Miércoles 10 de septiembre | Lección 11
LA JUSTA IRA DE DIOS
Lee Éxodo 32:9 al 29. ¿Cuál fue la reacción de Moisés ante la
decisión divina de destruir a Israel?
Éxo 32:9 »Ya me he dado
cuenta de que éste es un pueblo terco —añadió el Señor, dirigiéndose a Moisés—.
Éxo 32:10 Tú no te metas. Yo
voy a descargar mi ira sobre ellos, y los voy a destruir. Pero de ti haré una
gran nación.
Éxo 32:11 Moisés intentó
apaciguar al Señor su Dios, y le suplicó: —Señor, ¿por qué ha de encenderse tu
ira contra este pueblo tuyo, que sacaste de Egipto con gran poder y con mano
poderosa?
Éxo 32:12 ¿Por qué dar pie a
que los egipcios digan que nos sacaste de su país con la intención de matarnos
en las montañas y borrarnos de la faz de la tierra? ¡Calma ya tu enojo!
¡Aplácate y no traigas sobre tu pueblo esa desgracia!
Éxo 32:13 Acuérdate de tus
siervos Abraham, Isaac e Israel. Tú mismo les juraste que harías a sus
descendientes tan numerosos como las estrellas del cielo; ¡tú les prometiste
que a sus descendientes les darías toda esta tierra como su herencia eterna!
Éxo 32:14 Entonces el Señor
se calmó y desistió de hacerle a su pueblo el daño que le había sentenciado.
Éxo 32:15 Moisés volvió
entonces del monte. Cuando bajó, traía en sus manos las dos tablas de la ley,
las cuales estaban escritas por sus dos lados.
Éxo 32:16 Tanto las tablas
como la escritura grabada en ellas eran obra de Dios.
Éxo 32:17 Cuando Josué oyó
el ruido y los gritos del pueblo, le dijo a Moisés: —Se oyen en el campamento
gritos de guerra.
Éxo 32:18 Pero Moisés
respondió: «Lo que escucho no son gritos de victoria, ni tampoco lamentos de
derrota; más bien, lo que escucho son canciones.»
Éxo 32:19 Cuando Moisés se
acercó al campamento y vio el becerro y las danzas, ardió en ira y arrojó de
sus manos las tablas de la ley, haciéndolas pedazos al pie del monte.
Éxo 32:20 Tomó entonces el
becerro que habían hecho, lo arrojó al fuego y, luego de machacarlo hasta
hacerlo polvo, lo esparció en el agua y se la dio a beber a los israelitas.
Éxo 32:21 A Aarón le dijo:
—¿Qué te hizo este pueblo? ¿Por qué lo has hecho cometer semejante pecado?
Éxo 32:22 —Hermano mío,[t] no te enojes —contestó Aarón—. Tú bien sabes
cuán inclinado al mal es este pueblo.
Éxo 32:23 Ellos me dijeron:
“Tienes que hacernos dioses que marchen al frente de nosotros, porque a ese
Moisés que nos sacó de Egipto, ¡no sabemos qué pudo haberle pasado!”
Éxo 32:24 Yo les contesté
que todo el que tuviera joyas de oro se desprendiera de ellas. Ellos me dieron
el oro, yo lo eché al fuego, ¡y lo que salió fue este becerro!
Éxo 32:25 Al ver Moisés que
el pueblo estaba desenfrenado y que Aarón les había permitido desmandarse y
convertirse en el hazmerreír de sus enemigos,
Éxo 32:26 se puso a la
entrada del campamento y dijo: «Todo el que esté de parte del Señor, que se
pase de mi lado.» Y se le unieron todos los levitas.
Éxo 32:27 Entonces les dijo
Moisés: «El Señor, Dios de Israel, ordena lo siguiente: “Cíñase cada uno la
espada y recorra todo el campamento de un extremo al otro, y mate al que se le
ponga enfrente, sea hermano, amigo o vecino.”»
Éxo 32:28 Los levitas
hicieron lo que les mandó Moisés, y aquel día mataron como a tres mil
israelitas.
Éxo 32:29 Entonces dijo
Moisés: «Hoy han recibido ustedes plena autoridad de parte del Señor; él los ha
bendecido este día, pues se pusieron en contra de sus propios hijos y
hermanos.»
Mientras Moisés estaba todavía en el monte Sinaí, Dios dijo que
destruiría a los rebeldes y haría de la posteridad de aquel una gran nación.
Pero eso no era lo que Moisés quería, sino que suplicó al Señor en favor de los
israelitas, señalando que no eran el pueblo de Moisés, sino el de Dios, y que
no había sido él, Moisés, quien los sacó de Egipto, sino Dios mediante sus
poderosos hechos.
Moisés invocó las promesas que Dios había hecho a los patriarcas,
actuando verdaderamente como intercesor entre Dios y la humanidad.
Después de que “el Señor desistió del mal que dijo que haría a su pueblo”
(Éxo. 32:14), Moisés volvió con ellos. A diferencia de lo que sucedería en
Éxodo 34:29 y 30, no consta que su rostro brillara ante la presencia del Señor,
tal vez porque en esta circunstancia reflejaba su ira.
“Cuando Moisés llegó al campamento, y vio el becerro y las danzas, se enardeció
de ira. Arrojó las tablas de sus manos y las quebró al pie del monte” (Éxo.
32:19). La acción de romper las tablas que contenían el Decálogo era una señal
externa de la ruptura de su contenido. Dios más tarde le ordenó a Moisés que
cincelara dos tablas para sustituir “las primeras tablas que quebraste” (Deut. 10:2).
Dios mismo reescribiría los Mandamientos.
Moisés reprendió duramente a Aarón por rendirse a las exigencias del pueblo.
“¿Qué te ha hecho este pueblo, que has traído sobre él tan grande pecado?” (Éxo.
32:21). Aarón trató de excusar su transgresión (1) culpando a otros y (2)
sugiriendo que el ídolo había aparecido por arte de magia: “Lo eché [el oro] en
el fuego y salió este becerro” (Éxo. 32:24). Lo que empeoraba las cosas era que
el propio Aarón había sido muy honrado por Dios, pues se le habían concedido
muchos privilegios, que incluyeron subir a la montaña con Moisés y los ancianos
(Éxo. 24:1).
¡Qué oscura ironía! Al afirmar que había ocurrido un milagro, Aarón quiso
engañar a su hermano (nota cómo un pecado conduce a otro; en este caso, de la
idolatría a la mentira). Sin embargo, Moisés no se dejó engañar al ver el comportamiento
desenfrenado del pueblo. Las consecuencias negativas eran evidentes, y Moisés
tuvo que detener la rebelión de inmediato.
¿Qué debería enseñarnos esta historia acerca del poder de
la oración intercesora? ¿Por quién deberías orar ahora mismo?
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