SATANÁS Y SUS ALIADOS
23 de febrero- Lección 09
Cuando se colocan los pies sobre la sólida Roca, Jesucristo, como el fundamento, se recibe una dotación de poder de la Fuente de todo conocimiento, toda sabiduría y eficacia espiritual, para que todos sepan a qué grupo pertenece: al de los que guardan los mandamientos o al de los que los transgreden. La bandera del Príncipe Emanuel, que ondea sobre su cabeza, no dejará de aclarar cualquier duda y de hacer comprender a todos que guardamos los mandamientos de Dios y tenemos el testimonio de Jesucristo. El amor de Jesús posee un poder constreñidor.—Carta 128, 1895. (Afin de conocerle, p. 214).
“No hará nada el Señor Jehová, sin que revele su secreto a sus siervos los profetas.” Aunque “las cosas secretas pertenecen a Jehová nuestro Dios, ... las reveladas son para nosotros y para nuestros hijos por siempre.”13 Dios nos ha dado estas cosas, y su bendición acompañará al estudio reverente, con oración, de las escrituras proféticas.
Así como el mensaje del primer advenimiento de Cristo anunciaba el reino de su gracia, el mensaje de su segundo advenimiento anuncia el reino de su gloria. El segundo mensaje, como el primero, está basado en las profecías. Las palabras del ángel a Daniel acerca de los últimos días, serán comprendidas en el tiempo del fin. En ese tiempo, “muchos correrán de aquí para allá, y la ciencia será aumentada.” “Los impíos obrarán impíamente, y ninguno de los impíos entenderá, pero entenderán los entendidos.” El Salvador mismo anunció señales de su venida y dijo: “Cuando viereis hacerse estas cosas, entended que está cerca el reino de Dios.” “Y mirad por vosotros, que vuestros corazones no sean cargados de glotonería y embriaguez, y de los cuidados de esta vida, y venga de repente sobre vosotros aquel día.” “Velad pues, orando en todo tiempo, que seáis tenidos por dignos de evitar todas estas cosas que han de venir y de estar en pie delante del Hijo del hombre.” (El Deseado de todas las gentes, p. 234)
En esta vida es donde debemos separarnos del pecado por la fe en la sangre expiatoria de Cristo. Nuestro amado Salvador nos invita a que nos unamos a él, a que unamos nuestra flaqueza con su fortaleza, nuestra ignorancia con su sabiduría, nuestra indignidad con sus méritos. La providencia de Dios es la escuela en la cual debemos aprender a tener la mansedumbre y humildad de Jesús. El Señor nos está presentando siempre, no el camino que escogeríamos y que nos parecería más fácil y agradable, sino el verdadero, el que lleva a los fines verdaderos de la vida. De nosotros está, pues, que cooperemos con los factores que Dios emplea, en la tarea de conformar nuestros caracteres con el modelo divino. Nadie puede descuidar o aplazar esta obra sin grave peligro para su alma.
El apóstol San Juan, estando en visión, oyó una gran voz que exclamaba en el cielo: “¡Ay de los moradores de la tierra y del mar! porque el diablo ha descendido a vosotros, teniendo grande ira, sabiendo que tiene poco tiempo”. Apocalipsis 12:12. Espantosas son las escenas que provocaron esta exclamación de la voz celestial. La ira de Satanás crece a medida que se va acercando el fin, y su obra de engaño y destrucción culminará durante el tiempo de angustia. (El conflicto de los siglos, pp. 6'7-608)
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