Lección 10 | Domingo 31 de agosto
EL LIBRO Y LA SANGRE
Lee Éxodo 24:1 al 8. ¿Qué papel desempeñan la lectura de la Palabra
de Dios y la aspersión de la sangre en la ratificación del pacto entre Dios y
su pueblo?
Éxo 24:1 Después dijo a Moisés: "Sube a Yahvé,
tú, Aarón, Nadab y Abihú, y setenta ancianos de Israel y postraos a lo lejos.
Éxo 24:2 Moisés se acercará
solo a Yahvé; ellos no se acercarán ni el pueblo subirá con ellos."
Éxo 24:3 Moisés vino y
transmitió al pueblo todas las palabras de Yahvé y todas sus normas. Y todo el
pueblo respondió a una: "Cumpliremos todas las palabras que ha dicho
Yahvé."
Éxo 24:4 Entonces Moisés
escribió todas las palabras de Yahvé; se levantó temprano y construyó al pie
del monte un altar con doce estelas por las doce tribus de Israel.
Éxo 24:5 Luego mandó a
algunos jóvenes israelitas que ofreciesen holocaustos e inmolaran novillos como
sacrificios de comunión para Yahvé.
Éxo 24:6 Moisés tomó la
mitad de la sangre y la echó en vasijas; la otra mitad la derramó sobre el
altar.
Éxo 24:7 Tomó después el
libro de la Alianza y lo leyó ante el pueblo, que respondió: "Obedeceremos
y haremos todo cuanto ha dicho Yahvé."
Éxo 24:8 Entonces Moisés
tomó la sangre, roció con ella al pueblo y dijo: "Ésta es la sangre de la
Alianza que Yahvé ha hecho con vosotros, de acuerdo con todas estas
palabras."
El Dios vivo de la Biblia es el Dios de las relaciones. Lo importante
para él no son las cosas ni los programas, sino las personas. En consecuencia,
él presta mucha atención a los seres humanos, y el propósito primordial de sus actividades
es construir una relación personal con ellos. No podría ser de otra manera, ya
que un Dios que “es amor” debe estar interesado en las relaciones y porque el
amor no es posible sin ellas.
Jesús dijo: “Y cuando yo sea levantado de la tierra, a todos atraeré
hacia mí” (Juan 12:32). Dios está interesado no solo en nuestro comportamiento
ético, en una doctrina correcta o en un conjunto de acciones adecuadas, sino,
sobre todo, en una relación personal e íntima con nosotros. Las dos
instituciones traídas a la existencia en ocasión de la Creación (Gén. 1-2)
tienen que ver con las relaciones: la primera de ellas, el sábado, con la
relación vertical con Dios; la segunda, el matrimonio, con la relación
horizontal entre los humanos.
La ratificación del pacto en el Sinaí debía reforzar la relación especial
que Dios quería tener con su pueblo. En la ceremonia, el pueblo se comprometió dos
veces a obedecer a Dios en todo lo que él exigiera. “Haremos todo lo que el Señor
ha dicho”, proclamaron. Lo decían en serio, pero no eran conscientes de su
fragilidad y su falta de poder. La sangre del pacto fue rociada sobre el
pueblo, indicando que Israel solamente podía seguir las instrucciones de Dios
en virtud de los méritos de Cristo.
No queremos aceptar que nuestra naturaleza humana es frágil, débil y
completamente pecaminosa. Tenemos una tendencia inherente al mal. Para poder hacer
el bien, necesitamos ayuda externa. Esta ayuda solo proviene de Arriba, del
poder de la gracia de Dios, de su Palabra y del Espíritu Santo. E incluso con todo
esto a nuestra disposición, ¡cuán fácil nos resulta ceder al mal!
De allí que una estrecha relación personal con Dios era tan esencial para
el pueblo de entonces, en el Sinaí, como para nosotros hoy.
“Haremos todo lo que el Señor ha dicho” (Éxo. 24:3).
¿Cuántas veces has dicho lo mismo y has fracasado? ¿Cuál es la única solución
para ese problema?
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