Lección 10 | Martes 2 de septiembre
PODER PARA OBEDECER
Lee Ezequiel 36:26 al 28. ¿Cómo se produce la obediencia en
nuestra vida?
Eze 36:26 Y os daré un
corazón nuevo, infundiré en vosotros un espíritu nuevo, quitaré de vuestra
carne el corazón de piedra y os daré un corazón de carne.
Eze 36:27 Infundiré mi
espíritu en vosotros y haré que os conduzcáis según mis preceptos y observéis y
practiquéis mis normas.
Eze 36:28 Habitaréis la
tierra que yo di a vuestros padres. Vosotros seréis mi pueblo y yo seré vuestro
Dios.
Los israelitas declararon fervientemente en tres ocasiones que
obedecerían a Dios (Éxo. 19:8; 24:3, 7). La obediencia es importante, aunque la
Biblia enseñe que los seres humanos somos débiles, frágiles y pecadores. Esta
triste verdad se hizo manifiesta no solo en la historia del antiguo Israel,
sino también a lo largo de la historia del pueblo de Dios.
En vista de ello, ¿cómo podemos seguir fielmente a Dios? La buena noticia
es que el Señor siempre nos capacita para que podamos hacer lo que nos ordena.
La ayuda que no está dentro de nosotros viene de nuestro exterior a fin de
capacitarnos para hacer lo que Dios exige. Esto es obra suya. En el núcleo de
su resumen teológico en Ezequiel 36:26 y 27, el profeta Ezequiel deja muy claro
este punto. Solo Dios puede realizar un cambio de corazón, sustituyendo el
nuestro de piedra por uno que sea sensible. En tal sentido, Josué recordó a su
audiencia: “Ustedes son incapaces de servir al Señor” (Jos. 24:19, NVI).
Nuestra parte es decidir seguir a Dios. Necesitamos tomar cada momento la
decisión de rendirnos a él. Y eso es porque no somos siquiera capaces de poner
por obra nuestra decisión de servirlo. Pero, cuando entregamos nuestra debilidad
a Dios, él nos hace fuertes. Pablo dice: “Cuando soy débil, entonces soy
fuerte” (2 Cor. 12:10).
Observa el uso del pronombre “yo” por parte de Dios en Ezequiel 36:24 al
30: Dios reúne, limpia, quita, da, pone y moviliza para obedecer cuidadosamente
su Ley. Él se identifica contigo, y si te asocias estrechamente con él, harás
lo que él hace. La unidad entre tú y Dios será dinámica, poderosa y viva.
El énfasis en este pasaje está nuevamente en la actividad de Dios. La
Biblia dice: “Pondré mi Espíritu dentro de ustedes, y haré que anden en mis
mandamientos, que guarden mis normas, y las cumplan” (Eze. 36:27). Dios ordena
a las personas que le sean obedientes y les da el poder para hacerlo. Dios
siempre ayuda a su pueblo a hacer lo que exige. La obediencia (no solo nuestro
desempeño o nuestros logros) es un don de Dios, al igual que la justificación y
la salvación (Fil. 2:13).
Si se nos ha prometido el poder para obedecer, ¿por qué nos
resulta tan fácil pecar?
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