¿Sientes que tienes poco tiempo para la familia? ¿Tus hijos están creciendo, y no logras acompañarlos en su desarrollo? Si te sientes así, no estás solo; varias encuestas latinoamericanas constatan que más de la mitad de los padres carga con esta insatisfacción.1
Para citar algunas estadísticas, alrededor del 70% de los padres chilenos admite dedicar más tiempo al trabajo que a la familia.2 Los padres ecuatorianos dedican, en promedio, una hora al día para pasar con su familia.3 Casi la mitad de los padres uruguayos pasan menos de diez horas por semana jugando con sus hijos.4 Un 93% de los padres peruanos desea pasar más tiempo de diversión familiar. 5 Y a un 70% de los brasileños les gustaría dedicar más tiempo a pasear en familia y tener momentos juntos, incluso aunque esto implicase tener menos dinero en los bolsillos.6 Sin embargo, muchos sienten que ese sueño parece ser muy lejano. Tan distante como la jubilación, que, al llegar, puede encontrar a los hijos crecidos y un matrimonio destrozado.
Para las mujeres que necesitan equilibrar la vida profesional fuera de casa y gran parte de las responsabilidades domésticas, la presión llega a ser casi insoportable. No es poco común que sientan un doble fracaso: como profesionales y como madres.
No es de admirar que ante esta realidad cargada de estrés, cansancio, frustración y culpa, los momentos en familia estén marcados por peleas y discusiones. Lo que debía ser un lugar de paz y renovación termina siendo, muchas veces, un campo minado donde las angustias se acumulan, pero no se resuelven.
Algunos argumentan que lo más importante en relación con la familia es dedicar tiempo de calidad. Si bien esta solución es parcialmente correcta, es incompleta. El tiempo es uno de los mayores bienes concedidos a cada persona; y la manera en que lo usamos demuestra lo que realmente es importante para nosotros. En este caso, la cantidad también afecta la calidad.
Pensar solamente en la calidad del tiempo dedicado a la familia es, más o menos, como visitar un restaurante sofisticado, con platos refinadísimos, pero con porciones tan pequeñas que no sacian el hambre y ni siquiera proporcionan nutrición suficiente para el organismo. Así como tu cuerpo requiere una cantidad suficiente de alimento de buena calidad, tu familia también necesita tiempo de calidad y en la cantidad adecuada.
El texto bíblico hace referencia a una visita habitual que el Creador hacía a la primera pareja cada puesta de sol (Génesis 3:8). Ante el pecado de Adán y de Eva, Dios entabla un diálogo con ellos, en el que se nombra e identifica los errores. Además, se presenta una solución para la crisis en la relación entre marido y mujer, y entre ellos y el Padre celestial.
Este relato nos presenta la necesidad de que la familia se reúna para dialogar sobre las dificultades enfrentadas cada día. Es necesario analizar disputas conocidas, ofensas o desacuerdos que acechan en silencio, para buscar una solución. Buscando la presencia del Creador, diariamente, las parejas o los padres con hijos pueden encontrar orientación y respuestas para los problemas más desafiantes. Y, así como hablaba con la primera pareja, el Señor continúa hablando con cada familia que desea orientación por medio de la oración y de su Palabra, la Santa Biblia.
La reunión diaria de la familia con Dios es el momento más adecuado para alcanzar mayor conexión entre marido y mujer, y también entre padres e hijos. Este es un tiempo que debe ser planificado con antelación y protegido de interrupciones y distracciones. Cuando los miembros de la familia están abiertos para oír las luchas del otro y conocer las orientaciones divinas, se hace más fácil transformar, dentro de casa, la competición en colaboración.
Considerando que Dios jamás se cansa (Isaías 40:28), el descanso divino durante el séptimo día no tiene como propósito beneficiarlo a él, sino que es para el bienestar de cada persona. Vemos en la descripción bíblica que el descanso de Dios en el primer sábado marca el final de un ciclo de trabajo, que cesa con la conclusión de una obra maestra de creación. El séptimo día fue dedicado a celebrar un traba jo pleno, finalizado con la formación de la primera pareja. Adán y Eva, en medio de una creación perfecta, se alegran con el Creador por la bendición de la vida. Ellos viven su primer día completo al lado del Creador, que cesa sus quehaceres para estar junto a ellos.
