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Lección 9: EN LOS SALMOS: Segunda parte | Alusiones, imágenes y símbolos: Cómo estudiar la profecía bíblica | Sección maestros

Lección 9:

EN LOS SALMOS: Segunda parte

RESEÑA

Texto clave: Salmo 67:3-4

Enfoque del estudio: Salmos 46; 47; 67; 75.  

Introducción

Los salmos seleccionados la semana anterior se centraron en el pueblo de Dios y en su preparación para la venida del Señor. La lección trataba acerca de sus desafíos y luchas relacionados con la vida personal, de la necesidad de un arrepentimiento profundo y radical, de una transformación completa del corazón. Esos salmos también advertían al pueblo de Dios, como comunidad de fe, del enemigo exterior, que en momentos de dura persecución les acarreaba problemas difíciles de sobrellevar.

Los cuatro salmos seleccionados esta semana dirigirán nuestra atención hacia Dios:

El primero de ellos presentará a Dios como "nuestro amparo", quien nos consuela y tranquiliza, como aquel que nos traerá "auxilio en las tribulaciones" (Sal. 46:1).

El segundo salmo nos llenará de regocijo porque Dios "nuestro Rey [...] es el Rey de toda la tierra" (Sal. 47:6, 7).

El tercer salmo profundizará este júbilo transformándolo en gratitud porque Dios ha respondido a nuestro clamor. Dios ya no es solo aquel a quien reiteramos nuestras súplicas para obtener liberación, ni simplemente aquel a quien nos quejamos para desahogar nuestra frustración, porque "en la sede del derecho hay impiedad. En lugar de la justicia, iniquidad" (Ecl. 3:16). En última instancia, Dios es el Juez que traerá la justicia al mundo y finalmente restaurará el orden (Sal. 75:7,10).

El cuarto y último salmo es el cumplimiento de la bendición sacerdotal. Dios, lleno de misericordiosas bendiciones, está en medio de su pueblo (Sal. 67).

COMENTARIO

Salmo 46: Dios es nuestro refugio

Este salmo es atribuido a los "hijos de Coré", levitas (1 Crón. 6:16, 22) responsables de la música en el Templo. Esta información puede explicar la referencia al Templo como "la santa morada del Altísimo" (ver Sal. 46:4). Según el salmo, los peligros que se encuentran aquí son de una doble naturaleza. No son solo de orden natural, como en una especie de terremoto cósmico en el que intervienen elementos terrestres y acuáticos. También las montañas son sacudidas (Sal. 46:3) y los montes son arrojados al fondo del mar (Sal. 46:2). Los peligros cataclísmicos se deben también al violento ataque de los enemigos humanos, como vemos en la frase "braman las naciones". Su furia cataliza un movimiento paralelo que culmina en el colapso de todos los reinos terrenales (Sal. 46:6).

El pueblo de Dios, víctima inmediata de esta doble catástrofe, es identificado como el interlocutor del salmo, que encarna su reacción ante la catástrofe apocalíptica: "No temeremos" (Sal. 46:2). A la doble embestida de la naturaleza y de las naciones, el pueblo de Dios responde con una doble defensa que tanto de la naturaleza como de Dios. Por un lado, el río de la Ciudad de Dios trae alegría (Sal. 46:4)- Este río caudaloso evoca las aguas curativas que brotan de la Nueva Jerusalén y los ríos que manaban del Jardín del Edén (Gén. 2:10). La misma imagen reaparece en Apocalipsis para describir la Nueva Jerusalén (Apoc. 22:1). Por otra parte, Dios mismo está implicado: Dios, que está en medio de la Ciudad Santa (Sal. 46:5), es llamado "nuestro refugio" (vers. 7) y "nuestro amparo y fortaleza" en la angustia (Sal. 46:1). Nótese la armonía cósmica entre el Dios de la Creación y la naturaleza: Dios controla los elementos, al igual que Jesús lo hizo con el mar (Mat. 8:27). La confrontación cósmica se refiere a los últimos acontecimientos de la Gran Controversia, que opondrán el campamento de Dios representado por el monte santo (la Sion celestial) a las naciones.

