Sábado 20 de julio del 2019 - Miricordia y justicia en Salmos y en Proverbios
El corazón del hombre es por naturaleza frío, sombrío y sin amor. Siempre que alguien manifieste un espíritu de misericordia o de perdón, no se debe a un impulso propio, sino al influjo del Espíritu divino que lo conmueve. “Nosotros le amamos a él, porque él nos amó primero”.33
Dios mismo es la fuente de toda misericordia. Se llama “misericordioso, y piadoso”... Ansía intensamente aliviar los pesares del hombre y ungir sus heridas con su bálsamo. Es verdad que “de ningún modo tendrá por inocente al malvado”,34 pero quiere quitarle su culpabilidad.
Los misericordiosos son “participantes de la naturaleza divina”, y en ellos se expresa el amor compasivo de Dios. Todos aquellos cuyos corazones estén en armonía con el corazón de Amor infinito procurarán salvar y no condenar. Cristo en el alma es una fuente que jamás se agota. Donde mora él, sobreabundan las obras de bien. (Discurso maestro de Jesucristo, p. 24)
El Señor es honrado por vuestros actos de misericordia, por el ejercicio de la consideración bien meditada en favor de los infortunados y desvalidos. El huérfano y la viuda necesitan más que nuestra
caridad. Necesitan simpatía, cuidado y palabras de compasión y una mano ayudadora para colocarlos donde puedan aprender a ayudarse a sí mismos. Todos los hechos realizados para aquellos que necesitan ayuda son como si fueran hechos para Cristo. En nuestro estudio para saber cómo ayudar a los infortunados, debiéramos estudiar la forma en la cual obraba Cristo. No rehusaba trabajar en favor de los que cometían errores; sus obras de misericordia eran hechas para todos, los justos y los injustos. Curaba las enfermedades de todos por igual y les daba lecciones provechosas si ellos humildemente las pedían.
caridad. Necesitan simpatía, cuidado y palabras de compasión y una mano ayudadora para colocarlos donde puedan aprender a ayudarse a sí mismos. Todos los hechos realizados para aquellos que necesitan ayuda son como si fueran hechos para Cristo. En nuestro estudio para saber cómo ayudar a los infortunados, debiéramos estudiar la forma en la cual obraba Cristo. No rehusaba trabajar en favor de los que cometían errores; sus obras de misericordia eran hechas para todos, los justos y los injustos. Curaba las enfermedades de todos por igual y les daba lecciones provechosas si ellos humildemente las pedían.
Los que pretenden creer en Cristo han de representarlo mediante hechos de bondad y misericordia. Los tales nunca sabrán hasta el día del juicio qué bien han hecho al procurar seguir el ejemplo del Salvador.—Carta 140, 1908. (El Ministerio de la Bondad, p. 70)
Cuando tratéis a los que están consumidos por la preocupación y oprimidos, que no saben qué camino tomar para encontrar alivio, poned vuestro corazón en la obra de ayudarlos. No es el propósito de Dios que sus hijos se ensimismen, sin interesarse en el bienestar de los menos afortunados que ellos. Recordad que para ellos, tanto como para vosotros, ha muerto Cristo. La comprensión y la bondad abrirán el camino para que les ayudéis para ganar su confianza, para inspirarles esperanza y valor.—Carta 30, 1887. (El Ministerio de la Bondad, p. 176)
Todo acto de justicia, misericordia y benevolencia produce melodías en el Cielo. El Padre desde su trono observa a los que llevan a cabo estos actos de misericordia, y los cuenta entre sus más preciosos tesoros. “Y serán míos, dice Jehová de los ejércitos, en aquel día cuando reúna mis joyas”. Todo acto misericordioso, realizado en favor de los necesitados y los que sufren es considerado como si se lo hubiera hecho a Jesús. Cuando socorréis al pobre, simpatizáis con el afligido y el oprimido, y cultiváis la amistad del huérfano, entabláis una relación más estrecha con Jesús. (Testimonios para la iglesia T. 2, p. 27)
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