Como en el sexto sello, el sexto shofar tiene un período de transición antes del séptimo shofar. Y, como con los sellos, el interludio hace una pausa para darle una mirada al campamento de Dios.
El ser se asemeja al Hijo del Hombre de la primera visión del Apocalipsis. Al igual que él, su rostro es "como el sol" (Apoc. 10: 1, comparar con 1: 16), sus pies como fuego (Apoc. 10:1, comparar con 1: 15) y su voz resuena como el trueno (Apoc. 1 0:3; comparar con 1: 15). Y, al igual que él, las nubes lo escoltan (Apoc. 10:1, comparar con 1:7).
Pero, tomado como un todo, nuestro pasaje se asemeja más aún a la última visión del profeta Daniel. En Daniel 12, él narra esta misma visión de un ser parado sobre la tierra y el mar, que levanta las manos hacia el cielo y jura "por el que vive por los siglos" (Dan. 12:7). El juramento constituye la respuesta a la pregunta del versículo anterior: "¿Cuándo será el fin?" (vers. 6). Pero la respuesta, al parecer, no satisface a Daniel; no entiende (vers. 8). El hombre vestido de lino, entonces, le responde que estas palabras han de estar "selladas hasta el tiempo del fin" (vers. 9), y agrega: "Bienaventurado el que espere, y llegue a mil trescientos treinta y cinco días" (vers. 12). Recién en esos días será revelada la respuesta completa a la pregunta "¿Cuándo será el fin?" Solamente este período conduce al "tiempo del fin". Pero una visión anterior ya había mencionado este "tiempo del fin".
Daniel 8 registra otra visión de un diálogo entre dos seres celestiales. También surgió la pregunta: "¿Hasta cuándo?" (Dan. 8:13). Nuevamente la respuesta conducía al tiempo del fin: "Hasta dos mil trescientas tardes y mañanas; luego el santuario será purificado" (vers. 14). Al final del libro de Daniel, surge la misma pregunta en relación con los 1.335 días, un tiempo de intensa expectativa (Dan. 12:12). Por lo tanto, deberíamos entender que estos dos períodos proféticos conducen al mismo evento, un Kippur celestial.20 Es interesante recalcar que el ser celestial que anuncia este Kippur del tiempo del fin está vestido de lino, al igual que el sumo sacerdote que oficiaba en el Kippur.
Este tiempo de juicio es la respuesta a la pregunta de los mártires: "¿Hasta cuándo?" También es la respuesta a la pregunta de las almas que lloran en el quinto sello (Apoc. 6: 1 0). El sexto sello, de hecho, introduce este "tiempo del fin", como fue anticipado por el profeta Daniel (Dan. 8:17, 19, 26). Ahora comprendemos el significado detrás del atavío del ángel poderoso (Apoc. 10:1). Un ángel le había dicho al profeta Daniel que su visión habría de estar "sellada hasta el tiempo del fin" (Dan. 12:9). El ángel, ahora, declara que el "tiempo del fin" ha llegado, y que "el tiempo no sería más" (Apoc. 10:6). El tiempo del sexto sello marca la apertura de la profecía de Daniel. Ahora podía ser entendida.
Pero aún notamos otra similitud entre las dos experiencias. Al igual que Yohanan, Ezequiel descubre que el contenido del libro es "dulce como miel" (vers. 3; comparar con Apoc. 10:9, 10). Pero ambas experiencias tienen un dejo amargo. El libro contiene "endechas y lamentaciones y ayes" (Eze. 2:1 0), parte de su doble mensaje de juicio y restauración.
"El fin, el fin viene", declara el profeta (Eze. 7:2, 3, 6). Ezequiel, profeta en el exilio, anuncia el juicio inminente de Dios. La destrucción de Jerusalén está próxima. El Señor escogió al profeta para montar guardia sobre Israel (Eze. 33:2) y advertir a su pueblo del castigo inminente de la Nación. El mensaje de Ezequiel no se limita a las palabras y las parábolas, sino que vive en la carne. Su esposa, "el deleite de [s]us ojos", moriría de golpe. Luego el profeta estará condenado a un llanto silencioso durante los tres años del sitio de Jerusalén, hasta su caída (Eze. 33:22).
Pero, en el corazón de los llamados y las amenazas de destrucción está la promesa de la esperanza. Ezequiel también es el profeta de la restauración, porque los cautivos han de ser liberados, las tribus han de ser reunidas (Eze. 3 7:21 ), Jerusalén será reconstruida (Eze. 40-48) y la tierra prosperará (Eze. 4 7: 12). Los hombres y las mujeres recibirán un corazón nuevo (Eze. 36:24-28). El profeta predice el acontecimiento como una resurrección. La Palabra de Dios les devuelve la vida a los huesos (Eze. 37). El mundo una vez más presencia el milagro de la Creación. Como en Génesis 2:7, el Espíritu transforma el polvo en vida (Eze. 37:9).
Es este mensaje agridulce deljuicio y de la Creación al que alude el Apocalipsis a través de su referencia al libro de Ezequiel: el mensaje del Kippur.
Las revelaciones de Daniel y del Apocalipsis convergen en una revelación del "tiempo del fin". Daniel lo compara con el Kippur, con un tiempo de temblorosa expectativa de juicio y recreación. El Apocalipsis describe este período a través de la visión del "librito que está abierto", con el sabor agridulce, que evoca el doble mensaje deljuicio y de la Recreación que caracteriza la naturaleza del Kippur.
Los libros de Daniel y del Apocalipsis se complementan mutuamente. El hecho de que el ángel le pida a Yohanan que coma el libro de Daniel enfatiza aún más su interdependencia.
Una vez que Yohanan ha asimilado el mensaje del "librito que está abierto", el ángel le dice que profetice "sobre muchos pueblos, naciones, lenguas y reyes" (Apoc. 10: ll ). Escucharemos una frase
similar posteriormente en el capítulo 14. El mensajero celestial debe profetizar sobre "toda nación, tribu, lengua y pueblo" (Apoc. 14:6). Allí, una vez más, el mensaje es doble: un mensaje de juicio pero también de re Creación.21 El Apocalipsis presenta al pueblo de Dios en el tiempo del fin como profetas comisionados para dar el mensaje de Daniel, "digerido" por el mismo Apocalipsis.
(Apoc. 11:1; comparar con Zac. 2:2). Más precisamente, el ángel le pide a Yohanan que mida "el altar, y a los que adoran en él". La visión habla del pueblo de Dios a lo largo de la historia. Han recibido la misión de que "profeticen" (Apoc. 11 :3). Su misión ha sido la misma que la del pueblo del tiempo del fin: testificar de la revelación de lo Alto. Pero la misión ahora se amplía. El oráculo compara a esta nación de "profetas" con "dos testigos" (vers. 3), al explicar: "Estos testigos son los dos olivos, y los dos candeleros que están en pie delante del Dios de la tierra" (vers. 4).
