RESEÑA
Texto clave: Éxodo
32:31-32.
Enfoque del estudio:
Éxodo 32:1-35.
Introducción
Cuando Israel apostató, Moisés estaba
con el Señor en el monte Sinaí. El pueblo amenazó de muerte a su hermano Aarón,
por lo que este cedió a las exigencias de ellos y fabricó un ídolo. El pueblo
entonces declaró: “Israel, este es tu dios que te sacó de Egipto” (Éxo. 32:4),
rechazando así explícitamente al Señor como su Dios y rompiendo su pacto con
él.
Es significativo que, antes del descenso
de Moisés al campamento desde el monte Sinaí, el Señor le declaró que los
israelitas se habían apartado de él y adoraban a un ídolo. Por lo tanto, Israel
era ahora el pueblo de Moisés, y fue este quien los había liberado de Egipto.
El Señor dijo: “Anda, desciende, porque tu pueblo que sacaste de Egipto se ha
corrompido” (Éxo. 32:7). Anteriormente, el Señor, así como Moisés y Jetro,
habían subrayado el hecho de que fue el Señor quien sacó a Israel de Egipto
(Éxo. 3:8, 17; 12:17, 51; 13:3, 9, 14, 16, 18; 16:6, 32; 18:1, 10; 19:4; 20:2).
Luego de la apostasía, Dios no se identificaba con los israelitas pues estos no
lo reconocieron como su Señor. ¡Qué situación tan trágica!
Luego, el Señor ofreció convertir a
Moisés en una gran nación (Éxo. 32:10). Moisés demostró la nobleza de su
carácter al no considerar siquiera tal ofrecimiento. Su interés desinteresado
por la prosperidad del pueblo se mantuvo firme; ninguna ambición personal podía
alterarlo. Moisés intercedió por Israel y apeló al Señor señalando que fue Dios
quien liberó a Israel, y se refirió a este como “tu pueblo que tú sacaste de
Egipto con gran fortaleza, con mano fuerte” (Éxo. 32:11). Gracias a la
intervención de Moisés, el Señor “desistió del mal que dijo que haría a su
pueblo” (Éxo. 32:14). ¡Cuán poderosa es la oración intercesora!
Después de que Moisés regresó al
campamento y vio la rebelión, rompió las dos tablas que contenían el Decálogo,
las Diez Promesas que Dios le había dado, un acto que fue el signo externo de
lo que los israelitas habían hecho cuando rechazaron al Señor como su Líder.
Luego Moisés destruyó el becerro de oro. El pueblo estaba “desenfrenado” (Éxo.
32:25) incluso en presencia de Moisés, por lo que Dios tuvo que intervenir.
Había que suprimir a quienes seguían obstinadamente en la rebelión, así que
Dios ordenó por medio de Moisés que les dieran muerte. Esta drástica medida era
necesaria; de lo contrario, el pueblo de Dios se habría sumido en una ruina
irreversible (respecto de esta ejecución, leer Patriarcas y profetas,
de Elena de White, pp. 333-338). Al día siguiente, Moisés ascendió nuevamente
al monte Sinaí e intercedió por Israel, pidiendo al misericordioso Dios que
perdonara a su pueblo por su malvado comportamiento.
COMENTARIO
La apostasía del becerro de
oro y Aarón
Aarón podría haber evitado la apostasía
del becerro de oro si se hubiera mantenido firme en favor de Dios y la verdad.
No debería haber cedido a las exigencias idolátricas del pueblo. Cuando se
faltó el respeto a Dios y a su siervo Moisés, Aarón debió haber detenido
inmediatamente el levantamiento. En cambio, escuchó a los rebeldes y propuso
algo incorrecto. Durante la ausencia de Moisés, Aarón debería haber actuado
como un líder firme aun al costo de su vida. Dios siempre interviene para
defender su causa, y Aarón debería haber confiado en él.
