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Lección 12: IMÁGENES DEL FIN | Alusiones, imágenes y símbolos: Cómo estudiar la profecía bíblica | Sección maestros

Lección 13:

IMÁGENES DEL FIN

RESEÑA

Texto clave: Jonás 1: 9.

Enfoque del estudio: Mateo 12: 38-42; Jonás 3: 5-10; Apocalipsis 18: 4; Daniel 5: 1-31.

Introducción

Puesto que la Biblia trata esencialmente del Reino de Dios, su mensaje central está orientado hacia el fin, hacia ese Reino celestial. Esta perspectiva escatológica se hace evidente en las profecías apocalípticas – que muestran clara y explícitamente el escenario del fin de los tiempos– y también en otras partes de las Escrituras que se refieren a manifestaciones específicas de juicio y salvación que ocurrirán en los últimos tiempos.

Para la lección de esta semana se han seleccionado tres de estos acontecimientos que tienen un rasgo particular en común: ocurren al final de la historia del Israel bíblico e implican a los gentiles, las «naciones» (comparar con Gén. 12: 3; 22: 18). El primer evento es dramático y se trata del juicio y el arrepentimiento de todo el pueblo de Nínive tras la reticente campaña evangelizadora del profeta Jonás. El segundo acontecimiento es trágico y consiste en el juicio de Belsasar, su falta de arrepentimiento y la pérdida de su reino. El tercer acontecimiento es glorioso; a saber, la salvación del pueblo de Dios gracias a la intervención del rey persa Ciro. El hecho de que el final de los tiempos sea la ocasión de la salvación de todos los conversos de las naciones, quienes finalmente se unen a las filas del Israel espiritual, es sorprendente; sin embargo, es sintomático del carácter cósmico del momento escatológico, según la predicción de Pablo: «Hasta que haya llegado la plenitud de los gentiles. Y así todo Israel será salvo» (Rom. 11: 25, 26).

COMENTARIO

El juicio de Nínive 

El profeta Jonás, el misionero israelita enviado al pueblo de Nínive, narra la historia de su éxito-fracaso. Dios lo llamó a trasladarse desde su lugar en Gat Hefer (2 Rey. 14: 25), una pequeña ciudad en la parte norte del antiguo Israel durante la época de Jeroboam II, en el siglo VIII a. C. (785 a. C.). Esta época se describe en el libro de los Reyes como un mal momento para Israel, cuya infidelidad encendió la ira de Dios contra ellos (2 Rey. 13: 3). Sin embargo, «el Señor no había decidido raer el nombre de Israel de debajo del cielo» (2 Rey. 14: 27). Por el contrario, Dios «los salvó» del enemigo (2 Rey. 14: 27).

Paradójicamente, durante esta época en particular, cuando Israel fue infiel, Dios llamó a Jonás para que fuera a Nínive a instar a sus habitantes al arrepentimiento. Jonás dice que toda la ciudad se arrepintió, para la profunda consternación del profeta. Él estaba tan disgustado por el llamado de Dios a la misión que se negó a obedecer. En lugar de viajar al norte, a Nínive, como Dios le había ordenado, Jonás prefirió viajar al sur, a Jope, y luego embarcarse hacia Tarsis.

El libro de Jonás narra cómo terminó él en el vientre de un gran pez que lo vomitó en tierra (Jon. 2: 10). Jonás es recordado como el profeta que fue tragado por un gran pez porque se negó a ir a advertir a la ciudad de Nínive acerca del juicio de Dios. Curiosamente, el nombre de la ciudad evoca de alguna manera el recuerdo de este prodigio, ya que Nínive, en lengua cuneiforme, significa «pez grande en la ciudad». Es como si el propio nombre de la ciudad sugiriera hasta dónde llegaría Dios, decepcionado por su propio pueblo, para salvar a una nación pagana más receptiva a su misericordia.

