Lección 5 | Domingo 27 de abril
EL PRIMER MANDAMIENTO
El Jardín del Edén era un aula para el primer pueblo de Dios, un lugar donde su interacción con la Creación les enseñaría sin cesar a ellos y a su descendencia más acerca del Creador. «La santa pareja eran no solo hijos bajo el cuidado paternal de Dios, sino también estudiantes que recibían instrucción de parte del omnisciente Creador. [...] Los misterios del universo visible, “las maravillas del que es perfecto en sabiduría” (Job 37: 16), les suministraban una fuente inagotable de instrucción y placer», señaló Elena G. de White (Patriarcas y profetas, p. 30).
Lee Génesis 2: 9 al 17. ¿Cuál fue el primer mandato que Dios dio a la humanidad y por qué era tan importante?
Gén 2:9 Y Jehová Dios hizo nacer de la tierra todo árbol delicioso a la vista, y bueno para comer; también el árbol de vida(D) en medio del huerto, y el árbol de la ciencia del bien y del mal.
Gén 2:10 Y salía de Edén un río para regar el huerto, y de allí se repartía en cuatro brazos.
Gén 2:11 El nombre del uno era Pisón; éste es el que rodea toda la tierra de Havila, donde hay oro;
Gén 2:12 y el oro de aquella tierra es bueno; hay allí también bedelio y ónice.
Gén 2:13 El nombre del segundo río es Gihón; éste es el que rodea toda la tierra de Cus.
Gén 2:14 Y el nombre del tercer río es Hidekel; éste es el que va al oriente de Asiria. Y el cuarto río es el Eufrates.
Gén 2:15 Tomó, pues, Jehová Dios al hombre, y lo puso en el huerto de Edén, para que lo labrara y lo guardase.
Gén 2:16 Y mandó Jehová Dios al hombre, diciendo: De todo árbol del huerto podrás comer;
Gén 2:17 mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás; porque el día que de él comieres, ciertamente morirás.
El verbo hebreo tsavah («mandar») aparece por primera en la Biblia como parte de la orden dada por Dios a los seres humanos de no comer del árbol del conocimiento del bien y del mal (Gén. 2: 16, 17). ¿Cómo es posible que el conocimiento esté prohibido? ¿No es siempre útil experimentar y saber más?
Según las Escrituras, no: Dios pretendía educar a su pueblo cabalmente y evitarle el sufrimiento que algunos conocimientos le causarían a largo plazo, como lo que sucedería más tarde cuando el pueblo eligió gobernarse a sí mismo en lugar de someterse al gobierno del Señor.
Milenios después, cuando Israel pidió un rey, el Señor expuso las consecuencias de ello (como descubrimos la semana pasada) e informó a su pueblo que la decisión de alejarse de su gobierno directo duraría hasta el fin de los tiempos.
A medida que los reyes de Israel se volvieron cada vez más malvados, el pueblo del Pacto se volvió tan mundano y alejado del propósito Dios que él les dio aún más de lo que querían: un gobierno pagano.
Acercarse al libro de Daniel con este trasfondo en mente puede ser esclarecedor. La sucesión de los imperios descrita en las visiones del libro es más que un reproche dirigido a «las naciones» paganas. Es también una amonestación dirigida a Israel por su negativa a obedecer sus mandamientos (mitswot, en hebreo, derivado de tsavah; ver Gén. 2: 16). Los siglos de sometimiento en lugar de la libertad de la que el pueblo de Dios disfrutó originalmente en Edén se convertirían en una nueva aula donde los corazones dispuestos podrían observar el sorprendente contraste existente entre los reinos de este mundo y el Reino de Dios.
Reflexiona sobre los tipos de conocimiento que, incluso hoy, sería mejor no tener. ¿Cómo nos ayuda esto a entender el mandato divino dado a Adán y a Eva en el Edén en relación con el árbol del conocimiento del bien y del mal?
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