El profeta Zacarías relató una visión similar de dos olivos y una menará (Zac. 4:1-6, 11-14). A su pregunta "¿Qué es esto?" (vers. 4), el ángel responde: "No con ejército, ni con fuerza, sino con mi Espíritu, ha dicho Jehová de los ejércitos" (vers. 6). La explicación del ángel avanza desde la imagen del olivo hasta la de la menará: La menará da luz en virtud del aceite vertido de lo Alto, así como la Palabra de Dios da luz a través del Espíritu de lo Alto.
La Biblia a menudo compara las palabras de Dios con la luz: "Lámpara es a mis pies tu palabra, y lumbrera a mi camino" (Sal. 119:1 05). Proverbios relaciona la Torá con la luz, "arJJ' en un juego de palabras. Ambas palabras hebreas (Torá y or) tienen la misma raíz. El Nuevo Testamento describe a Dios como luz (1 Juan 1 :5), y cuando Yeshua se identifica con la luz lo hace en el contexto dinámico
del caminar con Dios (Juan 8: 12; 12:35; comparar con Sal. 119:1 05), una referencia indirecta a la Torá.
Aun otra alusión se une a los motivos del olivo y de la menará cuando los milagros llevados a cabo por los testigos evocan dos figuras de las Escrituras hebreas: Moisés y Elías. La conversión del agua en sangre y las plagas se refieren a Moisés (Apoc. 11 :6; comparar con Éxo. 7:14-18). El fuego que devora al enemigo y la lluvia bajo control sobrenatural nos recuerda a Elías (Apoc. 11:5, 6; comparar con 1 Rey. 17: 1 ). El único texto del Antiguo Testamento que asocia a estas dos figuras se encuentra en Malaquías, el último profeta de las Escrituras hebreas: ':A.cordaos de la ley de Moisés mi siervo, al cual encargué en Horeb ordenanzas y leyes para todo Israel. He aquí, yo os envío el profeta Elías, antes que venga el día de Jehová, grande y terrible. Él hará volver el corazón de los padres hacia los hijos, y el corazón de los hijos hacia los padres, no sea que yo venga y hiera la tierra con maldición" (Mal. 4:4-6).
Este pasaje tiene una doble orientación. La primera nos remite a Moisés y al pasado. Es un llamado a recordar y a permanecer fieles al Antiguo Pacto. Moisés, aquí, representa al Antiguo Testamento. Los cristianos durante el tiempo de Yohanan asociaban a Moisés con la revelación del Antiguo Testamento. Según la tradición judía, la Torá se inició con él. "Moisés recibió la Torá en el Sinaí y la
transmitió aJosué.Josué la transmitió a los ancianos, y los ancianos a los profetas y los profetas a los miembros de la Asamblea".
La segunda orientación, que involucra a Elías, mira hacia el futuro. Es la promesa de la venida del Mesías y del despertar de la esperanza. Los cristianos durante el tiempo de Yohanan asociaban la llegada del Mesías con el profeta Elías. Asimismo, la tradición judía identifica la persona de Elías con la esperanza mesiánica de manera muy similar. Allí Elías no es solo un precursor, sino también un agente activo del Mesías. Las leyendas, las prácticas litúrgicas en la víspera del Seder, y los cantos nostálgicos del Shabbat, todos recurren a Elías con la esperanza del Mesías.
Moisés nos señala hacia la Torá en tanto que Elías nos impulsa hacia la esperanza mesiánica del Nuevo Testamento.
Cuando consideramos el contexto judeocristiano de Yohanan, nos damos cuenta de que las alusiones a Moisés y a Elías no son una coincidencia. Convincentemente evocan las dos revelaciones de Dios recibidas por los primeros cristianos: los así llamados Antiguo y Nuevo Testamentos. Los dos testigos están aquí presentes y desempeñan un papel en el proceso profético. La doble referencia realza la relevancia de la totalidad de la Biblia, al enfatizar la complementariedad y la necesidad de ambos testimonios.
Pero, más allá de los dos documentos, tenemos la referencia de los dos pueblos que los transmitieron. El mayor interés del profeta se encuentra en los hombres y las mujeres que profetizan y que sufren (Apoc. 11:3, 7).
Primero pensamos en el pueblo judío, que ha portado en carne propia y en su existencia diaria el testimonio de la Torá de lo Alto y ha tenido mucho cuidado de preservar las Escrituras hebreas y sus profecías. Y también pensamos en los cristianos, que le han traído al mundo las nuevas de la gracia y el amor de Dios, y han llevado el nombre del Dios de Israel hasta los extremos de la tierra. Cuidadosamente transmitieron los escritos del Nuevo Testamento, con sus propias profecías.
Sin estos dos pueblos no tendríamos acceso a los Escritos Sagrados, ni de las Escrituras hebreas ni del Nuevo Testamento; de hecho, no tendríamos forma de llegar a la verdad de lo Alto. Y, sin testigos de carne y sangre los documentos bíblicos habrían permanecido mudos y muertos, enmohecidos en exhibidores de museo.
De hecho, es precisamente porque uno o el otro de estos testimonios ha sido descuidado, rechazado o ignorado (el Antiguo Testamento y la Torá por parte de la iglesia, el Nuevo Testamento y el Mesías por parte de Israel), que estos dos testigos, Israel y la iglesia, tienen que sobrevivir juntos, porque se necesitan mutuamente. Omitir cualquiera de los dos distorsiona los propósitos de Dios y destruye parte de su revelación. En efecto, no solo los dos testimonios se derraman luz el uno al otro, sino también se completan; cada testigo presenta una verdad única ausente en el otro, y que el otro necesita.
Este principio de unidad y de complementariedad de los dos testimonios es de lo más significativo por el hecho de que constituye la base para interpretar el Apocalipsis. Sin el libro de Daniel, el Apocalipsis permanece oscuro, no solo en virtud de sus cuantiosas alusiones y referencias a Daniel, sino también porque comparte la misma perspectiva y utiliza el mismo lenguaje, los mismos símbolos
y los mismos relatos de los mismos eventos proféticos.
