Miércoles 10 de julio: El segundo diezmo
...No es la magnitud de la ofrenda lo que hace al don aceptable a Dios; es el propósito del corazón, el espíritu de gratitud y amor que expresa. No hagáis sentir al pobre que sus ofrendas son tan pequeñas que no deben ser tenidas en consideración. Que ellos den conforme a sus posibilidades, sintiendo que son siervos de Dios, y que él aceptará sus ofrendas...
Los que conservan las realidades eternas en vista, que aman a Dios con todo el corazón y el alma y las fuerzas, y a sus prójimos como a sí mismos, cumplirán escrupulosamente todo su deber, como si el velo fuera enrollado y ellos pudieran ver que están trabajando bajo la contemplación del universo celestial.—The Review and Herald, 16 de mayo de 1893. (En los lugares celestiales, p. 313)
Si hoy día se practicaran en el mundo los principios de las leyes de Dios, concernientes a la distribución de la propiedad, ¡cuán diferente sería la condición de la gente! La observancia de estos principios evitaría los terribles males que en todas las épocas han provenido de la opresión ejercida por el rico sobre el pobre, y el odio de este hacia aquel...
La consagración a Dios de un diezmo de todas las entradas, ya fueran de la huerta o la cosecha, del rebaño o la manada, del trabajo manual o del intelectual; la consagración de un segundo diezmo destinado al alivio del pobre y otros usos benéficos, tendía a mantener siempre presente ante el pueblo el principio de que Dios es dueño de todo, y que ellos tenían la oportunidad de ser los canales a través de los cuales fluyeran sus bendiciones. Era una educación adaptada para acabar con todo egoísmo, y cultivar la grandeza y la nobleza de carácter. (La educación, p. 44)
Las contribuciones que se les exigían a los hebreos para fines religiosos y de caridad representaban por lo menos la cuarta parte de su renta o entradas. Parecería que este pequeño aporte de los recursos del pueblo hubiera de empobrecerlo; pero, muy al contrario, la fiel observancia de estos reglamentos era uno de los requisitos que se les imponía para tener prosperidad. A condición de que le obedecieran, Dios les hizo esta promesa: “Reprenderé también por vosotros al devorador, y no os destruirá el fruto de la tierra, ni vuestra vid en el campo será estéril [...]. Todas las naciones os dirán bienaventurados, porque seréis tierra deseable, dice Jehová de los ejércitos”. Malaquías 3:11, 12.
En tiempos de Israel se necesitaban los diezmos y las ofrendas voluntarias para cumplir los ritos del servicio divino. ¿Debe el pueblo de Dios dar menos hoy? El principio fijado por Cristo es que nuestras ofrendas a Dios han de ser proporcionales a la luz y a los privilegios disfrutados. “A quien se haya dado mucho, mucho se le demandará, y al que mucho se le haya confiado, más se le pedirá”. Lucas 12:48. Cuando el Salvador envió a sus discípulos, les dijo: “De gracia recibisteis, dad de gracia”. Mateo 10:8. A medida que nuestras bendiciones y nuestros privilegios aumentan, y sobre todo al tener presente el sacrificio sin par del glorioso Hijo de Dios, ¿no debiera expresarse nuestra gratitud en donativos más abundantes para comunicar a otros el mensaje de la salvación?(Historia de los patriarcas y profetas, pp. 489, 490, 491)
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