Jueves 2 de mayo: Una vida verdaderamente rica
La felicidad de la familia depende en gran manera de la esposa y madre.
“Que el joven se busque a una compañera que esté siempre a su lado y que sea capaz de cargar con su parte de las responsabilidades de la vida, una compañera cuya influencia lo ennoblezca y le comunique mayor refinamiento, y que lo haga feliz en su amor.”—El Ministerio de Curación, 337.
“De Jehová viene la mujer prudente.” “El corazón de su marido está en ella confiado. ... Darále ella bien y no mal, todos los días de su vida.” “Abrió su boca con sabiduría: y la ley de clemencia está en su lengua. Considera los caminos de su casa, y no come el pan de balde. Levantáronse sus hijos, y llamáronla bienaventurada; y su marido también la alabó” diciendo: “Muchas mujeres hicieron el bien; mas tú las sobrepujaste a todas.” El que encuentra una esposa tal “halló el bien, y alcanzó la benevolencia de Jehová.” (El hogar cristiano p. 37)
El Señor Jesús es nuestro único ayudador. Por medio de su gracia aprenderemos a cultivar el amor, a educarnos a nosotros mismos para hablar bondadosa y tiernamente. Por medio de su gracia nuestros modales fríos y ásperos serán transformados. La ley de bondad estará en nuestros labios, y los que están bajo la preciosa influencia del Espíritu Santo no considerarán evidencia de debilidad llorar con los que lloran, y regocijarse con los que se regocijan. Debemos cultivar las excelencias celestiales del carácter. Debemos aprender qué significa manifestar buena voluntad hacia todos los hombres, el sincero deseo de ser un rayo de sol y no una sombra en la vida de los demás. (La maravillosa gracias de Dios, p. 299)
Mis hermanos, quebrantaos y arrepentíos de corazón. Que las expresiones de simpatía y amor, que no ampollan la lengua, fluyan de vuestros labios. Haced sentir a otros ese calor que puede crear el amor en el corazón, y educad a los profesos discípulos de Cristo a corregir los males que han existido por tanto tiempo: egoísmo, frialdad y dureza de corazón. Todos esos rasgos revelan el hecho de que Cristo no mora en el alma [se cita Col. 3: 12, 13] (RH 2-1-1894). (CBA T3, p. 1182)
En la Palabra de Dios hallamos esta hermosa descripción de un hogar feliz y de la mujer que lo preside: “Levantáronse sus hijos, y llamáronla bienaventurada; y su marido también la alabó.” ¿Qué mayor elogio podría desear una ama de casa que el así expresado?
Si ella [la esposa y madre fiel] busca en Dios su fuerza y consuelo, y guiada por su sabiduría y temiéndole procura cumplir diariamente su deber, vinculará a su esposo con su propio corazón y verá a sus hijos madurar en hombres y mujeres honorables, que tendrán vigor moral para seguir el ejemplo de su madre. (El hogar cristiano, p. 484)
Dios le ha asignado a la mujer su misión; y si ella, humildemente, pero del mejor modo que pueda, hace de su hogar un cielo, cumpliendo con sus obligaciones para con su esposo e hijos fiel y amorosamente, tratando de hacer que su vida útil, pura y virtuosa emane continuamente una luz santa para iluminar a los que la rodean, está haciendo la obra que su Maestro le encomendó, y escuchará de sus divinos labios las palabras: Bien, buen siervo fiel, entra en el gozo de tu Señor. Estas mujeres que hacen voluntariamente lo que les viene a las manos, ayudando con alegría de espíritu a sus esposos a llevar sus cargas, e instruyendo a sus hijos para Dios, son misioneras en el más alto sentido. (Testimonios para la iglesia t. 2, p. 414)
Viernes 3 de mayo: Para estudiar y meditar
Reflejemos a Jesús, "El padre como sacerdote; la madre como maestre", p. 170
Nuestra elevada vocación, "No deis lugar a la tentación", p. 87
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