El pasaje que estamos analizando -Apocalipsis 11:1 al 14- brinda un ejemplo asombroso de esta complementariedad. Los períodos de tiempo anunciados por el Apocalipsis reflejan los del calendario
profético del libro de Daniel (vers. 2, 3). Ambos hablan de un período de opresión que se extiende por 1.260 días, el equivalente a 42 meses ( 42 veces 30). Daniel predice un tiempo de persecución que ha de durar "tiempo, y tiempos, y medio tiempo" (Dan. 7:25). En el contexto del libro de Daniel, esta expresión significa un año (360 días), dos años (360 veces 2) y medio año (360 dividido 2), que da un total de 1.260 días/años.26 Para describir el tiempo de persecución, Yohanan utiliza un lenguaje que recuerda al de Daniel: "[ ... ] ellos hollarán la ciudad santa [ ... ]" (Apoc. 11 :2) así como el cuerno pequeño pisotea a los santos (Dan. 8: 1 0).
Ambas profecías tienen en cuenta el mismo evento. De hecho, la historia muestra que por 1.260 años -es decir, desde el tiempo cuando la iglesia se convirtió en un poder político (538 d.C.) hasta cuando los eventos debilitaron su influencia política (1798 d.C.)- el testimonio de las Escrituras fue apagado. Durante todo este tiempo, según el Apocalipsis, los dos testigos profetizan "vestidos de cilicio" (Apoc. 11 :3), después del cual "la bestia que sube del abismo" los mata (vers. 7). La escena "espiritual" de nuestro drama ocurre en relación con tres lugares prominentemente asociados con la historia bíblica: la "gran" ciudad de Babilonia (Apoc. 14:8), que personifica la usurpación de Dios; Egipto, que representa la negación de Dios; y Sodoma, que encarna la depravación moral y la ignorancia de Dios. En esencia, Dios ha sido muerto en ellos, ya sea porque ha sido reemplazado, negado o simplemente ignorado. Asesinar a los testigos de Dios es asesinar a Dios mismo. La persecución equivale al deicidio. El Apocalipsis ve en estos lugares otro Gólgota, "donde también nuestro Señor fue crucificado" (Apoc. 11 :8).
La Revolución Francesa tuvo efectos devastadores no solo sobre la religión oficial, sino también sobre sus fuentes. El nuevo culto a la razón condujo a la destrucción de las Escrituras y a la negación del Dios que las inspiró. Las turbas quemaron públicamente los libros sagrados judíos y cristianos. Una publicación del momento, Le Moniteur, comentaba: '1\yer, día de la década, se erradicaron los últimos vestigios de superstición: una gran fogata encendida en la plaza de la ciudad estaba engalanada con retratos y cuadros sagrados. El pueblo arrojó a las llamas más de cinco o seis mil tomos de obras piadosas, entonando cantos republicanos y proclamando consignas de solidaridad universal. Los libros fueron recuperados de todos lados. Hasta los judíos de la ciudad trajeron sus atesorados manuscritos y renunciaron a sus esperanzas en el ridículo Mesías. La cantidad de libros quemados era tan grande que el fuego continuó durante toda la noche hasta las diez de esta mañana".
Finalmente, en noviembre de 1793, la Convención Revolucionaria estableció un decreto que abolía todos los servicios religiosos. Por primera vez en la historia de la iglesia, alguien proclamó oficialmente el fin del cristianismo. "La razón ha ganado una importante victoria sobre el fanatismo; una religión de errores y de derramamiento de sangre ha sido derrocada; ¡durante 18 siglos ha saqueado la tierra en nombre del Cielo! [.~.] Las cruzadas, los valdenses, los albigenses, las vísperas sicilianas, la masacre de San Bartolomé, estas son sus obras, estos son sus trofeos; que desaparezcan de la faz de la tierra".
La historia está llena de ironía. La iglesia, que había subyugado este testimonio de las Escrituras, produjo el arrebato revolucionario de la Revolución Francesa, que luego quemó esas Escrituras. Al descuidar la Revelación de lo Alto, la iglesia se volvió perseguidora y engendró a su propio destructor, que no solo atacó sus instituciones, sino también le atravesó el corazón con una lanza cuando este también rechazó la Palabra de Dios. La profecía contiene una lección que impregna el Apocalipsis: la iniquidad da a luz a su propio JUICIO.
Pero el Apocalipsis ve más. Un juicio de lo Alto se une al autoinfligido. El impacto del juicio divino es doble. Primero, un gran terremoto sacude la "ciudad" (Apoc. 11: 13), la gran ciudad de Babilonia. El poder usurpador recibe un golpe terrible. Estamos en 1798, cuando la iglesia se encuentra con ataques de todos lados y el Papa, su líder espiritual, es puesto en prisión. Pero el golpe no es fatal. Solo una "décima parte" de la ciudad se viene abajo, y mueren "siete mil hombres" (vers. 13). Estas dos víctimas tienen un significado específico en la tradición bíblica. La décima parte simboliza el concepto de un mínimo. 29 El temblor afecta solo a una pequeña parte de la ciudad. La Biblia relaciona la cifra "siete mil hombres" con la idea de "remanente", 30 lo que quiere decir que la iglesia se recuperará rápidamente del golpe.
El pueblo de Dios y los testigos también volverán a vivir. El Apocalipsis describe el evento en el lenguaje evocativo de la resurrección. Después de la alusión a la crucifixión de Yeshua, el texto cambia para hacerse eco de su resurrección: "Después de tres días y medio entró en ellos el espíritu de vida enviado por Dios, y se levantaron sobre sus pies" (vers. 11 ). La Escritura utiliza el mismo lenguaje para describir el milagro de la resurrección en Ezequiel: "[ ... ] entró espíritu en ellos, y vivieron, y estuvieron sobre sus pies [ ... ]" (Eze. 3 7:1 0). Los "tres días y medio"31 evocan el tiempo que Yeshua estuvo en la tumba (Mar. 9:31; Juan 2: 19-22). Lo siguiente hace referencia a la ascensión de Yeshua después de su resurrección: "[ ... ]Y subieron al cielo en una nube[ ... ]" (Apoc. 11:12; comparar con Hech. 1 :9).
Y, de hecho, justo después del decreto de muerte contra la religión cristiana, Francia y otros gobiernos occidentales comenzaron a proclamar la tolerancia y la libertad religiosa. Escuchamos la intervención del escritor y político Camille Jordan, uno de los primeros legisladores de la Restauración en Francia, en mayo de 1797, en el Concilio de los Quinientos: "La fe en Dios es, para el Estado, la mejor garantía del orden y de la estabilidad, que ni hasta las mejores leyes pueden reemplazar [ .. .]. Asegurémosles hoy a todos nuestros ciudadanos: que todos, católicos, protestantes, bautizados o no bautizados, sepan que la voluntad del legislador es, al igual que la voluntad de la ley, que se asegure la libertad religiosa. Deseo renovar, en su nombre, la promesa sagrada: todas las religiones son libres en Francia".