Así, Dios no concibió el sábado para que fuese simplemente un día de ocio e inactividad. En realidad, es un día en que Dios busca encontrarse con cada familia para revelarse como el Creador que se alegra con el bienestar de su Creación. Este es un día bendecido y santificado porque Dios lo eligió para bendecir de manera especial a las familias creadas por él. Para aprovechar esta bendición al máximo, es necesario que la familia interrumpa sus actividades habituales y se dedique a buscar a Dios. Ningún trabajo o preocupación debe alejar a la familia de esta celebración semanal.
La tierra de los faraones simbolizó para Israel servidumbre y opresión. Allí, gran parte de su riqueza fue usurpada, ellos perdieron la libertad, fueron forzados a trabajar más allá de sus propias fuerzas y sus hijos fueron arrancados de los brazos de sus madres, para ser arrojados al río Nilo. Sin embargo, en su misericordia, Dios proveyó liberación para el pueblo esclavizado. Por la sangre del cordero sacrificado rociada alrededor de las puertas de la casa de cada familia, ellos fueron librados de la destrucción divina final que recayó sobre la nación opresora.
Toda familia tiene a su disposición un poder que viene de lo Alto, y que capacita a sus miembros para vencer los vicios, abandonar la infidelidad conyugal, superar los defectos de carácter, valorar al cónyuge, amar a los hijos, respetar a los padres y crear en casa un lugar de paz y armonía.
Como día separado para celebrar la liberación del pecado y del cautiverio de la maldad, el sábado es una invitación semanal dada a la familia para que abandone todo lo que la aleja de Dios y que descanse confiada en las promesas de sus bendiciones. En la Biblia está la garantía de que “queda todavía un reposo especial” para las familias que reciben a Cristo por la fe y practican su voluntad (Hebreos 4:9). La Palabra apostólica asegura: “En tal reposo entramos los que somos creyentes” (Hebreos 4:3).
Como un monumento en el tiempo en memoria de la Creación divina (Éxodo 20:8-11), el sábado nos recuerda que la familia fue establecida, en sus inicios, en un lugar perfecto para una vida sin pecado ni maldad, plenamente realizada y llena de placer y felicidad. Este continúa siendo el plan divino para todas las familias. Sin embargo, como monumento conmemorativo de la redención obtenida por la fe en el sacrificio de Cristo (Deuteronomio 5:12-15), el sábado nos recuerda que el pecado de la primera familia alcanzó a todos sus descendientes, y llegó hasta nosotros. Por eso, no existe en ningún lugar una familia sin problemas, que viva siempre feliz. Todas las familias sufren ante la realidad del pecado. No obstante, Dios desea reconducir a cada familia al plan original para el cual fue creada. Al recordar esto cada sábado, padre, madre e hijos pueden renovar la esperanza en el Dios que salva a la familia.
El descanso del sábado experimentado por la familia es real cuando cada persona quita sus ojos de sí misma, sus propios dramas e intereses, sus pantallas y redes sociales, para mirar al Creador y las necesidades del prójimo. Si la lucha por el sustento y el entretenimiento centrado en uno mismo se convierten en devoción a Dios en su iglesia, camaradería familiar en medio de la naturaleza y actividades de ayuda al prójimo, entonces las bendiciones del sábado serán una realidad compartida en el hogar.
Si hacer esto parece imposible en tu realidad, recuerda que Dios empeñó su honra al extender esta invitación a tu familia. Él prometió sustentarlos a ti y a tus seres queridos con la herencia que está reservada para los que aman a Dios y guardan sus mandamientos. Tu familia no sufrirá deshonra, sino que será exaltada al honrar el nombre del Creador. Por eso, el verdadero descanso que se encuentra en el sábado significa esperanza para la familia.
