Jueves 01 de agosto: Isaías
Son pocos los que experimentan un verdadero arrepentimiento por el pecado, que realmente sienten profundas y agudas convicciones de la depravación de su naturaleza no regenerada. El corazón de piedra no es cambiado por uno de carne. Pocos son los que están dispuestos a caer sobre la Roca y ser desmenuzados.
No importa quiénes seamos o cómo hayamos vivido, podremos ser salvos solamente de la manera establecida por Dios. Tenemos que arrepentirnos, tenemos que caer indefensos sobre la Roca, que es Cristo Jesús. Tenemos que sentir la necesidad de un médico y del único remedio que existe para el pecado, que es la sangre de Cristo. Este remedio puede conseguirse solamente por medio del arrepentimiento para con Dios y fe en el Señor Jesucristo. En lo que a esto se refiere, la obra está todavía por comenzar en muchos de los que profesan ser cristianos y hasta ministros de Cristo. Como los fariseos de antaño, muchos de vosotros no sentís la necesidad de un Salvador. Sois autosuficientes y os exaltáis a vosotros mismos. Dijo Cristo: “No he venido a llamar a justos, sino a pecadores, al arrepentimiento”. Mateo 9:13. La sangre de Cristo será de beneficio sólo para aquellos que sientan la necesidad de su poder purificador. (Testimonios para la iglesia, T. 5 p. 211)
El enemigo ha alcanzado a pervertir la justicia y a llenar los corazones de un deseo de ganancias egoístas. “La justicia se puso lejos; porque la verdad tropezó en la plaza, y la equidad no pudo venir”. Isaías 59:14. Las grandes ciudades contienen multitudes indigentes, privadas casi por completo de alimentos, ropas y albergue, entretanto que en las mismas ciudades se encuentran personas que tienen más de lo que el corazón puede desear, que viven en el lujo, gastando su dinero en casas lujosamente amuebladas y el adorno de sus personas, o lo que es peor aún, en golosinas, licores, tabaco y otras cosas que tienden a destruir las facultades intelectuales, perturban la mente y degradan el alma. Los gritos de las multitudes que mueren de inanición suben a Dios, mientras algunos hombres acumulan fortunas colosales por medio de toda clase de opresiones y extorsiones.—Joyas de los Testimonios 3:280-281. (Exaltad a Jesús, p. 363)
Sólo el método de Cristo será el que dará éxito para llegar a la gente. El Salvador trataba con los hombres como quien deseaba hacerles bien. Les mostraba simpatía, atendía a sus necesidades y se ganaba su confianza. Entonces les decía: “Seguidme.” Es necesario acercarse a la gente por medio del esfuerzo personal. Si se dedicara menos tiempo a sermonear y más al servicio personal, se conseguirían mayores resultados. Hay que aliviar a los pobres, atender a los enfermos, consolar a los afligidos y dolientes, instruir a los ignorantes y aconsejar a los inexpertos. Hemos de llorar con los que lloran y regocijarnos con los que se regocijan. Acompañada del poder de persuasión, del poder de la oración, del poder del amor de Dios, esta obra no será ni puede ser infructuosa. (Ministerio de curación, pp. 990, 91)
Viernes 2 de agosto: Para estudiar y meditar
Profetas y reyes, "El llamamiento de Isaías", pp. 225-230
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