Para los judíos, la Revolución Francesa y su heredero, Napoleón, evidentemente inauguraron una nueva era. Las legiones francesas liberaron a los judíos de los guetos en todos los lugares adonde iban, convirtiéndolos en ciudadanos plenos. En España, por ejemplo, la influencia francesa suprimió la Inquisición, y los marranos una vez más podían proclamar su fe judía.
La nueva era, además, fue testigo de un regreso a las Escrituras. Solo pocos años antes, Voltaire había predicho la desaparición de la Biblia, descartándola como "el almanaque del año pasado". Sin embargo, la Biblia nuevamente encontró un lugar en los puestos de libros y en los corazones.
Los dos testigos han regresado a la vida exactamente tres días y medio proféticos después de su muerte. Resucitados de los muertos, siguen existiendo en la actualidad. La Biblia es el best seller número uno. En cuanto a Israel y la iglesia, han hecho más que sobrevivir, Israel a pesar del Holocausto y la iglesia incluso ante el comunismo.
en los mismos términos: el tiempo de la ira de Dios y del juicio de las
naciones (Apoc. 11: 18; comparar con 6:15-17). No obstante, existen
contrastes entre las dos visiones. Primero, el sexto sello cerró el telón
con una escena terrenal en tanto que el séptimo shqfor lo hace con
una escena celestial. Segundo, salen en direcciones diferentes. En el
sexto sello, la visión avanza de la tierra hacia los cielos, del presente
al futuro. Pero, en el séptimo shqfor la visión retrocede a través del
tiempo, de los cielos a la tierra, según el típico estilo hebreo.
La visión del shofar pasa por tres etapas en el tiempo. La primera vibra con "grandes voces" que proclaman el fin de todas las cosas: "[ ... ] Los reinos del mundo han venido a ser de nuestro Señor y de su Cristo [ ... ] " (Apoc. 11: 15). Esta parte también tiene temas en común con Apocalipsis 4: la misma ceremonia de adoración, los mismos 24 ancianos sentados en tronos (Apoc. 11: 16; comparar con 4:4), y la misma apelación de Dios: "[ ... ] Te damos gracias, Señor Dios Todopoderoso, el que eres y que eras [ ... ] " (Apoc. 11: 1 7; comparar con 4:8). Nuestro pasaje actual carece de toda mención del Dios que "ha de venir" (comparar con Apoc. 4:8). La única explicación de esta omisión es que la Parusía ya ha ocurrido.
Por otra parte, en la liturgia de Apocalipsis 4, el Sanctus, o alabanza, de los cuatro seres vivientes, antecede a la intercesión de los 24 ancianos. Las grandes voces que introducen el himno de los 24 ancianos son las de los cuatro seres vivientes (Apoc. 11: 15) que, como hemos visto, representan la creación terrenal. Ha llegado el momento en que toda la creación proclama a Dios como su rey, el objetivo final del plan de Dios. Dios ahora puede reinar completamente y para siempre.
Los 24 ancianos, entonces, pasan de la adoración a la remembranza, al recordar los aspectos negativos y positivos del Juicio (comparar con Apoc. 14: 14-20).
a. El aspecto negativo incluye el juicio de los muertos y la destrucción de las "naciones" airadas y de "los que destruyen la tierra" (Apoc. 11: 18). La profecía hace alusión, aquí, a visiones posteriores del Apocalipsis (Apoc. 20:12-15), que colocan la finalización de estos
eventos después del milenio.
b. El aspecto positivo involucra el juicio de los "santos" y su recompensa (Apoc. 11: 18). Esta parte de la visión se materializa en la Parusía, cuando el Mesías llevará a su pueblo al hogar con él antes del milenio. Aquí nuevamente la visión hace referencia a un pasaje posterior: "He aquí yo vengo pronto, y mi galardón conmigo, para recompensar a cada uno según sea su obra" (Apoc. 22: 12). De hecho, los dos juicios son interdependientes. Al eliminar "a los que destruyen la tierra", Dios salva la tierra.
La cuestión aquí no es la ecología. Debemos entender la referencia a la tierra en un sentido espiritual. En el Apocalipsis, especialmente en el texto paralelo del sexto sello, la tierra representa a los hombres y las mujeres amenazados por el enemigo (Apoc. 7:3). Y, en el quinto shqfor, la "hierba de la tierra", lo "verde" y el "árbol" representan a los marcados con el sello de Dios (Apoc. 9:4).
La destrucción de la tierra es espiritual y religiosa. Por cierto, es el resultado de que las naciones "se airaron" contra Dios, una extraña asociación ya sugerida a través de la misma palabra "airaron". Tiene su origen en el Salmo 2, que describe el carácter del Mesías cuando regrese para recuperar la posesión de su Reino (Sal. 2:5). Nuestro pasaje, por otro lado, habla del enojo de las naciones. Las naciones, que reclaman la tierra para sí, exponen la ira del propietario legítimo de la tierra, Dios. Dado que han rechazado a Dios como Señor de la tierra y han tomado su lugar, las naciones han destruido la tierra. Una vez más, observamos la misma intolerancia y opresión que siempre ha caracterizado al usurpador. La gente se mata entre sí porque se ha olvidado de Dios. El rechazo del Dios absoluto y trascendente inevitablemente conduce a las Cruzadas, a la Inquisición y al fascismo de los fanáticos y de los nacionalistas. Por eso es que el juicio de Dios contra las naciones salva la tierra.
La visión profética del séptimo shofar mira hacia atrás en el tiempo. Al progresar desde la institución del Reino de Dios hacia el Juicio de las naciones, la mirada profética finalmente descansa sobre el evento que desencadena todo: la primera venida del Mesías (Apoc. 12:1-6).
El ángel de luz
En contraste con la estrella caída, el ángel de la muerte y del caos (Apoc. 9: 1, 2), ahora contemplamos a un poderoso ángel de luz, un ángel de Dios (Apoc. 10: 1 ). El arco iris sobre su cabeza es la señal del pacto de Dios con la humanidad (Gén. 9: 12, 13). Sus pies, plantados tanto en la tierra como en el mar, evocan la creación de las aguas (vers. 1-8) y de la tierra (vers. 9 y sig.) por parte de Dios.El ser se asemeja al Hijo del Hombre de la primera visión del Apocalipsis. Al igual que él, su rostro es "como el sol" (Apoc. 10: 1, comparar con 1: 16), sus pies como fuego (Apoc. 10:1, comparar con 1: 15) y su voz resuena como el trueno (Apoc. 1 0:3; comparar con 1: 15). Y, al igual que él, las nubes lo escoltan (Apoc. 10:1, comparar con 1:7).
