Martes 11 de junio: Cómo sosteneer a las familias en tiempos de cambios
Pero las maquinaciones del enemigo fueron derrotadas por un Poder que reina sobre los hijos de los hombres. En la providencia de Dios, la joven judía Ester, quien temía al Altísimo, había sido hecha reina de los dominios medo-persas. Mardoqueo era pariente cercano de ella. En su necesidad extrema, decidió apelar a Jerjes en favor de su pueblo. Ester iba a presentarse a él como intercesora. Dijo Mardoqueo: “¿Y quién sabe si para esta hora te han hecho llegar al reino?” Vers. 14.
La crisis que arrostró Ester exigía presta y fervorosa acción; pero tanto ella como Mardoqueo se daban cuenta de que a menos que Dios obrase poderosamente en su favor, de nada valdrían sus propios esfuerzos. De manera que Ester tomó tiempo para comulgar con Dios, fuente de su fuerza. Indicó a Mardoqueo: “Ve, y junta a todos los Judíos que se hallan en Susán, y ayunad por mí, y no comáis ni bebáis en tres días, noche ni día: yo también con mis doncellas ayunaré igualmente, y así entraré al rey, aunque no sea conforme a la ley; y si perezco, que perezca.” Vers. 16. (Profetas y reyes, p. 442)
Entre los que mantenían su fidelidad a Dios, se contaban Daniel y sus tres compañeros, ilustres ejemplos de lo que pueden llegar a ser los hombres que se unen con el Dios de sabiduría y poder. Desde la comparativa sencillez de su hogar judío, estos jóvenes del linaje real fueron llevados a la más magnífica de las ciudades, y a la corte del mayor monarca del mundo.
Nabucodonosor ordenó “a Aspenaz, príncipe de sus eunucos, que trajese de los hijos de Israel, del linaje real de los príncipes, muchachos en quienes no hubiese tacha alguna, y de buen parecer, y enseñados en toda sabiduría, y sabios en ciencia, y de buen entendimiento, e idóneos para estar en el palacio del rey... (Profetas y reyes, pp. 351,352)
Los padres de Daniel y sus compañeros les habían inculcado hábitos de estricta templanza. Se les había enseñado que Dios los tendría por responsables de sus facultades, y que no debían atrofiarlas ni debilitarlas. Esta educación fué para Daniel y sus compañeros un medio de preservación entre las influencias desmoralizadoras de la corte babilónica. Intensas eran las tentaciones que los rodeaban en aquella corte corrompida y lujuriosa, pero no se contaminaron. Ningún poder ni influencia podía apartarlos de los principios que habían aprendido temprano en la vida por un estudio de la palabra y de las obras de Dios.
Pero Daniel no vaciló. Apreciaba más la aprobación de Dios que el favor del mayor potentado de la tierra, aun más que la vida misma. Resolvió permanecer firme en su integridad, cualesquiera fuesen los resultados. “Propuso en su corazón de no contaminarse en la ración de la comida del rey, ni en el vino de su beber.” Esta resolución fué apoyada por sus tres compañeros. (Profetas y reyes, p. 587)
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