RESEÑA
Texto clave:
Éxodo 12:26, 27.
Enfoque del estudio:
Éxodo 11:1-12:30.
Introducción
La décima plaga fue el clímax o punto
culminante de la serie. El pueblo debía prepararse adecuadamente de antemano
para su llegada porque había vidas en juego. A los primogénitos les esperaba la
vida o la muerte, lo que ponía a las familias en un estado de máxima alerta.
Cada familia debía responder una pregunta crucial: ¿Confiarían en el Señor y en
la provisión hecha por él para la vida o la ignorarían? El único camino hacia
la vida estaba señalado por la aceptación de la sangre del cordero ¡nocente. En
este momento se inauguraba la celebración de la Pascua para que las familias
experimentaran juntas la liberación de Dios.
No olvides explicar a los miembros de tu
clase el punto principal de la lección: Jesucristo es el Cordero prefigurado
por la Pascua (Juan 1:29,1 Cor. 5:7). Solo en él tenemos verdadera vida y vida
eterna, que fue asegurada en la Cruz (Juan 11:25; 12:32; Rom. 5:6-8; 1Cor.
1:18,23, 24). La celebración de la Pascua llevó ajesús a establecer para sus
seguidores una nueva ceremonia. En la Última Cena, Jesús comió con sus
discípulos el cordero que lo representaba. Al hacerlo, Cristo reorientó la
atención de sus seguidores hacia una nueva celebración que les recordaría
repetidamente el acontecimiento más importante de la historia de la Tierra y de
todo el universo: su sacrificio final en la Cruz por nosotros. Celebramos esta
comunión durante la Cena del Señor, cuando recordamos su vida y su sacrificio
por nosotros (Mat. 26:26-29; 1Cor. 11:23-26). Esta resignificación del cordero
de la Pascua como prefiguración del sacrificio de Jesucristo, el Cordero
viviente, es una lección insondable que debe ser recordada vivamente durante la
Santa Cena, así como en la aceptación personal diaria de la muerte sustitutoria
de Cristo por la humanidad (2 Cor. 5:15, 21).
COMENTARIO
Antecedentes históricos
Tutmosis III (1504-1450 a. C.) nombró a
su hijo Amenhotep II (1450-1425 a. C.), quien no era su primogénito, como
corregente suyo, pero solo durante un breve período. Es probable que Amenhotep
II no estuviera presente en Egipto durante las diez plagas, ya que estaba
ocupado en una campaña militar. Tras su regreso, recibiría la devastadora
noticia de que su padre había muerto en el Mar Rojo mientras perseguía a los
israelitas (Éxo. 14:28; 15:4; Sal. 136:15) y que su hermano, el primogénito del
faraón, había muerto durante la décima plaga (Éxo. 12:29). El juicio ejecutivo
de Dios afectó, como había sido anunciado, a los primogénitos egipcios, a sus
animales y a sus dioses (Éxo. 12:12). El faraón fue claramente advertido, pero
desafió tanto la amonestación divina como las repetidas súplicas de Moisés para
que se sometiera a la petición de Dios a fin de evitar la calamidad. El faraón
se negó obstinadamente a obedecer a Dios, y su testarudez provocó una
devastación sin precedentes para los egipcios. Todas las familias se vieron
afectadas. La influencia de esta tragedia fue inmediata, y los egipcios
suplicaron a los israelitas que abandonaran Egipto.
El cordero pascual
Muchos no entienden el verdadero
significado y propósito de los sacrificios y los motivos que había detrás de
ellos. Había una gran diferencia entre los sacrificios paganos, ofrecidos en
templos o domicilios particulares a diferentes dioses en forma de ídolos, y los
sacrificios genuinos ofrecidos al Dios vivo. El Señor reguló esas ofrendas y
dio instrucciones precisas acerca de por qué y cómo debían ofrecérsele, junto
con lo que debía ser ofrecido y quién debía oficiar los sacrificios.
Detrás de todos los sacrificios paganos
subyacía la idea de que eran alimento para los dioses, que dependían de ellos
para su sustento. En contraste, el Dios viviente provee alimento a todos (Sal.