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Para citar algunas estadísticas, alrededor del 70% de los padres chilenos admite dedicar más tiempo al trabajo que a la familia.2 Los padres ecuatorianos dedican, en promedio, una hora al día para pasar con su familia.3 Casi la mitad de los padres uruguayos pasan menos de diez horas por semana jugando con sus hijos.4 Un 93% de los padres peruanos desea pasar más tiempo de diversión familiar. 5 Y a un 70% de los brasileños les gustaría dedicar más tiempo a pasear en familia y tener momentos juntos, incluso aunque esto implicase tener menos dinero en los bolsillos.6 Sin embargo, muchos sienten que ese sueño parece ser muy lejano. Tan distante como la jubilación, que, al llegar, puede encontrar a los hijos crecidos y un matrimonio destrozado.
Para las mujeres que necesitan equilibrar la vida profesional fuera de casa y gran parte de las responsabilidades domésticas, la presión llega a ser casi insoportable. No es poco común que sientan un doble fracaso: como profesionales y como madres.
No es de admirar que ante esta realidad cargada de estrés, cansancio, frustración y culpa, los momentos en familia estén marcados por peleas y discusiones. Lo que debía ser un lugar de paz y renovación termina siendo, muchas veces, un campo minado donde las angustias se acumulan, pero no se resuelven.
Algunos argumentan que lo más importante en relación con la familia es dedicar tiempo de calidad. Si bien esta solución es parcialmente correcta, es incompleta. El tiempo es uno de los mayores bienes concedidos a cada persona; y la manera en que lo usamos demuestra lo que realmente es importante para nosotros. En este caso, la cantidad también afecta la calidad.
Pensar solamente en la calidad del tiempo dedicado a la familia es, más o menos, como visitar un restaurante sofisticado, con platos refinadísimos, pero con porciones tan pequeñas que no sacian el hambre y ni siquiera proporcionan nutrición suficiente para el organismo. Así como tu cuerpo requiere una cantidad suficiente de alimento de buena calidad, tu familia también necesita tiempo de calidad y en la cantidad adecuada.
UNA REUNIÓN FAMILIAR DIARIA
Sin embargo, ¿cómo fijar tiempo de calidad y en la medida necesaria para el bienestar de la familia, cuando vivimos inmersos en una realidad de exigencias profesionales y sociales que atropella las horas libres? ¿Qué hacer con la presión de superiores, clientes o empleados que exigen soluciones inmediatas? O, incluso, ¿cómo cuidar del tiempo con la familia cuando la misma familia está en riesgo por falta de dinero? Para preguntas como estas, la mejor respuesta está con quien creó al ser humano y la familia.El texto bíblico hace referencia a una visita habitual que el Creador hacía a la primera pareja cada puesta de sol (Génesis 3:8). Ante el pecado de Adán y de Eva, Dios entabla un diálogo con ellos, en el que se nombra e identifica los errores. Además, se presenta una solución para la crisis en la relación entre marido y mujer, y entre ellos y el Padre celestial.
Este relato nos presenta la necesidad de que la familia se reúna para dialogar sobre las dificultades enfrentadas cada día. Es necesario analizar disputas conocidas, ofensas o desacuerdos que acechan en silencio, para buscar una solución. Buscando la presencia del Creador, diariamente, las parejas o los padres con hijos pueden encontrar orientación y respuestas para los problemas más desafiantes. Y, así como hablaba con la primera pareja, el Señor continúa hablando con cada familia que desea orientación por medio de la oración y de su Palabra, la Santa Biblia.
La reunión diaria de la familia con Dios es el momento más adecuado para alcanzar mayor conexión entre marido y mujer, y también entre padres e hijos. Este es un tiempo que debe ser planificado con antelación y protegido de interrupciones y distracciones. Cuando los miembros de la familia están abiertos para oír las luchas del otro y conocer las orientaciones divinas, se hace más fácil transformar, dentro de casa, la competición en colaboración.
