Jueves 9 de mayo: Cómo salvaguardar el regalo del Creador
Estamos viviendo en una época licenciosa, y los hombres y la juventud pecan con toda desvergüenza. A menos que nuestra juventud sea sagradamente guardada, a menos que esté fortificada en firmes principios, a menos que se manifieste gran cuidado en la elección de sus amistades y de las publicaciones que alimentan su mente, quedarán expuestos frente a una sociedad cuya moral es tan corrompida como lo era la de los habitantes de Sodoma... Nuestra juventud tendrá que hacer frente a tentaciones por todas partes, y debe estar tan educada, que dependa de un poder superior, de una enseñanza superiora la que pueden dar los mortales. En todas partes hay personas que desprecian a nuestro Señor; los tales se refieren habitualmente al cristianismo en forma despreciativa... (Hijos e hijas de Dios, p. 234)
Jesús asumió la naturaleza humana para dejar a la humanidad un modelo completo y perfecto. Es su intención hacernos como él es, leales en todo propósito, sentimiento y pensamiento: leales de corazón, alma y vida. Esto es cristianismo. Nuestra naturaleza caída ha de ser purificada, ennoblecida, y consagrada mediante la obediencia a la verdad. La fe cristiana nunca armonizará con los principios mundanos; la integridad cristiana se opone a todo engaño y fingimiento. El que alberga más el amor de Cristo en el corazón, el que refleja la imagen del Salvador más perfectamente, es a la vista de Dios la persona más leal, más noble y honorable sobre la faz de la tierra. (Testimonios para la iglesia, t. 5, p. 218)
El pecado es el mayor de todos los males, y nos incumbe compadecernos del pecador y ayudarlo. Pero no todos pueden ser alcanzados de la misma manera. Hay muchos que ocultan el hambre de su alma. Les ayudaría grandemente una palabra tierna o un recuerdo bondadoso. Hay otros que están en la mayor necesidad, y, sin embargo, no lo saben. No se percatan de su terrible indigencia de alma. Hay multitudes tan hundidas en el pecado que han perdido el sentido de las realidades eternas, han perdido la semejanza con Dios, y apenas saben si tienen almas que salvar o no. No tienen fe en Dios ni confianza en el hombre. Muchas de estas personas pueden ser alcanzadas únicamente por actos de bondad desinteresada. Hay que atender primero sus necesidades físicas: alimentarlas, limpiarlas y vestirlas decentemente. Al ver la evidencia de vuestro amor abnegado, les será más fácil creer en el amor de Cristo.
Hay muchos que yerran, y que sienten su vergüenza e insensatez. Miran sus faltas y errores hasta ser arrastrados casi a la desesperación. No debemos descuidar a estas almas. Cuando uno tiene que nadar contra la corriente, toda la fuerza de ésta lo rechaza. Extiéndasele una mano auxiliadora como se extendió la mano del Hermano Mayor hacia Pedro cuando se hundía. Diríjansele palabras llenas de esperanza, palabras que establezcan la confianza y despierten en ellos el amor.
Nunca debemos pasar por alto un alma que sufre sin tratar de impartirle el consuelo con que somos nosotros consolados de Dios. (Palabras de vida del gran maestro, p. 319)
Viernes 10 de mayo: Para estudiar y meditar
Reflejemos a Jesús, "El templo de Dios", p. 157
En los lugares celestiales, "El círculo creciente del amor", p. 209
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