104:14-27); por lo tanto, él no necesita ser alimentado o sostenido con
sacrificios. En resumen, los sacrificios no servían como alimento para el Dios
del Cielo.
Pero, la principal diferencia entre los
sacrificios paganos y los ordenados por Dios era mucho más profunda. El motivo
subyacente del pagano era que veía sus ofrendas sacrificiales como un medio
para influir en los dioses, aplacar su ira y recibir su favor. Los adoradores
paganos necesitaban llevar ofrendas a los dioses para apaciguarlos, obtener su
bendición y evitar que les hicieran daño. Necesitaban dar lo mejor a sus dioses
para recibir la protección, prosperidad, fertilidad, seguridad y favor de ellos.
A diferencia de ello, los sacrificios
ordenados por Dios eran el medio y la provisión del Señor para que sus
criaturas humanas se acercaran a él. Dios condesciende con nosotros, y nos
proporciona la reconciliación y la salvación. Cuando los creyentes presentan su
ofrenda ante Dios, no lo hacen para manipularlo, sino como una expresión de
gratitud por el sacrificio de Jesús, a quien señalan todos los sacrificios. En
consecuencia, aceptan a Cristo como su Salvador, el único que puede perdonar
sus pecados, salvarlos y bendecirlos.
En la época del éxodo, la sangre en los
postes de las puertas de una vivienda era una señal (Éxo. 12:13) de que la
familia que allí moraba reconocía al Señor como tal y deseaba vivir en armonía
con sus enseñanzas. Esa sangre garantizaba la salvación divina a la familia.
Dios proclamó: "Al ver la sangre, pasaré de largo, y no habrá entre
ustedes mortandad cuando yo hiera la tierra de Egipto" (Éxo. 12:13). Este
juicio no era de condenación o destrucción, sino de redención en favor de los
creyentes. Las versiones bíblicas en nuestro idioma aprovechan el significado
de la palabra hebrea traducida como "pascua" (pesaj:
"pasar") y subrayan el hecho de que el juicio de destrucción del
Señor pasaría encima o por sobre los creyentes que obedecieran a Dios colocando
la sangre del cordero como señal en los postes de sus puertas.
Las familias creyentes celebraban la
Pascua como el juicio de la salvación. Esta sangre tiene un significado más
profundo. El sacrificio de cada cordero señalaba a Jesucristo, el verdadero
Cordero de la Pascua, quien se sacrificaría por la humanidad. Por lo tanto,
quienes lo aceptan como su Salvador personal reciben la promesa de que vivirán
eternamente con él (juan 3:16; 1Juan 5:11-13).
Dios solamente puede aceptar un
sacrificio ofrecido desde un corazón contrito, humilde y agradecido. La
gratitud por lo que Dios ha hecho (no por lo que yo he logrado) debe ser el
motivo clave que brota de un corazón que alaba a Dios por el don de la salvación.
El profeta Isaías subraya que debemos animarnos unos a otros porque el juicio
de Dios en favor de su pueblo no es condenatorio, sino redentor. Nuestro
amoroso, misericordioso y bondadoso Señor enseña a los creyentes cómo
interpretar correctamente su juicio: "Digan a los de corazón apocado:
‘¡Ánimo! ¡No teman! [...] Dios mismo vendrá y los salvará'" (Isa. 35:4).
