llamado a Abram da un vuelco a la ideología de Babel.
Frente a los constructores de Babel, quienes se negaron a seguir el plan divino
de la Creación para multiplicarse, la bendición de Abram restablece las fuerzas
de la Creación y la promesa de futuro.
Mientras que los
constructores de Babel fundaban su seguridad solo en sí mismos, el bienestar de
las naciones depende únicamente de la bendición de Dios a Abram. La razón
esencial de esta bendición reside en un acontecimiento histórico futuro: «Por
medio de ti serán benditas todas las familias de la tierra» (Gén. 12: 3). La
frase preposicional «por medio de ti» significa «por medio de tu descendencia».
Es decir, no es «por medio de Abram» como se obtiene la bendición, sino por
medio del Descendiente de Abram, el mismo «Descendiente» mesiánico de Génesis
3: 15, texto con el que nuestro pasaje comparte muchos vocablos, formas
gramaticales, y asociaciones de palabras y temas. Pablo utiliza el mismo
lenguaje para describir el efecto universal del pacto «en Cristo Jesús» (Gál.
6: 15).
APLICACIÓN A LA VIDA
Sustituir a Dios.
Puesto que la esencia del pecado es la pretensión de ocupar el lugar de Dios,
hazte la siguiente pregunta: ¿Cómo podemos caer en ello, si no tenemos cuidado,
en todos los aspectos de nuestra vida? Analiza los siguientes aspectos en tu
clase:
Sustituir a Dios en nuestras
palabras. Cuando mentimos, ocultamos o distorsionamos
un hecho, sustituimos la verdad (lo que Dios ve) por nuestra versión de ella.
Cuando nos jactamos, generalmente exageramos nuestro valor a expensas del
prójimo o incluso a expensas de Dios mismo, tal como lo hizo Nabucodonosor tras
construir la ciudad de Babilonia (Dan. 4: 30).
Sustituir a Dios en nuestro
trabajo. Cuando trabajamos en exceso, ignoramos las
leyes de la salud o a nuestra familia, que necesita nuestra presencia y
atención. También cuando somos perezosos o hacemos un trabajo mediocre. Otra
forma de sustituir a Dios en nuestras labores es engañar, plagiar, apropiarse
del trabajo o los hallazgos de otra persona, pretendiendo que son tuyos.
Sustituir a Dios en nuestra
vida religiosa. Cuando adoramos a otra persona o a algo que
no es Dios, ya sea dinero, trabajo, un automóvil, una casa o a nosotros mismos,
cometemos el pecado de la idolatría.
La respuesta al llamado de
Dios. Puesto que tratar de reemplazar a Dios es pecado, ¿qué
puedes hacer para permitir que Dios quite al yo del trono de tu corazón y se
entronice a sí mismo? Busca en la Biblia ejemplos de esta intervención divina.
Analiza la respuesta de Dios
al pecado humano; reflexiona acerca de la cuestión de la sustitución: el hecho
de que Dios eligiera morir en tu lugar para que tú pudieras vivir. Medita
acerca de acontecimientos concretos de la historia de Israel en los que Dios
obró en favor de los seres humanos (por ejemplo, la Creación, el Éxodo, el
exilio en Babilonia, o momentos concretos en los que luchó por su pueblo [Éxo.
14: 14], etc.).
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