La preocupación de Moisés por la
prosperidad del pueblo de Dios se refleja en su pregunta a su hermano Aarón:
“Dijo Moisés a Aarón: ‘¿Qué te ha hecho este pueblo, que has traído sobre él
tan grande pecado?’ ” (Éxo. 32:21). El hecho de que Aarón cediera a peticiones
equivocadas tuvo consecuencias trágicas. Para excusar su comportamiento, Aarón
pretendió que había ocurrido un hecho milagroso: “Y yo respondí: ‘¿Quién tiene
oro? Apártelo’. Y me lo dieron. Lo eché en el fuego y salió este becerro” (Éxo.
32:24). Aarón hizo referencia a la magia para calmar la ira de Moisés. El
pecado ciega a las personas, que a menudo recurren a fabulaciones para encubrir
su desobediencia.
“Con Aarón también el Señor se enojó en
gran manera” (Deut. 9:20), pero su vida fue perdonada porque Moisés intercedió
por él. Aarón se arrepintió sinceramente de este grave pecado, fue restaurado
en su posición de liderazgo y más tarde fue ungido como sumo sacerdote (Éxo.
40:12-15). La gracia y la misericordia de Dios son asombrosas.
La oración intercesora
Hay cuatro clases o tipos básicos de
oración. Una de ellas es la oración de alabanza o de acción de gracias,
mediante la cual agradecemos a Dios por las cosas maravillosas que ha hecho. En
este tipo de oración expresamos nuestra gratitud por quién es Dios y por lo que
hace en nuestra vida y en la de su pueblo, alabando con alegría por sus
numerosas bendiciones. Otra clase de oración es la de arrepentimiento, en la
que pedimos humildemente perdón a Dios por nuestros pecados. La tercera clase
de oración es de petición. En ella solicitamos cosas específicas, como
sabiduría, el Espíritu Santo, alegría, amor, salud, paz, paciencia, dones
espirituales, recursos financieros, alimentos, seguridad, protección, etc.
Por último, en la oración de intercesión
no oramos por nosotros, sino por otras personas, pidiendo a Dios que intervenga
misericordiosamente y les conceda bendiciones especiales o cosas necesarias,
como orientación, conversión, hijos, padres, cónyuge, familia, prosperidad,
éxito, etc. También podemos orar por los enfermos, perseguidos, heridos,
pobres, estudiantes, colegas, bautismos, líderes, gobernantes, etc. La oración
de Moisés era una oración de intercesión a causa del pecado.
La oración intercesora está rodeada de
misterio. Por un lado, Dios hará todo lo posible por cada persona o grupo
humano para salvarlos porque los ama. Por otro lado, la oración de intercesión
permite a Dios hacer más por las personas en su situación concreta. Se trata de
una paradoja, y no somos capaces de resolver esta tensión. La buena noticia es
que no necesitamos hacerlo. No necesitamos saber con precisión cómo funciona la
oración intercesora, pero la Palabra de Dios da testimonio de que funciona, y
nuestra experiencia lo confirma. Lo que necesitamos es orar en respuesta
obediente a las instrucciones divinas. No necesitamos entender todos los
enigmas de la vida para poder orar, sino aceptar la conducción de Dios, confiar
en él, seguirlo y orar.
Dios respeta las decisiones de las
personas y nunca obliga a nadie a seguirlo, sino que garantiza la libertad. Sin
embargo, se nos anima a orar por los demás, incluso por nuestros enemigos. Esta
es otra aparente contradicción que somos incapaces de resolver o explicar
porque no vemos los entretelones de las batallas espirituales. Solo podemos
comprender vagamente esas confrontaciones cuando reflexionamos acerca de ellas
en el contexto del Gran Conflicto, cuando observamos la guerra espiritual entre
las fuerzas del bien y del mal, la verdad y la mentira, la luz y las tinieblas,
Cristo y Satanás. Estos atisbos de comprensión nos ayudan a confiar en que
nuestro Señor hará todo lo posible por salvar a todos.
Detrás de la cortina que separa el mundo
visible del invisible existen reglas que regulan cómo interactúan los poderes
del bien y del mal. Los teólogos hablan de que Dios “permite” actuar a Satanás.
