Lección 13 |Jueves 25 de septiembre
JESÚS HABITÓ CON LA HUMANIDAD
Lee Juan 1:14. ¿Cómo es comparada la encarnación de Cristo con el
Tabernáculo?
Jua 1:14 Y la Palabra se
hizo carne, y puso su Morada entre nosotros, y hemos contemplado su gloria,
gloria que recibe del Padre como Unigénito, lleno de gracia y de verdad.
La encarnación de Jesús es un misterio que los redimidos estudiarán
durante toda la eternidad. El apóstol Juan afirma que Cristo habitó con
nosotros de forma tangible al encarnarse. En virtud de la encarnación, Jesús se
asemeja al Dios del Antiguo Testamento, quien habitó con los israelitas en el
Tabernáculo del Sinaí y en el desierto mientras viajaban hacia la Tierra
Prometida.
Durante su encarnación, Jesús habitó con la humanidad. ¡Qué concesión tan
insondable! El Dios eterno desciende hasta nosotros como uno de nosotros para asegurarnos
que él es verdaderamente “Emanuel, Dios con nosotros”.
En Mateo 18:20, Jesús dijo que si dos o tres se reúnen en su nombre, él
estará allí en medio de ellos. Cristo está con su pueblo en virtud de la
presencia del Espíritu Santo e invita a sus seguidores a estar en estrecha
relación con él: “Yo estoy a la puerta y llamo. Si alguno oye mi voz y abre la
puerta, entraré a su casa, y cenaré con él, y él conmigo” (Apoc. 3:20).
Lee Apocalipsis 21:1 al 3. ¿Qué se nos presenta aquí?
Apo 21:1 Luego vi un cielo nuevo y una tierra nueva -
porque el primer cielo y la primera tierra desaparecieron, y el mar no existe
ya.
Apo 21:2 Y vi la ciudad
santa, la nueva Jerusalén, que bajaba del cielo, de junto a Dios, engalanada
como una novia ataviada para su esposo.
Apo 21:3 Y oí una fuerte voz
que decía desde el trono: "Esta es la morada de Dios con los hombres.
Pondrá su morada entre ellos y ellos serán su pueblo y él, Dios - con - ellos,
será su Dios.
La Nueva Jerusalén descenderá del Cielo a la Tierra, y Juan declara: “He
aquí que el tabernáculo de Dios está con los hombres, y él habitará con ellos,
y ellos serán su pueblo. Dios mismo estará con ellos y será su Dios” (Apoc.
21:3). No hay templo en la Nueva Jerusalén (Apoc. 21:22) porque toda la ciudad
es el Templo, el Santuario de Dios. La longitud, la anchura y la altura de la
ciudad son iguales (Apoc. 21:16), como lo era el Lugar Santísimo en el
Santuario, que tenía la forma de un cubo, con todos sus lados iguales. Esto
significa que moraremos en la presencia inmediata de nuestro Dios durante la
eternidad, en un mundo sin pecado, muerte ni sufrimiento.
¿Cómo podemos aprender a resistir hasta el final en vista
de lo que se nos ha prometido merced al ministerio y la obra de Jesús?
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