DESCANSA CADA SEMANA
Además de momentos especiales diarios de convivencia familiar, Dios reservó un día entero cada semana con el fin de que la familia interactúe y tenga comunión con él. El Creador orienta: “Acuérdate del sábado para santificarlo. Seis días trabajarás y harás toda tu obra, pero el séptimo día es de reposo para Jehová, tu Dios; no hagas en él obra alguna, tú, ni tu hijo, ni tu hija, ni tu siervo, ni tu criada” (Éxodo 20:8-10). Ante la realidad de personas que trabajan conectadas desde cualquier lugar y que viven juntas, pero separadas por pantallas, el antiguo llamado a santificar el séptimo día es cada vez más urgente y actual.Buscando la presencia del Creador, diariamente, las parejas o los padres con hijos pueden encontrar orientación y respuestas para los problemas más desafiantes.
La razón presentada en el texto bíblico para el descanso sabático está en el ejemplo dejado por el propio Creador: “Acuérdate de que en seis días hizo el Señor los cielos y la tierra, el mar y todo lo que hay en ellos, y que descansó el séptimo día. Por eso el Señor bendijo y consagró el día de reposo” (Éxodo 20:11). Se señala el sábado como día de reposo divino, que se extiende a toda la familia. Así como el Creador bendijo y santificó el séptimo día y descansó en él (Génesis 2:3), la bendición del descanso se ofrece a cada familia, incluso a aquellas que parecen a punto de fragmentarse irreversiblemente por presiones internas y externas.Considerando que Dios jamás se cansa (Isaías 40:28), el descanso divino durante el séptimo día no tiene como propósito beneficiarlo a él, sino que es para el bienestar de cada persona. Vemos en la descripción bíblica que el descanso de Dios en el primer sábado marca el final de un ciclo de trabajo, que cesa con la conclusión de una obra maestra de creación. El séptimo día fue dedicado a celebrar un traba jo pleno, finalizado con la formación de la primera pareja. Adán y Eva, en medio de una creación perfecta, se alegran con el Creador por la bendición de la vida. Ellos viven su primer día completo al lado del Creador, que cesa sus quehaceres para estar junto a ellos.
Así, Dios no concibió el sábado para que fuese simplemente un día de ocio e inactividad. En realidad, es un día en que Dios busca encontrarse con cada familia para revelarse como el Creador que se alegra con el bienestar de su Creación. Este es un día bendecido y santificado porque Dios lo eligió para bendecir de manera especial a las familias creadas por él. Para aprovechar esta bendición al máximo, es necesario que la familia interrumpa sus actividades habituales y se dedique a buscar a Dios. Ningún trabajo o preocupación debe alejar a la familia de esta celebración semanal.
¿ESCLAVOS DEL RELOJ? LA LIBERACIÓN EN EL TIEMPO DIVINO
Otra razón bíblica para el descanso sabático está en la liberación de Israel de la opresión vivida durante siglos de cautiverio. Así, recordando el Mandamiento presentado por Dios en el monte Sinaí, Moisés añade un motivo más para santificar el séptimo día: “Recuerda que fuiste esclavo en Egipto, y que el Señor tu Dios te sacó de allí con gran despliegue de fuerza y de poder. Por eso el Señor tu Dios te manda observar el día sábado” (Deuteronomio 5:15). Además de recordarnos que Dios es el Creador de la familia y que la destinó a tener felicidad suprema, el sábado también trae a la mente la obra de Dios como libertador y protector de la familia en medio de situaciones de crisis.La tierra de los faraones simbolizó para Israel servidumbre y opresión. Allí, gran parte de su riqueza fue usurpada, ellos perdieron la libertad, fueron forzados a trabajar más allá de sus propias fuerzas y sus hijos fueron arrancados de los brazos de sus madres, para ser arrojados al río Nilo. Sin embargo, en su misericordia, Dios proveyó liberación para el pueblo esclavizado. Por la sangre del cordero sacrificado rociada alrededor de las puertas de la casa de cada familia, ellos fueron librados de la destrucción divina final que recayó sobre la nación opresora.
