Domingo 11 de agosto: El cántico de María
¡Qué contraste entre esta incredulidad y la dulce fe infantil de María, la virgen de Nazaret, cuya respuesta al asombroso anunció del ángel fué: “He aquí la sierva del Señor; hágase a mí conforme a tu palabra”
El nacimiento del hijo de Zacarías, como el del hijo de Abrahán y el de María, había de enseñar una gran verdad espiritual, una verdad que somos tardos en aprender y propensos a olvidar. Por nosotros mismos somos incapaces de hacer bien; pero lo que nosotros no podemos hacer será hecho por el poder de Dios en toda alma Sumisa y creyente. Fué mediante la fe como fué dado el hijo de la promesa. Es por la fe como se engendra la vida espiritual, y somos capacitados para hacer las obras de justicia. (El deseado de todas las gentes, p. 71)
El Señor desea que mencionemos su bondad y hablemos de su poder. Se le honra mediante la expresión de alabanza y agradecimiento. El dice: “El que sacrifica alabanza me honrará”. Cuando los hijos de Israel viajaban por el desierto, alababan a Dios con himnos sagrados. Los mandamientos y las promesas de Dios fueron provistos de música y a lo largo de todo el sendero fueron cantados por los peregrinos. Y en Canaán, al participar de las fiestas sagradas, las maravillosas obras de Dios habían de ser repasadas, y se había de ofrecer el agradecimiento debido a su nombre. Dios deseaba que toda la vida de su pueblo fuera una vida de alabanza. En esa forma los caminos de Dios habían de ser conocidos “en la tierra”, y su salud “en todas las gentes”.
Así debería ser también hoy. Los habitantes del mundo adoran dioses falsos. Han de ser apartados de su falso culto, no porque oigan acusaciones contra sus ídolos, sino porque se les presente algo mejor. Han de ser pregonadas las bondades de Dios. “Sois mis testigos, dice Jehová, que yo soy Dios”. (Palabras de vida del Gran Maestro, pp. 202, 203)
¿Recibiremos las mercedes del Señor, y nunca le expresaremos nuestra gratitud, nunca le alabaremos
por lo que ha hecho por nosotros? No oramos demasiado, pero somos demasiado parsimoniosos en cuanto a dar las gracias. Si la bondad amante de Dios provocase más agradecimiento y alabanza, tendríamos más poder en la oración. Abundaríamos más y más en el amor de Dios, y él nos proporcionaría más dádivas por las cuales alabarle. Vosotros que os quejáis de que Dios no oye vuestras oraciones, cambiad el orden actual, y mezclad alabanzas con vuestras peticiones. Cuando consideréis su bondad y misericordia, hallaréis que él tiene en cuenta vuestras necesidades.
por lo que ha hecho por nosotros? No oramos demasiado, pero somos demasiado parsimoniosos en cuanto a dar las gracias. Si la bondad amante de Dios provocase más agradecimiento y alabanza, tendríamos más poder en la oración. Abundaríamos más y más en el amor de Dios, y él nos proporcionaría más dádivas por las cuales alabarle. Vosotros que os quejáis de que Dios no oye vuestras oraciones, cambiad el orden actual, y mezclad alabanzas con vuestras peticiones. Cuando consideréis su bondad y misericordia, hallaréis que él tiene en cuenta vuestras necesidades.
Orad, orad fervientemente y sin cesar, pero no os olvidéis de alabar a Dios. Incumbe a todo hijo de Dios vindicar su carácter. Podéis ensalzar a Jehová; podéis mostrar el poder de la gracia sostenedora. Hay multitudes que no aprecian el gran amor de Dios ni la compasión divina de Jesús. Millares consideran con desdén la gracia sin par manifestada en el plan de redención. Todos los que participan de esa gran salvación no son inocentes al respecto. No cultivan corazones agradecidos. Pero el tema de la redención es un tema que los ángeles desean escudriñar; será la ciencia y el canto de los redimidos a través de las edades sin fin de la eternidad. ¿No es digno de reflexión y estudio cuidadoso ahora? ¿No alabaremos a Dios con corazón, alma y voz por sus “maravillas para con los hijos de los hombres”? Salmos 107:8. (Testimonios para la iglesia, T. 5, p. 309)
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