El salmo resuena con la visión de la profecía apocalíptica de la última batalla de la historia humana tal como se describe en Daniel 11:45 y Apocalipsis 16:16. El salmo termina con la seguridad de la presencia de Dios "con nosotros" (Sal. 46:11).

Salmo 47: Dios es nuestro Rey

El Salmo 47 extiende la esperanza celebrada en el salmo precedente. El mismo autor levítico de la familia de Coré canta la victoria del Dios de Sion. El Dios del Templo está sentado en su Trono, en Sion. Ahora que se ha alcanzado el triunfo, la victoria completa sobre el Enemigo, Dios es aclamado como Rey. Este salmo pertenece a la serie de salmos llamados "salmos reales", o "salmos de entronización", que- -se caracterizan por una alabanza general a Dios como Rey (ver los salmos 93, 96-99).

Cabe destacar que el Salmo 47 fue utilizado posteriormente en la liturgia judía de Rosh Hashaná (Año Nuevo), el primer día del primer mes (Tishrí) del calendario judío. El toque de trompeta que se menciona en el Salmo 47:5 sirve de base para tocar el shofar ese día, para celebrar la esperanza de que Dios reinará un día sobre todas las naciones. Además, las naciones que ahora alaban a Dios son las mismas que han sido derrotadas en la guerra (Sal. 47:3). Apocalipsis se refiere al mismo fenómeno cuando habla de la "sanidad de las naciones" en el contexto de la Nueva Jerusalén (Apoc. 22:2). En el antiguo Israel, la palabra "naciones" (goyim) designaba a los enemigos de Israel. Ahora, en este nuevo entorno, las naciones ya no se identifican contra el pueblo de Dios. Ahora se han convertido en parte del pueblo de Dios.

El acontecimiento del Éxodo se utiliza como modelo para sugerir la conquista espiritual de la nueva Canaán. Las expresiones paralelas "herencia" y "la hermosura de Jacob" (Sal. 47:4) se refieren a la conquista de la Tierra Prometida, que incluía a las naciones circundantes que habían sido conquistadas (ver Deut. 32:8). El salmo concluye con la visión escatológica de Israel y de todos aquellos que reconocen la soberanía de Dios.

Salmo 75: Dios es nuestro Juez

El Salmo 75 es memorable por las tres impresionantes imágenes utilizadas para designar los respectivos actos judiciales de Dios. En primer lugar, el temblor de la Tierra, que se ha desmoronado y ha perdido sus cimientos (Sal. 75:3). Es como si el salmo describiera nuestro mundo actual, lleno de caos y desorden, un mundo que ha perdido toda estabilidad, todo pilar o punto de referencia moral. Dios, como juez, recuerda a su pueblo que restaurará la estabilidad de las "columnas" (Sal. 75:3).

La segunda imagen es la de la copa llena de vino embriagante que Dios derrama sobre los malvados. Los impíos beben este vino copiosamente (Sal. 75:8). Del mismo modo, el libro de Apocalipsis se refiere a menudo a la copa de la ira de Dios (Apoc. 14:10; 16:19; iS:6).

La tercera imagen es la de los cuernos (Sal. 75:10, traducción literal). Los cuernos son un símbolo de poder y dignidad (Dan. 7:8).

En cada etapa, el juicio de Dios trae justicia a la comunidad distorsionada. Dios "quiebra" el poder de los pecadores (Sal. 75:5,10) y exalta al justo cuyo cuerno fue derribado (Sal. 75:10). El Juez divino restaura, pues, el orden trastornado por los poderes del mal.