Instruir a nuestros hijos
según el modelo divino
Dios dio instrucciones precisas a su
pueblo respecto de cómo enseñar a las siguientes generaciones acerca de él y de
sus poderosos actos. Les dijo que celebraran la Pascua cada año de una manera
muy personal. Lo que sucedió a sus antepasados debía ser relatado como su
propia experiencia del éxodo, como si ellos fueran los esclavos que fueron
redimidos por el Señor y salieron de Egipto. Los padres debían instruir a sus
hijos y estos a los suyos perpetuamente. Debían revivir la liberación de la
esclavitud en Egipto no solo con palabras, sino con hechos. La experiencia
debía mantenerse vigente y la historia debía ser actualizada como si estuviera
ocurriendo en el presente. El acontecimiento histórico debía convertirse en
algo existencial y personal. De este modo, la historia sería revivida, la
memoria refrescada y no se olvidaría lo ocurrido. Moisés dijo: "Y cuando
hayan entrado en la tierra que el Señor les dará, como lo ha prometido,
guardarán este rito. Y cuando sus hijos les pregunten: ¿Qué significa este rito?',
responderán: 'Es la víctima de la Pascua en honor del Señor, que pasó por alto
las casas de los israelitas en Egipto, cuando hirió a los egipcios, y libró
nuestras casas’ " (Éxo. 12:25-27). Para recordar tan significativo evento,
se ordenó a los israelitas que celebraran el ritual de la Pascua cada año.
Este modelo es la norma de acuerdo con
la cual debemos instruir hoy a nuestros hijos y nuestros nietos. Este modelo
nos ha sido dado para que lo imitemos. Asaf anima a ello con las siguientes
palabras: "Abriré mi boca en parábolas, hablaré cosas escondidas desde
tiempos antiguos, lo que hemos oído y entendido, que nuestros padres nos
contaron. No las ocultaremos a sus hijos, contaremos a la generación venidera
las alabanzas del Señor, su fortaleza y las maravillas que hizo. Dios
estableció un testimonio en Jacob, puso una ley en Israel; y mandó a nuestros
padres que la notificaran a sus hijos, para que la conociera la siguiente
generación, los hijos que habían de nacer, y que estos la contaran a sus hijos,
a fin de que pongan su confianza en Dios, que no olviden sus obras y guarden
sus mandamientos" (Sal. 78:2-7). David declara lo que debemos hacer al
respecto: "Una generación exaltará tus obras ante la otra y anunciará tus
portentos" (Sal. 145:4).
La historia de la redención y la
liberación debe ser repetida y aprendida por cada nueva generación. Basta que
una generación descuide esta tarea para que sus hijos y sus familias pierdan el
conocimiento de Dios. Entonces, la comprensión de sus enseñanzas disminuirá
drásticamente, y la búsqueda de una vida piadosa estará en peligro.
APLICACIÓN A LA VIDA
1. La terquedad del faraón y de muchos
egipcios nos enseña que ni siquiera los grandes milagros y prodigios tienen el
poder de hacer que las personas crean y cambien de vida. Jesús mismo dijo:
"Si no oyen a Moisés y a los profetas, tampoco se persuadirán, aunque se
levante alguno de los muertos” (Luc. 16:31). ¿Qué fue lo que te condujo a
seguir a Dios de todo corazón? ¿Cómo podemos ayudar a otros a no depender de
los milagros, sino a tomar en serio la Palabra de Dios?
2. Puesto que Dios nos ama, nos instruye
acerca de las consecuencias devastadoras de la desobediencia si permanecemos
obstinadamente en el pecado. La persistencia en el mal resulta mortal; por esta
razón, Dios nos llama misericordiosamente a arrepentimos y a aceptar su
provisión de salvación. ¿Cómo podemos estar seguros de nuestra consagración
plena a Jesús y de que somos salvos? ¿Cómo podemos tomar en serio las amorosas
advertencias de Dios de no seguir un camino que conduce a la destrucción? Las
trampas de las distracciones son muy variadas. ¿Cómo pueden ser evitadas?
3. En su mensaje a los israelitas,
Moisés subrayó que debían instruir en todo momento a sus descendientes acerca
del amor, la bondad y la verdad de Dios: "Las repetirás a tus hijos, y
hablarás de ellas cuando estés en casa o cuando vayas por el camino, al
acostarte y al levantarte" (Deut. 6:7). ¿Cómo podemos instruir a nuestros
hijos de manera cautivadora y significativa, no tediosa ni forzada, a fin de
que nuestras familias se llenen del conocimiento de Dios?
Muy interesante el tema de la Pascua, gracias por compartir, feliz semana.
ResponderEliminar