John Peckham llama a estas normas
“reglas de enfrentamiento” (ver Theodicy of Love: Cosmic Conflict and
the Problem of Evil [Baker Academic, 2018], p. 58). Dios
permite actuar al Diablo, el cual tiene poder, pero limitado, en virtud de
estas “reglas de enfrentamiento” (ver Job 1; 2:6). Estas reglas han sido
decididas en el contexto del consejo celestial, donde están representados todos
los seres celestiales, además de Dios y Satanás. Estas normas significan que
Dios ha concedido a Satanás ciertas “autorizaciones” para demostrar plenamente
cómo sería su “reinado”, permitiendo así que todos puedan comparar ambos lados
del Conflicto.
Estas regulaciones también significan
que Dios no siempre obtiene lo que desea (Isa. 30:15, 18; 66:4; Eze. 18:23;
Mat. 7:21; 18:14; 23:37; Luc. 7:30). Además, Dios también está restringido en
sus acciones, ya que no puede actuar en contra de estas reglas, pues es fiel a
sus promesas. “Una auténtica relación de amor requiere la posibilidad de que
las criaturas puedan rechazar la voluntad ideal de Dios” (Peckham, Theodicy
of love, p. 139). Dios no restringirá nuestra libertad de elegir en qué
lado del Conflicto queremos estar, pues eso impediría el desarrollo pleno del
amor entre Dios y sus criaturas creadas. Somos incapaces de resolver esta
aparente contradicción porque no vemos detrás del velo de ese conflicto
espiritual. Sin embargo, Dios está comprometido “con el florecimiento del amor
y las reglas del Pacto” (Peckham, Theodicy of love, p. 140).
Sabemos varias cosas acerca de Dios,
pero algunas nos resultan ambiguas o desconcertantes. Pablo afirma que nuestro
conocimiento es parcial e incompleto y que percibimos las cosas de manera
imperfecta (1 Cor. 13:9, 12). Sabemos que Dios nos ama, nos salva y quiere
salvar a todos. También sabemos que podemos confiar en él y depender de sus
promesas, cuidado y ayuda. Sabemos que él quiere lo mejor para nosotros.
Sabemos que escucha nuestras oraciones y que no podemos manipularlo. Sabemos
que las oraciones son importantes y que Satanás tiembla cuando el pueblo de
Dios ora, porque las cosas avanzan cuando lo hacemos. No entendemos por qué
algunas oraciones son contestadas rápidamente, otras no tanto y algunas nunca,
al menos según nuestras expectativas.
Dios nos invita a orar, no porque
entendamos lo que ocurre entre bastidores o cómo son atendidas nuestras
oraciones. No controlamos el resultado de nuestras oraciones, pero se nos
invita a orar e incluso se nos ordena hacerlo. Cuando el pueblo de Dios ora, el
reino del mal se hace añicos y la causa de Dios puede avanzar misteriosamente.
APLICACIÓN A LA VIDA
1. ¿Cómo
se explica que los seres humanos tengamos tan poca memoria acerca de las
grandes cosas que Dios ha hecho por nosotros? ¡Con qué facilidad olvidamos eso!
¿Cómo podemos revitalizar nuestra experiencia con Dios y recordar en momentos
críticos de nuestra vida la bondad de Dios para que podamos tomar decisiones
correctas y no pecar contra él?
2. ¿Qué
puede ser un becerro de oro en nuestra vida?
3. ¿Cómo
podemos estar más atentos para ayudar a quienes necesitan nuestras oraciones?
La oración hace que Dios pueda intervenir en nuestra vida y realizar milagros
de transformación en nosotros y por nosotros.
4. Moisés
oró por los pecadores y ofreció su vida por ellos. Este es un modelo de cómo
debemos orar por quienes están entre nosotros y han pecado. Dialoga con tu
clase acerca de diferentes situaciones y cómo podemos orar unos por otros en
esos casos.
5. La
oración intercesora de Cristo por sus discípulos y por nosotros es un modelo de
cómo orar por los demás (lee Juan 17). Moisés no necesitó morir para que los
pecadores pudieran experimentar el perdón. En el caso de Jesús, nuestro
verdadero Intercesor, su muerte fue necesaria para nosotros. ¿Por qué?
6. ¿Cómo
podemos orar unos por otros sin ser ofensivos o irrespetuosos?
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