La misma esperanza se promete en el libro de Eclesiastés. Después de haber deplorado el trastorno del orden en la Tierra, Salomón espera que "Dios juzgará al justo y al impío. Porque hay tiempo para todo lo que se quiere y se hace" (Ecl. 3:17; comparar con Ecl. 12:14). Haciéndose eco de este sentimiento, el ángel de Apocalipsis 14 habla del mismo doble juicio. Por un lado, el ángel promete que los que adoran a la bestia, que representa a la iglesia engañosa, "beberá[n] del vino de la ira de Dios" (Apoc. 14:10). Por otro lado, los que adoran al Señor de la Creación son descritos como los "santos [...] que guardan los mandamientos de Dios y la fe de Jesús" y descansarán de "sus fatigas" (Apoc. 14:12,13).

Salmo 67: Dios es nuestra bendición

El Salmo 67, que concluye nuestra serie, es una oración, como indican los verbos que expresan el deseo del suplicante: "Que sea conocido en la tierra tu camino" (Sal. 67:2; comparar con Sal. 67:3, 5,6,7). Esta expresión de deseo refleja la bendición aarónica: "Dios tenga misericordia de nosotros y nos bendiga, haga resplandecer su rostro sobre nosotros" (Sal. 67:1; comparar con Núm. 6:23-26). Aunque no se identifica explícitamente al orador, el encabezamiento que se refiere al músico principal y la evocación de la bendición sacerdotal sugieren que se trata de un sacerdote que está al frente de una congregación. Lo que hace especial a esta oración es su alcance universal. El salmo comienza con una llamada a la bendición propia: "sobre nosotros" (Sal. 67:1); luego, tras el deseo de que el camino de Dios "sea conocido en la tierra [...] en todas las naciones" (Sal. 67:2), la oración se extiende a todos los convertidos de entre las naciones. Este salmo tiene en vista el cumplimiento escatológico cuando todas las naciones, y no solo Israel, se beneficien de la bendición de Dios. Esta oración sólo se cumplirá en la "Nueva Jerusalén", que "no necesita sol ni luna para alumbrarla" (Apoc. 21:23).

APLICACIÓN A LA VIDA

No necesitamos esperar hasta la persecución escatológica venidera para sentir ahora nuestra necesidad del refugio de Dios. Todos los tipos de problemas actuales nos califican para esta necesidad y son oportunidades para experimentar el refugio provisto por Dios. En momentos de angustia, podemos sentirnos amenazados por nuestros colegas o amigos que no comparten nuestra fe e incluso pueden burlarse de nosotros y conspirar contra nosotros. O podemos sentirnos acosados por la enfermedad, el fracaso académico, la falta de dinero o de seguridad económica y la soledad. Cualquiera de estas situaciones puede constituir una oportunidad para experimentar el refugio de Dios. Solo él puede proporcionarnos la ayuda que necesitamos para encontrar una salida a cualquier problema y darnos la fortaleza necesaria para soportar la dificultad.

La noción de "realeza" no tiene relación con nuestra vida moderna. Sin embargo, es una noción importante que nos ayudará en situaciones humillantes a no sentirnos abatidos y desesperados: el gran Rey de toda la Tierra cuida de ti. Como hijos suyos, muy pronto heredaremos su promesa.

Cuando experimentamos problemas e injusticias, podemos meditar en la siguiente frase del Eclesiastés: "No siempre la carrera es de los ligeros, ni de los fuertes la guerra, ni de los sabios el pan, ni de los prudentes la riqueza, ni de los elocuentes el favor; sino que el tiempo y la ocasión acontecen a todos" (Ecl. 9:11). Esta observación de la injusticia inherente a la vida debería recordarnos también el mecanismo de la gracia. No merecemos la bondad y la misericordia divinas que hemos recibido. Por lo tanto, debemos depender de la gracia de Dios. La luz de Dios es ya nuestra luz, aquí y ahora. ¿Cómo podemos recibir y disfrutar ahora del don de la misericordia de Dios en nuestra vida y caminar con confianza y alegría mientras andamos en su luz?

  

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