La historia de Jonás y Nínive es una ilustración de cómo Dios trata con su pueblo y con las naciones. En ellos vemos claramente cómo Dios extiende su gracia a los pecadores arrepentidos y cómo los disciplina por sus pecados no abandonados.

El juicio de Belsasar

El relato acerca del juicio del rey babilónico Belsasar aparece luego de la historia del juicio y el arrepentimiento de Nabucodonosor, como si el autor bíblico pretendiera resaltar el contraste entre los dos reyes. Aunque ambos monarcas son orgullosos y pecan contra Dios, no reciben el mismo juicio. Nabucodonosor es perdonado, y el capítulo que relata su experiencia termina con su alabanza a Dios, quien es capaz de abatir a los soberbios (Dan. 4: 37). En cambio, Belsasar, que conocía la experiencia de su antepasado (Dan. 5: 22), se niega a arrepentirse. Al contrario, repite deliberadamente las acciones de usurpación de Nabucodonosor (ver las lecciones 5 y 12) y va aún más lejos que él en su iniquidad. Mientras que la intención de Nabucodonosor era solo llevar los vasos del templo de Jerusalén al santuario de su propio dios, Belsasar bebe y se emborracha con esos vasos. Nabucodonosor se contenta con desechar los demás metales de la estatua (ver Daniel 3) y se queda solamente con el oro, que lo representa a él y a su reino. Al final, comprende su insensatez y dirige su alabanza al Dios del cielo que «vive para siempre» (Dan. 4: 34).

Belsasar, en cambio, alaba a todos los dioses representados por estos metales (Dan. 5: 4) e insulta intencionalmente a Dios. En ese momento de su alabanza a los ídolos, una mano aparece en el muro blanco y registra el juicio de Dios contra él.

Incluso el desenlace argumental de la historia de ambos reyes marca el contraste entre ellos. Nabucodonosor, quien se vio obligado a arrastrarse como un animal como consecuencia del juicio divino contra su orgullo, recupera su posición erguida. Entonces le fueron devueltos su «majestad, dignidad y grandeza» (Dan. 4: 36). Belsasar, que estaba sentado en el trono y había estado tan seguro de sí mismo, ahora no puede mantenerse en pie y no se controla, sus rodillas chocan entre sí: «A gritos el rey mandó traer» (Dan. 5: 7). El rey pide ayuda a sus sabios, pues no puede entender la inscripción que la mano misteriosa ha escrito en la pared. Ni siquiera sus sabios son capaces de interpretarla.

Entonces llega la reina madre y da testimonio de la capacidad superior de Daniel, recordando así a Belsasar la experiencia espiritual de Nabucodonosor. Daniel, representante del Dios a quien el rey había insultado, es el único que podrá leer e interpretar la inscripción acerca del juicio que predice el fin del reino de Belsasar (Dan. 5: 26-29). Las tres palabras escritas sintetizan el juicio contra Belsasar y dan una idea de lo que constituirá el juicio: «contado» implica responsabilidad; «pesado» indica evaluación; y «roto» significa rechazo.

El juicio de Ciro

El rey persa Ciro ocupa un lugar único en las Escrituras, ya que es el único gentil o pagano que recibe el título de «ungido» (Isa. 45: 1), mashiaj en hebreo. La Biblia llega a relacionar a Ciro con el Salvador mesiánico, el propio Cristo. Más allá de la salvación de Israel del exilio en Babilonia por parte del «ungido» Ciro, el profeta Daniel ve al Mesías universal que liberará a los seres humanos de las garras del mal. Además, el profeta no se limita a predecir el acontecimiento.