Pero, tomado como un todo, nuestro pasaje se asemeja más aún a la última visión del profeta Daniel. En Daniel 12, él narra esta misma visión de un ser parado sobre la tierra y el mar, que levanta las manos hacia el cielo y jura "por el que vive por los siglos" (Dan. 12:7). El juramento constituye la respuesta a la pregunta del versículo anterior: "¿Cuándo será el fin?" (vers. 6). Pero la respuesta, al parecer, no satisface a Daniel; no entiende (vers. 8). El hombre vestido de lino, entonces, le responde que estas palabras han de estar "selladas hasta el tiempo del fin" (vers. 9), y agrega: "Bienaventurado el que espere, y llegue a mil trescientos treinta y cinco días" (vers. 12). Recién en esos días será revelada la respuesta completa a la pregunta "¿Cuándo será el fin?" Solamente este período conduce al "tiempo del fin". Pero una visión anterior ya había mencionado este "tiempo del fin".
Daniel 8 registra otra visión de un diálogo entre dos seres celestiales. También surgió la pregunta: "¿Hasta cuándo?" (Dan. 8:13). Nuevamente la respuesta conducía al tiempo del fin: "Hasta dos mil trescientas tardes y mañanas; luego el santuario será purificado" (vers. 14). Al final del libro de Daniel, surge la misma pregunta en relación con los 1.335 días, un tiempo de intensa expectativa (Dan. 12:12). Por lo tanto, deberíamos entender que estos dos períodos proféticos conducen al mismo evento, un Kippur celestial.20 Es interesante recalcar que el ser celestial que anuncia este Kippur del tiempo del fin está vestido de lino, al igual que el sumo sacerdote que oficiaba en el Kippur.
Este tiempo de juicio es la respuesta a la pregunta de los mártires: "¿Hasta cuándo?" También es la respuesta a la pregunta de las almas que lloran en el quinto sello (Apoc. 6: 1 0). El sexto sello, de hecho, introduce este "tiempo del fin", como fue anticipado por el profeta Daniel (Dan. 8:17, 19, 26). Ahora comprendemos el significado detrás del atavío del ángel poderoso (Apoc. 10:1). Un ángel le había dicho al profeta Daniel que su visión habría de estar "sellada hasta el tiempo del fin" (Dan. 12:9). El ángel, ahora, declara que el "tiempo del fin" ha llegado, y que "el tiempo no sería más" (Apoc. 10:6). El tiempo del sexto sello marca la apertura de la profecía de Daniel. Ahora podía ser entendida.
El libro
Con avidez, Yohanan "toma el librito que está abierto en la mano del ángel", y lo come (Apoc. l 0:8, 9). De modo que la palabra es asimilada y digerida. "El librito que está abierto" representa el libro de Daniel, previamente sellado pero ahora accesible a todos. La experiencia de Yohanan es similar a la del profeta Ezequiel, que también se confrontó con un ángel de luz y se le ordenó que comiese un libro (Eze. 3: 1 ). Los versículos siguientes explican la extraña orden: el profeta, al asimilar los contenidos del libro, ahora comunica su mensaje a sus contemporáneos (vers. 4-6).Pero aún notamos otra similitud entre las dos experiencias. Al igual que Yohanan, Ezequiel descubre que el contenido del libro es "dulce como miel" (vers. 3; comparar con Apoc. 10:9, 10). Pero ambas experiencias tienen un dejo amargo. El libro contiene "endechas y lamentaciones y ayes" (Eze. 2:1 0), parte de su doble mensaje de juicio y restauración.
"El fin, el fin viene", declara el profeta (Eze. 7:2, 3, 6). Ezequiel, profeta en el exilio, anuncia el juicio inminente de Dios. La destrucción de Jerusalén está próxima. El Señor escogió al profeta para montar guardia sobre Israel (Eze. 33:2) y advertir a su pueblo del castigo inminente de la Nación. El mensaje de Ezequiel no se limita a las palabras y las parábolas, sino que vive en la carne. Su esposa, "el deleite de [s]us ojos", moriría de golpe. Luego el profeta estará condenado a un llanto silencioso durante los tres años del sitio de Jerusalén, hasta su caída (Eze. 33:22).
Pero, en el corazón de los llamados y las amenazas de destrucción está la promesa de la esperanza. Ezequiel también es el profeta de la restauración, porque los cautivos han de ser liberados, las tribus han de ser reunidas (Eze. 3 7:21 ), Jerusalén será reconstruida (Eze. 40-48) y la tierra prosperará (Eze. 4 7: 12). Los hombres y las mujeres recibirán un corazón nuevo (Eze. 36:24-28). El profeta predice el acontecimiento como una resurrección. La Palabra de Dios les devuelve la vida a los huesos (Eze. 37). El mundo una vez más presencia el milagro de la Creación. Como en Génesis 2:7, el Espíritu transforma el polvo en vida (Eze. 37:9).
Es este mensaje agridulce deljuicio y de la Creación al que alude el Apocalipsis a través de su referencia al libro de Ezequiel: el mensaje del Kippur.
Las revelaciones de Daniel y del Apocalipsis convergen en una revelación del "tiempo del fin". Daniel lo compara con el Kippur, con un tiempo de temblorosa expectativa de juicio y recreación. El Apocalipsis describe este período a través de la visión del "librito que está abierto", con el sabor agridulce, que evoca el doble mensaje deljuicio y de la Recreación que caracteriza la naturaleza del Kippur.
Los libros de Daniel y del Apocalipsis se complementan mutuamente. El hecho de que el ángel le pida a Yohanan que coma el libro de Daniel enfatiza aún más su interdependencia.
Una vez que Yohanan ha asimilado el mensaje del "librito que está abierto", el ángel le dice que profetice "sobre muchos pueblos, naciones, lenguas y reyes" (Apoc. 10: ll ). Escucharemos una frase
similar posteriormente en el capítulo 14. El mensajero celestial debe profetizar sobre "toda nación, tribu, lengua y pueblo" (Apoc. 14:6). Allí, una vez más, el mensaje es doble: un mensaje de juicio pero también de re Creación.21 El Apocalipsis presenta al pueblo de Dios en el tiempo del fin como profetas comisionados para dar el mensaje de Daniel, "digerido" por el mismo Apocalipsis.
Los dos testigos
La próxima visión nos vuelve a colocar en el contexto profético de Ezequiel. Al igual que el profeta de las Escrituras hebreas, Yohanan recibe una vara para medir el Templo de la futuraJerusalén (Apoc. 11:1; comparar con Eze. 40:3 y sig.). El ciclo de los sellos explica este gesto simbólico. Después del sexto sello el ciclo había abierto un paréntesis en el pueblo de Dios, acerca de cómo fue marcado por el sello de Dios y se le aseguraba la salvación (Apoc. 7:3). Asimismo, después del toque del sexto shqfor, el profeta se toma un momento para medir el Templo de Dios y para anunciar su restauración(Apoc. 11:1; comparar con Zac. 2:2). Más precisamente, el ángel le pide a Yohanan que mida "el altar, y a los que adoran en él". La visión habla del pueblo de Dios a lo largo de la historia. Han recibido la misión de que "profeticen" (Apoc. 11 :3). Su misión ha sido la misma que la del pueblo del tiempo del fin: testificar de la revelación de lo Alto. Pero la misión ahora se amplía. El oráculo compara a esta nación de "profetas" con "dos testigos" (vers. 3), al explicar: "Estos testigos son los dos olivos, y los dos candeleros que están en pie delante del Dios de la tierra" (vers. 4).