Además de momentos especiales diarios de convivencia familiar, Dios reservó un día entero cada semana con el fin de que la familia interactúe y tenga comunión con él.
Cuando Cristo vino al mundo, se convirtió en el Cordero de Dios, que derramó su sangre con el propósito de librar a todas las familias de la Tierra de la opresión: el dominio del pecado. Con su muerte en nuestro lugar, “él nos libró del dominio de la oscuridad y nos trasladó al reino de su amado Hijo, en quien tenemos redención” (Colosenses 1:13, 14). Así, Dios puede librar a las familias de la esclavitud causada por el pecado y sus consecuencias.Toda familia tiene a su disposición un poder que viene de lo Alto, y que capacita a sus miembros para vencer los vicios, abandonar la infidelidad conyugal, superar los defectos de carácter, valorar al cónyuge, amar a los hijos, respetar a los padres y crear en casa un lugar de paz y armonía.
Como día separado para celebrar la liberación del pecado y del cautiverio de la maldad, el sábado es una invitación semanal dada a la familia para que abandone todo lo que la aleja de Dios y que descanse confiada en las promesas de sus bendiciones. En la Biblia está la garantía de que “queda todavía un reposo especial” para las familias que reciben a Cristo por la fe y practican su voluntad (Hebreos 4:9). La Palabra apostólica asegura: “En tal reposo entramos los que somos creyentes” (Hebreos 4:3).
Como un monumento en el tiempo en memoria de la Creación divina (Éxodo 20:8-11), el sábado nos recuerda que la familia fue establecida, en sus inicios, en un lugar perfecto para una vida sin pecado ni maldad, plenamente realizada y llena de placer y felicidad. Este continúa siendo el plan divino para todas las familias. Sin embargo, como monumento conmemorativo de la redención obtenida por la fe en el sacrificio de Cristo (Deuteronomio 5:12-15), el sábado nos recuerda que el pecado de la primera familia alcanzó a todos sus descendientes, y llegó hasta nosotros. Por eso, no existe en ningún lugar una familia sin problemas, que viva siempre feliz. Todas las familias sufren ante la realidad del pecado. No obstante, Dios desea reconducir a cada familia al plan original para el cual fue creada. Al recordar esto cada sábado, padre, madre e hijos pueden renovar la esperanza en el Dios que salva a la familia.
UNA PROMESA PARA TIEMPOS DIFÍCILES
Si bien la Biblia está llena de referencias y promesas relacionadas con el descanso sabático, ¿cómo podemos vivir esto en nuestros días, en que todo fluye vertiginosamente sin parar? ¿Qué significa esta orientación bíblica, en un mundo que funciona las 24 horas del día, 7 días a la semana? A pesar de que la realidad de hoy es absolutamente diferente de aquella de los tiempos bíblicos, el ser humano sigue teniendo las mismas necesidades básicas, como el reposo y el tiempo para la familia. Por esto, Jesús enseñó que “el sábado se hizo para el hombre, y no el hombre para el sábado” (S. Marcos 2:27). La sanidad y la salvación que viene de Cristo también están prometidas para tu familia, hoy (Isaías 58:13, 14).El descanso del sábado experimentado por la familia es real cuando cada persona quita sus ojos de sí misma, sus propios dramas e intereses, sus pantallas y redes sociales, para mirar al Creador y las necesidades del prójimo. Si la lucha por el sustento y el entretenimiento centrado en uno mismo se convierten en devoción a Dios en su iglesia, camaradería familiar en medio de la naturaleza y actividades de ayuda al prójimo, entonces las bendiciones del sábado serán una realidad compartida en el hogar.
Si hacer esto parece imposible en tu realidad, recuerda que Dios empeñó su honra al extender esta invitación a tu familia. Él prometió sustentarlos a ti y a tus seres queridos con la herencia que está reservada para los que aman a Dios y guardan sus mandamientos. Tu familia no sufrirá deshonra, sino que será exaltada al honrar el nombre del Creador. Por eso, el verdadero descanso que se encuentra en el sábado significa esperanza para la familia.
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