Al establecer un paralelismo entre las setenta semanas proféticas y los setenta años de cautiverio babilónico, Daniel alerta al lector que aquellas semanas deben interpretarse proféticamente. Los setenta años se refieren a años literales que conducen a la venida del «ungido» Ciro (Isa. 45: 1), quien restauró el Israel histórico en la antigua Palestina. De hecho, el «ungido» Ciro corrobora el carácter histórico del Mesías Jesucristo y del acontecimiento de la salvación obrada por el Señor. Las setenta semanas (de años) son semanas proféticas, que conducen a la venida del Mesías universal, que salvará al mundo del pecado y, por lo tanto, mediante la Expiación proveerá el perdón de los pecados. Este paralelismo entre los dos ungidos también se encuentra en el libro de Isaías, donde el ungido Ciro de Isaías 45 y el Siervo Sufriente de Isaías 53 hacen eco el uno del otro en un número significativo de niveles lingüísticos y temáticos.

El ungido Ciro desempeñó un papel decisivo en la caída de Babilonia, archienemiga de Israel; también hizo posible que los israelitas regresaran a su tierra (Esd. 1: 1-3) e incluso ayudó a los judíos en la reconstrucción del templo de Jerusalén bajo la dirección del sumo sacerdote Josué (Esd. 3: 2, 3). Es significativo que el libro de Apocalipsis establezca un paralelismo entre el logro de Ciro y la segunda venida de Cristo. El secamiento del Éufrates que permitió al rey de oriente, Ciro, entrar y provocar la caída de la ciudad de Babilonia sirve de modelo para describir la venida de Cristo en el tiempo del fin (Apoc. 16: 12). Ciro preparó el terreno para la futura venida de Cristo y la salvación de la humanidad. Además, Ciro era un tipo o prefiguración histórica de Cristo. El papel que desempeñó Ciro en la primera venida de Cristo bien puede prefigurar el escenario que podría tener lugar al final de los tiempos en relación con la segunda venida. Por lo tanto, bien podemos conjeturar que los últimos acontecimientos de la salvación incluirán la actuación de individuos que estarán fuera de los patrones eclesiásticos regulares.

APLICACIÓN A LA VIDA

1. ¿En qué sentido es el ejemplo de Jonás una advertencia contra los prejuicios religiosos? Analicen este interrogante como clase.

2. Aunque la iglesia puede fallar en vivir siempre con justicia, ¿cómo es posible que, en contraste, personas fuera de la iglesia lo logren? Jesús dijo a los religiosos de su tiempo: «Les aseguro que los publicanos y las rameras van delante de ustedes al reino de Dios» (Mat. 21: 31). ¿Qué quiso decir con esto?

3. El hecho de que la justicia forme parte del Juicio es una garantía de la seriedad de Dios en su obra de salvación, que tiene como objetivo la erradicación total del mal y de la muerte. ¿De qué manera es la tensión entre justicia y gracia también un mensaje de consuelo y esperanza?

4. ¿Por qué solo podemos ser salvos en virtud de la misericordia de Dios y no por nuestros méritos?

5. Hay dos verdades importantes que debemos entender acerca del juicio de Dios en los últimos tiempos. En primer lugar, todo el mundo será informado y advertido. En segundo lugar, llegará un momento cuando será demasiado tarde para arrepentirse. Aplica el significado de las tres palabras de la inscripción de Belsasar a la iglesia de los últimos tiempos: «contados» significa que somos responsables de todo lo que hacemos y dejamos de hacer; «pesados» significa que se clasificará lo «bueno» y lo «malo» (solo Dios tiene ese poder de discernimiento); «roto» significa que se da la salvación a los demás.

6. Lee la siguiente exhortación de Elena G. de White: «No falta mucho para el momento cuando se llevará al pueblo de Dios a dar su testimonio ante los gobernadores del mundo. […] no hay tiempo para la vanidad, para la frivolidad, para ocupar la mente en trivialidades» (¡Maranata! El Señor viene, p. 253). ¿Cómo te anima esta cita a compartir el mensaje para los últimos días y las advertencias de Dios con personas que se encuentran en posiciones de autoridad y poder?

 

 

 

 

  

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