El profeta Zacarías relató una visión similar de dos olivos y una menará (Zac. 4:1-6, 11-14). A su pregunta "¿Qué es esto?" (vers. 4), el ángel responde: "No con ejército, ni con fuerza, sino con mi Espíritu, ha dicho Jehová de los ejércitos" (vers. 6). La explicación del ángel avanza desde la imagen del olivo hasta la de la menará: La menará da luz en virtud del aceite vertido de lo Alto, así como la Palabra de Dios da luz a través del Espíritu de lo Alto.
La Biblia a menudo compara las palabras de Dios con la luz: "Lámpara es a mis pies tu palabra, y lumbrera a mi camino" (Sal. 119:1 05). Proverbios relaciona la Torá con la luz, "arJJ' en un juego de palabras. Ambas palabras hebreas (Torá y or) tienen la misma raíz. El Nuevo Testamento describe a Dios como luz (1 Juan 1 :5), y cuando Yeshua se identifica con la luz lo hace en el contexto dinámico
del caminar con Dios (Juan 8: 12; 12:35; comparar con Sal. 119:1 05), una referencia indirecta a la Torá.
Aun otra alusión se une a los motivos del olivo y de la menará cuando los milagros llevados a cabo por los testigos evocan dos figuras de las Escrituras hebreas: Moisés y Elías. La conversión del agua en sangre y las plagas se refieren a Moisés (Apoc. 11 :6; comparar con Éxo. 7:14-18). El fuego que devora al enemigo y la lluvia bajo control sobrenatural nos recuerda a Elías (Apoc. 11:5, 6; comparar con 1 Rey. 17: 1 ). El único texto del Antiguo Testamento que asocia a estas dos figuras se encuentra en Malaquías, el último profeta de las Escrituras hebreas: ':A.cordaos de la ley de Moisés mi siervo, al cual encargué en Horeb ordenanzas y leyes para todo Israel. He aquí, yo os envío el profeta Elías, antes que venga el día de Jehová, grande y terrible. Él hará volver el corazón de los padres hacia los hijos, y el corazón de los hijos hacia los padres, no sea que yo venga y hiera la tierra con maldición" (Mal. 4:4-6).
Este pasaje tiene una doble orientación. La primera nos remite a Moisés y al pasado. Es un llamado a recordar y a permanecer fieles al Antiguo Pacto. Moisés, aquí, representa al Antiguo Testamento. Los cristianos durante el tiempo de Yohanan asociaban a Moisés con la revelación del Antiguo Testamento. Según la tradición judía, la Torá se inició con él. "Moisés recibió la Torá en el Sinaí y la
transmitió aJosué.Josué la transmitió a los ancianos, y los ancianos a los profetas y los profetas a los miembros de la Asamblea".
La segunda orientación, que involucra a Elías, mira hacia el futuro. Es la promesa de la venida del Mesías y del despertar de la esperanza. Los cristianos durante el tiempo de Yohanan asociaban la llegada del Mesías con el profeta Elías. Asimismo, la tradición judía identifica la persona de Elías con la esperanza mesiánica de manera muy similar. Allí Elías no es solo un precursor, sino también un agente activo del Mesías. Las leyendas, las prácticas litúrgicas en la víspera del Seder, y los cantos nostálgicos del Shabbat, todos recurren a Elías con la esperanza del Mesías.
Moisés nos señala hacia la Torá en tanto que Elías nos impulsa hacia la esperanza mesiánica del Nuevo Testamento.
Cuando consideramos el contexto judeocristiano de Yohanan, nos damos cuenta de que las alusiones a Moisés y a Elías no son una coincidencia. Convincentemente evocan las dos revelaciones de Dios recibidas por los primeros cristianos: los así llamados Antiguo y Nuevo Testamentos. Los dos testigos están aquí presentes y desempeñan un papel en el proceso profético. La doble referencia realza la relevancia de la totalidad de la Biblia, al enfatizar la complementariedad y la necesidad de ambos testimonios.
Pero, más allá de los dos documentos, tenemos la referencia de los dos pueblos que los transmitieron. El mayor interés del profeta se encuentra en los hombres y las mujeres que profetizan y que sufren (Apoc. 11:3, 7).
Primero pensamos en el pueblo judío, que ha portado en carne propia y en su existencia diaria el testimonio de la Torá de lo Alto y ha tenido mucho cuidado de preservar las Escrituras hebreas y sus profecías. Y también pensamos en los cristianos, que le han traído al mundo las nuevas de la gracia y el amor de Dios, y han llevado el nombre del Dios de Israel hasta los extremos de la tierra. Cuidadosamente transmitieron los escritos del Nuevo Testamento, con sus propias profecías.
Sin estos dos pueblos no tendríamos acceso a los Escritos Sagrados, ni de las Escrituras hebreas ni del Nuevo Testamento; de hecho, no tendríamos forma de llegar a la verdad de lo Alto. Y, sin testigos de carne y sangre los documentos bíblicos habrían permanecido mudos y muertos, enmohecidos en exhibidores de museo.
De hecho, es precisamente porque uno o el otro de estos testimonios ha sido descuidado, rechazado o ignorado (el Antiguo Testamento y la Torá por parte de la iglesia, el Nuevo Testamento y el Mesías por parte de Israel), que estos dos testigos, Israel y la iglesia, tienen que sobrevivir juntos, porque se necesitan mutuamente. Omitir cualquiera de los dos distorsiona los propósitos de Dios y destruye parte de su revelación. En efecto, no solo los dos testimonios se derraman luz el uno al otro, sino también se completan; cada testigo presenta una verdad única ausente en el otro, y que el otro necesita.
Este principio de unidad y de complementariedad de los dos testimonios es de lo más significativo por el hecho de que constituye la base para interpretar el Apocalipsis. Sin el libro de Daniel, el Apocalipsis permanece oscuro, no solo en virtud de sus cuantiosas alusiones y referencias a Daniel, sino también porque comparte la misma perspectiva y utiliza el mismo lenguaje, los mismos símbolos
y los mismos relatos de los mismos eventos proféticos.
El pasaje que estamos analizando -Apocalipsis 11:1 al 14- brinda un ejemplo asombroso de esta complementariedad. Los períodos de tiempo anunciados por el Apocalipsis reflejan los del calendario
profético del libro de Daniel (vers. 2, 3). Ambos hablan de un período de opresión que se extiende por 1.260 días, el equivalente a 42 meses ( 42 veces 30). Daniel predice un tiempo de persecución que ha de durar "tiempo, y tiempos, y medio tiempo" (Dan. 7:25). En el contexto del libro de Daniel, esta expresión significa un año (360 días), dos años (360 veces 2) y medio año (360 dividido 2), que da un total de 1.260 días/años.26 Para describir el tiempo de persecución, Yohanan utiliza un lenguaje que recuerda al de Daniel: "[ ... ] ellos hollarán la ciudad santa [ ... ]" (Apoc. 11 :2) así como el cuerno pequeño pisotea a los santos (Dan. 8: 1 0).
Ambas profecías tienen en cuenta el mismo evento. De hecho, la historia muestra que por 1.260 años -es decir, desde el tiempo cuando la iglesia se convirtió en un poder político (538 d.C.) hasta cuando los eventos debilitaron su influencia política (1798 d.C.)- el testimonio de las Escrituras fue apagado. Durante todo este tiempo, según el Apocalipsis, los dos testigos profetizan "vestidos de cilicio" (Apoc. 11 :3), después del cual "la bestia que sube del abismo" los mata (vers. 7). La escena "espiritual" de nuestro drama ocurre en relación con tres lugares prominentemente asociados con la historia bíblica: la "gran" ciudad de Babilonia (Apoc. 14:8), que personifica la usurpación de Dios; Egipto, que representa la negación de Dios; y Sodoma, que encarna la depravación moral y la ignorancia de Dios. En esencia, Dios ha sido muerto en ellos, ya sea porque ha sido reemplazado, negado o simplemente ignorado. Asesinar a los testigos de Dios es asesinar a Dios mismo. La persecución equivale al deicidio. El Apocalipsis ve en estos lugares otro Gólgota, "donde también nuestro Señor fue crucificado" (Apoc. 11 :8).
La Revolución Francesa tuvo efectos devastadores no solo sobre la religión oficial, sino también sobre sus fuentes. El nuevo culto a la razón condujo a la destrucción de las Escrituras y a la negación del Dios que las inspiró. Las turbas quemaron públicamente los libros sagrados judíos y cristianos. Una publicación del momento, Le Moniteur, comentaba: '1\yer, día de la década, se erradicaron los últimos vestigios de superstición: una gran fogata encendida en la plaza de la ciudad estaba engalanada con retratos y cuadros sagrados. El pueblo arrojó a las llamas más de cinco o seis mil tomos de obras piadosas, entonando cantos republicanos y proclamando consignas de solidaridad universal. Los libros fueron recuperados de todos lados. Hasta los judíos de la ciudad trajeron sus atesorados manuscritos y renunciaron a sus esperanzas en el ridículo Mesías. La cantidad de libros quemados era tan grande que el fuego continuó durante toda la noche hasta las diez de esta mañana".
Finalmente, en noviembre de 1793, la Convención Revolucionaria estableció un decreto que abolía todos los servicios religiosos. Por primera vez en la historia de la iglesia, alguien proclamó oficialmente el fin del cristianismo. "La razón ha ganado una importante victoria sobre el fanatismo; una religión de errores y de derramamiento de sangre ha sido derrocada; ¡durante 18 siglos ha saqueado la tierra en nombre del Cielo! [.~.] Las cruzadas, los valdenses, los albigenses, las vísperas sicilianas, la masacre de San Bartolomé, estas son sus obras, estos son sus trofeos; que desaparezcan de la faz de la tierra".
La historia está llena de ironía. La iglesia, que había subyugado este testimonio de las Escrituras, produjo el arrebato revolucionario de la Revolución Francesa, que luego quemó esas Escrituras. Al descuidar la Revelación de lo Alto, la iglesia se volvió perseguidora y engendró a su propio destructor, que no solo atacó sus instituciones, sino también le atravesó el corazón con una lanza cuando este también rechazó la Palabra de Dios. La profecía contiene una lección que impregna el Apocalipsis: la iniquidad da a luz a su propio JUICIO.
Pero el Apocalipsis ve más. Un juicio de lo Alto se une al autoinfligido. El impacto del juicio divino es doble. Primero, un gran terremoto sacude la "ciudad" (Apoc. 11: 13), la gran ciudad de Babilonia. El poder usurpador recibe un golpe terrible. Estamos en 1798, cuando la iglesia se encuentra con ataques de todos lados y el Papa, su líder espiritual, es puesto en prisión. Pero el golpe no es fatal. Solo una "décima parte" de la ciudad se viene abajo, y mueren "siete mil hombres" (vers. 13). Estas dos víctimas tienen un significado específico en la tradición bíblica. La décima parte simboliza el concepto de un mínimo. 29 El temblor afecta solo a una pequeña parte de la ciudad. La Biblia relaciona la cifra "siete mil hombres" con la idea de "remanente", 30 lo que quiere decir que la iglesia se recuperará rápidamente del golpe.
El pueblo de Dios y los testigos también volverán a vivir. El Apocalipsis describe el evento en el lenguaje evocativo de la resurrección. Después de la alusión a la crucifixión de Yeshua, el texto cambia para hacerse eco de su resurrección: "Después de tres días y medio entró en ellos el espíritu de vida enviado por Dios, y se levantaron sobre sus pies" (vers. 11 ). La Escritura utiliza el mismo lenguaje para describir el milagro de la resurrección en Ezequiel: "[ ... ] entró espíritu en ellos, y vivieron, y estuvieron sobre sus pies [ ... ]" (Eze. 3 7:1 0). Los "tres días y medio"31 evocan el tiempo que Yeshua estuvo en la tumba (Mar. 9:31; Juan 2: 19-22). Lo siguiente hace referencia a la ascensión de Yeshua después de su resurrección: "[ ... ]Y subieron al cielo en una nube[ ... ]" (Apoc. 11:12; comparar con Hech. 1 :9).
Y, de hecho, justo después del decreto de muerte contra la religión cristiana, Francia y otros gobiernos occidentales comenzaron a proclamar la tolerancia y la libertad religiosa. Escuchamos la intervención del escritor y político Camille Jordan, uno de los primeros legisladores de la Restauración en Francia, en mayo de 1797, en el Concilio de los Quinientos: "La fe en Dios es, para el Estado, la mejor garantía del orden y de la estabilidad, que ni hasta las mejores leyes pueden reemplazar [ .. .]. Asegurémosles hoy a todos nuestros ciudadanos: que todos, católicos, protestantes, bautizados o no bautizados, sepan que la voluntad del legislador es, al igual que la voluntad de la ley, que se asegure la libertad religiosa. Deseo renovar, en su nombre, la promesa sagrada: todas las religiones son libres en Francia".
Para los judíos, la Revolución Francesa y su heredero, Napoleón, evidentemente inauguraron una nueva era. Las legiones francesas liberaron a los judíos de los guetos en todos los lugares adonde iban, convirtiéndolos en ciudadanos plenos. En España, por ejemplo, la influencia francesa suprimió la Inquisición, y los marranos una vez más podían proclamar su fe judía.
La nueva era, además, fue testigo de un regreso a las Escrituras. Solo pocos años antes, Voltaire había predicho la desaparición de la Biblia, descartándola como "el almanaque del año pasado". Sin embargo, la Biblia nuevamente encontró un lugar en los puestos de libros y en los corazones.
Los dos testigos han regresado a la vida exactamente tres días y medio proféticos después de su muerte. Resucitados de los muertos, siguen existiendo en la actualidad. La Biblia es el best seller número uno. En cuanto a Israel y la iglesia, han hecho más que sobrevivir, Israel a pesar del Holocausto y la iglesia incluso ante el comunismo.
La ira de Dios
El séptimo shqfor anuncia un "tercer ay" (Apoc. 11 : 14) que tendrá lugar en los últimos momentos de la historia humana. La última visión anticipaba el séptimo shqfor como la comprensión del "misterio de Dios" (Apoc. 10:7). El Apocalipsis33 a menudo utiliza el término "misterio" para sugerir un significado oculto.34 Recién al final el misterio tiene sentido, cuando la predicción se encuentra con su cumplimiento. El séptimo shqfor, por consiguiente, se hace eco del sexto sello. Ambos atañen al tiempo del fin, cuando todas las profecías alcanzan su finalización. Y ambos anuncian este tiempoen los mismos términos: el tiempo de la ira de Dios y del juicio de las
naciones (Apoc. 11: 18; comparar con 6:15-17). No obstante, existen
contrastes entre las dos visiones. Primero, el sexto sello cerró el telón
con una escena terrenal en tanto que el séptimo shqfor lo hace con
una escena celestial. Segundo, salen en direcciones diferentes. En el
sexto sello, la visión avanza de la tierra hacia los cielos, del presente
al futuro. Pero, en el séptimo shqfor la visión retrocede a través del
tiempo, de los cielos a la tierra, según el típico estilo hebreo.
La visión del shofar pasa por tres etapas en el tiempo. La primera vibra con "grandes voces" que proclaman el fin de todas las cosas: "[ ... ] Los reinos del mundo han venido a ser de nuestro Señor y de su Cristo [ ... ] " (Apoc. 11: 15). Esta parte también tiene temas en común con Apocalipsis 4: la misma ceremonia de adoración, los mismos 24 ancianos sentados en tronos (Apoc. 11: 16; comparar con 4:4), y la misma apelación de Dios: "[ ... ] Te damos gracias, Señor Dios Todopoderoso, el que eres y que eras [ ... ] " (Apoc. 11: 1 7; comparar con 4:8). Nuestro pasaje actual carece de toda mención del Dios que "ha de venir" (comparar con Apoc. 4:8). La única explicación de esta omisión es que la Parusía ya ha ocurrido.
Por otra parte, en la liturgia de Apocalipsis 4, el Sanctus, o alabanza, de los cuatro seres vivientes, antecede a la intercesión de los 24 ancianos. Las grandes voces que introducen el himno de los 24 ancianos son las de los cuatro seres vivientes (Apoc. 11: 15) que, como hemos visto, representan la creación terrenal. Ha llegado el momento en que toda la creación proclama a Dios como su rey, el objetivo final del plan de Dios. Dios ahora puede reinar completamente y para siempre.
Los 24 ancianos, entonces, pasan de la adoración a la remembranza, al recordar los aspectos negativos y positivos del Juicio (comparar con Apoc. 14: 14-20).
a. El aspecto negativo incluye el juicio de los muertos y la destrucción de las "naciones" airadas y de "los que destruyen la tierra" (Apoc. 11: 18). La profecía hace alusión, aquí, a visiones posteriores del Apocalipsis (Apoc. 20:12-15), que colocan la finalización de estos
eventos después del milenio.
b. El aspecto positivo involucra el juicio de los "santos" y su recompensa (Apoc. 11: 18). Esta parte de la visión se materializa en la Parusía, cuando el Mesías llevará a su pueblo al hogar con él antes del milenio. Aquí nuevamente la visión hace referencia a un pasaje posterior: "He aquí yo vengo pronto, y mi galardón conmigo, para recompensar a cada uno según sea su obra" (Apoc. 22: 12). De hecho, los dos juicios son interdependientes. Al eliminar "a los que destruyen la tierra", Dios salva la tierra.
La cuestión aquí no es la ecología. Debemos entender la referencia a la tierra en un sentido espiritual. En el Apocalipsis, especialmente en el texto paralelo del sexto sello, la tierra representa a los hombres y las mujeres amenazados por el enemigo (Apoc. 7:3). Y, en el quinto shqfor, la "hierba de la tierra", lo "verde" y el "árbol" representan a los marcados con el sello de Dios (Apoc. 9:4).
La destrucción de la tierra es espiritual y religiosa. Por cierto, es el resultado de que las naciones "se airaron" contra Dios, una extraña asociación ya sugerida a través de la misma palabra "airaron". Tiene su origen en el Salmo 2, que describe el carácter del Mesías cuando regrese para recuperar la posesión de su Reino (Sal. 2:5). Nuestro pasaje, por otro lado, habla del enojo de las naciones. Las naciones, que reclaman la tierra para sí, exponen la ira del propietario legítimo de la tierra, Dios. Dado que han rechazado a Dios como Señor de la tierra y han tomado su lugar, las naciones han destruido la tierra. Una vez más, observamos la misma intolerancia y opresión que siempre ha caracterizado al usurpador. La gente se mata entre sí porque se ha olvidado de Dios. El rechazo del Dios absoluto y trascendente inevitablemente conduce a las Cruzadas, a la Inquisición y al fascismo de los fanáticos y de los nacionalistas. Por eso es que el juicio de Dios contra las naciones salva la tierra.
La visión profética del séptimo shofar mira hacia atrás en el tiempo. Al progresar desde la institución del Reino de Dios hacia el Juicio de las naciones, la mirada profética finalmente descansa sobre el evento que desencadena todo: la primera venida del Mesías (Apoc. 12:1-6).
Me agrada mucho la explicación. Me gustaría que pudiera compartir algun cita del Espirítu de profecía para mi lectura en relación al tema. Gracias
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